Carta blanca, de Rafael Saravia
Por Miguel Ángel Contreras
Paraíso, revista de poesía, nº 10, 2014
En cualquier circunstancia en la que uno siente que tiene carta blanca se suele encontrar legitimado, de una u otra manera, para actuar con entera libertad sin dejarse condicionar por nada ni nadie. Esa es la pulsión que percibimos en el discurso lírico que nos ofrece Rafael Saravia (Málaga, 1978) en su cuarto libro titulado, precisamente, Carta blanca y que podría catalogarse, si lo comparamos con su producción anterior, como un poemario de plenitud en un poeta que ya tenía una voz consolidada. Esta obra formada por treinta y siete poemas divididos en tres partes nos conducirá por distintos itinerarios emotivos donde la mirada hacia uno mismo y hacia todo cuanto nos rodea será un pretexto para adentrarnos en los laberintos propios de nuestra existencia desde el compromiso ético, la conciencia o el amor, con un lenguaje directo y reflexivo cargado de sensualidad e imágenes llenas de simbolismo, sutil y categórico al mismo tiempo.
Carta blanca empieza su recorrido con la parte titulada «Solo» donde encontramos veintidós poemas en torno a una geometría muy definida en la que predomina un diálogo desde la soledad con lo íntimo a nivel existencial tanto en lo social como en lo afectivo: «La genética nos conduce al hombre que conversaba con la / tierra que se acumula en sus uñas». Abre de este modo una vía introspectiva que irá deteniéndose paulatinamente en lo onírico de un deseo cargado de compromiso con su tiempo para percibir el tránsito de la vida que «se va como el calor, hacia el lado contrario del invierno». La voz lírica del poeta camina a lo largo de «la indignación acampada en la esperanza» que con el paso del tiempo «se hizo medible» y donde la exploración en las pasiones, en el amor, también ofrecerá un conocimiento de la propia naturaleza. Y cierra con un brindis por la conciencia, como «el hueco involuntario que nos hace libres».
En la segunda parte, «Hasta que llegue diciembre», compuesta por doce poemas titulados esta vez con números romanos, lo existencial encuentra en el erotismo un catalizador del descubrimiento de todo cuanto inunda al poeta desde el sentimiento amoroso. Nos hallamos en los territorios más sensuales de la cartografía íntima del poemario en los que el yo lírico se verá arrastrado por la pasión a lo largo de doce movimientos, que bien podrían representar un ciclo amatorio. Una travesía vital en la que los amantes encontrarán claves hacia la consciencia del otro y hacia la propia, explorando el roce de la piel «en la meseta de lo improbable», lamiendo desde el ensueño «las muescas precisas» o distanciando el recuerdo «como raíz de un amor inexplicable».
En la tercera y última parte, la que da título a la obra, tres poemas hacen de contrapunto y dan una amplia perspectiva a todo el conjunto desde el compromiso social con una palabra serena y firme embebida de quintaesencia. «Tus razones», el primero de ellos, tiene como añadidura un movimiento de doble plano que recoge el sentido de todos los senderos posibles, el social más evidente y el sentimental insinuado: «Reservaste la espera para preñar con desidia la voluntad / de los impedidos ». Los otros dos poemas, «Altazor y la subida de (la) luz» y «Antes y después de los panes» serán el colofón preciso que amplifique el espacio de lo público y lo dote con tintes actuales pudiéndose reescribir en cada lectura: «En la esquina de la calle Antonio Gamoneda, / un vendedor de lotería pronostica el cambio: / le niega la suerte al portavoz del ministerio».
En Carta blanca hemos encontrado la compañía de un poeta necesario que nos presenta a través de su palabra el dibujo asimétrico de la naturaleza social y sentimental de aquellos estados que conforman el mapa físico de nuestra propia identidad.
Lee la reseña en la revista Paraíso.
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martes, 17 de febrero de 2015
jueves, 10 de julio de 2014
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, en Nayagua
Camino de indagación
Por Juan Carlos Abril
Revista Nayagua, nº 20, junio de 2014
Carta blanca es un abanico de posibilidades, una fuente que va expandiéndose desde su nacimiento, irrigando las parcelas del conocimiento, buscando los recodos expresivos de la comunicación poética: de este modo, una fuente nunca discurre totalmente, no se vacía, y contiene más de lo que da. El agua que fluye no se separa jamás de sí misma. Desde la fuente a la tierra más lejana, es siempre la misma agua ininterrumpida. Este símil alegórico nos puede introducir sin duda alguna a este volumen, ya que partiendo de la idea de la página en blanco que el escritor tiene que “rellenar” con su escritura, nos acercamos a la idea del lector que también tiene que rellenar, con su lectura, esos huecos que nos dan a entender los diferentes momentos, como estancias, del libro. El lector tiene ante sus manos una herramienta para usar a su antojo.
Las primeras referencias nos trasladan desde el primer poema al universo de las transparencias (p. 13). Éstas se tienen que escribir y son una “Herida contractual” entre el autor y el mundo, es decir entre el hombre y el lector. El texto concebido como espacio público, carta abierta o blanca que interpretar es ese contrato de iniciación que nos introduce en el lenguaje de la posibilidad, lo que es de varias maneras posibles sin que una prevalezca sobre la obra, las leyes físicas que circulan incluso más allá de nuestra propia percepción. La poesía se expande y allá vamos nosotros para captarla o sentirla, difundiéndola.
Estructurado en tres partes deliberadamente distintas en extensión, pero complementarias temáticamente, en la primera, “Solo”, se plantea esa expansión lingüística aludida que será el reverso de las otras dos partes, sobre todo la final y homónima del título del libro, “Carta blanca”, ya que la intermedia, “Hasta que llegue diciembre”, se erige en un contrapunto a modo de cancionero o fragmentos de un discurso amoroso, en todo punto necesario y renovador desde dentro de los problemas que se plantean: el lenguaje y el amor como únicos y fundamentales asideros para la salvación de nuestra conciencia, frente al caos y la desesperanza.
No por nada “Brindis” es el último texto de la primera parte, y quizá a nuestro parecer el mejor poema del conjunto, que reproducimos íntegro: “Por la conciencia. / La que dispara anhelos en los márgenes convulsos del deshielo. / La que homicida nos lleva prendidos del deseo / hasta el remordimiento atroz del mal castrado. // Por la conciencia / que convoca y no invoca con acento percutor y doctrinario. / Por las musas que despierta en su retiro. / Por la comunión tácita entre el credo místico y tus piernas en uve, / resolviendo el misterio del vuelo sexual de las alondras. // Por el hueco involuntario que nos hace libres, / la raspadura esdrújula de la conciencia hasta su exigua raíz. / Por la condición universal del poema / al indomable vicio de noquear al tedio. / Por la conciencia”. (p. 36) Como vemos, sólo el poema —la palabra, la poesía— puede no sólo “noquear al tedio” sino salvarnos de los grandes peligros de nuestra vida, los abismos insondables que nos aguardan lejos de la comodidad y el pragmatismo. La crítica a la razón utilitaria no puede plantearse mejor. Crítica constructiva también, pues la poesía es esa “carta blanca” con absoluta libertad que se nos entrega para que nosotros rellenemos con nuestra vida, una libertad que sólo se consigue a través de nuestras propias palabras y experiencias, con nuestra propia indagación. La poesía sólo puede concebirse como indagación individual en la que habita una vocación colectiva, el texto, para ser compartido.
“Somos el dobladillo del pantalón, la parte oculta que genera esperanza. / Somos lo que le sobra al ojo vítreo, / la parte más sólida de la palabra llanto” (de “Levantamiento norte”, p. 15), consignando la distancia entre la mirada y la voz, entre el pensamiento y la palabra, o en “Asja Lacis habla con una libélula”, donde los verbos de palabra o dicción desembocan en “Sólo cabe resguardarse y hacer del vocablo caricia, / y de la voz, ausencia en lo profundo.” (p. 17). De nuevo el abismo del ser, el precipicio de la incomunicación que se repite en “Tiempo de contar”: “Ahora, ya sin tiempo, los olifantes se apean del verbo / y apuran los camaradas dos manos al día en pro del vocablo futuro” (p. 19). Un futuro que sólo puede ser visto —entrevisto o vislumbrado— por los poetas o por todo aquel que sienta una auténtica vocación por el conocimiento: “Son, los poetas, la afinación perpetua del semillero impronunciable” (de “Ángeles en pronóstico reservado”, p. 26), pues sólo ellos se acercan al límite de la palabra, del conocimiento y la comunicación, al límite del límite en el deseo del logos y la eticidad. Sirven de advocación poetas como Vicente Huidobro o Antonio Gamoneda (pp. 59-60), que aunque poseen distintas maneras de enfocar el poema, responden a un mismo poso de indagación idiomática.
Pero habría que añadir: ¿Quién no es poeta? Carta blanca nos ofrece un refugio en “Confidencia” (p. 27), “Remisión” (p. 29), “Amoriorik” (p. 30), o “En el camino” (p. 31), por citar algunas de las calas donde la búsqueda se va aquilatando. El poeta describe el espacio que recorre, nos integra en su voluntad de decir. Una voluntad que también es de estilo: la frescura y la sencillez de los versos de Rafael Saravia están muy lejos del cliché o el prejuicio, decantándose por una mezcla heteróclita de elementos donde todo es válido (siempre que se sepa usar, como en este caso). Y Rafael Saravia acierta en su elección léxica, en su originalidad sintáctica y en su capacidad pragmática por hacernos ver que el lenguaje es mucho más, siempre más de lo que estrictamente parece que es.
