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viernes, 11 de abril de 2014

Noticia: Jesús Hilario Tundidor, Premio Castilla y León de las Letras

El periódico ABC en su edición local en Castilla y León ha publicado la siguiente noticia referente a uno de nuestros autores: Jesús Hilario Tundidor, al haber resultado ganador del Premio Castilla y León de las Letras.

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Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 1935) ha obtenido el Premio Castilla y León de las Letras, en su edición correspondiente a 2013. El jurado ha acordado por unanimidad, concederle este galardón por «su amplia, cabal y profunda manera de entender el sentir poético; por la hondura y el simbolismo de una poesía que deconstruye y reconstruye la realidad de su mundo y del mundo; por la universalidad de su temática y por los valores incuestionables de una obra que, traducida a numerosos idiomas, bebe en las fuentes de la mejor tradición poética». Además, el jurado ha señalado a Hilario Tundidor como exponente del magnífico caudal literario de una Comunidad que ha hecho de las letras identidad y esencia, informa Ical.

El jurado del Premio Castilla y León de las Letras estuvo compuesto por Elena Santiago, Premio Castilla y León de Las Letras 2002; Luciano González, Premio Castilla y León de Letras 2004; Nicolás Miñambres, catedrático de Literatura; Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén; Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla; Jesús Fonseca, director de La Razón Castilla y León, y Fernando Conde, como secretario del jurado.

Los galardonados hasta el momento con el Premio Castilla y León de las Letras son:, Miguel Delibes, en 1984; Antonio Gamoneda, en 1985; Claudio Rodríguez, en 1986; Julián Marías, en 1987; José Jiménez Lozano, 1988; Francisco Pino, en 1989; Rosa Chacel, en 1990; Carmen Martín Gaite, en 1991; José María Valverde, en 1992; Emilio Alarcos, en 1993; Victoriano Crémer, en 1994; Gonzalo Torrente Ballester, en 1995; Francisco Rodríguez Adrados, 1996; junto a Gonzalo Santonja, en 1997; Antonio Colinas, en 1998; Antonio Pereira, en 1999 ; Luis Mateo Díez, en 2000; Eugenio de Nora, en 2001; Elena Santiago, en 2002; y Josefina Aldecoa, en 2003. La lista la completan Luciano González Egido, en 2004; José Ángel González Sainz, en 2005; Raúl Guerra Garrido, en 2006; Gustavo Martín Garzo, en 2007; José María Merino, 2008; José Luis Alonso de Santos, en 2009; Andrés Trapiello, en 2010; José María Fernández Nieto, en 2011, y Juan Pedro Aparicio, en 2012.


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Nuestra más sincera enhorabuena, Tundidor.

Calambur ha editado Un único día, de Tundidor.

jueves, 13 de octubre de 2011

Reseña: Un único día, de J. H. Tundidor, en Cuadernos del Sur


Jesús Hilario Tundidor. Un único día.
Colección Calambur Poesía, 108. 2 Vols. 920 pp.
ISBN: 978-84-8359-148-2. PVP: 50,00 €


Cuadernos del Sur, sábado 1 de octubre de 2011
Francisco Morales Lomas

Hace unos meses la editorial Calambur publicó Un único día del escritor zamorano Jesús Hilario Tundidor, obra en dos volúmenes y cerca de mil páginas que se considera hasta ahora su obra completa. La poesía de Hilario Tundidor es personal y original.
Tiene un estilo propio, una marca indeleble que concita la nutrición del mundo, del hecho de vivir y del camino y la jornada con un lenguaje creador, aunque inserto en una tradición literaria que llega desde Jorge Manrique y el Renacimiento.
Posee una voz propia, rotunda, castellana, aunque también en ella existen efluvios del Sur, vía JRJ básicamente. Para Hilario Tundidor la poesía es “inteligencia, emoción, intuición y lenguaje”.
¡Cuántas resonancias de Juan Ramón Jiménez! Y esto le permitirá, como en su momento al poeta de Moguer, relacionar inteligencia y poesía, pero en el caso de Hilario Tundidor con una variante manifiesta de la libertad y sus correlatos jugando a la síntesis: “Solo tú inteligencia, puedes darnos el nombre: Poesía, oh, libertad, oh libertad inmensa”.
Y, en esa dinámica creadora, es el signo lingüístico, la palabra (“ácido código”, “inhóspita soledad, cauce imposible de la forma seca”) quien funde y dilata el poema, desvelando y ordenando la realidad: “la realidad real que cerca al hombre y que nunca podremos establecer definitiva en el conocimiento”.
Aunque dividido en dos volúmenes, Un único día ha sido concebido con una voluntad esencial y unitaria, de circularidad, por cuanto Hilario Tundidor ha optado por darle sentido al conjunto desde la ordenación sistémica del mismo en dos grandes apartados que llevan al final un colofón (el poema último) a modo de cierre; pero también por las palabras de la Addenda en la que el poeta explica la razón de ser de Un único día como una síntesis entre un intento por comprender el mundo y su luminosidad junto al  encuentro del ser en una dialéctica profundamente conmovedora.
La ensayista Giuliana Baita hablaba también de dos épocas en su obra: “El vivir y su entorno” para los libros de la primera época y “La poesía ontológica”, para la segunda. En la primera habría una visión existencial máxima, una inmediatez geográfica emocional de implicaciones personales y reflexiones críticas de carácter testimonial que
trascienden la objetivación específica como ha dicho Artuñano: “En esos reflejos
mi tono poético nunca ha sido, plenamente, ni testimonial ni crítico hasta ahora, sino reflexivo”.
La unidad del libro, salvo Pasiono, no se presenta en aspectos argumentales temáticos sino emocionales. En la segunda, cada libro, “refiriéndome exclusivamente a la construcción formal ofrece una estructura orgánica de argumento unitario, bien en su totalidad (Libro de amor para Salónica, Mausoleo, Construcción de la rosa) bien en cada una de sus partes (Repaso de un tiempo inútil, Tejedora de azar y el mismo Tetraedro)”. Pero esta elaboración en dos apartados, desde el punto de vista crítico, no debe verse como compartimentos estancos.
En el primer volumen, que lleva por título Borracho en los propileos (1960–1978), reúne los siguientes libros: Río oscuro (1960), Junto a mi silencio (1963), Las hoces y los días (1966), Voz baja (1969), Pasiono (1972) y Tetraedro (1978).
Expone Hilario Tundidor las razones de este título de Borracho en los propileos: El argumento general de este poema globaliza las connotaciones de la búsqueda
de conocimiento y la luz en la emoción de la escritura poética. La materia fundamental unitiva, organizante del libro, es la emoción existencial y sentimental del individuo ante la existencia y lo consuetudinario.




