Ángel Campos Pámpano, 1957-2008 (5 años cercanos a lo que importa)
Acto homenaje en memoria del escritor y poeta Ángel Campos Pámpano en el quinto aniversario de su fallecimiento.
Presentación del número de la revista de poesía El Alambique, dedicado a Ángel Campos Pámpano.
Presentación de El río Guadiana, obra gráfica de la Biblioteca Errante, con pinturas de Javier Fernández Molina y textos manuscritos de Ángel Campos y Carlos Lencera.
Presentación de los poemas de Sarteneja de Ángel Campos Pámpano. Tirada conmemorativa
Intervendrán en el acto: Agustín Porras, Ángel Guinda, Emilio Torné, Javier Fernández de Molina, Elías Moro, Antonio Gómez, Luis Arroyo Miguel Ángel Lama.
Presenta el acto: Eva María Romero Rivero.
Parte musical: Álvaro Rodríguez Álvarez.
Organiza: Asociación Cultural Vicente Rollano
Colabora: Izquierda Unida San Vicente y Exmo. Ayuntamiento de San Vicente de Alcántara
Viernes, 22 de noviembre, 20:00 horas
Ermita de Santa Ana
San Vicente de Alcántara (Badajoz)
lunes, 18 de noviembre de 2013
Reseña: El libro en circulación en el mundo moderno en España y Latinoamércia, en Diario de Jerez
Un viaje por la historia del libro
Por Gonzalo García Prieto
Diario de Jerez, 12/11/2013
Los autores son Pedro Rueda Los libreros López Román y Antonio Toro en la Carrera de Indias, Natalia Maillard El santo oficio: entre la evasión y la colaboración, Kenneth C. Ward Three hundred and eighty six folio volumes and forty bookmarks: The bookstore and print shop inventories of Paula Benavides and Juan de Rivera, 1687 y Cristina Siriano Buscar libros en una ciudad sin imprenta: La Circulación de los libros en la Caracas de finales del siglo XVIII. El libro es una recopilación de cuatro ensayos, tres de ellos en castellano y uno en inglés, sobre la comercialización del libro en el siglo XVI y XVII en España y América donde Sevilla se convierte en el centro de distribución logístico para el comercio de libros.
La Inquisición durante ese periodo de la historia de España, marca de manera importante la circulación y venta de ejemplares, no ya dentro de la península ibérica sino en el comercio con el otro continente. Muchos de los libreros fueron denunciados ante el Santo Oficio por vender libros prohibidos y heréticos. Se trataba más de una labor empresarial o mercantil que de difusión de las doctrinas perseguidas. Como dice el libro, “Parte del trabajo de los libreros consistía en conocer bien los mecanismos para burlar los estrictos controles impuestos por las autoridades”. En 1640 destacan libreros como Antonio Toro o Juan López Román.
Entre los envíos masivos de ejemplares entre 1621 y 1649, aquellos de más de 100, sobresalen: El Quijote de Miguel de Cervantes, Perfecto cristiano de González de Criptana, Libro de la oración de Luis de Granada y las Comedias de López de Vega.
Para la constitución de una imprenta eranecesario autorización, lo que llevaba a las ciudades que carecían de ella como Caracas, a cerrar la posibilidad de producir materialesimpresos de realidades propias. Esto generó “incompatibilidades entre lo leído y lo vivido”. La carencia de imprenta en muchas ciudades no afecto al acceso a los libros, ya que se formaron redes heterogenias y originales de circulación. Los caraqueños accedían a ellos mediante la compra o el préstamo de ejemplares así como con la transcripción de textos.
De manera entretenida y de fácil lectura estos ensayos aportan su granito de arena para conocer que el comercio y la globalización se inicio muchos años antes de lo que muchos pensamos.
El libro en cirdulación en el mundo moderno en España y Latinoamércia
Por Gonzalo García Prieto
Diario de Jerez, 12/11/2013
Los autores son Pedro Rueda Los libreros López Román y Antonio Toro en la Carrera de Indias, Natalia Maillard El santo oficio: entre la evasión y la colaboración, Kenneth C. Ward Three hundred and eighty six folio volumes and forty bookmarks: The bookstore and print shop inventories of Paula Benavides and Juan de Rivera, 1687 y Cristina Siriano Buscar libros en una ciudad sin imprenta: La Circulación de los libros en la Caracas de finales del siglo XVIII. El libro es una recopilación de cuatro ensayos, tres de ellos en castellano y uno en inglés, sobre la comercialización del libro en el siglo XVI y XVII en España y América donde Sevilla se convierte en el centro de distribución logístico para el comercio de libros.