El otro poema importante —de entre un buen puñado de textos reseñables que no podemos citar en su extensión— es “Tus razones”, un poema-monólogo en el que el poeta se explica a sí mismo cuáles son los límites aludidos y establece una serie de serios reproches sobre su incapacidad, pero también es una toma de posición ante lo ya hecho, ante el camino andado y ante la indagación emprendida, una postura vital y poética que no puede ser ni mucho menos considerada como conformista: “No hubo paz, ni uvas, / ni pan compartido en el calor de la toquilla común” (p. 58), si bien el final es un toque de alarma ante la oscuridad que nos rodea, y una suerte de llamada de atención general para abrir los ojos. (Ibíd.) Lógicamente el poeta somos todos, y las dudas razonables en el último poema, “Antes y después de los panes” (p. 61), y la certeza de que “Convencer es estéril, decía Benjamin…” (Ibíd.) nos llevan de nuevo hacia el principio de todo y una postura en la que no podemos hacer más de lo que hacemos, justificarnos a través de la palabra y del amor, no sólo como poetas, sino como seres humanos, seres sociales que vivimos en comunidad, a pesar de que “los niños de San Ildefonso / confunden las partituras con las de La Internacional” (p. 60). Sea como fuere y a pesar de todo, nos encontramos ante una declaración de principios que no hay que dejar de leer. Rafael Saravia nos ha entregado un libro hermoso, inteligente y sorprendente, un libro que da mucho más de lo que tiene, ya que si algo nos enseña la poesía —y esta sin duda así nos lo muestra— es que en poesía nunca dos y dos son cuatro.
Lee la revista Nayagua en pdf
Por Juan Carlos Abril
Revista Nayagua, nº 20, junio de 2014
Carta blanca es un abanico de posibilidades, una fuente que va expandiéndose desde su nacimiento, irrigando las parcelas del conocimiento, buscando los recodos expresivos de la comunicación poética: de este modo, una fuente nunca discurre totalmente, no se vacía, y contiene más de lo que da. El agua que fluye no se separa jamás de sí misma. Desde la fuente a la tierra más lejana, es siempre la misma agua ininterrumpida. Este símil alegórico nos puede introducir sin duda alguna a este volumen, ya que partiendo de la idea de la página en blanco que el escritor tiene que “rellenar” con su escritura, nos acercamos a la idea del lector que también tiene que rellenar, con su lectura, esos huecos que nos dan a entender los diferentes momentos, como estancias, del libro. El lector tiene ante sus manos una herramienta para usar a su antojo.
Las primeras referencias nos trasladan desde el primer poema al universo de las transparencias (p. 13). Éstas se tienen que escribir y son una “Herida contractual” entre el autor y el mundo, es decir entre el hombre y el lector. El texto concebido como espacio público, carta abierta o blanca que interpretar es ese contrato de iniciación que nos introduce en el lenguaje de la posibilidad, lo que es de varias maneras posibles sin que una prevalezca sobre la obra, las leyes físicas que circulan incluso más allá de nuestra propia percepción. La poesía se expande y allá vamos nosotros para captarla o sentirla, difundiéndola.
Estructurado en tres partes deliberadamente distintas en extensión, pero complementarias temáticamente, en la primera, “Solo”, se plantea esa expansión lingüística aludida que será el reverso de las otras dos partes, sobre todo la final y homónima del título del libro, “Carta blanca”, ya que la intermedia, “Hasta que llegue diciembre”, se erige en un contrapunto a modo de cancionero o fragmentos de un discurso amoroso, en todo punto necesario y renovador desde dentro de los problemas que se plantean: el lenguaje y el amor como únicos y fundamentales asideros para la salvación de nuestra conciencia, frente al caos y la desesperanza.
No por nada “Brindis” es el último texto de la primera parte, y quizá a nuestro parecer el mejor poema del conjunto, que reproducimos íntegro: “Por la conciencia. / La que dispara anhelos en los márgenes convulsos del deshielo. / La que homicida nos lleva prendidos del deseo / hasta el remordimiento atroz del mal castrado. // Por la conciencia / que convoca y no invoca con acento percutor y doctrinario. / Por las musas que despierta en su retiro. / Por la comunión tácita entre el credo místico y tus piernas en uve, / resolviendo el misterio del vuelo sexual de las alondras. // Por el hueco involuntario que nos hace libres, / la raspadura esdrújula de la conciencia hasta su exigua raíz. / Por la condición universal del poema / al indomable vicio de noquear al tedio. / Por la conciencia”. (p. 36) Como vemos, sólo el poema —la palabra, la poesía— puede no sólo “noquear al tedio” sino salvarnos de los grandes peligros de nuestra vida, los abismos insondables que nos aguardan lejos de la comodidad y el pragmatismo. La crítica a la razón utilitaria no puede plantearse mejor. Crítica constructiva también, pues la poesía es esa “carta blanca” con absoluta libertad que se nos entrega para que nosotros rellenemos con nuestra vida, una libertad que sólo se consigue a través de nuestras propias palabras y experiencias, con nuestra propia indagación. La poesía sólo puede concebirse como indagación individual en la que habita una vocación colectiva, el texto, para ser compartido.
“Somos el dobladillo del pantalón, la parte oculta que genera esperanza. / Somos lo que le sobra al ojo vítreo, / la parte más sólida de la palabra llanto” (de “Levantamiento norte”, p. 15), consignando la distancia entre la mirada y la voz, entre el pensamiento y la palabra, o en “Asja Lacis habla con una libélula”, donde los verbos de palabra o dicción desembocan en “Sólo cabe resguardarse y hacer del vocablo caricia, / y de la voz, ausencia en lo profundo.” (p. 17). De nuevo el abismo del ser, el precipicio de la incomunicación que se repite en “Tiempo de contar”: “Ahora, ya sin tiempo, los olifantes se apean del verbo / y apuran los camaradas dos manos al día en pro del vocablo futuro” (p. 19). Un futuro que sólo puede ser visto —entrevisto o vislumbrado— por los poetas o por todo aquel que sienta una auténtica vocación por el conocimiento: “Son, los poetas, la afinación perpetua del semillero impronunciable” (de “Ángeles en pronóstico reservado”, p. 26), pues sólo ellos se acercan al límite de la palabra, del conocimiento y la comunicación, al límite del límite en el deseo del logos y la eticidad. Sirven de advocación poetas como Vicente Huidobro o Antonio Gamoneda (pp. 59-60), que aunque poseen distintas maneras de enfocar el poema, responden a un mismo poso de indagación idiomática.
Pero habría que añadir: ¿Quién no es poeta? Carta blanca nos ofrece un refugio en “Confidencia” (p. 27), “Remisión” (p. 29), “Amoriorik” (p. 30), o “En el camino” (p. 31), por citar algunas de las calas donde la búsqueda se va aquilatando. El poeta describe el espacio que recorre, nos integra en su voluntad de decir. Una voluntad que también es de estilo: la frescura y la sencillez de los versos de Rafael Saravia están muy lejos del cliché o el prejuicio, decantándose por una mezcla heteróclita de elementos donde todo es válido (siempre que se sepa usar, como en este caso). Y Rafael Saravia acierta en su elección léxica, en su originalidad sintáctica y en su capacidad pragmática por hacernos ver que el lenguaje es mucho más, siempre más de lo que estrictamente parece que es.
El otro poema importante —de entre un buen puñado de textos reseñables que no podemos citar en su extensión— es “Tus razones”, un poema-monólogo en el que el poeta se explica a sí mismo cuáles son los límites aludidos y establece una serie de serios reproches sobre su incapacidad, pero también es una toma de posición ante lo ya hecho, ante el camino andado y ante la indagación emprendida, una postura vital y poética que no puede ser ni mucho menos considerada como conformista: “No hubo paz, ni uvas, / ni pan compartido en el calor de la toquilla común” (p. 58), si bien el final es un toque de alarma ante la oscuridad que nos rodea, y una suerte de llamada de atención general para abrir los ojos. (Ibíd.) Lógicamente el poeta somos todos, y las dudas razonables en el último poema, “Antes y después de los panes” (p. 61), y la certeza de que “Convencer es estéril, decía Benjamin…” (Ibíd.) nos llevan de nuevo hacia el principio de todo y una postura en la que no podemos hacer más de lo que hacemos, justificarnos a través de la palabra y del amor, no sólo como poetas, sino como seres humanos, seres sociales que vivimos en comunidad, a pesar de que “los niños de San Ildefonso / confunden las partituras con las de La Internacional” (p. 60). Sea como fuere y a pesar de todo, nos encontramos ante una declaración de principios que no hay que dejar de leer. Rafael Saravia nos ha entregado un libro hermoso, inteligente y sorprendente, un libro que da mucho más de lo que tiene, ya que si algo nos enseña la poesía —y esta sin duda así nos lo muestra— es que en poesía nunca dos y dos son cuatro.
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martes, 10 de junio de 2014
Noticia: Presentación y lectura de Carta blanca y Pobreza en Barcelona
El próximo jueves 12 de junio, Rafael Saravia y Víktor Gómez estarán presentando sus libros, Carta blanca y Pobreza, respectivamente, en un acto conducido por Concha García (El día anterior al momento de quererle). Será en la librería La Central del Raval, Barcelona, a las 19:00 horas.
