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lunes, 11 de mayo de 2015

Reseña: El piano del pirómano, de Ángel Antonio Herrera, en la revista Mercurio 171 (Mayo 2015), escrita por Javier Lostalé.

Reseña de El piano del pirómano, de Ángel Antonio Herrera, en la revista Mercurio 171 (mayo 2015), escrita por Javier Lostalé




Poesía en la que un yo militante, empeñado en horadar la existencia hasta
su pulpa, habla en voz alta consigo mismo hasta crearnos a los lectores una biografía dentro de su voz. Y lo hace mediante una sucesión de imágenes sorprendentes, fruto de una intuición desveladora de las pulsiones más íntimas del ser humano.
La poesía está latente en todo, basta con que la mirada vea más allá de lo que la realidad nos ofrece y exista un estado intelectual y emocional capaz de bucear en el origen de cuanto existe, de buscar lo esencial y habitar lo permanente. Es también la poesía el pulso de lo invisible, y su concepción necesita del organismo vivo de la lengua. Todo esto lo conoce muy bien Ángel Antonio Herrera que, por su condición de periodista, cronista y columnista, aplica su bisturí para abrir en canal el corazón más visible y efímero de lo social. Y sabe al mismo tiempo pasar al otro lado para habitar lo que de eterno hay en la verdad humana y la belleza, hospedado en un lenguaje tan complejo y rico como el barroco, tan navegador por el subconsciente como el surrealismo y con tan potentes metáforas como las alumbradas por la alta temperatura de su imaginación. Así lo ha demostrado en los seis poemarios publicados hasta hora incluyendo el
último, El piano del pirómano (Premio Internacional de Poesía Barcarola), publicado por Calambur, donde también hemos podido leer Donde las diablas bailan boleros y Los motivos del salvaje.
El piano del pirómano, poema en prosa dividido en veintinueve partes, expresa muy bien el carácter de partitura de una vida extrema que representa este libro. Vida en el límite que con todo su riesgo la poesía de Ángel Antonio Herrera no sólo refleja, sino que comete, pues hay en ella una constante acción interior no desvinculada del exterior, de los otros (...) “que no sólo daremos vino a la causa del solitario, sino compañía a los afectos de la fiera, y azúcares al corazón de cualquier desahuciado, y sutura de oasis a la deriva de los que miran el día y ven la misma nada de tardanza”. Se trata de una poesía en la que un yo militante, empeñado en horadar la existencia hasta su pulpa, habla en voz alta consigo mismo hasta crearnos a los lectores una biografía dentro de su voz. Y lo hace mediante una sucesión de imágenes sorprendentes, fúlgidas, fruto de una intuición desveladora de las pulsiones más íntimas del ser humano que, al concatenarse, cobran un sentido de totalidad donde la soledad,
el daño, el miedo, el peligro, el placer, los cuerpos, la infancia, los recuerdos, la melancolía. Todo el entramado físico y anímico de la vida, son perforados por
el lenguaje hasta revelarse desnudos tanto en la idea como en su emanación emocional. Pongo un ejemplo: “La oscuridad la conozco por dentro, cuando el daño decide sus manadas, y el miedo se gusta como un palacio desierto”.
El piano del pirómano está escrito desde la consumación 
y la quemadura, desde “el entendimiento de la vida como
un desván salvaje”; y entre sus elementos basales se encuentran la noche con sus arritmias y veneno (“el corazón lo tengo de nocturna alcurnia”, dice el poeta); la alteración del concepto del tiempo, pues en lo no sucedido
ya respira el pasado, y también
su corporeización, hasta
hacerse cráneo, por la ausencia medular del padre; la música y
su capacidad de abrir el seno de la existencia para iluminarla sin intermediarios y las muchachas siempre en danza que sólo en
su vuelo quedan, vampiras que
en amor amanecen muerte. A lo que debo añadir en esta síntesis lectora de una poesía tan rica,
su poder transustanciador de
lo real y su métrica y sintaxis encarnadas, el entendimiento
de la escritura como un acto de conciencia, con imaginación de imanes. Poesía para arrojarse a la plenitud de ser.