La Inquisición durante ese periodo de la historia de España, marca de manera importante la circulación y venta de ejemplares, no ya dentro de la península ibérica sino en el comercio con el otro continente. Muchos de los libreros fueron denunciados ante el Santo Oficio por vender libros prohibidos y heréticos. Se trataba más de una labor empresarial o mercantil que de difusión de las doctrinas perseguidas. Como dice el libro, “Parte del trabajo de los libreros consistía en conocer bien los mecanismos para burlar los estrictos controles impuestos por las autoridades”. En 1640 destacan libreros como Antonio Toro o Juan López Román.
Entre los envíos masivos de ejemplares entre 1621 y 1649, aquellos de más de 100, sobresalen: El Quijote de Miguel de Cervantes, Perfecto cristiano de González de Criptana, Libro de la oración de Luis de Granada y las Comedias de López de Vega.
Para la constitución de una imprenta eranecesario autorización, lo que llevaba a las ciudades que carecían de ella como Caracas, a cerrar la posibilidad de producir materialesimpresos de realidades propias. Esto generó “incompatibilidades entre lo leído y lo vivido”. La carencia de imprenta en muchas ciudades no afecto al acceso a los libros, ya que se formaron redes heterogenias y originales de circulación. Los caraqueños accedían a ellos mediante la compra o el préstamo de ejemplares así como con la transcripción de textos.
De manera entretenida y de fácil lectura estos ensayos aportan su granito de arena para conocer que el comercio y la globalización se inicio muchos años antes de lo que muchos pensamos.
El libro en cirdulación en el mundo moderno en España y Latinoamércia
Reseña: Trazar la salvaguarda, de José Luis Puerto, en Andalucía Información
Trazar la salvaguarda
Por Jorge de Arco
Andalucía Información, 29/10/2013
Tras sus dos últimos títulos, De la intemperie (2004) y Proteger las moradas (2008), José Luis Puerto (La Alberca, Salamanca, 1953), da a la luz Trazar la salvaguarda, un poemario que, en palabras del propio autor «cierra una suerte de trilogía donde yo quiero que la palabra poética sea esencial, leve, sugeridora, frente a los excesos que hay en la sociedad y todos los elementos de consumo, de desgaste».
Hombre de letras y para las letras —profesor, editor, crítico, traductor, ensayista…—, su obra lírica alcanza con ésta su novena entrega, y continúa la línea marcada —apuntado queda— por una sonora precisión verbal, por un universo donde el Hombre y la Naturaleza conviven fieramenteunidos y por una materia que además de acariciar los temas universales —amor, paso del tiempo, mortalidad…—, se complementa con una forma de mirar la realidad plena de humanismo y espiritualidad: «Días hay en que el ángel/ acude hasta nosotros. Cómo nos apacigua su presencia./ La herida se hace bálsamo./ Las pérdidas, encuentros./ El abandono se hace compañía/ y todo vuelve a ser/ como siempre quisimos». Y esos ángeles, el rústico, el del asombro, el relojero, el inocente, pueblan también la soledad y la expresión del poeta, y convierten su voz en mensaje sincero y calador: «Sobre la rama verde/ el pájaro/ canta./ En su estancia, abstraído,/ el hombre calla./ Pájaro y hombre,/ canto y silencio,/ todo proclama/ la hermosa melodía/ que a todos nos abraza».
Dividido en tres apartados, el volumen camina en su primera parte, «Hilos de melodía», por los territorios más íntimos, más próximos a un yo poético que traza la salvaguarda a sabiendas de que ésta es protección y de que no hay mejor lugar para hallar tal amparo que refugiándoseen la poesía «un fulgor que nos ilumina y nos pone en contacto con una belleza desusada». En su segunda sección, «Nueve huellas de marzo», el lector podrá recorrer de la mano del vate salmantino, los secretos de Fez, esa imperial ciudad marroquí, centro religioso y cultural del país, donde «… se mezclan/ el dolor con el júbilo,/ la lentitud con la celeridad,/ la permanencia con el sacrificio»; y donde «conviven el mercado y la mezquita,/ el regateo y la plegaria,/ la prisa y la quietud». Por último, «Cinco motivos clásicos», tienen a Ulises, Sísifo, Antígona, Prometeo e Ícaro, como protagonistas del ayer y del hoy, como ejemplos vigentes —¿eternos?— por su sabiduría, su grandeza y su condena.