Os dejamos a continuación la información que ha proporcionado la web de la librería:
***
Poemario indisciplinado, en explícito combate con lo acomodaticio, lo estable y lo establecido; y en diálogo con los espacios que, arrasados por la voracidad del capitalismo, dejan sus ruinas, su extrañamiento, su pobreza a la intemperie.
Víktor Gómez (Madrid, 1967) es poeta comprometido e incasable activista cultural: cofundador y coordinador de la Asociación Poética Caudal, coordina ciclos de lecturas poéticas y de pensamiento crítico en Librería Primado. Desde 2011, codirige, junto a Javier Gil, la colección once de poesía y ensayo (Amargord). Ha publicado, como editor, el libro coral Por donde pasa la poesía (2011), y los libros de poesía: Detrás de la casa en ruinas (2010), Huérfanos aún (2010), Incompleto (2010) y Trazas del calígrafo zurdo (2013).
En Carta blanca, Rafael Saravia sigue y ensancha el camino que expone su intemperie afectiva en busca de las señales de la conciencia. Un itinerario que se inicia en la autointerrogación, intelectual y corpórea, continúa con el cuestionamiento de los vínculos amorosos, y finalmente vuelca su mirada sobre el mundo, en su calidad civil.
Rafael Saravia, fundador del Club Cultural Leteo y Ediciones Leteo, realiza una intensa labor como gestor cultural y editor, de la que se han derivado los reconocidos premios Leteo. Ha participado en diversas antologías y ha publicado los libros de poemas Pequeñas conversaciones (2001, 2009), Desprovisto de esencias (2008) y Llorar lo alegre (2011).
Acompañará a los autores la poeta Concha García.
***
Día: jueves 12 de junio
Hora: 19:00 horas
Lugar: La Central del Raval (Elisabets, 6 / 08002 BARCELONA)
Más información: La Central
Hora: 19:00 horas
Lugar: La Central del Raval (Elisabets, 6 / 08002 BARCELONA)
Más información: La Central
miércoles, 28 de mayo de 2014
Noticia: Poema de Rafael Saravia en Cinosargo
El pasado 12 de mayo, Adriana Zapparoli escogió un poema de Rafael Saravia, autor de Carta Blanca, para ilustrar su columna en Cinosargo.
Una brizna cualquiera.
Corre el año treinta y uno y los enseres se vuelven modernidad.
Sin la corporeidad de los levantados no confiaríamos en el calor,
en la prótesis, en la mancha de carbón,
lo que supone en nuestros pantalones la libertad de campana.
Corre el año ochenta y siete y las Páginas de fuego se reivindican,
se apresuran entonces los caciques a cultivar futuro
y la copa de angustia ya sólo necesita de veinte años en barrica de madroño.
Los cormoranes naufragan en el cemento que alicata costas y robledales,
nos untan de sal los labios y lo llaman esperanza.
Fijan el sabor de la desolación tres puntos por encima de la cayena.
Apelan los indeseables al voto transgénico,
queriendo hacernos ver las bondades de los tomates olor cian.
Se tacha en el calendario el quince de mayo del dos mil trece.
Pintan bastos en los mercados internacionales.
La revolución se regala con cada ramillete de franqueza
y el desierto es una inmobiliaria en época de saldos.
Los herederos del juego quieren vender piolets
a los lectores del Manifiesto por un arte revolucionario independiente
y la nieve ya no limpia los fracasos cosidos al pulóver de los embargados.
Una brizna cualquiera.
Pasan las horas cosidas a una adormidera.
En la esquina de la Calle Antonio Gamoneda,
un vendedor de lotería pronostica el cambio:
Le niega la suerte al portavoz del ministerio.
Ese día, los niños de San Ildefonso
confunden las partituras con las de La Internacional.
lunes, 12 de mayo de 2014
Lectura de Carta blanca, de Rafael Saravia, en Sevilla
El próximo 20 de mayo, Rafael Saravia participa en el ciclo Letras Capitales, organizado por el Centro Andaluz de las Letras, en Sevilla, con una lectura de su libro de poemas Carta blanca. El acto estará presentado por David Eloy Rodríguez.
Día: martes, 20 de mayo de 2014
Hora: 20:00
Lugar: Biblioteca Pública Provincial Infanta Elena
Av. de María Luisa, 8, 41013 Sevilla
Más información
lunes, 7 de abril de 2014
Reseña: Carta Blanca, de Rafael Saravia, en la revista Quimera
Conocimiento y resistencia
Por Agustín Calvo Galán
Revista Quimera, Número 365, Abril 2014
La poesía es una manera de estar en el mundo. Pero, también es una manera de entender libremente el mundo, y más que de entenderlo de aprehenderlo, de captar un instante, una brizna, un umbral, una rasgadura: arrancar un hilo del velo de Maya e ir estirando de él, destapar la realidad que, a continuación, deberemos velar de nuevo con una nueva vestidura, a la manera de Penélope, pues mientras esperamos a nuestro Ulises, tejemos y destejemos, velamos y desvelamos, escribimos e hilvanamos una manera de encajar en el mundo o de que el mundo encaje en nosotros, a la espera de la única resolución que la vida nos depara.
Y mientras tanto, todo transcurre, como bien sabe el poeta leonés Rafael Saravia, que en su cuarto libro, Carta blanca, se da la libertad de ser y escribir, y nos presenta un buen puñado de poemas dispuestos a no permitir que la espera sea tediosa. El libro se forma asimismo gracias a un lenguaje accesible y una sencillez consecuente. De esta manera, Saravia inicia Carta blanca con una sección titulada “Solo”. Es cierto, se ha dicho de diferentes maneras, que la soledad, desde la cuna hasta la tumba, es la única tarea en la que todo ser humano se enfrenta a sí mismo y a su existencia. Y la escritura, de nuevo, es también la posibilidad de aceptar la soledad y hacerla llevadera. Sin embargo el poeta no se enfrenta a ella de forma individual, y ahonda en un sentido natural y universal de la vida: La genética nos conduce al hombre que conversaba con la tierra que se acumula en sus uñas (…) (Pág. 13), puesto que de la tierra han surgido todos los seres vivos que han existido y existen, conversar con la tierra, labrar la tierra, escarbar la tierra y que la tierra se acumule entre las uñas y la carne de los dedos, es otra manera de decir que nuestra existencia está unida, por una línea no evidente, al suelo que pisamos y a todos los seres que han surgido de él, al planeta mismo. De esta manera podemos entender como Saravia nos hace adentrarnos en un renovado paganismo. No en vano el cristianismo amalgamó una serie de creencias bajo esa denominación, como anteriores, erróneas y contrarias a las enseñanzas de Jesús. Pero, no debemos olvidar que la palabra paganismo viene del latín pagus, aldea, de donde han derivado numerosas palabras tales como país, o payés (pagès en catalán), que nos remiten a una religión telúrica, agrícola, natural, ligada a las pequeñas comunidades y al contacto genuino con la naturaleza y con una conciencia genuina del mundo. Así, en La posibilidad de no plantar nostalgia/ y ser positivamente semilla (pág. 33), el poeta no mira hacia atrás, cuando busca en sus raíces genéticas y culturales, para reivindicar tiempos pasados o ecologismos trasnochados, sino para adentrarse en la incertidumbre de vivir desde el germen de la creatividad.
En la segunda parte, titulada “Hasta que llegue diciembre”, la situación de temporalidad, de transición, desde el nacimiento hasta la muerte, que nos anunciaba en la primera parte de libro, con la predisposición a un entendimiento natural de la existencia, se presenta aquí en toda su intensidad, pero no desde la soledad, sino desde el compartir con otra persona el transcurso de la vida. Seguimos intentando sernos (pág. 42) porque en este apartado el poeta escribe o se describe en segunda persona del plural, en un somos que es la unión de dos personas, que es el intento de dos personas por ser, por convivir, por compartirse, por –en definitiva– amarse. En este trayecto, la pluralidad convierte el nosotros en una entidad única pero divisible, en un yo poético que se desdobla, que se une y desune y se reinventa a cada paso. No sin obviar las dificultades que todo unión conlleva y que el poeta sabe administrar desde, precisamente, la temporalidad: En diferido siempre nos entendimos mejor (pág. 51).
En la última parte, también llamada “Carta blanca”, Saravia elabora tres poemas largos, que incluyen un pequeño homenaje o guiño a Antonio Gamoneda, admirado poeta que él tan estupendamente conoce, en los que la conciencia personal se une a la conciencia colectiva y desemboca, después de haber pasado por el singular (soledad) y por el dual (pareja), en un plural donde suma varias épocas y diferentes situaciones vividas en nuestro país para retratar a la perfección la rabia y la desesperanza, la crisis moral que nuestra sociedad está sufriendo actualmente.
Y mientras tanto, Rafael Saravia administra aquí su poesía para crear y estar en el mundo. Desde esa perspectiva, Carta blanca es rito de libertad, pero sobre todo de conocimiento, resistencia y lucha.