Podéis encontrar la notícia en la revista Mercurio.

jueves, 2 de octubre de 2014

Reseña: La hija del capitán Nemo, de Cecilia Quílez, en la revista Mercurio

Amanecer entre naufragios
Por Javier Lostalé
Mercurio, nº 164. Octubre, 2014

Desde su primer libro, La posada del dragón, Cecilia Quílez se ha desnudado psíquicamente en su escritura a través de unos poemas que respiran verdad y libertad. Una escritura con alta temperatura pasional en la que se anudan lo real y lo simbólico, lo intuitivo y lo reflexivo, una búsqueda donde lo íntimo tiene una dimensión cósmica y el amor es consumación. Hay además en ella una energía femenina fecundadora de la plena independencia y una ordenación del tiempo y del espacio en armonía con los movimientos sísmicos de la poeta. Todo ello trasmitido mediante un lenguaje confesional con lianas en el surrealismo y el expresionismo. El cuarto día y Vísteme de largo son otros libros de la escritora algecireña fieles al universo poético sucintamente dibujado que adquiere su máxima temperatura basal con La hija del capitán Nemo. La referencia del título a la obra de Julio Verne prepara ya al lector a la comunicación con alguien, Cecilia, que, como el capitán Nemo, no abandona la lucha ni la exploración de la existencia, y que es capaz de renacer tras ser arrastrada por torbellinos internos que el lector enseguida unirá a los producidos por la pérdida del amor, núcleo vivificante de este poemario, sin que en modo alguno esto signifique que lo autobiográfico no sea elevado en todo momento a categoría y así resuene en otros corazones y conciencias.



El libro es un ascenso hacia la luz tras haber habitado lo abisal humano, después de haber naufragado en una aventura amorosa en que el cuerpo es la escritura de lo que a los amantes les ha sucedido; cuerpo que transpira espíritu y abre su lenguaje más hondo a través del llanto. Naufragio o desamor que de todo desata a quien, como en este caso, es desamada, y que germina tristeza y sombra, que se torna constante pregunta y alumbra en la poesía de Cecilia Quílez la figura de un ángel en ella entrañada que irradia tanto inmortalidad como brumas demoníacas. Decía que La hija del capitán Nemo es un ascenso hacia la luz porque hay una búsqueda constante del amanecer, un canto a la plenitud y al gozo y un anhelo también de liberarse del amado borrando hasta su aurora: Viví tu guerra y tú la mía/ El olvido ha dejado flores en mi lecho/Esta es mi victoria/Amanecer y no pensarte. Liberación del tiempo del amado para que la palabra amor, de nuevo, sea Violentamente amanecida.
 
En este libro de Cecilia Quílez en que no existe puntuación porque todo se integra: lo físico y lo psíquico, lo intutivo y lo reflexivo, el placer y la culpa, y donde se cumple una antropofagia celular hasta el último latido del ser. Pocas veces la creación poética adquiere tan alto grado de liberación vital y lingüística. 


Lee la reseña en la revista Mercurio

miércoles, 9 de julio de 2014

Noticia: homenaje a Félix Grande en los Cursos de Verano 2014 de la UCM



Homenaje a Félix Grande en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid de 2014.

Participarán su esposa, Paca Aguirre, Premio Nacional de Poesía, y su hija, también poeta, Guadalupe Grande; además del cantaor Paco del Pozo y el guitarrista Óscar Herrero.

Sus poemas serán leídos por los poetas y escritores Alberto Porlan, Antonio Lucas, Antonia Cortés, Javier Lostalé, José Manuel Carcasés, José Manuel Martínez Cano, Jorge Riechmann, Juan Carlos Mestre, Luis Alberto de Cuenca, Manuel Francisco Reina, Manolo Rico y el actor Pepe Martín.

El homenaje tendrá lugar este jueves, 10 de julio, en la sala Príncipe de Asturias del Felipe II, una de las sedes de los Cursos de Verano Complutense en San Lorenzo de El Escorial, a las 19.00 horas y la entrada será de libre acceso.