Junto a mi silencio (1963) está dedicado a su padre y a su madre. Es una lírica desconsolada, confesional y triste donde el poeta profundiza en la imagen del ser humano, en su humanidad predeterminada y frágil. Hilario Tundidor se proyecta hacia adentro en este buen poemario que descubre lo que el ser es capaz de crear y llevar hacia los demás. Con Las hoces y los días (1966) se adentra en una lírica vital que surge desde la voz, el ruido del corazón que canta y el ritmo de la existencia, así como la proyección de una necesidad proclive al optimismo y la conmoción que produce el vivir. Pero esta apariencia de luz es tenue y para el poeta es fácil caer en la nostalgia de la tristeza, sentir que el viaje de la vida sucumbe en un barco de niebla y acaso se pierda en el ruido de las palabras y no sepa si todo fue un sueño de hombre.
En Voz baja (1969) se resuelve en un humanismo de raigambre donde un creciente pesimismo se deslíe con la fortaleza de la vida, con su realidad y fulgor. Mucha ruina que crece en la destrucción mientras la esperanza de ese Dios “a lo Unamuno”, que no se materializa, aspira a su descubrimiento. Es una lírica donde se declara el júbilo a la vida y a los hombres, a pesar del olor a incienso y del ruido del mundo y la muerte que se adueña de su juventud. Una poesía reflexiva en la que se pregunta permanentemente por sí y esa existencia en la palabra.
En Pasiono (1972) el poeta se define a sí mismo y lo que hasta ahora han sido sus temas: la tierra, el miedo, la sencillez de lo humilde, la vida. Una lírica que se adentra en los paisajes de la existencia, la esperanza y la muerte desde esa construcción del trabajo del alfarero.
Tetaedro (1978) es el poemario más extenso. Lo conforman varios apartados con el nombre de libro (primero... cuarto) y un poema final y, a su vez, aquellos en otros tantos apartados donde el tema del tiempo es trascendente. El poeta, cercado y doliente, expresa desde la cercanía cálida de la tierra, la rotura vital y se pregunta si mereció la pena vivir. Antonio Machado preside el espíritu que se adentra en ese mundo que sufre y calla, se derrumba o se edifica. Pero también existe una imagen de ese JRJ de la primera etapa en la que el paisaje configura un estado de ánimo generalmente adverso.
También hay poemas críticos en los que su compromiso se agarra a la esencia de la España que sufre, conquistada por el silencio y los morteros. Y así en el poema homenaje a Luis Felipe Vivanco (“pesadumbre de este hombre bueno hasta la lentitud”) comprende el dolor de la desolación y ese tiempo de dolor que irrumpe en la historia del país, como en Asesinato de un ministro y su compromiso con la libertad.
En Tetaedro siempre existe una voluntad de construcción, de creación de una Imago mundi, con la que la mirada se encuentre definitivamente satisfecha:
“Extender la mirada, abrir/ el resplandor, heñir sombras/ fugaces, astros fugaces, inseguras/ señales, premonitorias/ situaciones”.
El segundo volumen de su poesía, titulado Repaso de un tiempo inmóvil (1980–2008), se compone de los siguientes títulos: Libro del amor para Salónica (1980), Repaso de un tiempo inmóvil (1982), Construcción de la rosa (1990), Tejedora del azar (1995) y Las llaves del reino (2000). Libro del amor para Salónica (1980) es una obra donde el amor se resiste frente al mundo. En el que solo ella importa. Pero antes hay toda una declaración de principios en un poema donde el corazón escribe su nombre, un corazón
como en el teatro del mundo en un lenguaje que busca la imagen poderosa, la sonoridad expresiva y la energía del poeta que se siente vivo, a pesar de tanta muerte.
Una lírica para sentir el vértigo del amor y la confesionalidad súbita, pero que también se alterna con las preguntas retóricas de si todo mereció la pena y si ya todo es harapiento y perdido. Las imágenes de la juventud perdida, de los iconos del amor, en el silencio o en la orilla, los cantos del corazón y la amada en plena naturaleza contemplando el silencio de la alameda. El poeta se hace dueño de un discurso experimental, acaso efímero, y juega con los verbos, como en Epifonema para una oda sin astros: “Amarte / estrujarte / aplastarte...”. Y realiza declaraciones amorosas directas, claras, ensimismadas: “Nada / sino tu amor necesito, nada”.
Repaso de un tiempo inmóvil (1982) lo inicia con ironía hablando de los poetas a los que define en sus usos, costumbres y acciones (concurren a certámenes donde su voz puede ser destruida, “mueren de tanta vida”, “son pequeños animales en disturbio”...) y después se adentra en una lírica emotiva e interiorizada que descubre su oscuridad y su
tristeza. Pero también hay una cierta búsqueda de identidades como en el poema Dentro (“Y yo soy y no soy”) y una forma de imbuirse del discurso del corazón que ruge y se adensa, y a partir de ese momento el pasado se restituye como en Oda a un tren de juguete, en el que se rememora el dolor como sentimiento que se adueña de nosotros y de nuestros fingimientos.
Construcción de la rosa (1989) se inicia con el titulado La poesía, que es una especie de vuelo de celebración sobre la mañana y la lucidez del mundo. Sigue una estructura precisa con ese poema inaugural, tres partes que titula libros (Construcción de la rosa, Hálito, Elegía) y un poema final: Niebla en Madrid. Hay una necesidad de buscar impulso en la luz y en ese juego de antítesis ocultar la sombra, enajenarla.
Pero también surge Juan de Valdés, rememorado; y la música que nace en plena naturaleza como un fruto del corazón que asciende a través de la sinfonía de las palabras en una búsqueda del ser de las cosas. En algunos poemas se presenta la nota de denuncia y en otros, como en Elegía castellana en el museo del Prado, critica esa vanidad de nada, su decrépito orgullo, a la vez que la derrota y la decadencia si se llegaba de un pasado victorioso que tanto nos recuerda a Antonio Machado y sus Campos de Castilla y a León Felipe.
Tejedora del azar (1995) está dedicado a la estulticia humana. En la explicación inicial advierte que este conjunto es una colección de poemas libres e independientes, agrupados no obstante por algunas afinidades, y declara su homenaje con ellos a Fray Luis, a quien dedica los primeros versos. Desde el inicio establece las claves de su lírica que nace de la inteligencia, pero también de su conocimiento del mundo, de la pulsión de su ser en el vuelo, en el paisaje y en la potestad de la perplejidad y el azar.
Los poemas mitológicos surgen entonces de la mano de las diosas Deméter, Atenea o de Artemisa (desde la oscuridad, desde la inteligencia o desde la inocencia primera), pero también desde la libertad conquistada o la belleza, sin olvidar la eficacia y configuración de la palabra, su sentido último, y la trascendencia de la materia.
De un clasicismo reconocible y homenajeado se deben tildar la serie de sonetos dedicados a Cuenca, Zamora... pero también a exaltar el dolor y las razones para amar la vida. Una lírica directa que se detiene en el paisaje y los grandes temas que siempre le afectaron como el tiempo, la pasión de vivir o el recuerdo de un amor; a veces con expresiones que suenan poderosas y prosaicas.
En 2000 publicó Las llaves del reino, en tres libros y Un poema para concluir ‘Un único día’. En realidad este último sería el poema–círculo que cierra su obra y pretende darle sentido al conjunto final desde su tendencia a la síntesis última.
En realidad es un encuentro con la pintura, el canto interior y la música (de la mano de W. A. Mozart). De nuevo el concepto sobre la vida nos advierte desde la cita de García Lorca en su Oda a Walt Whitman: “... y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada”. La vida desde esa imagen inicial del agua de lluvia que penetra en el espíritu, lo deslumbra,
y advierte de la felicidad de esa movilidad vital a pesar de su invierno.
Los poemas se dirimen entre la soledad del paisaje interior y el paso del tiempo (tema permanente de su lírica) con sus espacios abiertos a la nostalgia, el sufrimiento
o la solidaridad.
Las estrellas, los árboles, la naturaleza en general comienzan siempre con una alegría, una alegría que se precipita en el vino l’âme du vin y acaso en sus grandes referentes como el francés Charles Baudelaire, T. S. Eliot o Claudio Rodríguez.
El canto a lo perdido, a lo renunciado, a ese tesoro que se va acumulando en ese río que va tomando de acá y de allá todo tipo de aportes invita a nombrar las cosas, porque en su nombramiento, en su conformación como palabras ansían su propia razón de ser, su existencia. El país de la vida es su paisaje, su alcohol, su muerte, su hazaña personal y solitaria. Hay una veta surrealista que pretende llenar un fondo vital y elegíaco sobre lo definitivo, sobre el sonido de la existencia (“Escucha todo / lo que es vivir y sus alrededores”), sobre el vacío del mundo, sobre la tierra y sus túneles. El poeta encuentra la soledad por doquier, se estremece en el bosque, oye el canto de la noche, siente frío y un caos de locura puede ocupar el naufragio vital, con sus borracheras y sus albaceas de otro reino. La alegoría del rey muerto puede ser entonces esa execrable huida hacia la tristeza, hacia los alcázares derruidos... y, en última instancia, hacia la búsqueda de la lucidez, hacia el encuentro con el conocimiento (su otra gran pasión).
El alma, en su región luciente (como diría Antonio Carvajal) siente la emoción de la existencia como un suceso común, acaso como “repetida lenta sangre / de   incertidumbre”. Pasea, se busca, se queda prendida en cualquier rama de la vida, en sus triunfos y sus derrotas, en los sucesos como espacios, en el arbolado del día a día. Y sabe que es tiempo (sobre todo tiempo), tiempo con mesura, tiempo que se puede alargar en la tristeza y diluirse en las aguas de los mármoles.
En ese espacio para el vivir la música (de la mano de Mozart) puede representar la ascensión anhelada, ese bosque donde el aire escala a sus cúpulas, ese sermón que tiembla y aspira el cielo, nace de la luz, de los sonidos y engendra la música: “Apasionar la inteligencia, clarificar el orden infinito / del fuego”.
En su Poema para concluir ‘Un único día’ elabora sus conclusiones finales a través de la prosa poética y en ellas la conmemoración de las cosas sencillas lo conecta directamente con esa dialéctica renacentista, también en su precipitación hacia el hombre y sus correlatos espirituales y en sus aspiraciones últimas. Como un viaje tensado por la melancolía, como un ejercicio de contrarios, como un pensamiento que trata de hacerse hueco y resolverse finalmente.
La vida, la luz, puede ser carnívora. La luz también mata y en ese transcurso... la derrota, “como una larga caída en la desesperación”. Acaso con sentido, pero siempre con el dolor que tiene el mundo, con su estupidez, con sus teólogos, con sus profetas, con su soledad, su aurora y su conocimiento. Una poesía para la emoción, para el
encuentro con el sentido último de la existencia y la organización de las claves alegóricas o surreales que nos permiten adentrarnos en ella y darle un sentido. Una poesía con fortaleza de aire, con fortaleza de lluvia, con fortaleza de fuego, con fortaleza de tierra, de paisaje... de vida que surge en última instancia.
Tenemos la percepción de un poeta que se adentra en el lenguaje como factor creador de una lírica envolvente, apasionada, que ha cautivado por esa síntesis entre la tradición que llega desde el Renacimiento y la mejor visión de la España de la segunda mitad del siglo XX. Una lírica para profundizar en las grandes claves del ser humano y proyectar su cosmovisión en direcciones múltiples, dolientes, reflexivas, profundamente humanas, y que incita a la contemplación y a la reflexión última sobre el ser.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Jesús Hilario Tundidor estará presente en el I Encuentro Poético Internacional Crisol de Culturas, en Ceuta