Por Agustín Calvo Galán
Revista Quimera, Número 365, Abril 2014
La poesía es una manera de estar en el mundo. Pero, también es una manera de entender libremente el mundo, y más que de entenderlo de aprehenderlo, de captar un instante, una brizna, un umbral, una rasgadura: arrancar un hilo del velo de Maya e ir estirando de él, destapar la realidad que, a continuación, deberemos velar de nuevo con una nueva vestidura, a la manera de Penélope, pues mientras esperamos a nuestro Ulises, tejemos y destejemos, velamos y desvelamos, escribimos e hilvanamos una manera de encajar en el mundo o de que el mundo encaje en nosotros, a la espera de la única resolución que la vida nos depara.
Y mientras tanto, todo transcurre, como bien sabe el poeta leonés Rafael Saravia, que en su cuarto libro, Carta blanca, se da la libertad de ser y escribir, y nos presenta un buen puñado de poemas dispuestos a no permitir que la espera sea tediosa. El libro se forma asimismo gracias a un lenguaje accesible y una sencillez consecuente. De esta manera, Saravia inicia Carta blanca con una sección titulada “Solo”. Es cierto, se ha dicho de diferentes maneras, que la soledad, desde la cuna hasta la tumba, es la única tarea en la que todo ser humano se enfrenta a sí mismo y a su existencia. Y la escritura, de nuevo, es también la posibilidad de aceptar la soledad y hacerla llevadera. Sin embargo el poeta no se enfrenta a ella de forma individual, y ahonda en un sentido natural y universal de la vida: La genética nos conduce al hombre que conversaba con la tierra que se acumula en sus uñas (…) (Pág. 13), puesto que de la tierra han surgido todos los seres vivos que han existido y existen, conversar con la tierra, labrar la tierra, escarbar la tierra y que la tierra se acumule entre las uñas y la carne de los dedos, es otra manera de decir que nuestra existencia está unida, por una línea no evidente, al suelo que pisamos y a todos los seres que han surgido de él, al planeta mismo. De esta manera podemos entender como Saravia nos hace adentrarnos en un renovado paganismo. No en vano el cristianismo amalgamó una serie de creencias bajo esa denominación, como anteriores, erróneas y contrarias a las enseñanzas de Jesús. Pero, no debemos olvidar que la palabra paganismo viene del latín pagus, aldea, de donde han derivado numerosas palabras tales como país, o payés (pagès en catalán), que nos remiten a una religión telúrica, agrícola, natural, ligada a las pequeñas comunidades y al contacto genuino con la naturaleza y con una conciencia genuina del mundo. Así, en La posibilidad de no plantar nostalgia/ y ser positivamente semilla (pág. 33), el poeta no mira hacia atrás, cuando busca en sus raíces genéticas y culturales, para reivindicar tiempos pasados o ecologismos trasnochados, sino para adentrarse en la incertidumbre de vivir desde el germen de la creatividad.
En la segunda parte, titulada “Hasta que llegue diciembre”, la situación de temporalidad, de transición, desde el nacimiento hasta la muerte, que nos anunciaba en la primera parte de libro, con la predisposición a un entendimiento natural de la existencia, se presenta aquí en toda su intensidad, pero no desde la soledad, sino desde el compartir con otra persona el transcurso de la vida. Seguimos intentando sernos (pág. 42) porque en este apartado el poeta escribe o se describe en segunda persona del plural, en un somos que es la unión de dos personas, que es el intento de dos personas por ser, por convivir, por compartirse, por –en definitiva– amarse. En este trayecto, la pluralidad convierte el nosotros en una entidad única pero divisible, en un yo poético que se desdobla, que se une y desune y se reinventa a cada paso. No sin obviar las dificultades que todo unión conlleva y que el poeta sabe administrar desde, precisamente, la temporalidad: En diferido siempre nos entendimos mejor (pág. 51).
En la última parte, también llamada “Carta blanca”, Saravia elabora tres poemas largos, que incluyen un pequeño homenaje o guiño a Antonio Gamoneda, admirado poeta que él tan estupendamente conoce, en los que la conciencia personal se une a la conciencia colectiva y desemboca, después de haber pasado por el singular (soledad) y por el dual (pareja), en un plural donde suma varias épocas y diferentes situaciones vividas en nuestro país para retratar a la perfección la rabia y la desesperanza, la crisis moral que nuestra sociedad está sufriendo actualmente.
Y mientras tanto, Rafael Saravia administra aquí su poesía para crear y estar en el mundo. Desde esa perspectiva, Carta blanca es rito de libertad, pero sobre todo de conocimiento, resistencia y lucha.
martes, 25 de marzo de 2014
Noticia: Lectura de Víktor Gómez en el ciclo "Las noches de R. Burns"
viernes, 28 de febrero de 2014
Noticias: presentación de Carta blanca, de Rafael Saravia, y Pobreza, de Víktor Gómez, en el Ateneo de Madrid
XX Ciclo Los Viernes de la Cacharrería
Presentación y recital de Carta blanca, de Rafael Saravia, y Pobreza, de Víktor Gómez.
Juan Carlos Mestre será el encargado de presentar el acto.
Viernes, 28 de febrero de 2014, 21:00 h
Ateneo de Madrid
Sala de la Cacharrería
C/ Prado, 21. Madrid
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«La poesía de Saravia, como él mismo, se llena de sabiduría e ingenuidad, compromiso con la vida y derrame absoluto de imaginación comprometida con el lenguaje y las transgresiones de existencia necesarias para la creación de un mundo propio y emocionante». Jesús Hilario Tundidor
http://rafaelsaravia.es/
Pobreza ahonda en una aventura poética que lleva el lenguaje a los límites de la sintaxis, de la delgadez expresiva y de la combinatoria de géneros, registros y dialectos, para dar cuenta de los vértigos de la conciencia y del compromiso ético contemporáneos. Poesía de la crítica, para la crítica, desde la crítica, que comienza, como no podía ser de otra manera, en la crítica y la sospecha del lenguaje. [...]
http://viktorgomez.blogspot.com.es/
martes, 18 de febrero de 2014
Noticias: entrevista a Rafael Saravia sobre Carta blanca, en Granada Hoy
Amor, sexo y sensación serán siempre temas de gran
actualidad
Por Elizabeth
Fernández
Granada
Hoy, 04/02/2014
El poeta acaba de publicar Carta blanca, un libro en el
que, ante todo, busca la complicidad del lector.
¿Una carta blanca se ofrece por amor, indiferencia, renuncia
o egoísmo?
Se ofrece por casi todas ellas si se alimenta la complicidad
necesaria. Desde luego por indiferencia no, no hay mayor dolor que el tedio que
despierta lo incidente. En este caso... no se ofrece una Carta Blanca, más bien
se anhela.
¿Ha sido "el milagro español" una de las tantas
cartas blancas que han conducido a este "fuera de juego" presente?
Tal vez sí. Tal vez la idea de que todo vale y que lo
paguen los que vengan detrás nos ha generado este desorden vital, aunque
también ha sido el generador de una conciencia cívica que teníamos perdida. Si
ese milagro español nos sirve para reflexionar sobre el sistema social que
asumimos desde hace décadas, y que nos lleva a la deshumanización de los
pueblos, entonces tal vez haya sido una bendición por su idea de catarsis.
¿Se ha quedado con algunas certezas tras la composición de
Carta blanca?
Me he quedado con las mismas incertidumbres. Certezas
manejo pocas, aunque es verdad que la construcción de este libro me ha hecho
reflexionar sobre muchas verdades que no lo son tanto.
En sus versos, ¿cómo se ha atrevido a reelaborar el amor en
estos tiempos de cólera tecnocrática?
El amor tiende a pulsiones atemporales. Su virtud radica en
que es verdad e identidad universal y propia del ser humano. Amor, sexo, y
sensación serán siempre temas de actualidad, siempre serán parte de nuestra
necesidad vital.
¿Han aprendido los cobardes a vivir la belleza lo mismo que
los valientes?
Jamás. Desde la cobardía sólo se viven pulsiones
descafeinadas. Hay que asumir la valentía del que no teme la pérdida para poder
disfrutar de la belleza pura. Gamoneda lo tenía claro y yo lo concibo de igual
manera.
¿La belleza siempre ha pertenecido al "imperio de lo
efímero" parafraseando al filósofo Lipovetsky?
Sin duda. No obstante, lo efímero puede durar varias
eternidades.
Una reseña de 'Carta blanca' indica que ha conseguido en
este último poemario realizar una "poesía desnuda". ¿Se encuentra
poéticamente en esa "etapa suficiente o verdadera" de la que hablaba
Juan Ramón Jiménez?
El lugar en el que me encuentro no es otro que el que
equivale a la imposibilidad de asumir otro lugar más trascendente. La intención
juanramoniana siempre me acompaña, aunque no la consiga acariciar tanto como a
mí me gustaría.
¿Es cierto que el éxito de un libro se mide ya por el
número de reseñas, críticas, notas de prensa que aparezcan en los medios?
¿Aunque éstas en ocasiones no hayan ni siquiera captado el contenido del libro?
Sinceramente no sé cuáles son los criterios de éxito de un
libro. No obstante el libro de poemas sigue cauces paralelos a los de la
literatura más agresiva y comercial. Aparte de eso, no me interesa el término
éxito a la hora de hablar del poema. Asumo más la condición de complicidad como
término a alcanzar.
¿No será que vivimos en un mundo que habla demasiado por
hablar?