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Jueves, 10 de julio de 2014, 19:00 horas
Euroforum Felipe IISala Príncipe de Asturias
Avda. Carlos Ruiz, s/n.
San Lorenzo del Escorial (Madrid)

 
Más información

martes, 11 de junio de 2013

Reseña: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en Calicanto

Lo junto es lo vivo
Javier Lostalé
Revista Calicanto, nº 25, mayo 2013

“Lo junto es lo vivo” escribió Luis Rosales. “Lo junto de lo diverso, la unidad de contrarios” está en la base de la poesía de Antonio Hernández, señala Francisco J. Peñas Bermejo en el prólogo a su obra reunida Insurgencias, publicada por Calambur. Coincidencia en su afán de una escritura total, a la que se suma su fe común en el poder constituyente de la memoria, y en la existencia de una urdimbre existencial fundada en la admiración del poeta gaditano por la obra del autor granadino e iluminada por una profunda amistad. Precisamente esta amistad hizo que sabedor Antonio Hernández de la intención de Rosales de culminar su creación con una trilogía titulada Nueva York después de muerto, proyecto frustrado tras la grave enfermedad que le impidió amanecer cualquier poema, éste se ofreció, sin más alcance que el de un gesto cariñoso, a escribirla, encontrándose con la inesperada respuesta de aquél: “Lo prometido es deuda”. 


Respuesta que unida a esa visión compartida del hecho creador apuntada al principio, ha desembocado de un modo natural, más de veinte años después de la muerte del autor de La casa encendida, en un poemario que con el mismo título pensado por Luis Rosales, Nueva York después de muerto, reúne en una trinidad con respiración unitaria a la ciudad de los rascacielos, a Lorca y al propio Rosales. Todo ello encarnado a través de la voz, en ningún momento impostada, de Antonio Hernández. La editorial Calambur ha prestado también su hogar, tan cálido, a esta obra singular que dejará su huella indeleble en los lectores y que será un ejemplo de un espíritu renovador que nunca, por otra parte, le ha faltado a este poeta miembro destacado de una generación, la del 68, injustamente a veces sepultada entre la del 50 y los novísimos.

Tres libros, y no tres partes, siguiendo quizá el plan pretendido por Rosales, integran Nueva York después de muerto, con lo que el autor nos avisa de que su argumento en cada una de ellas es distinto, y decimos argumento porque la lectura de los poemas nos pone en relación con la biografía de los dos poetas, íntima e histórica, y nos permite instalarnos física y mentalmente en la ciudad mestiza y con almas diversas. Tres libros entre lo cuales, al convivir en un mismo volumen, hay constantemente vasos comunicantes, por eso nuestra lectura debe ser continuada para que esa interrelación existente produzca todos sus frutos intelectuales y emocionales. 


En todos ellos, eso sí, hay una nube de tormenta fija que es el asesinato de Federico García Lorca y la silenciosa herida nunca cicatrizada que la calumnia más infame abrió en Rosales: En Federico quisieron asesinar / lo que es coraza contra la muerte. A Rosales / pretendieron hacerlo cómplice / del crimen. Hay también un diálogo permanente con los dos escritores granadinos, uno vivo y otro muerto, cuyo rostro vemos y tocamos, hasta sentir su latido trabado a su obra. Diálogo en el que se autorretrata también el autor, casi nunca en primera persona, sino que tan sumido está su propio yo en la escritura reveladora de los verdaderos protagonistas, que al revelarlos a ellos se nos muestra entero y desnudo, con toda la capacidad de alumbramiento que tiene su poesía. Es él como dice a quemarropa. 

El primer libro se abre con un encuentro medular entre el poeta del 27 y el del 36 medido por la pasión y el misterio del arte, simbiosis de vida y muerte (…) Sabido es que el hombre recorre / el tiempo sin pasión hasta que otro ser / lo detiene y le muestra / la tenaz maravilla escondida del amor o del arte, / ahí se compagina la vida con la muerte, / la eternidad forma parte de ambas / y una de otra no pueden separarse: / Rosales ya emoción de otra sangre, ya / parte confederada, parte de Federico, / y dueño de un ruiseñor angustiado. / Así comienza la historia, /un granadino que no puede morir, otro / granadino cuya gloria es parte/ de un infierno. Encuentro entrañado en una España cainita pero llena también como escribe el poeta de criaturas inocentes, de ángeles imprecisos bautizados / por las aguas del bien. 