La Fundación Ceuta Crisol de Culturas 2015 ha organizado para el próximo 6 de mayo el I Encuentro Poético Internacional Crisol de Culturas, que reunirá en la ciudad a algunos de los mejores poetas contemporáneos de España, Portugal y Marruecos. En total doce escritores, siete españoles, tres portugueses y dos marroquíes, que pondrán en común sus visiones en un acto que se celebrará a partir de las 20.00 horas en el Salón de Actos del Palacio de la Asamblea.

La poesía de los tres países se dará la mano en este evento con el que la Fundación pretende acercar la cultura de España, Portugal y Marruecos. En el encuentro participarán los españoles Jesús Hilario Tundidor, Juana Castro Muñoz, Dolors Alberola, Domingo F. Faílde, Nuria Martínez Vernís, Carlos Guerrero y María Jesús Fuentes, los portugueses Fernando Pinto, Tiago Nené y María Do Sameiro y los marroquíes Khalid Raissouni y Mezouar El Idrissi, que leerán algunos de sus poemas.

La velada estará amenizada, además, por el pianista Ángel Hortas y la soprano Inmaculada Almeda. Ángel Hortas (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1967) es profesor numerario y jefe de estudios del Conservatorio Joaquín Turina de Sanlúcar de Barrameda, miembro de los dúos Rigaudon, de clave y violín barroco, y Clarino, de órgano y trompeta, director y fundador del Coro del Teatro Villamarta de Jerez y director y fundador de la Orquesta de Cámara de Jerez. Ha realizado grabaciones para RTVE y para la película de Bigas Luna Volaverunt. Por su parte, Inmaculada Almeda (Puente Genil, Córdoba), licenciada en Canto con matrícula de honor y Premio Fin de Carrera del Conservatorio Superior de Córdoba, se ha movido en diferentes registros, desde óperas de Verdi o Mozart, a libretos de Rossini, pasando por la zarzuela. Ha actuado en teatros y auditorios de Madrid, Sevilla, Bilbao, Valencia, Zaragoza, Granada, Valladolid y Murcia, por citar solo algunas de las principales ciudades en los que ha salido a escena la soprano cordobesa.


Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 1935) consiguió en 1962 el premio Adonais por Junto a mi silencio. Después de este trabajo le siguieron otros entre los que destacan Tetraedro (1978), Libro de amor para Salónica (1981), Repaso de un tiempo inmóvil (1982), Lectura de la noche (1993) y Tejedora del azar (1995). Su última publicación, Un único día, quiere ser, en palabras del autor, su obra definitiva.

Dolors Alberola (Sueca, Valencia, 1952), cuenta con un buen número de obras premiadas, entre las que destacanCementerio de Nadas (Carmen Conde, 1998), Historias de snack bar (2000), El monte trémulo (finalista de la Crítica Valenciana 2003), Ciudad contra la lluvia (Victoria Kent, 2005), Acaso más allá (José Luís Núñez, 2006), El don del unicornio (Ernestina de Champourcín, 2006), El libro negro (Ciudad de San Fernando, 2006), Ángel oblicuo (María Luísa Sierra, Bornos, 2006), Arte de perros (2006) y De piedra y sombra (2006). Ha sido traducida a varios idiomas entre ellos al francés, italiano, ruso y serbio.

Juana Castro Muñoz (Villanueva de Córdoba, 1945) es poeta, articulista y crítica literaria. Este año acaba de recibir el Premio de la Crítica de poesía por sus Cartas de enero, una distinción a la que le siguen otras como el premio 'Periodismo. Imagen de la mujer en los medios de comunicación', que le otorgó el Instituto de la Mujer y el Ministerio de Cultura, por la serie Voz en violeta, artículos publicados en el desaparecido diario La Voz de Córdoba. Castro, Medalla de Oro de Andalucía en 2007, también ha obtenido los premios Carmen de Burgos y Meridiana, del Instituto Andaluz de la Mujer, en reconocimiento a su trayectoria (1998). Su obra ha sido parcialmente traducida al italiano y al inglés.

Nuria Martínez Vernís (Barcelona, 1976) obtuvo los premios Amadeu Oller y el Memorial Anna Dodas con su primer libro de poemas, El acróbata tampoco saldrá ileso (2000), mientras que el segundo libro, ¿Cuántas mentiras hacen una sola verdad? (2003) ganó el Premio Josep M. López-Picó.