Posiblemente sí. Por eso la importancia de la poesía. En el
poema el silencio es tan importante como la palabra pronunciada. Se respeta
mucho la contundencia de la dicción. O al menos yo lo concibo así.
La segunda parte de su poemario se titula 'Hasta que llegue
diciembre' que gira en torno al sentimiento y al cuerpo. ¿La indignación
colectiva habrá cambiado de forma para ese mes?
La indignación colectiva ya ha cambiado. Estamos caminando.
Asumo como esperanza ese grito que puede hacer cambiar las cosas. Ese grito que
contiene un mensaje de cambio, ese grito que dice: Podemos.
¿Seguiremos, entonces, riéndonos sobre lo triste?
Prefiero llorar lo alegre. Como símbolo de respeto hacia la
felicidad alcanzable. Como símbolo de celebración en pro de la responsabilidad
vital. Decía Oscar Wilde que la diferencia entre un capricho y una pasión
eterna, es que el capricho dura más tiempo. Así que asumo el caprichoso destino
de lo efímero como intensidad y fuego a probar. "Somos, por tanto, el dobladillo
del pantalón. La parte oculta que genera esperanza".
lunes, 17 de febrero de 2014
Noticias: entrevista a Rafael Saravia, en el blog Alma en las palabras
Entrevista capotiana a Rafael Saravia
Por Toni Montesinos
Alma en las palabras, 17/01/2014
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a
ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia
y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Rafael Saravia.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás
de él, ¿cuál elegiría?
Soy un amante de las fronteras. Me resultaría implosivo no
poder cambiar el rumbo. No obstante... hay lugares que consagran mi paz. León,
mi ciudad, es uno de ellos. Más por la cercanía del verde que por otra cosa.
Aunque tendría alguno más para poder oler el mar.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Para nada. Y eso que comulgo más con las realidades
animales. Pero me quedo con todo lo irreverente que formula la raza humana.
¿Es usted cruel?
Soy lo contrario a la crueldad. Tal vez esa sea de las pocas
cosas seguras que tengo.
¿Tiene muchos amigos?
No. Nadie los tiene. Tengo la condición amigable abierta a
todo el mundo. Pero amigos de verdad hay pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, sinceridad, comprensión... Que ejerzan el amor a
pesar de mi imperfección.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelo. Pero reconozco que si ha ocurrido.
¿Es usted una persona sincera?
Decía Emerson que todo hombre es sincero a solas; en cuanto
aparece una segunda persona empieza la hipocresía. Así que a pesar del valor
que le otorgo a la sinceridad, creo que es muy difícil ser puro en estas lides.
No obstante, defiendo el camino hacia lo sincero.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la vida y junto a los que me la hacen más agradable. Mi
tiempo libre no existe, todo pertenece a mi tiempo hipotecado. Si no... sería
inmortal.
¿Qué le da más miedo?
El mismísimo miedo. Creo el miedo es el peor virus de los
librepensadores.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la pobreza. No acabo de resignarme a su
existencia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Mi condición vital me ha sido entregada, miro la vida con
todo el fervor que se puede mirar y ejerzo mi derecho a contarla y masticarla.
Me da igual que sea a través del poema escrito, de una fotografía, o de una
barra de pan. Sería una persona que caminaría con las mismas ganas de mirar al
margen. A parte de eso... mis aspiraciones juveniles pasaron por ser biólogo o
jugador de baloncesto (llegué a jugar relativamente bien).
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pues mantengo la ilusión por el basket, sigo jugando alguna
que otra pachanga. Y para no desbordarme (mi apetito vital se equipara al
gastronómico) intento ir al gimnasio semanalmente.
¿Sabe cocinar?
Sí. Y me fascina la creación culinaria. El paladar genera
instinto.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos
artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tengo muchos referentes. Y tengo la suerte de incluso haber
conocido a alguno de ellos. Juan Gelman, como hombre y como escritor me ha
aportado mucho. Y en general cualquier humanista. Gandhi, Jose Luis Sampedro...
hay tantos...
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Compasión.
¿Y la más peligrosa?
Mío.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Aquellas que avalan la hegemonía del pueblo. Esas que nos
igualan como personas en los derechos fundamentales de la vida. Soy afín a la
izquierda sin ser afiliado a ningún partido.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Músico. Creo que la música guarda la plenitud artística.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La utopía. Todo lo que genere alegría y fervor.
¿Y sus virtudes?
Ser consciente y reconocer lo inteligente y virtuoso. Yo no
tengo la capacidad de ejercer como tal, pero si lo reconozco a mi alrededor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sólo imagino a favor de la esperanza. La vida en torno a la
muerte no me interesa en exceso, sólo como denuncia. Si no es por eso... la
muerte es tan obvia y tan muerte que apenas puedo nombrarla.
viernes, 24 de enero de 2014
Noticia: Rafael Saravia y su poemario Carta blanca en Granada, Córdoba y Málaga
Rafael Saravia presenta su poemario Carta blanca en Granada, Córdoba y Málaga
Granada. Librería Picasso
Presentado por Miguel Ángel Contreras
Viernes, 24 de enero de 2014, 19:30 h
c/ Obispo Hurtado, 5
Córdoba. Librería Luque
Presentado por Antonio Luis Ginés
Lunes, 27 de enero de 2014, 20:00 h
c/ Jesús y María, 6
Málaga. Centro Andaluz de las Letras
Presentado por Isabel Pérez Montalbán
Martes, 28 de enero de 2014, 20:00 h
c/ Álamos, 24
Más información en la web del Rafael Saravia
martes, 21 de enero de 2014
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, en la revista Qué Leer
Por Milo J. Krmpotic'
Revista Qué Leer, 5/11/2013
Altazor y la subida de (la) luz
Una brizna cualquiera.
Corre el año treinta y uno y los enseres se vuelven modernidad.
Corre el año treinta y uno y los enseres se vuelven modernidad.
Sin la corporeidad de los levantados no confiaríamos en el
calor,
en la prótesis, en la mancha de carbón,
lo que supone en nuestros pantalones la libertad de campana.
en la prótesis, en la mancha de carbón,
lo que supone en nuestros pantalones la libertad de campana.
Corre el año ochenta y siete y las Páginas de fuego se
reivindican,
se apresuran entonces los caciques a cultivar futuro
y la copa de angustia ya sólo necesita de veinte años en barrica de madroño.
se apresuran entonces los caciques a cultivar futuro
y la copa de angustia ya sólo necesita de veinte años en barrica de madroño.
Los cormoranes naufragan en el cemento que alicata costas y
robledales,
nos untan de sal los labios y lo llaman esperanza.
nos untan de sal los labios y lo llaman esperanza.
Fijan el sabor de la desolación tres puntos por encima de la
cayena.
Apelan los indeseables al voto transgénico,
queriendo hacernos ver las bondades de los tomates olor cian.
queriendo hacernos ver las bondades de los tomates olor cian.
Se tacha en el calendario el quince de mayo del dos mil
trece.
Pintan bastos en los mercados internacionales.
Pintan bastos en los mercados internacionales.
La revolución se regala con cada ramillete de franqueza
y el desierto es una inmobiliaria en época de saldos.
y el desierto es una inmobiliaria en época de saldos.
Los herederos del juego quieren vender piolets
a los lectores del Manifiesto por un arte revolucionario independiente
y la nieve ya no limpia los fracasos cosidos al pulóver de los embargados.
a los lectores del Manifiesto por un arte revolucionario independiente
y la nieve ya no limpia los fracasos cosidos al pulóver de los embargados.
Una brizna cualquiera.
Pasan las horas cosidas a una adormidera.
Pasan las horas cosidas a una adormidera.
En la esquina de la Calle Antonio Gamoneda,
un vendedor de lotería pronostica el cambio:
Le niega la suerte al portavoz del ministerio.
un vendedor de lotería pronostica el cambio:
Le niega la suerte al portavoz del ministerio.
Ese día, los niños de San Ildefonso
confunden las partituras con las de La Internacional.
confunden las partituras con las de La Internacional.
(De Carta Blanca, Ed. Calambur, 2013.)
Rafael Saravia. Poeta, editor y fotógrafo. Nace en
Málaga en 1978 pero vive en León desde muy temprana edad. Desde el 2012 ejerce
como columnista para el Diario de León. Fundador del Club Cultural Leteo
y Ediciones Leteo. En el ámbito literario, ha colaborado con diversas publicaciones
nacionales e internacionales (Ágora, Cuadernos Hispanoamericanos, Turia,
Nayagua, The Children´s book of american birds, Entrelíneas, Punto de Partida
–UNAM-, etc) así como en recitales (España, Portugal, Brasil, Italia, México,
etc) y páginas web.
Tiene publicados los poemarios Pequeñas conversaciones
(Leteo, 2001; Amargord, 2009), Desprovisto de Esencias (Renacimiento,
2008), Llorar lo alegre (Bartleby, 2011) y Carta Blanca
(Calambur, 2013). Participa en las antologías Novilunio (1998), Petit
Comité (2003), Antología del beso, poesía última española (2009), A
Pablo Guerrero, en este ahora (Ed. El Páramo, 2010) o Por donde pasa la
poesía (Baile del Sol, 2011) entre otras. Suya es la edición y el prólogo
del libro El río de los amigos, escritura y diálogo en torno a Gamoneda
(Calambur, 2009) con colaboraciones de Gonzalo Rojas, Jaime Siles o Juan
Carlos Mestre entre otros.
