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miércoles, 6 de abril de 2011

Cosmopoética 2011 en Córdoba



Destacamos los actos en los que participarán algunos de los autores publicados por Calambur.

Jueves 7 de abril
20:30 h. Lectura. Homenaje a Góngora I.
Charles Simic (Estados Unidos), Lêdo Ivo (Brasil), Juana Castro, Juan Manuel Bonet.
Presenta: Martín López-Vega
En Museo Arqueológico: Terraza (alternativa en caso de lluvia: Biblioteca del Museo).
Con la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía / Museo Arqueológico de Córdoba.

Viernes 8 de abril
10:30 h. Poesía para la Libertad.
Lectura: Juan Carlos Mestre, Fabián Casas (Argentina), Juan Manuel Roca (Colombia), Fatena al-Gurra (Palestina)
Presenta: Alejandra Vanessa
En Centro Penitenciario Provincial de Córdoba

Sábado 9 de abril
20:30 h. Poesía en la Fundación.
Marcelo Uribe (México), Lêdo Ivo (Brasil), María Rosal, Juan Manuel Roca, Blanca Andreu, Juan Carlos Mestre
Presenta: José María Gala.

Domingo 10 de abril
20:00 h. Lectura de Clausura.
Charles Simic (Estados Unidos), José Manuel Caballero Bonald, Tonino Guerra (Italia), Coral Bracho (México), Cees Nooteboom (Países Bajos), Pilar Paz Pasamar.
En Alcázar de los Reyes Cristianos.
La última sesión poética será un escaparate en el que contemplar a algunos de los mejores poetas del mundo: Charles Simic, José Manuel Caballero Bonald, Tonino Guerra, Coral Bracho, Cees Nooteboom y Pilar Paz Pasamar serán los encargados de poner el verso final de la octava edición de Cosmopoética.
En Fundación Antonio Gala.

martes, 28 de abril de 2009

Reseña: Los niños interiores

ABCD, 12 de abril de 2009

PRELUDIOS DE LA ETERNIDAD

Me apresuro a decirlo. Con Los niños interiores, Pilar Paz Pasamar (Jerez de la Frontera, 1933) culmina y corona, de forma ejemplar, una trayectoria poética marcada por la fidelidad a la memoria, a la celebración de la vida y a la búsqueda de la divinidad. Su primer libro, Mara, publicado a una edad muiy temprena, en 1951, y prologado por Carmen Conde, suscitó elogios de Juan Ramón Jiménez. Con el siguiente, Los buenos días (1954), obtuvo un accésit del Premio Adonais. Después vinieron Ablativo amor (1955), Del abreviado mar (1957), La soledad contigo (1960), Violencia inmóvil (1963), La torre de Babel y otros asuntos (1982, tras un largo periodo de silencio), Textos lapidarios: La dama de Cádiz (1990), Philomena (1994) y Sophía (2003). Bajo el significativo título de El río que no cesa, nos ofreció no hace mucho una antología esencial de su obra, con un interesante epílogo del poeta Manuel Francisco Reina, uno de sus mejores conocederes, que la vincula a la llamada “tradición andalusí”.

PUPILAS DE ESTRENO. Los niños interiores parece dividido en dos partes. La primera, la más extensa y la que da título a todo el libro,  nos habla de la pervivencia de la infancia en el interior de aquellos que saben intuirla y percibirla de alguna manera, como ocurre con los verdaderos poetas, que en el fondo nunca la pierden; de hecho, el auténtico creador se alimenta, hasta el final, de esa mirada inocente (“ya atónitos miramos a las cosas / con pupilas de estreno”) y de esa voz interior. Por eso, la poeta se lamenta del “fracaso escolar” de una vida que, en un principio, estaba llena de posobilidades. “Tu nombre no figura en la lista de accesos / al porvenir. Tú nunca lo tuviste. / Ya te vas, y no estás ni siquiera empezada”. O se dirige a Dios para preguntarle por la inocencia maltratada.

Asimismo, está muy presente la insaciable búsqueda de la divinidad y de la sabiduría mística, que para la autora es algo “que va más allá del conocimineto, de la trascendencia, incluso”. Por lo demás, esa búsqueda de lo eterno no está reñida, en su caso, con su apego a lo cotidiano y al momento presente (“Mi vocación de eterno está, como en el niño, en mi gran amor a lo presente”, leemos en la cita de Juan Ramón Jiménez, que encabeza el libro) ni, desde luego, exige la renuncia al cuerpo o a los placeres que éste nos procura: “El cuerpo, este preludio de lo eterno, / lo siento y toco y miro y me pregunto / si no son demasiadas esas atribuciones / que le otorgamos siendo poca cosa. / Y sin embargo, es a través del cuerpo / con que te reconozco y te comprendo. / El tacto te vocea y te proclama. / En el plaer de la gloria y en el suave / contacto la armonía”.

PAN CON CHOCOLATE

La segunda sección se titula “Externidades” (de nuevo Juan Ramón Jiménez nos da la clave: “¡Qué de iluminaciones de lo exterior!”) y se centra, sobre todo, en la memoria histórica y en la temporalidad. Se inicia con un poema sobre la infancia en la inmediata poguerra, “Todos jugaban a estar muertos”, realmente conmovedor: “Cuando íbamos allí, donde estuvo la guerra / que ya había pasado y no estaba delante / pero sí su vestigio y esqueleto / y un socavón enorme donde había / estallado una bomba y me dijeron / que allí murieron muchos, / se me clavó en la boca el pan con chocolate”. No menos impresionante es “Alambradas”, un poema extenso dividido en varias partes donde la autora nos muestra su preocupación por el sufrimiento y la tragedia humana en muy diversas circunstancias. “La mirada del hijo” y “Dulce oro viejo” abordan, con diferente tono y distinta perspectiva, el inexorable paso del tiempo.