Carlos Guerrero (Zamora, 1943) ha obtenido diversas distinciones como el Premio Martín Carpena de relatos (2001), pero los mayores aplausos, con premios y excelentes críticas, las ha obtenido con su último trabajo, Las horas descontadas, que presentó en Ceuta en una actividad organizada por la Biblioteca Pública. Guerrero, que vivió en Ceuta desde los 3 hasta los 12 años, pertenece al movimiento Poetas del mundo y a la Red de Escritores en Español (REMES) y fue el fundador de la revista de poesía Ámbito.

Domingo F. Faílde (Linares, Jaén, 1948), ha obtenido, entre otros, los premios Juan Alcaide (1987), Ciudad de Algeciras (1991), Miguel Hernández (1993), Antonio González de Lama (1994), Cálamo (2003) y Arenal de Sevilla (2004).

María Jesús Fuentes, malagueña de nacimiento y profesora del IES Siete Colinas, obtuvo el premio Ciudad de Coria de relatos con El maleficio de los Bogavante. Ha publicado en revistas y diarios como Minotauro, El Coloquio de los Perros, Ágora (Sevilla), Prima Littera (Madrid), Silencios (Universidad Complutense de Madrid), La Más Bella (Madrid), Salamandria (Almería), Chichimeca (Huelva), Letra Clara (Granada), Extramuros (Granada) o Poesía y Manta (Asociación de Escritores y Artistas Españoles, AEAE, Madrid), así como en obras conjuntas. Es autora de los poemarios Con la vida a cuestas, El dedo índice y La maldita comedia y actualmente dirige la revista literaria Mester de Vandalía.

Fernando Pinto (Lisboa, 1960) es una de las voces más importantes de la lírica lusa de las últimas décadas. Poeta, ensayista, traductor de autores como Borges, Verlaine o Baudelaire, y autor de la letra del Fado da Saudade, incluido en la película de Carlos Saura Fados, por el que recogió el Goya a la mejor canción original, la poesía de Pinto do Amaral se sitúa en un terreno estético próximo al discurso figurativo, aunque sin renunciar a otros ámbitos de su interés.

Tiago Miguel Serrano Pereira Nené, más conocido como Tiago Nené (Tavira, 1982), debutó en el mundo de la poesía en 2007 con el aplaudido Versos Nus.

Maria do Sameiro Barroso (Braga, 1951), licenciada en Filología Alemana y en Medicina y Cirugía, ha ganado el Premio Palabra Ibérica y dos veces (1999 y 2008) el Premio Patrício que otorga la Sociedad Portuguesa de Escritores y Artistas Médicos (SOPEAM)

Khalid Raissouni (Casablanca, 1965), poeta, traductor y colaborador habitual de prestigiosas publicaciones del mundo cultural árabe como Al Quds o Nizwa. Ha traducido a poetas españoles y latinoamericanos como Ángel González, Francisco Brines, Luis Cernuda... Es miembro de la Unión de Escritores Marroquíes y miembro fundador de la Asociación de los Amigos de Lorca.

Mezouar El Idrissi (Tetuán, 1963) es poeta, crítico y traductor. Doctor en Literatura Árabe, miembro de la Unión de los Escritores de Marruecos y miembro fundador de la Asociación de los Amigos de Federico García Lorca y del Foro Observatorio Tánger-Tarifa (FOTT). Entre sus obras cabe destacar su poemario Elegía para la espalda mojada, publicado en árabe y traducido al español. Además ha publicado poemas, traducciones y artículos en revistas españolas (Can Mayor, Luces y Sombras y Tres Orillas), árabes (Voces de Tánger, Nizwa, Nawafid, Al Bayan) y en suplementos culturales de periódicos árabes y marroquíes.


martes, 19 de abril de 2011

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en la revista El Ciervo

Revista El Ciervo, n.º 721, abril de 2011

Por José Corredor-Matheos

Un único día recoge la poesía completa de Jesús Hilario Tundidor, con excepciones que hace notar: buena parte de su primer libro, Río oscuro (1960), y los títulos Mausoleo (1989) y Fue (1997), que "formarán, seguramente, una trilogía integrada por ellos y un tercero, aún por concluir". El conjunto produce la sensación de que se han respetado el espíritu y la letra con que fue escrito, y, con ellos, los distintos momentos psíquicos y circunstanciales correspondientes. No ha rehecho los libros anteriores, ni ha reescrito poemas, aunque —nos dice— ha trabajado de nuevo algunos de ellos en aquellas partes "que estimé precisas". Un único día está conformado por dos volúmenes. Es el primero de ellos, subtitulado Borracho en los propileos, se incluye lo publicado entre 1960 y 1978, y en el segundo, Repaso de un tiempo inmóvil, el periodo 1980-2008.

La poesía de Jesús Hilario Tundidor ha pasado, en las distintas etapas de su evolución, primero por un predominio del sentimiento existencial, propia de los años sesenta, una siguiente etapa, que diría intermedia, en la que el lenguaje cobra un peso especial, por la acumulación de elementos expresivos, tocada en ocasiones de notas surrealistas, para culminar, en su plena madurez, con una manera muy personal, donde el lenguaje, lavado de toda ganga, está al servicio, o por mejor decir, se identifica, con la intuición poética.

Tanto en un nivel profundo de significación como en aspectos puramente formales, se ha mantenido siempre independiente ante todo aquello que pudiera coartar la propia visión del mundo y su expresión artística, de difícil sencillez. "Conmemoro —leemos— el antiguo esplendor de la sencillez". La naturaleza, la vida cotidiana, el amor, la memoria de un tiempo pasado que es sobre todo presente, la sensación del tiempo que pasa y se detiene para el poeta el poema, son sentidos con el recogimiento de quien sabe que la realidad es siempre interior, y que la oscuridad y la luz son los dos rostros con que se nos presenta.

La penetrante visión, de transparente lenguaje, hace notar que los dos últimos libros recogidos en Un único día constituyen "un acertado resumen de los elementos que, libro a libro, se han ido acumulando en el acerbo poético del escritor". Lo que supone, al tiempo que una progresión en el desarrollo de la creatividad, una labor de depuración tanto interior como del lenguaje utilizado.

En nuestro panorama poético, tan rico y frondoso como confuso, la figura y la obra de Jesús Hilario Tundidor destacan por su integridad y un trabajo tan callado y discreto como rico en sus resultados. Un único día confirma la hondura y altura alcanzadas, y el reconocimiento que merecen.

"Obras
sobre lo inmóvil de la vida, buscas
inasequible de eternidad.
Te permaneces. ¿Cómo
sujetar el efímero
valor de los instantes? ¿Dónde
el trofeo del sueño?
Eres culpable y eres
delito y juez, vive
el escaso torpor de la evidencia:
lo ahora, lo que pasa. No juzgues.
Omítete se libre.
Todo es como ese viento
de arena junto al mar, en los pinos.

(vol. II, p. 337).

martes, 29 de marzo de 2011

Reseña de Único día, de Jesús Hilario Tundidor, en ABC


ABC Castilla y León, 28 de marzo de 2011

Una jornada singular

Jesús Hilario Tundidor reúne en una gran antología las dos etapas de su obra poética, repartidas en sendos volúmenes, que no dejan de ser una biografía vital del escritor zamorano

Como anteriormente hiciese con la obra completa —salvo su último libro— de Victoriano Crémer y con la de Antonio Hernández —miembro, por cierto, como el autor que nos ocupa, aunque muy distante de él tanto en estilo como en intención, de una hipotética generación de los 60 que ensombreciera y barriese de los manuales literarios el vendaval novísimo— o aún más recientemente con la del extremeño Basilio Sánchez, la editorial Calambur ha recopilado casi todos los libros de Jesús Hilario Tundidor en un estuche de dos volúmenes, en un claro empeño por recuperar en su conjunto trayectorias fundamentales, aunque no reconocidas como merecen, del panorama lírico actual.