En el ámbito fotográfico ha desarrollado tres exposiciones
individuales: “Nos queda la memoria”, en el Varsovia; “Ramblas” y “Contrastes”
para la Junta de Castilla y León. También otras cuatro colectivas: “No tan
mayor”, “Arrabalescos”, “Aleteos del camino” y “Estupor y Temblores”, ésta
última junto a Chema Madoz entre otros.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, en Literaturas.com
Carta blanca
Por Miguel A. Gara
Revista Literaturas.com, octubre 2013
Carta blanca, el último poemario del poeta leonés Rafael Saravia, se divide en 3 zonas muy distintas. La primera: Solo (con esa ambigüedad que le dio a la palabra la RAE desde que recomendó quitar la tilde al adverbio) son poemas de variada factura, algunos de ellos dirigidos a diferentes interlocutores, entre los cuales parece estar el propio autor, diversos en el tono (incluso hay un caligrama) y con aroma a breve dietario. La segunda parte, Hasta que llegue diciembre reúne 12 piezas que interpelan con pulso amoroso, o directamente erótico, a una mujer. Por último, la parte final nominada igual que el libro, Carta blanca, son tres poemas con cierto aire de coda y un corte más social o más crítico donde el poeta no parece tanto epitomar el resto del poemario como ofrecer una perspectiva diferenciada, más enfocada quizás a las razones que a los sentimientos.
El polisémico título, Carta blanca, sugiere de entrada dos significados: por un lado el obvio de salvoconducto, o sea, el permiso de cruzar libremente un espacio o de transgredir impunemente una norma o una regla y por otro el de página todavía no escrita, de posibilidad no materializada. Sin embargo, habría un tercer significado a mi entender más sugerente, y es una carta blanca en el sentido de carta pura. Una misiva (aunque resulte también estimulante la posibilidad de un naipe) que representaría un núcleo impoluto (por no escrito, por no utilizado) de un sentimiento o recuerdo, enviado o recibido o atesorado.
La pureza, siempre tan breve, es la intensidad que se vislumbra o se busca en la sucesión de días (esa espuma de los días que decía Boris Vian), en el tráfago de labores cotidianas, en la geometría del amor o en las razones para una indignación que como sugiere la cita de Curiel que abre la última parte, genera un hito (en cuanto a piedra, a obstáculo) sobre esa necesidad de blanco, de oxígeno. Un obstáculo hecho de realidad o de actualidad que por un lado impide la materialización del paraíso pero por otro fija de algún modo al mundo la luz y la (también necesaria) oscuridad.
En ese sentido, y a pesar de que el poemario tiende a una mirada íntima, que no intimista (Dylan Thomas decía que la poesía debe ser personal pero no privada) corre también por él una veta auténticamente surrealista, en el aspecto de rebeldía social y personal que esa vanguardia representó en sus inicios. Por ello, también paralelamente surge en Saravia una mirada no sólo crítica sino autocrítica, sea hacia una primera persona narrativa de ficción o sea hacia la misma mano que escribe (es decir, el poeta), como si fuera una cierta recriminación a uno mismo. Una especie de auto reproche fundamentado posiblemente en la contradicción característica de estos tiempos y que padecemos casi todos: es decir, por un lado la necesidad de conservar o amar ese núcleo puro del que hablábamos y por otro el de conseguir ser más críticos con un mundo y con una realidad cotidiana que se degrada poco a poco y que manifiestamente nos va dejando de representar.
Algunos de los títulos de los poemas también dan cuenta de esa preocupación: “Ricos de abajo”, “Antes y después de los panes”, “Tiempo de contar”.
Carta blanca es el libro de un poeta que va descubriendo paso a paso la madurez y originalidad de su voz, influida también obviamente por sus poetas mayores como Gamoneda o Mestre, de importante ascendencia en León, la ciudad del autor, y situada en el marco general de unas circunstancias histórico-sociales, como mínimo, turbias pero también estimulantes. Al fin y al cabo, como dicen los certeros versos que cierran el antepenúltimo poema: “Tan sólo hay una razón para esta oscuridad: / No has abierto los ojos.”
Lee la reseña en Literaturas.com
Por Miguel A. Gara
Revista Literaturas.com, octubre 2013
Carta blanca, el último poemario del poeta leonés Rafael Saravia, se divide en 3 zonas muy distintas. La primera: Solo (con esa ambigüedad que le dio a la palabra la RAE desde que recomendó quitar la tilde al adverbio) son poemas de variada factura, algunos de ellos dirigidos a diferentes interlocutores, entre los cuales parece estar el propio autor, diversos en el tono (incluso hay un caligrama) y con aroma a breve dietario. La segunda parte, Hasta que llegue diciembre reúne 12 piezas que interpelan con pulso amoroso, o directamente erótico, a una mujer. Por último, la parte final nominada igual que el libro, Carta blanca, son tres poemas con cierto aire de coda y un corte más social o más crítico donde el poeta no parece tanto epitomar el resto del poemario como ofrecer una perspectiva diferenciada, más enfocada quizás a las razones que a los sentimientos.
El polisémico título, Carta blanca, sugiere de entrada dos significados: por un lado el obvio de salvoconducto, o sea, el permiso de cruzar libremente un espacio o de transgredir impunemente una norma o una regla y por otro el de página todavía no escrita, de posibilidad no materializada. Sin embargo, habría un tercer significado a mi entender más sugerente, y es una carta blanca en el sentido de carta pura. Una misiva (aunque resulte también estimulante la posibilidad de un naipe) que representaría un núcleo impoluto (por no escrito, por no utilizado) de un sentimiento o recuerdo, enviado o recibido o atesorado.
La pureza, siempre tan breve, es la intensidad que se vislumbra o se busca en la sucesión de días (esa espuma de los días que decía Boris Vian), en el tráfago de labores cotidianas, en la geometría del amor o en las razones para una indignación que como sugiere la cita de Curiel que abre la última parte, genera un hito (en cuanto a piedra, a obstáculo) sobre esa necesidad de blanco, de oxígeno. Un obstáculo hecho de realidad o de actualidad que por un lado impide la materialización del paraíso pero por otro fija de algún modo al mundo la luz y la (también necesaria) oscuridad.
En ese sentido, y a pesar de que el poemario tiende a una mirada íntima, que no intimista (Dylan Thomas decía que la poesía debe ser personal pero no privada) corre también por él una veta auténticamente surrealista, en el aspecto de rebeldía social y personal que esa vanguardia representó en sus inicios. Por ello, también paralelamente surge en Saravia una mirada no sólo crítica sino autocrítica, sea hacia una primera persona narrativa de ficción o sea hacia la misma mano que escribe (es decir, el poeta), como si fuera una cierta recriminación a uno mismo. Una especie de auto reproche fundamentado posiblemente en la contradicción característica de estos tiempos y que padecemos casi todos: es decir, por un lado la necesidad de conservar o amar ese núcleo puro del que hablábamos y por otro el de conseguir ser más críticos con un mundo y con una realidad cotidiana que se degrada poco a poco y que manifiestamente nos va dejando de representar.
Algunos de los títulos de los poemas también dan cuenta de esa preocupación: “Ricos de abajo”, “Antes y después de los panes”, “Tiempo de contar”.
Carta blanca es el libro de un poeta que va descubriendo paso a paso la madurez y originalidad de su voz, influida también obviamente por sus poetas mayores como Gamoneda o Mestre, de importante ascendencia en León, la ciudad del autor, y situada en el marco general de unas circunstancias histórico-sociales, como mínimo, turbias pero también estimulantes. Al fin y al cabo, como dicen los certeros versos que cierran el antepenúltimo poema: “Tan sólo hay una razón para esta oscuridad: / No has abierto los ojos.”
Lee la reseña en Literaturas.com
lunes, 7 de octubre de 2013
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, en Tendencias 21
Aquí comienza la travesía: Carta blanca, de Rafael Saravia
Ben Clark
Tendencias21, 2/10/2013
El autor leonés hace de exegeta de su tiempo en un poemario publicado por Calambur
Carta blanca (Calambur, 2013), cuarto poemario de Rafael Saravia, proporciona una lectura íntima, ligeramente siniestra, sobre temas universales, como el amor, la muerte o la infancia. El autor lo escribe asentado en su papel de poeta y exegeta de su tiempo; comprometido con la intención de su obra. Consigue así desarrollar una poesía desnuda, que deja ganas de más. Por Ben Clark.
Carta blanca (Calambur, 2013) es el cuarto poemario del autor andaluleonés Rafael Saravia y, también, el primero en el que el autor parece realmente asentado en su papel de poeta y exegeta de su tiempo.
Si bien títulos previos como Desprovisto de esencias (Renacimiento, 2008) o Llorar lo alegre (Bartleby, 2011) ofrecían muchos poemas de un poeta, maduro ya, que tiene oficio, es Carta blanca donde encontramos un pensador capaz de escribir el poema desde dentro del poema, desde un ángulo que exige no sólo un grado de concentración inusual, sino también un compromiso con las ideas y sentimientos que el poema, sin importarle su autor, quiere transmitir. Poesía desnuda, en definitiva, que no expuesta.
Si Rafael Saravia fuera americano tendría un físico muy parecido al que tiene pero su libro se llamaría, o podría haberse llamado, Hall Pass.