Al cabo, un poemario donde José Luis Puerto vuelve a dar muestras de que su decir es una síntesis consciente de infinitud y finitud, y de cuyo dualismo nace una esencia lírica plena de libertad, de tradición, de pasión. Su verbo, siempre acompañado por una certera ensoñación rítmica, se torna himno vívido, conciencia común, y protege y guarda de lo que más nos importa: «Enciende la memoria. Lo que buscas/ es un latido de oro/ que está en los arrabales de la noche./ Lleva tu rama allí,/ no te importe empuñarla con tu mano/ más delicada y luminosa./ Te espera la ventura que mereces».
Lee la reseña en Andalucía Información
Por Jorge de Arco
Andalucía Información, 29/10/2013
Tras sus dos últimos títulos, De la intemperie (2004) y Proteger las moradas (2008), José Luis Puerto (La Alberca, Salamanca, 1953), da a la luz Trazar la salvaguarda, un poemario que, en palabras del propio autor «cierra una suerte de trilogía donde yo quiero que la palabra poética sea esencial, leve, sugeridora, frente a los excesos que hay en la sociedad y todos los elementos de consumo, de desgaste».
Hombre de letras y para las letras —profesor, editor, crítico, traductor, ensayista…—, su obra lírica alcanza con ésta su novena entrega, y continúa la línea marcada —apuntado queda— por una sonora precisión verbal, por un universo donde el Hombre y la Naturaleza conviven fieramenteunidos y por una materia que además de acariciar los temas universales —amor, paso del tiempo, mortalidad…—, se complementa con una forma de mirar la realidad plena de humanismo y espiritualidad: «Días hay en que el ángel/ acude hasta nosotros. Cómo nos apacigua su presencia./ La herida se hace bálsamo./ Las pérdidas, encuentros./ El abandono se hace compañía/ y todo vuelve a ser/ como siempre quisimos». Y esos ángeles, el rústico, el del asombro, el relojero, el inocente, pueblan también la soledad y la expresión del poeta, y convierten su voz en mensaje sincero y calador: «Sobre la rama verde/ el pájaro/ canta./ En su estancia, abstraído,/ el hombre calla./ Pájaro y hombre,/ canto y silencio,/ todo proclama/ la hermosa melodía/ que a todos nos abraza».
Dividido en tres apartados, el volumen camina en su primera parte, «Hilos de melodía», por los territorios más íntimos, más próximos a un yo poético que traza la salvaguarda a sabiendas de que ésta es protección y de que no hay mejor lugar para hallar tal amparo que refugiándoseen la poesía «un fulgor que nos ilumina y nos pone en contacto con una belleza desusada». En su segunda sección, «Nueve huellas de marzo», el lector podrá recorrer de la mano del vate salmantino, los secretos de Fez, esa imperial ciudad marroquí, centro religioso y cultural del país, donde «… se mezclan/ el dolor con el júbilo,/ la lentitud con la celeridad,/ la permanencia con el sacrificio»; y donde «conviven el mercado y la mezquita,/ el regateo y la plegaria,/ la prisa y la quietud». Por último, «Cinco motivos clásicos», tienen a Ulises, Sísifo, Antígona, Prometeo e Ícaro, como protagonistas del ayer y del hoy, como ejemplos vigentes —¿eternos?— por su sabiduría, su grandeza y su condena.
Al cabo, un poemario donde José Luis Puerto vuelve a dar muestras de que su decir es una síntesis consciente de infinitud y finitud, y de cuyo dualismo nace una esencia lírica plena de libertad, de tradición, de pasión. Su verbo, siempre acompañado por una certera ensoñación rítmica, se torna himno vívido, conciencia común, y protege y guarda de lo que más nos importa: «Enciende la memoria. Lo que buscas/ es un latido de oro/ que está en los arrabales de la noche./ Lleva tu rama allí,/ no te importe empuñarla con tu mano/ más delicada y luminosa./ Te espera la ventura que mereces».