Ya hemos apuntado que en este caso no se trata de la obra total del poeta zamorano, sino más bien de poesía reunida, porque se excluyen, por expreso deseo suyo, Mausoleo, publicado en su día por Devenir, y su último libro, Fue, que abrió la nueva andadura de la límpida colección de la editorial palentina Cálamo. Al parecer, estas dos entregas, junto a otro libro inconcluso, formarán una futura trilogía, otra etapa de su obra. En cambio, por añadidura, el último tomo se cierra con un largo y arrebatado poema en prosa, inédito: El holocausto de los huracanes. Eso sí, están todos sus demás libros; muchos de los cuales vieron la luz en editoriales provinciales y son ya, por tanto, imposibles de encontrar. Como curiosidad, aquí se incluye Tetraedro en el primer volumen, texto que corresponde teóricamente a su período existencialista y sentimental, cuando hasta ahora se adscribía a su segunda época, bajo el signo de la precariedad de la conciencia del hombre actual frente a sí mismo y al otro. Este dato es un indicio de las continuas correcciones, reelaboraciones y ordenamientos a que somete el escritor su producción, en consonancia con el concepto juanramoniano de obra en marcha.

Hay que señalar de entrada que Tundidor, y en esto recuerda mucho a José Hierro o a Claudio Rodríguez, es un poeta a secas, volcado de continuo y exclusivamente en el quehacer lírico; un poeta inspirado, a la antigua usanza romántica, que encuentra en el verso el único recinto de libertad; un poeta para quien persona y obra son términos sinónimos e intercambiables.

Vista así, de nuevo, junta y organizada cronológicamente, su poética destaca, a mi juicio, por dos notas capitales: extrañeza intrínseca y excentricidad respecto a sus coetáneos.

La extrañeza procede, en cuanto al contenido, de la amalgama con que se articulan sus poemas más paradigmáticos, aquellos de media o larga extensión: un realismo de partida que, sin embargo, se orienta hacia lo metafísico; un interrogar retórico compartido con su citado paisano, dirigido casi siempre al terreno ontológico; un hálito existencial, a veces descarnado; y una búsqueda de la trascendencia rabiosamente agarrada a la vida, a la biografía incluso. Esta mezcla de niveles de significado opera en sus registros expresivos más característicos —si bien estamos ante un escritor todo terreno, capaz de un hondo simbolismo y de la certera finura popular; del dominio de los metros clásicos y de un irracionalismo visionario tal vez demasiado abstracto— confiriéndoles una densidad peculiar, como si apostase su existencia entera, apurándola, en cada verso.

De ahí procede el sentido de su mirada, a la vez feroz y compasiva, esa sensación al mismo tiempo hímnica y melancólica, de epifanía y desamparo, que desprende su palabra, como extraída de un duelo en la cumbre entre Eros y Thanatos. Porque, además, Tundidor vuelca su trémula emoción directamente, a borbotones, en crudo, sin eludir lo más escabroso ni olvidar lo más delicado. En cada libro emprende, con el fondo casi constante de lo autobiográfico, una aventura hacia el conocimiento, para indagar en su sustancia. Nada le es ajeno: la casa y el entorno familiar, la pintura, la música, la rosa, el destino, el devenir histórico, la celebración del amor…; todo ello desde una pasión jubilosa que con frecuencia se torna angustia aniquiladora y deviene en reflexión metapoética que la enriquece.

Dotado para el ritmo
Mientras que, en lo que respecta a la forma, su cántico, a menudo en forma de monólogo, presenta una dicción inconfundible: adjetivo montaraz, transposición semántica, hiato imprevisto, yuxtaposición del asombro, enumeración hacia lo maravilloso, quiebro oracional, sintaxis desbocada, subordinaciones tortuosas, hipérbatos de ascendencia barroca, aliteraciones, paralelismos…Estamos, por otra parte, ante un poeta muy dotado para el ritmo, desde la ligereza de la musiquilla tradicional del verso corto asonantado a la apertura sinfónica del metro clásico impar y blanco, cuasiversículo, que llega en ocasiones hasta la prosa poética de raíz modernista.

Estos rasgos temáticos y estilísticos imposibilitan una ubicación concreta de Tundidor. Es más, resulta dudosa hasta su procedencia. Algunos críticos hablan del influjo de Quevedo o Unamuno; otros, por caminos muy divergentes, de Eliot o Baudelaire; hay quienes lo emparientan, incluso, con los místicos. Por mi parte, juzgo muy elocuente –su estirpe, su humus, puede remontarse hasta los presocráticos, y ahí está, presidiendo el primer tomo, Borracho en los propileos —el exergo de Heráclito que aparece en Tetraedro: «todas las cosas se dispersan y se reúnen de nuevo, se aproximan y se alejan»—, como, en efecto, sucede en muchos de sus poemas. En todo caso, de su posición excéntrica, pero destacable, en nuestras letras, da buena cuenta el «inventario» del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, al cuidado de J. Mª. Balcells, que recoge las ponencias del homenaje que se le tributara en su tierra natal en 2005.

En definitiva, Un único día muestra una jornada, en el sentido de las coplas manriqueñas, fructífera, desde el prometedor Adonais al consolidado poeta de hoy, igual de entusiasta, de un lirismo visceral, que muchas veces desarma al lector, libro a libro. No es éste espacio para recorrerlos uno a uno; más de medio siglo de creación ahora nuevamente refundada de manera unitaria. Muestra, al cabo, un instante suficiente, mágico, el testimonio de un poeta torrencial, dionisiaco, inabarcable, pítico, lúdico. Impar.

lunes, 21 de marzo de 2011

Dossier dedicado a Jesús Hilario Tundidor en la revista Tierra de Nadie

Revista Tierra de Nadie n.º 9 (2010-2011)

El último número de la revista Tierra de nadie recoge un extenso dossier dedicado al poeta Jesús Hilario Tundidor. Reproducimos aquí uno de los artículos, el de Louise Milton Bourne, "Salvando los despojos de la memoria: el día poético de Jesús Hilario tundidor".

lunes, 31 de enero de 2011

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en Revista Turia

Revista Turia, n.º 96 (nov. 2010-feb. 2011)

Vigilia germinal de Tundidor

Por Javier Lostalé

"Esta obra es mi vida: Un desafío, pero también una necesidad. Una edificación por el lenguaje. Se construyó cantando lo real como conocimiento y amor, y ordené su consecuencia con la triple arquitectura de la palabra, la inteligencia y el corazón". De este modo resume casi cincuenta años de creación poética Jesús Hilario Tundidor: once libros reunidos este año bajo el título Un único día en dos volúmenes publicados por la editorial Calambur, que el propio poeta ha estructurado, corregido en algunas ocasiones y dotado de una unidad orgánica generada por la propia existencia. No se trata de una Obra Completa en sentido estricto (ninguna lo es hasta la muerte del autor si su pulso no pierde temperatura), porque abarca desde Río oscuro, a parecido en 1960, hasta Las llaves del reino, editado en 2000, más un poema inédito, "Holocausto de los huracanes", que en una visión totalizadora calcifica en el lector todo lo que durante su lectura ha germinado. No se incluyen, en cambio, por su peculiaridad, los libros Mausoleo (1988) ni Fue, publicado en 2007 por Cálamo. Ambos, según afirma Tundidor, formarán una trilogía con otro texto aún no concluso.

