Por Álvaro Valverde
Blog de Álvaro Valverde, 4/05/2014
Lo que dejó la lluvia aparece en Calambur (la editorial del libro que ha ganado el último Premio de la Crítica, donde están, entre otras, las poesías completas de Ángel Campos y Basilio Sánchez), donde él ya publicó Después de la noche, Treinta minutos de libertad y Apócrifos de marzo.
Como manda la moda (el asunto empieza a obsesionarme), los treinta poemas que lo componen llevan delante un prólogo, "Un hombre es lo que cuenta", de Ramón Pérez Parejo, profesor de la Universidad de Extremadura. Un prólogo, digámoslo pronto, exhaustivo, riguroso y lúcido que, desde luego, animará y orientará la lectura de estos versos.
El análisis filológico de Parejo alude al autor exigente que Zambrano es, un "buscador de palabras", y se fija en la simultaneidad entre lo culto y lo popular (les recuerdo que el libro anterior se titulaba Tonás de los espejos y tocaba este palo), y entre tradición e innovación.
En lo amoroso, la reflexión metapoética y la indagación interior se centra, según el prologuista, la obra. No falta el "juego dialógico" y allí, Edinda, personaje que ya había aparecido en entregas anteriores de Zambrano y a la que algunos no nos cuesta identificar con una persona de carne y hueso, tal vez la misma a la que se dedica el conjunto, "por todo lo cuidado". Siempre, eso sí, a cierta distancia. Como señala Parejo, no es el poeta amigo de confidencias, ni sentimentales ni de las otras, de ahí que lo inmediato o anecdótico quede aquí anulado en pos de una manera de decir a la altura del rigor de quien escribe.
Un tono sereno ("hasta hacer de mí una palabra paciente"), de naturalidad innegable (ese difícil artificio), marca estos versos donde el presente es el tiempo. "Hoy somos, / es hoy, tan solo hoy / el mundo", leemos. O "que lo que importa es vivir y no haber vivido".
Las enseñanzas de la edad, por decirlo con Valverde, morales ante todo, nos asaltan a cada paso. Así, "lo que enseñan los años: / que hay solo una verdad, / lo demás es la niebla"; "Siempre supe que mi sitio estaba / en los lugares aprendidos / y en la monotonía sutil del coraje"; "Dejadme, al menos, / la afable sensación de haber vivido".
Soy y miro, dice con Szymborska, y a modo de resumen: "Todo para decir / que esta invención celebra el canto de un hombre / que ha pactado con su sombra / lo que dejó la lluvia."
De entre todos los libros que componen su "poética de resistencia", como la denomina el propio Zambrano, éste es, sin duda, uno de los mejores. "Nada queda al azar" en él, como afirma Parejo, lo que, entre otras razones, nos permite comprobar a las claras la verdadera condición de esta poesía.
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