Lee la reseña en Andalucía Información
lunes, 11 de noviembre de 2013
Presentación: Los abecedarios, de Mercedes Chozas
Mercedes Chozas presenta su última novela: Los abecedarios, publicada por Calambur.
Acompañarán a la autora Manuel Longares y Luis Mateo Díaz.
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Miércoles, 13 de noviembre de 2013, 19:30 horas
CASA DEL LIBRO
Gran Vía, 29. Madrid
---
Sinopsis:
Águeda tiene en común con los pícaros la orfandad, el
servicio a distintos amos, la deshonra y el aprendizaje de muchas tretas para
sobrevivir. En su camino de madurez desde las costas gallegas hasta el centro
de Madrid, se guía por diversos abecedarios: el de las palabras, el de los
cuentos y el de la experiencia. El Tesoro, de Sebastián de Covarrubias, el
érase una vez y la vida forman una red que enlaza historia y fantasía con la
fluidez de las narraciones bien contadas. Pero, tras el orden de las letras, se
esconde el desorden de la realidad y de los disfraces que la enmascaran. Así,
Piel de asno se convierte en símbolo de la verdad oculta y los tejados de
Malasaña en símbolo de las quimeras de los últimos años del franquismo. Una
fábula de fábulas en la que la protagonista vive la realidad desde una
experiencia insólita que contrasta con las certezas de quienes la acompañan.
Una vida que nos muestra las vidas de los otros.
La autora:
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Reseña: Porción del enemigo, de Enrique Falcón, en Quimera
Nombrar la caída
Por Raúl Quinto
Quimera. Revista de literatura, nº 360, noviembre 2013
Si hablamos de la poesía española contemporánea que se declara abiertamente política no podemos eludir a Enrique Falcón (Valencia, 1968). Poesía política o de la Conciencia Crítica. Mejor lo segundo porque toda poesía es política, por acción u omisión, pero no toda es conscientemente crítica con el sistema. La obra poética y teórica de Falcón no hace prisioneros en ese sentido. Suyo es el vasto proyecto de La marcha de 150.000.000 (reunido por Eclipsados en 2009), donde demuestra que la poesía de alto compromiso político puede comprometerse también en la renovación de las fórmulas poéticas sin perder efectividad en su mensaje. Porción del enemigo (que cierra su Trilogía de las sombras, tras Amonal y Taberna Roja) no es tan radical en el tratamiento de la hipertextualidad, por ejemplo, pero responde a un espíritu similar. Hay muchas de sus obsesiones y bastantes de nuestras urgencias.
Ya desde las citas: el capitalismo nos obliga a competir ciegamente haciendo del otro un enemigo, y más si el otro es lejano y parece querer lo poco que nosotros creemos tener. La sombra de esos ciento cincuenta millones de los que hablaba Maiakovski, y nuestro miedo a que nos contaminen, o a ser ellos. Pero esta crisis sistémica nos ha colocado un espejo enfrente que nos dice que ya somos ellos, que probablemente lo fuimos siempre. Todo eso, según Falcón, anuncia la caída del sistema y este libro también es una pregunta sobre qué hacer al día siguiente. Por tanto: el poder y su inevitable caída. Un poder que diseña nuestros miedos y cuya arma principal es el lenguaje. Esos mecanismos lingüísticos que usa el sistema para imponer su realidad son los que están puestos continuamente en cuestión a lo largo del libro, de manera más obvia en los cinco poemas denominados «Máquinas», donde se enfrentan el lenguaje poético o la descripción de la cruda realidad con artefactos retóricos que van desde párrafos de Borges a discursos de la Merkel, pasando por manuales anticomunistas de la CIA. El idioma que el poder nos quiere imponer no puede ser el nuestro, las calificaciones de las agencias de rating no pueden calibrar tu vida (pág. 67). Frente a la usurpación de las palabras la poesía responde nombrando aquello que no quiere ser nombrado, por ejemplo: los nombres de aquellos que se esconden tras la abstracción llamadamercados y en nombre de la cual nos exigen sacrificios, como los dos poemas «Annuit coeptis» (págs. 24 y 99).