Antes de sumergirnos en poemarios en los que la realidad es habitada en sus últimos intersticios, no debemos olvidar que Jesús Hilario Tundidor es uno de los nombres con mayúscula de la generación de los 60, cuya obra, siempre nueva dentro de su unidad, se sustenta en la íntima comunión entre el hombre y la naturaleza y en la incorporación celular, por su encarnación en el ser, del tiempo, la historia y la cultura. El lenguaje es para el poeta zamorano "un hecho antropológico", y la escritura, respiración. Las palabras no sólo son sonidos bellos, sino que generan conciencia, con vehículo de conocimiento a través de un pensamiento fecundante, donde lo instintivo al pasar por el cedazo de la inteligencia s convierte en intuición, como diría Juan Ramón Jiménez. De ahí ese presentimiento que late en su poesía, donde la Naturaleza tiene un carácter constitutivo, pues existe una transfusión sanguínea entre ella y quien la considera como parte de su biología. Y se entabla en sus poemas una lucha dialéctica con el Tiempo en la que intervienen como interlocutores filósofos como Heráclito y Kierkegaard; escritores como Baudelaire, Eliot y Claudio Rodríguez y músicos como su dios Mozart. Un combate en la búsqueda de la inmortalidad desde el estremecimiento producido por la conciencia de la fragilidad de todo que no se queda en aventura solitaria, sino que siempre cuenta con el otro hacia el que observa "un epicúreo sentimiento de piedad", es expresión de Jaime Siles. Y hay, asimismo, en su obra una constante reflexión sobre el hecho poético y su capacidad de alumbramiento y de posesión de las cosas nombrándolas, de la que se deduce su entrega absoluta a la escritura como lugar donde sucede el mundo, se ordena el caos y se produce —afirma Tundidor— "la salvación ontológica". Todo ello se substancia en Un único día en el que la apuesta es total, título común, como dijimos al principio, de los dos tomos en los que se recoge su universo poético, encabezados por un prólogo diáfano de la poeta y narradora Natalia Carbajosa. El primero de los dos volúmenes figura bajo el epígrafe "Borracho en los propileos", denominación de uno de los poemas de Tetraedro, libro incluido en la primer aparte, integrada también por el citado Río oscuro, Junto a mi silencio, Las hoces y los días, En voz baja, Pasiono y Tetraedro.

Síntesis de esta primera parte, y me atrevería a decir que de toda la creación de Tundidor, "Borracho en los propileos" (acceso occidental a la Acrópolis de Atenas), está inspirado en El banquete, de Platón, y narra el ascenso de Sócrates, borracho, en busca del conocimiento, de lo esencial, de la sublimación del amor. Como pensaba Sócrates, el poeta cree que existe una soga que nos ata y nos impide trascender la materia, y que nuestra vida es una bisagra entre la luz y la sombra: "abres las duras, las pesadas puertas de la ciudad, ruge / el cobre o la muerte, la luz sin ya dominio de la sombra, / la bisagra o la vida. (pesado, gordo, austral, / borracho entraba Sócrates). / Abres las duras, las pesadas puertas de la ciudad, nadie / podía comprender: hijo-dolor, callado vientre impuro, falsa / soga del conocer, el bien, ¿el bien allí cantaba? / ¿Era la libertad? ¿O la belleza? Amor, muerte, lujuria ¿nadie / comprendía / la salvación?". Sócrates, a pesar de tanta incomprensión, de tanto dolor y destierro como encierra la vida, de tanta dificultad para reconocerse y ser con los demás, continúa su ascensión o purificación: "Y Sócrates subió, siguió / subiendo, pesado, gordo, austral, siguió /subiendo, subiendo hasta perderse / definitivamente entre las nubes, el espacio y la luz. / No retornó, sabedlo, leyenda es la cicuta".

Con estas claves la escritura de Jesús Hilario Tundidor se llena de horizonte y coloca el pensamiento y el corazón del lector en un alto nivel de tensión, que no cesará a lo largo de un itinerario en compañía del autor hacia el descubrimiento de la verdad de su existencia. Lo hará a través de un lenguaje popular y culto, vanguardista y clásico, sin abandonar nunca un proceso consciente de elaboración artística; a través de lo más íntimo y de lo colectivo; dentro de una plena inserción en lo telúrico; mediante la convivencia de los planos real y onírico; con una música interior desveladora de lo invisible y un cordón umbilical entre la palabra e imagen fundado en la contemplación; con presencias mitológicas y rostros y almas con el humus de la tierra; con una gran carga simbólica provocadora de estados donde reine, pura, la emoción, y una auténtica metafísica del cuerpo femenino. Y desde luego nutrido todo por dos grandes fuerzas: la del amor y la del arte, capaz este último de convertir el instante en eternidad.

El poema en Hilario Tundidor es, además de lo dicho, el lugar de la duda, de la pérdida, de la dicha, de la soledad, de los orígenes, de la resurrección también. En la primera parte, correspondiente al primer volumen "Borracho en los propileos", a la que volvemos tras esta visión global aplicable al conjunto de su poesía reunida, "la materia fundamental unitivia, organizante del libro, es la emoción existencial y sentimental del individuo ante la existencia y lo consuetudinario", en opinión de uno de los principales estudiosos de Tundidor, Pedro Hilario Silva, o como indica el propio Tundidor "la búsqueda del conocimiento y la luz en la emoción de la escritura poética". Algunos versos escogidos esgrafiarán dentro de cada lector lo dormido que despiertan, las sucesivas capas interiores gracias a ellos amanecidas, sin apartarse nunca de esa ascensión hacia la luz en medio de tanta tiniebla que es el conocimiento, a partir siempre de la médula de la realidad. Son meros relámpagos: La carpa de un circo se torna metáfora de la existencia: "Vienen sombras, carátulas, /figuras de oro falso y papel viejo,/barras, trapecios, trampolines, pistas,/la dulce musiquilla del rugido/del hombre… Todo/para un último fin que nadie sabe". Y el corazón engendra el latido entero de la vida: "Dentro / de su volumen cabe / la desesperación y la esperanza, / los ríos en tinieblas y la clara / posesión de la luz (…) Bajo / su sencillez de forma, / en el ámbito /luminoso de su noche serena / reposa, / da principio y concluye / el triste sueño humano". Caben en el corazón las sombras de los amantes: "También en cada esquina/o marco, ¿no lo sientes?, respiran/en nuestro amor enamorado el aire,/ viven, antiguos inmortales, hondos/amantes que desde épocas/remotas llegan hoy zurcidores, continuos,/ continuados, hasta/el homenaje de la luz izada/por no sé qué secreta pulsación de mi sangre (…) Todo/lo grande y lo pequeño, lo victorioso/y lo vencido, siente/en nuestro pecho el claro/deseo de la vida". Flamear de sombras que a través de los años deviene compañía, navegación de alcoba "Dame, María Rosario,/todo el sosiego de tu compañía./Ven, entremos con humildad, tan limpios/como nieve en el aire, en el albor/de la ternura (…) No quieras más. Hermoso/es este instante donde permaneces". Un deseo de inmortalidad alienta, así lo siente el lector, en los versos citados, que en nada contradice las bodas con la realidad de Tundidor, con su pulso más sencillo: "El cenicero, la pequeña llama/ de gas, la corva arquitectura/del tazón, la sombrilla/de otoño. Tan humildes,/tan reciamente cumplidoras, tan/sin patria y de todos: Oíd/su humana/respiración, tocad su viento/ azul, su merecida/amistad y esperanza". Otra patria, España, que en época reciente midió la historia por sus heridas asoma también su rostro en la obra del poeta, y la pregunta es encarnación: "¿Fue necesaria tanta/muerte, tanta cruz, tanto/dolor? Oh, quién te puso/tan pálida, quién clavó en la raíces/más hondas de tu estrella inmortal estremecida/cardos airados, nieblas/ de largo pómulo?". Y en cualquier momento, tan secreta como el alma, los poemas alumbran salvación: la del arte, en concreto la música, y la de la naturaleza: "Entre constelaciones a deriva/se incendiaban los bosques/residenciales de los palcos, la fugaz/permanencia del tiempo./ E igual que agua naciente,/el pensamiento, bajo la cúpula del ánima,/extendía su clámide de amor estremeciéndose/sobre el río y la hondura/del vivir"; o "Y así de pronto me rodean los pinos/bajo el azul intenso de la tarde( que hace amistad, granero e himno". Entusiasmo señala la temperatura lectora en este punto, estado de ánimo que nos conduce al segundo volumen de Un único día, que el autor tituló "Repaso de un tiempo inmóvil", y cuyo contenido como él mismo nos dice, gira sobre "la dialéctica del encuentro del ser y el mundo". Integran este tomo, o segunda parte, Libro de amor para Salónica, Repaso de un tiempo inmóvil, Construcción de la rosa, Tejedora de azar, Las llaves del reino y el ya aludido poema inédito "Holocausto de los huracanes". El lugar donde se produce esa inserción entre el ser y el mundo, son los cinco sentidos del lenguaje, su articulación de la memoria, su gravedad de espacio y tiempo. Lenguaje en su máxima tensión significativa o poesía. palabras que, como en la doctrina platónica, nos permiten llegar a realidades trascendentales o ideas de un universo inteligible. Estamos hablando de creación que se vuelve sobre sí misma en la obra de Tundidor en un proceso de reflexión que desemboca en que lo escrito desaparezca en lo concebido, de tal modo que el poema es la misma vida.