Los versos de Antonio Hernández nos injertan en un Federico en el límite de lo humano, y por tanto símbolo, a través del cual hablan todas las víctimas de nuestra Guerra Civil y, más allá, las que el nazismo y el fascismo engendraron en Europa, y también todos los marginados por amar sin adjetivos. Un Federico sobre el que el destino y el azar se consumaron sin otra victoria que convertir en eterno el tiempo único del misterio y del temblor. Y Nueva York se erige en espacio de contradicción, crisol de culturas, geografía física y humana donde riqueza y pobreza laten entre la sombra oblicua de los rascacielos. 

En ese paisaje, hasta hacerlo táctil, se instala mental y cordialmente el poeta gaditano, multiplicando las referencias literarias que adquieren una especial intensidad al referirse a Poe y su locura iluminadora (…) El Cuervo abrió las alas poderosas / asustando a las nubes, / despejando el espacio, / adelantando el tiempo / y adentrándose en él / como si hubiera retornado el hombre / a su centro temprano. / Si / la Segunda Guerra Mundial / hubiera acaecido cuando Poe volaba, / hubiera levantado las dos manos / y hubiera dicho que lo registrasen, / que era inocente, puro/ que no todos los locos asesinan, / que algunos iluminan el camino, / se queman y consumen alumbrando. 

Nueva York embarazada de Federico (los versos de Poeta en Nueva York son venas de este poemario), es objeto de disensión en el diálogo que Antonio Hernández mantiene con Rosales, más que de disensión yo diría de incomprensión por parte del autor granadino, pues en su tono hay un flujo humano, y es que al hablar nos estrecha entre palabras llenas de libertad y abrazo. 

Precisamente los versos sobre el habla del Premio Cervantes son vertebrales: PORQUE ROSALES HABLABA ASÍ, SENTENCIANDO, / con obuses de oro en la lengua, / dejándole al silencio su parcela fecunda / porque fertilizara su palabra. / Hablaba con prosopopeyas doctas / y una imaginación / muy por encima de sus prejuicios / si la belleza estaba en juego. El habla, la palabra emanación del espíritu, la lengua con pulso de Rosales, trasminada en la voz del autor gaditano, empaña desde el primer momento el segundo libro, basal, dentro de este poemario. 

Respondiendo al TENEMOS QUE HABLAR, TENEMOS QUE HABLAR seria, muy seriamente que siempre él pronunciaba en el momento en que la intimidad abría su horizonte, los poemas de Antonio Hernández son el oído de su maestro, la transpiración de su pensamiento, la reverberación de su amor a la poesía, de su anclaje en la literatura en lengua española. Son asimismo la lentitud que cristaliza en gesto, su humor y desdén, su deseo de comunicarse habitando el origen de todo. Y consciente Antonio Hernández de la urgencia exigida por el propio poemario de que hablase Rosales de Federico, ocupando todo el plano como sucede en este segundo libro (qué confusión tan auroral de registros), el escritor granadino dice: Federico vivía del amor, / estaba enamorado del amor o de alguien, / necesitaba lo mismo al milagro / que al santo y para uno y otro, y para sí, / se acicalaba y reía y empezaba / a llorar al notarse las ojeras / iconoclastas, las arrugas / irreverentes, una cana / de avanzadilla, anunciadora / de uno de sus Apocalipsis (…) era su llanto su inocencia, / su única defensa contra sí, / su antirrevolución. / Federico era un tropel / y era agua bendita, la que cae de los ojos / porque está bendecido el sufrimiento.  

Un médium es Antonio Hernández que convierte en orgánica el alma de Luis Rosales, su cohabitación con el miedo, la hipoteca del ser que representa la vejez, el advenimiento de la enfermedad que nubló su lengua y su mano, la muerte hacia la que caminaba que tuvo su primera manifestación el día de la despedida definitiva de sus libros (…) como aquel día craso de difuntos, / como en aquella ejecución sin pólvora / cuando los funcionarios de la Junta / se llevaron los libros: / cada uno cayendo en las cajas / fue un amortajamiento; el chasquido / del celo cerrándolas, una sangrienta autopsia, / y al alejarse el camión con su vida / embalada, vio de cara el infierno. 

Muchas otras veces ya le acosó la muerte en su permanente memoria de Lorca, por eso antes de que la respiración de Rosales se apagase en este poemario sellador de tanta vida, era necesario que resucitara el poeta granadino y que ambos se encontraran en el espacio puro del primero que hasta de su inocencia hizo remordimiento. 