Y eso a pesar de que se llega a decir que no hay poder en la palabra (pág. 45). Pero es ahí donde también hay una barricada para acelerar la caída del sistema, porque para Falcón se trata de contribuir más que de describir. Otro tema sería si la poesía puede contribuir a algo así, particularmente siempre he dicho que la poesía transforma el mundo que llevamos dentro y que eso siempre es un paso hacia otro mundo posible. Otro tema sería si es posible mantener el equilibrio entre el activismo y la literatura, y no caer en el panfleto o el material propagandístico más parecido que otra cosa al que se pretende denunciar. Falcón sale airoso de ese conflicto la gran mayoría de las veces, cosa que no sucede con otros cultivadores del poema político. Aquí encontraremos, también, poemas que parecieran proclamas para leer en las plazas, transidos de oralidad, sencillez y puntería. Falcón apela a la tribu y muchas veces se refiere a un sujeto lector colectivo, otras más al centro de una intimidad.
En La marcha de 150.000.000 la mayoría de las anotaciones se referían a situaciones invisibles pero también lejanas, aparentemente exóticas. Ahora, aunque el poder intente invisibilizarlo, mucho de lo que se cuenta ocurre al pie de tu calle. Falcón usa continuamente la metáfora del campo de concentración, de la cárcel vigilada y degradante, pero más que una metáfora parece el recuerdo de que vivimos dentro, y de que sus muros acabarán cayendo igualmente. Pero después de la caída qué. Para eso no hay respuestas, la poesía no puede darlas. Pero la poesía será imprescindible para encontrarlas.
Blog de Porción del enemigo, de Enrique Falcón
Por Raúl Quinto
Quimera. Revista de literatura, nº 360, noviembre 2013
Si hablamos de la poesía española contemporánea que se declara abiertamente política no podemos eludir a Enrique Falcón (Valencia, 1968). Poesía política o de la Conciencia Crítica. Mejor lo segundo porque toda poesía es política, por acción u omisión, pero no toda es conscientemente crítica con el sistema. La obra poética y teórica de Falcón no hace prisioneros en ese sentido. Suyo es el vasto proyecto de La marcha de 150.000.000 (reunido por Eclipsados en 2009), donde demuestra que la poesía de alto compromiso político puede comprometerse también en la renovación de las fórmulas poéticas sin perder efectividad en su mensaje. Porción del enemigo (que cierra su Trilogía de las sombras, tras Amonal y Taberna Roja) no es tan radical en el tratamiento de la hipertextualidad, por ejemplo, pero responde a un espíritu similar. Hay muchas de sus obsesiones y bastantes de nuestras urgencias.
Ya desde las citas: el capitalismo nos obliga a competir ciegamente haciendo del otro un enemigo, y más si el otro es lejano y parece querer lo poco que nosotros creemos tener. La sombra de esos ciento cincuenta millones de los que hablaba Maiakovski, y nuestro miedo a que nos contaminen, o a ser ellos. Pero esta crisis sistémica nos ha colocado un espejo enfrente que nos dice que ya somos ellos, que probablemente lo fuimos siempre. Todo eso, según Falcón, anuncia la caída del sistema y este libro también es una pregunta sobre qué hacer al día siguiente. Por tanto: el poder y su inevitable caída. Un poder que diseña nuestros miedos y cuya arma principal es el lenguaje. Esos mecanismos lingüísticos que usa el sistema para imponer su realidad son los que están puestos continuamente en cuestión a lo largo del libro, de manera más obvia en los cinco poemas denominados «Máquinas», donde se enfrentan el lenguaje poético o la descripción de la cruda realidad con artefactos retóricos que van desde párrafos de Borges a discursos de la Merkel, pasando por manuales anticomunistas de la CIA. El idioma que el poder nos quiere imponer no puede ser el nuestro, las calificaciones de las agencias de rating no pueden calibrar tu vida (pág. 67). Frente a la usurpación de las palabras la poesía responde nombrando aquello que no quiere ser nombrado, por ejemplo: los nombres de aquellos que se esconden tras la abstracción llamadamercados y en nombre de la cual nos exigen sacrificios, como los dos poemas «Annuit coeptis» (págs. 24 y 99).