Un Hall Pass es un papelito firmado por el profesor, una suerte de documento diplomático que le permite a uno caminar sin perjuicio ni aranceles por el pasillo para poder, por ejemplo, ir al servicio o a cualquier otra parte del instituto.
El Hall Pass nos franquea el paso y nos permite ir a lugares en principio prohibidos. Leyendo Carta blanca y pensando en estos chavales americanos, con sus iPods, animadoras y taquillas llenas de trampas, he pensado que esto es, precisamente, lo que Rafael Saravia hace a lo largo del camino: nos invita a entrar y nos asegura que, si bien es cierto que no habrá resistencia, no será desde luego un viaje fácil; la primera parte del libro, tiene un título que lo deja claro: “Solo”.
Así será nuestra entrada en el largo pasillo de Carta blanca. Es una lectura íntima, ligeramente siniestra. Los temas universales que preocupan al poeta durante todo el libro se encuentran ya en esta primera parte: la sugerencia del amor (Sólo cabe resguardarse y hacer del vocablo caricia); la muerte (Se va como el calor, hacia el lado contrario del invierno); y el paso del tiempo en el intenso poema 'Tiempo de contar' (Con el tiempo, los moradores del estraperlo acusaron el norte).
En la engañosamente ligera 'Canción del porvenir' encontramos la infancia, retratada con la inquietante y poderosa imagen (el niño siervo del agua en fuga). En esta primera parte también encontramos el texto que, para mi gusto, menos congenia con el resto del libro, 'Coimbra en re menor', donde el poeta parece haber optado por una traducción sentimental del paisaje y de la ciudad que, creo, no casa bien con la distancia poética que ofrecen los otros poemas.
También merecería un comentario el poema 'Sisifo descuidado', un buen poema que ofrece, además, una lectura visual -yo no sé si esto es un poema visual, me tendrán que perdonar- que funciona, sí, pero tampoco sé si casa con el resto. Dos poemas, en cualquier caso, que no está de más leer y que no desmerecen, desde luego, un conjunto por lo demás fuerte, cohesionado y bien estructurado.
Hasta que llegue diciembre
La segunda parte del libro, titulada 'Hasta que llegue diciembre' nos conduce por doce momentos, que podemos interpretar o no como doce meses aunque, parece, todo sucede en un verano, en la vida de una pareja.
Somos testigos de cómo surge el deseo (Una isla y una montaña apareándose,/ contemplando la onda que les une a la provocación mutua) y de la evolución algo tensa de la relación entre la voz poética y su amante (con tu condición de esposa hago mi cadena de lujuria).
Veo ciertas reminiscencias de Anne Sexton en esta segunda parte, una voz fuerte pero algo turbada por la pasión, por un ir y venir entre las olas, por un verano que se nos antoja especialmente caluroso.
La tercera parte del libro, titulada precisamente 'Carta blanca' es breve pero también la más madura. Tres poemas de corte social donde el poeta, como dijo el maestro, baja del Olimpo sin renunciar a la palabra.
Porque conozco la trayectoria de Rafael Saravia y su intensa vida como editor y gestor cultural, imposible no pensar aquí en poetas que tiene y ha tenido cerca, como amigos y maestros: Mestre, Gamoneda y, por qué no, un poco Gelman: (Confundir el pan con la necesidad/ es como asumir el pecado con la boca abierta).
Es, a mi juicio, lo mejor del libro y estoy particularmente agradecido, como lector, que el poeta dejara estos poemas para el final. Qué mejor que acabar arriba, con ganas de más -porque uno se queda con ganas de más- y volver contento y refrescado a la clase, consumido tu Hall Pass, como una suerte de Ulises adolescente, es decir como un lector, que andaba perdido incluso sin saberlo y que ha recibido, gracias a la generosidad creadora de Rafael Saravia, carta blanca para vivir un poco más.
Leer en Tendencias 21
Ben Clark
Tendencias21, 2/10/2013
El autor leonés hace de exegeta de su tiempo en un poemario publicado por Calambur
Carta blanca (Calambur, 2013), cuarto poemario de Rafael Saravia, proporciona una lectura íntima, ligeramente siniestra, sobre temas universales, como el amor, la muerte o la infancia. El autor lo escribe asentado en su papel de poeta y exegeta de su tiempo; comprometido con la intención de su obra. Consigue así desarrollar una poesía desnuda, que deja ganas de más. Por Ben Clark.
Carta blanca (Calambur, 2013) es el cuarto poemario del autor andaluleonés Rafael Saravia y, también, el primero en el que el autor parece realmente asentado en su papel de poeta y exegeta de su tiempo.
Si bien títulos previos como Desprovisto de esencias (Renacimiento, 2008) o Llorar lo alegre (Bartleby, 2011) ofrecían muchos poemas de un poeta, maduro ya, que tiene oficio, es Carta blanca donde encontramos un pensador capaz de escribir el poema desde dentro del poema, desde un ángulo que exige no sólo un grado de concentración inusual, sino también un compromiso con las ideas y sentimientos que el poema, sin importarle su autor, quiere transmitir. Poesía desnuda, en definitiva, que no expuesta.
Si Rafael Saravia fuera americano tendría un físico muy parecido al que tiene pero su libro se llamaría, o podría haberse llamado, Hall Pass.
Un Hall Pass es un papelito firmado por el profesor, una suerte de documento diplomático que le permite a uno caminar sin perjuicio ni aranceles por el pasillo para poder, por ejemplo, ir al servicio o a cualquier otra parte del instituto.
El Hall Pass nos franquea el paso y nos permite ir a lugares en principio prohibidos. Leyendo Carta blanca y pensando en estos chavales americanos, con sus iPods, animadoras y taquillas llenas de trampas, he pensado que esto es, precisamente, lo que Rafael Saravia hace a lo largo del camino: nos invita a entrar y nos asegura que, si bien es cierto que no habrá resistencia, no será desde luego un viaje fácil; la primera parte del libro, tiene un título que lo deja claro: “Solo”.
Así será nuestra entrada en el largo pasillo de Carta blanca. Es una lectura íntima, ligeramente siniestra. Los temas universales que preocupan al poeta durante todo el libro se encuentran ya en esta primera parte: la sugerencia del amor (Sólo cabe resguardarse y hacer del vocablo caricia); la muerte (Se va como el calor, hacia el lado contrario del invierno); y el paso del tiempo en el intenso poema 'Tiempo de contar' (Con el tiempo, los moradores del estraperlo acusaron el norte).
En la engañosamente ligera 'Canción del porvenir' encontramos la infancia, retratada con la inquietante y poderosa imagen (el niño siervo del agua en fuga). En esta primera parte también encontramos el texto que, para mi gusto, menos congenia con el resto del libro, 'Coimbra en re menor', donde el poeta parece haber optado por una traducción sentimental del paisaje y de la ciudad que, creo, no casa bien con la distancia poética que ofrecen los otros poemas.
También merecería un comentario el poema 'Sisifo descuidado', un buen poema que ofrece, además, una lectura visual -yo no sé si esto es un poema visual, me tendrán que perdonar- que funciona, sí, pero tampoco sé si casa con el resto. Dos poemas, en cualquier caso, que no está de más leer y que no desmerecen, desde luego, un conjunto por lo demás fuerte, cohesionado y bien estructurado.
Hasta que llegue diciembre
La segunda parte del libro, titulada 'Hasta que llegue diciembre' nos conduce por doce momentos, que podemos interpretar o no como doce meses aunque, parece, todo sucede en un verano, en la vida de una pareja.
Somos testigos de cómo surge el deseo (Una isla y una montaña apareándose,/ contemplando la onda que les une a la provocación mutua) y de la evolución algo tensa de la relación entre la voz poética y su amante (con tu condición de esposa hago mi cadena de lujuria).
Veo ciertas reminiscencias de Anne Sexton en esta segunda parte, una voz fuerte pero algo turbada por la pasión, por un ir y venir entre las olas, por un verano que se nos antoja especialmente caluroso.
La tercera parte del libro, titulada precisamente 'Carta blanca' es breve pero también la más madura. Tres poemas de corte social donde el poeta, como dijo el maestro, baja del Olimpo sin renunciar a la palabra.
Porque conozco la trayectoria de Rafael Saravia y su intensa vida como editor y gestor cultural, imposible no pensar aquí en poetas que tiene y ha tenido cerca, como amigos y maestros: Mestre, Gamoneda y, por qué no, un poco Gelman: (Confundir el pan con la necesidad/ es como asumir el pecado con la boca abierta).
Es, a mi juicio, lo mejor del libro y estoy particularmente agradecido, como lector, que el poeta dejara estos poemas para el final. Qué mejor que acabar arriba, con ganas de más -porque uno se queda con ganas de más- y volver contento y refrescado a la clase, consumido tu Hall Pass, como una suerte de Ulises adolescente, es decir como un lector, que andaba perdido incluso sin saberlo y que ha recibido, gracias a la generosidad creadora de Rafael Saravia, carta blanca para vivir un poco más.
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martes, 1 de octubre de 2013
Noticia: poema En el camino, incluido en Carta blanca, de Rafael Saravia
'En el camino', Carta blanca, de Rafael Saravia
Felipe José pone voz al poema 'En el camino', de Rafael Saravia, incluido en su libro Carta blanca.
EN EL CAMINO
Ahí, en la espalda, donde el sol se queja.