Y así, obediente a este designio una nueva encarnación de la voz de Antonio Hernández se produce en el tercer libro de Nueva York después de muerto. Encarnación en la que deletreamos a Federico en su vida y en su obra, en su lenguaje y ritmo, en su soplo popular: todos ello trasparece en versos que sin ser suyos lo conciben (…) EL AGUA MUEVE EN EL CIELO / cuatro peces de colores. / También nadan los jilgueros. / Los pájaros por el agua / y los peces por las nubes: / el agua hasta el cielo sube. / Como los niños gitanos / tienen los labios sedientos / beben el cielo en sus manos. / Y luego, cuando uno canta, / parece que se le sale / el cielo por la garganta. 

Granada y Nueva York se tejen también, gracias a la mirada lustral de Federico, en páginas que, al final, nos entregan el testamento, por la sangre escrito, de Rosales. Recibimos esta última voluntad de quien estuvo hecho de naufragios y resurrecciones mientras leemos el último poema de esta obra única, que nos narra su muerte en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid. Allí estuvo Antonio Hernández para sellar un pacto sin tiempo con quien un día dijo como lema de su existencia: “Lo junto es lo vivo”. 

Al cerrar Nueva York después de muerto sentimos cómo la poesía, si es tan honda y verdadera como esta, vence al tiempo y a la muerte, y nos fecunda tanto carnal como espiritualmente. Todo lo integra en su total amanecer.

Javier Lostalé

miércoles, 27 de febrero de 2013

Noticia: lectura de Javier Lostalé en Función Lenguaje. Centro de literatura aplicada de Madrid

Rosa y Tormenta: lectura de Javier Lostalé
Viernes, 1 de marzo, 20:30 h.
Función Lenguaje. Centro de literatura aplicada de Madrid
C. Doctor Fourquet 18, 28012 Madrid

El poeta y crítico Javier Lostalé leerá una selección de sus poemas. Entre  las obras seleccionadas para la lectura destaca Tormeta transparente, libro editado por Calambur. Presentado por Ángel Rodríguez Abad.

Tormenta transparente, Javier Lostalé. Calambur poesía, 112. Madrid, 2010. 80 p. ISBN 978-84-8359-198-7. 10,00 €.

Función Lenguaje

miércoles, 13 de febrero de 2013

Noticia: Lectura antológica, de Javier Lostalé, en la Librería Adserá

Lectura antológica de Javier Lostalé
Librería Adserá
Presentado por Enric López Tuset y Enrique Villagrasa

Viernes, 15 de febrero, 19:00 horas
Rambla Nova, número 94 bis. 43001 Tarragona

Librería Adserá



Javier Lostalé tiene publicados los siguientes títulos con Calambur:

La rosa inclinada,
(Premio "Francisco de Quevedo", 2003 del Ayuntamiento de Madrid). 352 páginas, Madrid, 2002. ISBN: 84-88015-89-5. 20 euros.


La estación azul. 144 páginas, Madrid, 2004. ISBN: 84-96049-58-2. 12 euros.

Tormenta transparente. 80 páginas. Madrid, 2010. ISBN: 978-84-8359-198-7. 10 euros.

lunes, 16 de enero de 2012

Presentación: El gato negro del amor, de Kepa Murua, en Tipos Infames



La editorial CALAMBUR y la librería TIPOS INFAMES
tienen el gusto de invitarle a la presentación del libro


El gato negro del amor
de Kepa Murua


Intervendrán:
Javier Lostalé, Óscar Santos Payán y Kepa Murua


Jueves 19 de enero de 2012, a las 19,30 h.