Y eso a pesar de que se llega a decir que no hay poder en la palabra (pág. 45). Pero es ahí donde también hay una barricada para acelerar la caída del sistema, porque para Falcón se trata de contribuir más que de describir. Otro tema sería si la poesía puede contribuir a algo así, particularmente siempre he dicho que la poesía transforma el mundo que llevamos dentro y que eso siempre es un paso hacia otro mundo posible. Otro tema sería si es posible mantener el equilibrio entre el activismo y la literatura, y no caer en el panfleto o el material propagandístico más parecido que otra cosa al que se pretende denunciar. Falcón sale airoso de ese conflicto la gran mayoría de las veces, cosa que no sucede con otros cultivadores del poema político. Aquí encontraremos, también, poemas que parecieran proclamas para leer en las plazas, transidos de oralidad, sencillez y puntería. Falcón apela a la tribu y muchas veces se refiere a un sujeto lector colectivo, otras más al centro de una intimidad.
En La marcha de 150.000.000 la mayoría de las anotaciones se referían a situaciones invisibles pero también lejanas, aparentemente exóticas. Ahora, aunque el poder intente invisibilizarlo, mucho de lo que se cuenta ocurre al pie de tu calle. Falcón usa continuamente la metáfora del campo de concentración, de la cárcel vigilada y degradante, pero más que una metáfora parece el recuerdo de que vivimos dentro, y de que sus muros acabarán cayendo igualmente. Pero después de la caída qué. Para eso no hay respuestas, la poesía no puede darlas. Pero la poesía será imprescindible para encontrarlas.
Blog de Porción del enemigo, de Enrique Falcón
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, en Literaturas.com
Carta blanca
Por Miguel A. Gara
Revista Literaturas.com, octubre 2013
Carta blanca, el último poemario del poeta leonés Rafael Saravia, se divide en 3 zonas muy distintas. La primera: Solo (con esa ambigüedad que le dio a la palabra la RAE desde que recomendó quitar la tilde al adverbio) son poemas de variada factura, algunos de ellos dirigidos a diferentes interlocutores, entre los cuales parece estar el propio autor, diversos en el tono (incluso hay un caligrama) y con aroma a breve dietario. La segunda parte, Hasta que llegue diciembre reúne 12 piezas que interpelan con pulso amoroso, o directamente erótico, a una mujer. Por último, la parte final nominada igual que el libro, Carta blanca, son tres poemas con cierto aire de coda y un corte más social o más crítico donde el poeta no parece tanto epitomar el resto del poemario como ofrecer una perspectiva diferenciada, más enfocada quizás a las razones que a los sentimientos.
El polisémico título, Carta blanca, sugiere de entrada dos significados: por un lado el obvio de salvoconducto, o sea, el permiso de cruzar libremente un espacio o de transgredir impunemente una norma o una regla y por otro el de página todavía no escrita, de posibilidad no materializada. Sin embargo, habría un tercer significado a mi entender más sugerente, y es una carta blanca en el sentido de carta pura. Una misiva (aunque resulte también estimulante la posibilidad de un naipe) que representaría un núcleo impoluto (por no escrito, por no utilizado) de un sentimiento o recuerdo, enviado o recibido o atesorado.
La pureza, siempre tan breve, es la intensidad que se vislumbra o se busca en la sucesión de días (esa espuma de los días que decía Boris Vian), en el tráfago de labores cotidianas, en la geometría del amor o en las razones para una indignación que como sugiere la cita de Curiel que abre la última parte, genera un hito (en cuanto a piedra, a obstáculo) sobre esa necesidad de blanco, de oxígeno. Un obstáculo hecho de realidad o de actualidad que por un lado impide la materialización del paraíso pero por otro fija de algún modo al mundo la luz y la (también necesaria) oscuridad.
En ese sentido, y a pesar de que el poemario tiende a una mirada íntima, que no intimista (Dylan Thomas decía que la poesía debe ser personal pero no privada) corre también por él una veta auténticamente surrealista, en el aspecto de rebeldía social y personal que esa vanguardia representó en sus inicios. Por ello, también paralelamente surge en Saravia una mirada no sólo crítica sino autocrítica, sea hacia una primera persona narrativa de ficción o sea hacia la misma mano que escribe (es decir, el poeta), como si fuera una cierta recriminación a uno mismo. Una especie de auto reproche fundamentado posiblemente en la contradicción característica de estos tiempos y que padecemos casi todos: es decir, por un lado la necesidad de conservar o amar ese núcleo puro del que hablábamos y por otro el de conseguir ser más críticos con un mundo y con una realidad cotidiana que se degrada poco a poco y que manifiestamente nos va dejando de representar.