Hacia la luz frágil del otoño maduro.
Ahí, donde la flor del vino se hace harina
y el presagio oropel sin labio.
Aquí, sin la humedad de la tierra norteña.
Sin la visión del estañador de caléndulas.
Ahí, en la sierra que rompe cielos,
en el baño de atardecer calizo,
en la esponja del manantial ausente.
Allí, en la cintura sin nombre,
en la costura terrestre,
en el camino sin hierba, en mi demora hacia mí.
(Carta blanca, Rafael Saravia, Calambur Editorial, 2013)
Felipe José pone voz al poema 'En el camino', de Rafael Saravia, incluido en su libro Carta blanca.
EN EL CAMINO
Ahí, en la espalda, donde el sol se queja.
Hacia la luz frágil del otoño maduro.
Ahí, donde la flor del vino se hace harina
y el presagio oropel sin labio.
Aquí, sin la humedad de la tierra norteña.
Sin la visión del estañador de caléndulas.
Ahí, en la sierra que rompe cielos,
en el baño de atardecer calizo,
en la esponja del manantial ausente.
Allí, en la cintura sin nombre,
en la costura terrestre,
en el camino sin hierba, en mi demora hacia mí.
(Carta blanca, Rafael Saravia, Calambur Editorial, 2013)
miércoles, 24 de julio de 2013
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, y Porción del enemigo, de Enrique Falcón, en Encuentros de lecturas
Equipaje de vacaciones. Poesía
Por Santos Domínguez
Encuentros de lecturas, 26/06/2013
Carta blanca, Rafael Saravia
Carta blanca, el cuarto libro de Rafael Saravia, responde a un doble impulso imprescindible en la poesía: la mirada crítica a la realidad y el compromiso ambicioso con el lenguaje.
Por eso sus referentes poéticos, que van de Valente y Pérez Estrada a Gamoneda, Gelman o Mestre, inspiran ese doble impulso, sostenido con variaciones en las tres partes en que se articula el libro -Solo, Hasta que llegue diciembre y Carta blanca- y en unos poemas que pasan de lo íntimo a lo público, de la indignación al amor, de la búsqueda a la insurgencia, para combinar intensidad de lenguaje y altura de voz entre la fidelidad a la memoria y la militancia infatigable en la utopía.
Un ejemplo, estos versos del espléndido Tiempo de contar: Con el tiempo, se hizo medible la esperanza... / La premura se acomodó en el segundo, / el ímpetu en la hora, el cambio en el día, / la razón en los meses venideros, / el poema en cada sentencia futura.
Porción del enemigo, Enrique Falcón
La pregunta que este libro nos confía no es si nuestro enemigo podrá ser vencido, sino si podremos mirarlo de una vez, ahora, al menos un centímetro por encima de nuestros propios terrores, escribe Enrique Falcón en el Preliminar de Porción del enemigo, que cierra en Calambur su Trilogía de las Sombras, de la que forman parte también Amonal y Taberna roja.
La poesía de Enrique Falcón brota de una doble actitud crítica: la conciencia del mundo y la conciencia del lenguaje para expresar el conflicto en un momento tan decisivo como este, para mirar la realidad desde la disidencia y para llamar a las cosas por su nombre, que es la primera condición para modificarlas.
Por eso estos poemas, escritos a dos metros del apocalipsis, practican una disidencia múltiple: de las condiciones políticas y sociales de la actualidad y de las convenciones del lenguaje ordinario, invitan a la insurgencia, como en la Canción del levantado ( No esperes casi nada de su magistratura / No reces en su lengua, no bailes con sus ropas / No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes / Ni alojes en su boca la sal de tu sabor), o practican el sarcasmo paródico del Salmo 23 (El Señor es mi pastor, nada me falta).
Poemas escritos contra el enemigo, contra aquellos que esperan que te rindas. / Que devuelvas las canciones a sus cuartos.
Blog Encuentros de lecturas
Por Santos Domínguez
Encuentros de lecturas, 26/06/2013
Carta blanca, Rafael Saravia
Carta blanca, el cuarto libro de Rafael Saravia, responde a un doble impulso imprescindible en la poesía: la mirada crítica a la realidad y el compromiso ambicioso con el lenguaje.
Por eso sus referentes poéticos, que van de Valente y Pérez Estrada a Gamoneda, Gelman o Mestre, inspiran ese doble impulso, sostenido con variaciones en las tres partes en que se articula el libro -Solo, Hasta que llegue diciembre y Carta blanca- y en unos poemas que pasan de lo íntimo a lo público, de la indignación al amor, de la búsqueda a la insurgencia, para combinar intensidad de lenguaje y altura de voz entre la fidelidad a la memoria y la militancia infatigable en la utopía.
Un ejemplo, estos versos del espléndido Tiempo de contar: Con el tiempo, se hizo medible la esperanza... / La premura se acomodó en el segundo, / el ímpetu en la hora, el cambio en el día, / la razón en los meses venideros, / el poema en cada sentencia futura.

La pregunta que este libro nos confía no es si nuestro enemigo podrá ser vencido, sino si podremos mirarlo de una vez, ahora, al menos un centímetro por encima de nuestros propios terrores, escribe Enrique Falcón en el Preliminar de Porción del enemigo, que cierra en Calambur su Trilogía de las Sombras, de la que forman parte también Amonal y Taberna roja.
La poesía de Enrique Falcón brota de una doble actitud crítica: la conciencia del mundo y la conciencia del lenguaje para expresar el conflicto en un momento tan decisivo como este, para mirar la realidad desde la disidencia y para llamar a las cosas por su nombre, que es la primera condición para modificarlas.
Por eso estos poemas, escritos a dos metros del apocalipsis, practican una disidencia múltiple: de las condiciones políticas y sociales de la actualidad y de las convenciones del lenguaje ordinario, invitan a la insurgencia, como en la Canción del levantado ( No esperes casi nada de su magistratura / No reces en su lengua, no bailes con sus ropas / No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes / Ni alojes en su boca la sal de tu sabor), o practican el sarcasmo paródico del Salmo 23 (El Señor es mi pastor, nada me falta).
Poemas escritos contra el enemigo, contra aquellos que esperan que te rindas. / Que devuelvas las canciones a sus cuartos.
Blog Encuentros de lecturas
lunes, 15 de julio de 2013
EXPOESÍA SORIA 2013. Poesía a la intemperie
Calambur participa en Expoesía Soria 2013. Poesía a la intemperie
Estas son algunas de las actividades en las que participamos:
Feria del Libro
Caseta de Calambur
Del 16 al 20 de julio de 2013
Alameda de Cervantes, Soria
Lectura de Juan Carlos Mestre
Martes, 16 de julio, 13:30 horas, Alameda de Cervantes
Concierto-recital "La música de los poetas". Juan Carlos Mestre y Mª José Cordero
Martes, 16 de julio, 22:30 horas, Claustro IES Antonio Machado
Conferencia recital Antonio Gamoneda. Presentado por Marifé Santiago
Viernes, 19 de julio, 20:00 horas, Casino
Poetas en la noche: Rafael Saravia y Felipe Zapico
Viernes, 19 de julio, 24:00 horas, Carpa del Kiosko Alameda
Mujer y poesía. Recital: Marifé Santiago y Zhivka Baltadzhieva
Sábado, 20 de julio, 20:00 horas, Casino
domingo, 14 de julio de 2013
Reseña: Carta blanca, de Rafael Saravia, en la revista Leer
Carta blanca, Rafael Saravia
Leer, nº 244, julio-agosto 2013
Rafael Saravia sabe escuchar "la cadencia del súbdito ante el amo" en un poemario que abre alentando la resistencia y la esperanza, con la palabra que acaricia. El poeta hace recuento de personas convertidas en espacio público, caldeadas por la razón y la inquietud revolucionaria, pordiosera que acampa en la felicidad de unas expectativas que tal vez se malogren, pero ardieron entretanto. Un libro albertiano por lo angélico y machadiano por la bondad ad hominem que se supone al que prescinde de acaparar, sin nostalgias. Mientras el amor, como "uva fresca", procesa un deseo que la rutina no alcanza, siempre intimidad y hallazgo, demorándose en el "roce lento" hasta que se cubra de sal todo lo amado o la distancia retome en abstinencia lo perdido. A veces tan perdido como los ecos de una "Internacional" que suena en sus versos a lotería y a un convencimiento que nunca ha de ser necesario, sino inquieto.
Leer, nº 244, julio-agosto 2013
Rafael Saravia sabe escuchar "la cadencia del súbdito ante el amo" en un poemario que abre alentando la resistencia y la esperanza, con la palabra que acaricia. El poeta hace recuento de personas convertidas en espacio público, caldeadas por la razón y la inquietud revolucionaria, pordiosera que acampa en la felicidad de unas expectativas que tal vez se malogren, pero ardieron entretanto. Un libro albertiano por lo angélico y machadiano por la bondad ad hominem que se supone al que prescinde de acaparar, sin nostalgias. Mientras el amor, como "uva fresca", procesa un deseo que la rutina no alcanza, siempre intimidad y hallazgo, demorándose en el "roce lento" hasta que se cubra de sal todo lo amado o la distancia retome en abstinencia lo perdido. A veces tan perdido como los ecos de una "Internacional" que suena en sus versos a lotería y a un convencimiento que nunca ha de ser necesario, sino inquieto.
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