TIPOS INFAMES, LIBROS Y VINOS
c/ San Joaquín, 3. Metro Tribunal, Madrid

jueves, 24 de noviembre de 2011

Javier Lostalé escribe sobre Francisca Aguirre



Correo, 17 de noviembre de 2011

Todo el ser en la palabra
Por Javier Lostalé


La concesión del Premio Nacional de Poesía a la poeta alicantina Francisca Aguirre por su libro Historia de una anatomía, ha sido un acto de justicia poética que celebrarán sus lectores como se celebra la vida en plenitud albergada en una creación cuyos pilares han sido la iluminación de la propia existencia, la pasión por el arte y el sentido hondo de la libertad.
Nacida hace ochenta años, cumplidos el pasado 27 de octubre, Francisca Aguirre perteneció a la generación de mujeres que padecieron primero la guerra en su niñez, y después el sumo dolor de ver como su padre, excelente pintor, era ejecutado a garrote vil en la prisión de Porlier en 1942, a lo que se añadió la situación de humillación y de hambre sufrida por un gran número de españoles. El matrimonio con el escritor Félix Grande y el alumbramiento de su hija, también poeta, Guadalupe, formó una tríada literaria que nunca supuso una hipoteca para la voz honda, enraizada intelectual y emocionalmente en la mejor cultura universal, de Francisca Aguirre que, de un modo único, como lo es siempre el verdadero creador, ha ido construyendo una obra fertilizada por la soledad, el dolor, la fe en la poesía como una fuerza salvadora y el enfrentamiento a la realidad asumiendo sus muchas sombras y también algunos resplandores, como el de la música, tan presente en sus versos. Todo ello impregnado por un "halo de tristeza", como ha subrayado la también Premio Nacional Olvido García Valdés.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Javier Lostalé lee en La Tertulia, en Granada


Javier Lostalé leerá poemas de su libro Tormenta Transparente, así como del resto de su obra, en el café La Tertulia, de Granada, el próximo miércoles 16 de noviembre a las 22,00 h.





La Tertulia
Calle Pintor López Mezquita, 3
18002 Granada

domingo, 6 de noviembre de 2011

Encuentro con la poesía de Javier Lostalé



Encuentro con la poesía de Javier Lostalé 
Un buen número de poetas y periodistas amigos se reúnen para celebrar, leer y comentar la obra poética de Javier Lostalé.


Martes 8 de noviembre a partir de las 22,00 h
Café Libertad 8
C/ Libertad, 8
28004 Madrid



Estáis todos invitados.

martes, 29 de marzo de 2011

Entrevista a Javier Lostalé en ABC


ABC, 28 de marzo de 2011

Javier Lostalé: "Incluso más allá de la muerte, algo de nosotros canta"

El poeta y periodista publica Tormenta transparente, que ya va por su segunda edición

A Javier Lostalé siempre le pilla uno con las botas del periodismo y la poesía bien puestas y calzadas. Jubilado tras casi cuarenta años de trabajo en Radio Nacional, fue presentador de ese programa rompedor que es «El Ojo Crítico», codirector junto a Ignacio Elguero de esa atalaya poético-radiofónica que es «La estación azul», Premio Ondas, Premio Nacional al Fomento de la Lectura, a Javier, entre verso y verso, todavía se lo puede uno encontrar en cualquier presentación, rueda de Prensa, recital... porque el periodismo cultural sigue bullendo en sus venas. Es un referente, un maestro, y sí, es cierto, posee el don de la ubicuidad: está en todas partes. En su nuevo libro, Tormenta transparente (Ed. Calambur, 2ª edición), reflexiona sobre el amor, su pérdida, si imposibilidad, sus gozos y sus sombras.

—¿El amor, aquel que en la juventud fue tormenta, chaparrón, se diluye con el tiempo en apenas una llovizna?
—La tormenta va tornándose cada vez más transparencia, quietud que no deja de arder. Suceden muchas cosas entre los amantes, sucede el tiempo, pero quienes hicieron de éste la estación iluminada del corazón siempre están al principio, allí donde suena la palabra primera. Quien ama, canta pleno en lo amado.

—Parece que todo cambia, todo muta, modos, modas, tecnologías, pero la poesía sigue en el eje de las preocupaciones humanas...el amor, la soledad, la pérdida, el tiempo...
—La poesía sigue siendo la forma más exacta y abarcadora en toda su complejidad de nombrar lo esencial humano. La poesía es un modo de vencer al tiempo y una aurora para el lector. No es ajeno el poeta al momento histórico que le ha tocado vivir, pero transforma la gesta en memoria íntima, la tragedia en herida de cada uno y en cicatriz.