Algunos de los títulos de los poemas también dan cuenta de esa preocupación: “Ricos de abajo”, “Antes y después de los panes”, “Tiempo de contar”.
Carta blanca es el libro de un poeta que va descubriendo paso a paso la madurez y originalidad de su voz, influida también obviamente por sus poetas mayores como Gamoneda o Mestre, de importante ascendencia en León, la ciudad del autor, y situada en el marco general de unas circunstancias histórico-sociales, como mínimo, turbias pero también estimulantes. Al fin y al cabo, como dicen los certeros versos que cierran el antepenúltimo poema: “Tan sólo hay una razón para esta oscuridad: / No has abierto los ojos.”
Lee la reseña en Literaturas.com
Por Miguel A. Gara
Revista Literaturas.com, octubre 2013
Carta blanca, el último poemario del poeta leonés Rafael Saravia, se divide en 3 zonas muy distintas. La primera: Solo (con esa ambigüedad que le dio a la palabra la RAE desde que recomendó quitar la tilde al adverbio) son poemas de variada factura, algunos de ellos dirigidos a diferentes interlocutores, entre los cuales parece estar el propio autor, diversos en el tono (incluso hay un caligrama) y con aroma a breve dietario. La segunda parte, Hasta que llegue diciembre reúne 12 piezas que interpelan con pulso amoroso, o directamente erótico, a una mujer. Por último, la parte final nominada igual que el libro, Carta blanca, son tres poemas con cierto aire de coda y un corte más social o más crítico donde el poeta no parece tanto epitomar el resto del poemario como ofrecer una perspectiva diferenciada, más enfocada quizás a las razones que a los sentimientos.
El polisémico título, Carta blanca, sugiere de entrada dos significados: por un lado el obvio de salvoconducto, o sea, el permiso de cruzar libremente un espacio o de transgredir impunemente una norma o una regla y por otro el de página todavía no escrita, de posibilidad no materializada. Sin embargo, habría un tercer significado a mi entender más sugerente, y es una carta blanca en el sentido de carta pura. Una misiva (aunque resulte también estimulante la posibilidad de un naipe) que representaría un núcleo impoluto (por no escrito, por no utilizado) de un sentimiento o recuerdo, enviado o recibido o atesorado.
La pureza, siempre tan breve, es la intensidad que se vislumbra o se busca en la sucesión de días (esa espuma de los días que decía Boris Vian), en el tráfago de labores cotidianas, en la geometría del amor o en las razones para una indignación que como sugiere la cita de Curiel que abre la última parte, genera un hito (en cuanto a piedra, a obstáculo) sobre esa necesidad de blanco, de oxígeno. Un obstáculo hecho de realidad o de actualidad que por un lado impide la materialización del paraíso pero por otro fija de algún modo al mundo la luz y la (también necesaria) oscuridad.
En ese sentido, y a pesar de que el poemario tiende a una mirada íntima, que no intimista (Dylan Thomas decía que la poesía debe ser personal pero no privada) corre también por él una veta auténticamente surrealista, en el aspecto de rebeldía social y personal que esa vanguardia representó en sus inicios. Por ello, también paralelamente surge en Saravia una mirada no sólo crítica sino autocrítica, sea hacia una primera persona narrativa de ficción o sea hacia la misma mano que escribe (es decir, el poeta), como si fuera una cierta recriminación a uno mismo. Una especie de auto reproche fundamentado posiblemente en la contradicción característica de estos tiempos y que padecemos casi todos: es decir, por un lado la necesidad de conservar o amar ese núcleo puro del que hablábamos y por otro el de conseguir ser más críticos con un mundo y con una realidad cotidiana que se degrada poco a poco y que manifiestamente nos va dejando de representar.
Algunos de los títulos de los poemas también dan cuenta de esa preocupación: “Ricos de abajo”, “Antes y después de los panes”, “Tiempo de contar”.
Carta blanca es el libro de un poeta que va descubriendo paso a paso la madurez y originalidad de su voz, influida también obviamente por sus poetas mayores como Gamoneda o Mestre, de importante ascendencia en León, la ciudad del autor, y situada en el marco general de unas circunstancias histórico-sociales, como mínimo, turbias pero también estimulantes. Al fin y al cabo, como dicen los certeros versos que cierran el antepenúltimo poema: “Tan sólo hay una razón para esta oscuridad: / No has abierto los ojos.”
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