Por último, el libro se cierra con un hermoso poema en prosa, “El día de mañana”, donde el tiempo convencional, cuantitativo y utilitario, aparece abolido y sustituido por un tiempo vivo e interiorizado: “El mar ha sido siempre la gran analogía, la de Dios, y ahora el mar nos ocupa y nos instala en sí y el cielo en él, y el universo en su centro, y el mundo en sus adentros, pero es por obra de la vida, solo la vida queda, la que no es del hoy ni del mañana ni del ayer”. Estamos, pues, ante una poesía sabia y profunda y, al mismo tiempo, apasionada y luminosa; una poesía, en fin, que nace de una voz interior y, a la vez, está muy atenta a lo exterior. No en vano estos poemas son también “preludios de lo eterno”.

LUIS GARCÍA JAMBRINA

miércoles, 2 de julio de 2008

La poeta favorita de Ava Gardner


El País, 6 de junio de 2008

Pilar Paz Pasamar vuelve a Madrid para presentar su nuevo libro, 'Los niños interiores', medio siglo después de que Juan Ramón Jiménez la tildara de "genial"

JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid - 06/06/2008

Una poeta como Dios manda debe tener la intuición afilada. Por eso, a Pilar Paz Pasamar de poco la sirvió que Ava Gardner acudiera a la presentación de su primer libro en Madrid de la mano de Mario Cabré. Se titulaba Mara y aquel puñado de versos deslumbró también a Juan Ramón Jiménez. En una entrevista, el pope de la poesía española le confesó a Ricardo Gullón que se trataba de "una niña genial". Corrían los años cincuenta y aquella chica de Jerez de la Frontera era la dulce promesa de la lírica. Pero fue la intuición, dice ella, quien la apartó de todo aquel ruido. Por eso se fue. Desapareció y volvió a Andalucía: "Algo me decía que allí iba a ser feliz", comenta.

Ayer regresó. Con la misión del hallazgo de sus días dichosos más o menos cumplida, con cuatro hijos, cinco nietos y un nuevo libro debajo del brazo. Se trata de otro poemario que mira a aquella dorada juventud y busca dentro respuestas a preguntas hondas. Se titula Los niños interiores (Calambur) y sus versos atestiguan la madurez y la calidad elevada que intuyeron en su día Juan Ramón, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego o sus compañeros de la ahora conocida como generación del 50.

"Yo fui muy precoz y ellos eran muy golfos. De todas formas, me convertí en la niña que querían proteger. Cuando llegaba la noche y se perdían por las tabernas, a mí me mandaban a casa, con mis padres", recuerda Pilar. No querían por nada del mundo José Caballero Bonald o Fernando Quiñones, sus amigos del alma, que se distrajera. "Lo malo es que también se gastaron en parrandas un dinero que nos envió Juan Ramón desde Puerto Rico para ayudarnos".

Pero nunca se lo tendrá en cuenta. La amistad es sagrada para ella. Como la poesía. O como Dios... Uno de los temas a los que ha dado vueltas y vueltas probando que aquel deslumbramiento de nueva poesía mística intuido en ella por el autor de Platero y yo era cabal. "Para mí es una búsqueda, lo que va más allá del conocimiento, de la trascendencia, incluso". ¿No es dogma entonces? "¡Huy, por Dios, qué va. Él es nuestra libertad, chiquillo!". Pero además de la sombra de los místicos, ha estado atenta a las vanguardias, aunque apartada, ajena a los mundillos. "A mí no me gustaba toda aquella parafernalia, no me iba". Aun así es consciente de que Ava Gardner no ha ido a la presentación de muchos autores de la época. "Vino con Mario Cabré al Ateneo porque él quería ser poeta. No recuerdo ni lo que me dijo, porque yo sólo me veo a mí, como una boba, dándole la mano y mirando a aquella diosa. No he visto una mujer más guapa en mi vida".

Tanto como las estrellas de cine, a Pilar le impresionaban los poetas en carne y verso. Aunque a Juan Ramón nunca le vio, se intercambiaron cartas. "Siete u ocho. Fueron un gran aliento para mí. Imagínate, una jovencita perdida, sin saber si lo que escribía merecía la pena...". A Vicente Aleixandre también quiso conocerle. Nunca olvidará su estampa en Velintonia, aquella casa que fue el refugio de todos los exilios interiores y que tanto está costando salvar de las especulaciones. "Recibía en un sofá, con una mantita sobre las rodillas. Pero desde allí sentado lo dominaba todo: la poesía que se hacía dentro y la del exilio".

Hoy, suele escuchar a todos los jóvenes que la buscan como a una reliquia. Le gusta la poesía que se hace hoy y no le preocupa el futuro. "Como en todos los finales y principios de siglo, parece que se avecina una catástrofe. Pero el mundo no se acaba", dice. Aunque nadie va a poder evitar ciertas transformaciones. "Las nuevas generaciones no serán ajenas a lo que llegue de Internet, los jóvenes poetas de hoy han viajado más, hablan más idiomas y eso se verá reflejado para bien en su poesía. Lo que no deben olvidar es que en sus versos prenda la emoción, el sentimiento, ese pellizco que debe surgir como en el cante".