—¿El tiempo acaba convirtiéndolo todo en ruinas... en aquel lejano esplendor en la yerba de Wordsworth?
—En las ruinas aún crecen rosas, en lo que el tiempo devasta permanecen respiraciones, y su oxígeno, aunque doloroso, nos mantiene vivos. Somos mendigos de nuestras propias pérdidas, y en lo más despojado sigue amaneciendo cada día. Además contamos con la capacidad resucitadora de la memoria y hay siempre un último espacio de intimidad del ser humano al que no llega la hoz del tiempo. Incluso más allá de la muerte, lo percibo, algo de nosotros aún canta. ¿La inmortalidad? No lo sé.

Lostalé se siente «cada vez más cerca de lo que se puede considerar una metafísica lírica o pensamiento encarnado, sin minusvalorar la potencia de los símbolos y de las imágenes, ni evitar el deslumbramiento de la belleza». Hora es de que certifique este caminar.

—¿Cuál cree que ha sido el norte de su búsqueda poética, qué es lo que siempre estaba en su horizonte?
—Creo que los pilares del humilde edificio de mi obra poética han sido el amor y el deseo. En cuanto al lenguaje empleado, sin perder, creo, sensorialidad, ni abandonar las imágenes, se ha ido despojando, haciéndose cada vez más esencial. Sin olvidar, como creo, que la verdad de un poema se mide por la emoción que produce en el lector.

—Hemos llegado, pues inevitablemente, al momento de toparse con la red y las nuevas, novísimas tecnologías. Su nombre aparece asociado a 18.000 resultado de búsqueda en Google. ¿Le emociona, le desconcierta, le asusta, le llena de esperanza?
—El saberme dentro del corazón virtual de la red me emociona más bien poco. Prefiero, aunque sea también sin rostro, imaginarme dialogando en silencio con un lector que tiene en sus manos un poemario mío. Con esto no quiero poner en duda la utilidad máxima de Internet, su contribución a la información cultural (con todas las reservas) y a la difusión de la obra artística, pero el desarrollo de la cultura tiene otras vías más profundas, aunque no sea ajena a cualquier innovación. Prefiero mirar más los ojos asombrados y cálidos de un joven lector perdido entre montañas que la pantalla del ordenador.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Lectura de Javier Lostalé en Zaragoza

Viernes 25 de marzo de 2011, 20 h.

Librería Antígona
c/ Pedro Cerbuna, 25
50009 Zaragoza

Presentará el libro Tormenta transparente, publicado por Calambur en 2010.

Intervendrán, además del autor, los escritores David Mayor y Ariadna García.


Javier Lostalé (Madrid, 1942) fue profesional de Radio Nacional de España durante 36 años. Presentador del programa cultural El Ojo Crítico a comienzos de los años noventa y codirector con Ignacio Elguero del espacio de poesía La Estación Azul, su dedicación a la cultura le hizo merecedor de los premios «Ondas» y Nacional al Fo mento de la Lectura a través de los medios de comunicación. Como poeta, formó parte en 1971 de la antología Espejo del amor y de la muerte, al lado de L. A. de Cuenca, L. A. de Villena, E. Calvo y R. Mayrata. En 2002 publicó en Calambur su poesía reunida hasta ese momento bajo el título La rosa inclinada, en la que se incluyen los libros Jimmy, Jimmy, Figura en el Paseo Marítimo, La rosa inclinada (Premio Juan de Baños), Hondo es el resplandor y La estación azul (Premio «Francisco de Quevedo» 2003). Es autor también de las antologías: Antología del mar y la noche (de poemas de Vicente Aleixandre) y Edad presente. Poesía cordobesa para el siglo XXI. Pertenece a la Academia Castellano-Leonesa de Poesía.

Tormenta transparente es una reflexión sobre el amor, su imposibilidad y su pérdida, en la que más allá de la criatura sin nombre que late en todos los poemas, el lector sentirá lo que sucede en el interior de quien ha hecho de la entrega a un ser su destino, su «tormenta transparente», porque no llega a desatarse, aunque todo arde en la aparente quietud. En realidad, se trata de un canto al amor que no deja de brillar en el desamor. Un pensamiento encarnado, táctil, y una pasión contenida prestan a este poemario una hondura y emoción difícilmente olvidables. Lostalé alcanza en este libro su voz más plena y confirma la singularidad e importancia de su obra dentro de su generación.