A poner algunos ejemplos sobre lo que decimos, apoyándonos en versos de Construcción de la rosa y Tejedora de azar, dedicaremos las próximas líneas, encabezadas por el intento de definir lo indefinible, convertido sin embargo en alumbramiento: "De que alta mar en ola desprendida,/onda o albor o espuma, el alba/al alma así amanece (…) ¿Quién nos acerca aquella/serenidad con que el despierta el roble, ese/conocimiento/del corazón?". Y tras este intento consumado para habitar lo preexistente: "¿Cómo sin la metáfora/ o el retráctil sentido de la imagen/tocarías el mundo?/Dificultad de ser/en la contemplación, de conocer aquello/que en sí, poema o rosa o vida/contigo, inalcanzable realidad,/preexiste". Ya la construcción de una mirada que venza el tiempo, que le dé profundidad: "Construye donde ya se apresura/el advenimiento solo/en que la breve vida de la rosa yace./No hay tiempo, edifica/el andamio de la contemplación,/el ardor vivo/ en que existe el poema". Mirada, y movimiento de la mano del poeta que siente el peso del mundo en cada palabra: "Toda la cercanía: esta sopresa/ de la semántica, ese tejido de las palabras/con que se dan al mundo, reposa ahí, bajo tu mano./¡Cómo sientes la vibración, el estremecimiento/de la fábula!¿Y qué los nombres sean, y/que los nombres hagan maternidades, limiten/ vida…! (…) poesía esencial, /única, viva, derramada/desde el ser a las cosas, de las cosas/ al ser, convertida en pasión, oh, prometida". Y el papel no es blanca mudez en espera de ser calado por signos, sino que una ciudad en él se levanta dispuesta a ser conquistada por impulsos y avances que en misterio y asombro el creador transforma en materia: "La ciudad/del papel se ofreció al fuego/ y allí empezó la invicta transparencia/de la mañana". Materia única reñida con el espíritu, sino mundo sucesivamente construyéndose, ordenándose, mostrándose y ocultándose, donde el ser racional y emocional se cumple; ámbito de lo real y de lo irreal, de lo visible e invisible formando una misma naturaleza, hasta el punto de que una operación tan abstracta como comprender es "extender una mano, abrir el / fuego, poner los pies en los ojos y andar, andar, andar".

Debo terminar aquí mi invitación hondamente necesaria a la lectura de Un único día, la poesía reunida de Jesús Hilario Tundidor. Lo hago consciente de lo que todavía se podría decir de una obra tan rica semánticamente, tan variada, emocionalmente y solidaria, donde el lector se ve envuelto en una noble energía carnal y espiritual, siempre fundidas. Sólo quisiera como epílogo volver a unos versos del autor zamorano, dirigidos a Mozart, que son recapitulación de una vida: "haber vivido, Wolfgang Amadeus Mozart, es haber navegado / sobre bancos de nieblas y callejas recónditas donde las olas rompen / después de haber cruzado ínsulas y penínsulas, archipiélagos / estremecidos, continentes que arrastran fuerzas fluorescentes / de ensueños / y una nostalgia triste de estrellas en la aurora".

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en la revista Mercurio

Revista Mercurio, n.º 125, noviembre de 2010

La casa del ser
Por Javier Lostalé

La lectura de la obra poética de Jesús Hilario Tundidor, alumbrada entre 1960 y 2008 y reunida en dos volúmenes bajo el título de Un único día por la editorial Calambur, nos abre una vía de conocimiento de nuestra propia existencia mediante poemas desveladores de la médula de lo real, en los que la indagación se asienta tanto en un acto de la inteligencia como en el impulso del corazón. Poemas con las huellas de la historia más reciente, también del transcurrir cotidiano, pero con una aspiración de eternidad, de permanencia, por reflejar el destino humano, a la que sirve un lenguaje que —como preconizaba Heidegger— es “la casa del ser”. Dentro de la palabra tornada conciencia se construye en la obra de Tundidor todo lo vivo, lo que en alma respira, el cuerpo de la verdad y de la duda, la tensión de lo bello. Construcción siempre apasionada con cimientos sociales, culturales, populares y una importante dosis de irracionalismo, sin olvidarnos del carácter igualmente constitutivo que posee la Naturaleza al existir una transfusión sanguínea entre ella y su contemplador.

La lectura de la poesía del escritor zamorano nos implica en la hermosa y responsable tarea de buscar la inmortalidad desde el estremecimiento producido por nuestra fragilidad, que no se queda en aventura solitaria, sino que siempre cuenta con el otro, pues hay en su obra una cálida transpiración solidaria. Y en la lucha dialéctica con el tiempo son nuestros interlocutores, a través del poeta, filósofos como Heráclito y Kierkegaard; escritores como Baudelaire, Eliot y Claudio Rodríguez; o músicos como su dios Mozart.


El título elegido por el autor para acoger su poesía reunida, Un único día, manifiesta hasta qué punto la creación poética es un “único día” al que ha de entregarse en plenitud, en el que se encarna la existencia toda, con el compromiso vital y esponsabilidad que esto comporta. Actitud que el lector, cada uno de nosotros, incorpora a su propia vida transformándola en un deseo de ser en cada momento más allá de lo accidental. Deseo que se irá haciendo realidad mientras nos relacionemos con los once libros y el poema inédito “Holocausto de los huracanes” que albergan los dos volúmenes. El primero, Borracho en los propileos, incluye, tras un transparente prólogo de Natalia Carbajosa y una introducción del propio poeta en la que dice que “esta Obra es un desafío a la vez que una necesidad”, el poema inaugural que da título al primer tomo, donde se sintetiza toda esta primera parte que abarca desde 1960 hasta 1978.Inspirado en El Banquete, de Platón, en él Sócrates asciende en busca del conocimiento, de lo esencial. Esencialidad presente siempre en la poesía de Jesús Hilario Tundidor cualesquiera que sean sus tonos, lo que podemos comprobar en los poemarios recogidos en este primer volumen, entre los que se encuentran “Junto a mi silencio”, “Las hoces y los días”, “Pasiono y Tetraedro”. El segundo volumen intitulado “Repaso de un tiempo inmóvil” reúne libros publicados entre 1980 y 2008,con títulos tan significativos, además del que da nombre al conjunto, como Construcción de la rosa, Tejedora del azar y Las llaves del reino, a los que hay que sumar el ya citado poema inédito “Holocausto de los huracanes”. Quedan fuera Mausoleo y Fue que, con otro poemario en proceso de gestación, formarán una trilogía. Entretanto la lectura de la obra reunida de Tundidor nos hará sentir el lenguaje como un hecho antropológico y escuchar el pulso de la más honda escritura.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en Diario de León

Diario de León (El Filandón), 7 de noviembre de 2010

Toda belleza es siempre compañía

Por José Enrique Martínez

Vocación y trabajo, emoción e inteligencia son palabras que sintetizan uno de los más altos frutos líricos de nuestro tiempo, el edificado por el poeta zamorano Jesús Hilario Tundidor, que ahora podemos abarcar en dos espléndidos volúmenes con el título común de Un único día, que subraya la unidad de fondo de una obra en permanente ejercicio de “superación y trabajo”, como ha escrito el propio poeta. Un único día es la construcción poética de una vida entregada “al entusiasmo y a la verdad”. Escribe el poeta que el libro “ofrece mi visión personal del mundo, mi reflexión sobre la vida que viví y mi esfuerzo por clarificar la emoción del conocimiento que me produjo el acontecer, sus circunstancias y sus experiencias”; pero la vida es fundamentalmente tiempo; un poeta tan esmerado en la edificación de su obra, la ofrece limpia y organizada en su temporalidad, en su evolución. En efecto, los dos volúmenes responden a la consideración de dos grandes etapas en su poesía: la primera, visión existencial de la vida y el mundo, discurre entre 1960-1978 y aparece con un título, Borracho en los propileos, que agrupa los diferentes libros, de Río oscuro (1960) a Tetraedro (1978); la segunda etapa, años 1980-2008, representa la unión inextricable de emoción y leguaje, intuición e inteligencia, y recibe el título de Repaso de un tiempo inmóvil, con obras como Construcción de la rosa (1990) y Las llaves del reino (2000), entre otras. De la recopilación sólo han quedado fuera los dos últimos libros del poeta, Mausoleo (1989) y Fue (2007), que formarán trilogía con otro en preparación.

He releído las novecientas páginas de poesía tundidoriana con dos de los parámetros creativos del poeta, emoción e inteligencia, guiado, como él dice, por “la emoción del conocimiento”, ese saber que no da la ciencia ni la filosofía, sino que brota con el latir del sentimiento. En los libros primeros asoma el tedio vital, la soledad y el cansancio existencial, la muerte, “asentada en nuestra carne”. Pero más que unos temas, interesa subrayar el apego existencial a la vida. La poesía de Tundidor celebra la vida, aunque con la conciencia del dolor y del tiempo, con una conciencia social también. Una palabra resumidora es “amor”. Los cantos de amor a la mujer son formidables. Pero ese amor lo es también a la vida y, destacadamente, a las cosas sencillas (el cenicero, la corva arquitectura del tazón...), a la tierra de sus raíces, humilde y pobre, al hombre modesto, al artesano..., porque la poesía de Tundidor respira honda humanidad. Poemas de envergadura son, por ejemplo, “Oda a una chistera” y “Canto oscuro para un cenicero”, cosas corrientes elevadas a símbolos de contenido humano. Los libros de la segunda etapa se muestran más propicios a la investigación formal y a la indagación intelectual, con una potencia de voz y de movimiento rítmico admirables. Pasión por la belleza y por el conocimiento, razón y entusiasmo. Quiero destacar la fuente interartísica de muchos poemas (música y pintura sobre todo). Un poema como “Monjas a la orilla del mar”, homenaje a Friedrich, es, entre ellos, el que mejor logra fundir la contemplación y la visión poética.


http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=563435

miércoles, 13 de octubre de 2010

Jesús Hilario Tundidor recita poemas en RNE (La estación azul)

La estación azul, Radio Nacional de España, 2 de octubre de 2010

A partir del minuto 30:35, Jesús Hilario Tundidor recita sus poemas y el periodista y poeta Javier Lostalé hace un comentario sobre la obra del autor zamorano.

Jesús Hilario Tundidor (La Estación Azul)



Jesús Hilario Tundidor durante la presentación de su libro
Un único día en el Círculo de Bellas Artes, el 6 de octubre

martes, 14 de septiembre de 2010

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en iCat Radio


El blog de Jordi Cervera, iCat Radio, 29 de julio de 2010

L'editorial Calambur publica "Un único dia", dos volums que recullen tota la producció del poeta de Zamora Jesús Hilario Tundidor.
Nascut l'any 1935, va estudiar magisteri i geografia i història, i es va convertir ben aviat en un poeta força interessant, que ha anat depurant la seva veu fins arribar a assolir un compromís amb tot el que l'envolta, aconseguint una obra sòlida que Natalia Carbajosa, la responsable d'aquesta edició, estructura en dues grans etapes creatives i també vitals.

La primera "Borracho en los propileos" va del 1960 al 1978 i inclou, a més de "Junto a mi silencio", el llibre que li va permetre guanyar el premi Adonais, totes les seves obres inicials, del tot impossibles de trobar. I la segona, agrupada sota el títol de "Repaso de un tiempo inmóvil", va del 1980 al 2008 i recull tota la maduresa sòlida del poeta, aquesta dialèctica entre una imaginació creadora i la realitat de l'home contemporani. El recull, a més, es tanca amb un inèdit "El holocausto de los huracanes" que arrodoneix encara més aquesta mirada panoràmica i exhaustiva al voltant de la seva manera d'entendre la poesia.
"Un único dia", dos volums que inclouen l'obra completa i un inèdit de Jesús Hilario Tundidor. Publica Calambur.

http://blogs.ccrtvi.com/jordicervera.php?itemid=33818

viernes, 10 de septiembre de 2010

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor. Revista Qué Leer

Revista Qué Leer, septiembre de 2010

Aire presocrático

Por Enrique Villagrasa

Un único día (Calambur), de Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 1936), con prólogo de la profesora Natalia Carbajosa, son los dos volúmenes que recogen la poesía (casi toda) de este autor admirable, bajo los títulos Borracho en los propileos (1960-1978) y Repaso de un tiempo inmóvil (1980-2008), donde figura su excepcional poemario Construcción de la rosa (1990). La poesía de Tundidor está fundamentada en su lectura de los presocráticos, con lo cual es beber en la fuente de toda la literatura viva y su visión singular del mundo.

viernes, 2 de julio de 2010

Noticias sobre Un único día, de Jesús Hilario Tundidor

Programa dedicado a Jesús Hilario Tundidor y su obra completa, Un único día (poesía 1960-2008).
Té para tres (RNE), 11 de junio de 2010


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Aquí se puede ver el video grabado por Conoceralautor.com con Jesús Hilario Tundidor habla sobre su obra poética:

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Jesús Hilario Tundidor recibe el Premio de poesía Andrés Quintanilla por la recopilación de su obra poética completa en dos volúmenes bajo el título de Un único día, editado por Calambur:
http://elcastellano.nortecastilla.es/noticias/el-grupo-sarmiento-y-juan-de-banos-entregan-sus-premios

domingo, 13 de junio de 2010

Noticia. Jesús Hilario Tundidor en Radio Clásica



Javier Lostalé habla sobre Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en el programa Té para Tres de Radio Clásica. A partir del minuto 35:10.


Jesús Hilario Tundidor
Un único día
(Poesía 1960-2008)
Calambur Poesía, 108. 2010.
ISBN: 9788483591482. 920 págs. 2 vols. en un estuche. PVP: 50 €