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viernes, 10 de julio de 2009

Reseña: El jardín de ajenjo


El jardín de ajenjo

Francisco Balbuena

XI Premio Manzanares de Novela

Calambur Narrativa, 2009

ISBN: 9788483591673

296 págs.

18 €



El secreto de la Coca-Cola

Por Dani Ruiz


Fenómenos como el inesperado éxito de Stieg Larsson y su noctámbula trilogía nos conducen una vez más a pensar que El Dorado que supone la confección premeditada de un bestseller es más bien un espejismo, un arcano indescifrable, inasequible y escurridizo a los manuales y los consejos de los talleres de escritura.

Aun así, cabe hacer defensa de algunos recursos que, por mera observación estadística, sí parecen estar dando buenos resultados en las últimas décadas en lo que a literatura crematística se refiere.

El redescubrimiento del pasado, la reescritura de la Historia en clave crítica o conspiratoria o simplemente paranormal acumula ya una larga tradición como abono de best-seller. Desde que gente como Greene, Le Carré, Forsyth o más recientemente Grisham lo impusiera como marca de éxito, la reescritura de la Historia, el ejercicio de mirar de otra forma al pasado, se ha convertido en un recurso bastante solvente para alcanzar la gloria literaria.

Se me ocurren otros muchos: el empleo de un lenguaje directo y sencillo, que abunde en la plasticidad y que tenga resonancias cinematográficas en el tipo de metáforas empleadas; la abundancia de diálogos; un uso comedido pero efectivo del humor; sexo, aunque siempre contenido, sin llegar a la sicalipsis…

Empiezo a identificar, frente a estos patrones clásicos de la factoría de los best-sellers, nuevas tendencias que no están funcionando nada mal en los últimos tiempos. El libro que hoy me toca abunda en una de estas tendencias: el empleo de personajes históricos de gran trascendencia que son incrustados en las tramas de forma meramente tangencial, dando realce, lustre, brillo y aval histórico a historias que realmente deambulan por otros derroteros. Se trata, para entendernos, como si contamos la historia, por ejemplo, de un primo hermano de Mozart que ejerció como serial killer victoriano. El famoso, en este caso Mozart, aparecería en la trama haciendo poco más que cameos, con algunas frases y algunas entradas y salidas que permitirían incrementar el interés por la historia, sin que nos desviáramos en exceso del quid del argumento: las miserias de un asesino en serie con sangre de genio.

En El Jardín de Ajenjo, novela ganadora del XI Premio Río Manzanares de Novela y publicada por Calambur Editorial, Francisco Balbuena apunta maneras de autor de best-seller nato. Y utiliza este recurso referido del cameo de forma bastante certera. En este caso, el personaje célebre invitado determina incluso el escenario espaciotemporal de la novela. Concretamente, la novela transcurre durante el periodo en el que un joven Orson Welles rueda un docudrama en Brasil, en Río de Janeiro, la película It’s All True.

La historia es bastante conocida: en 1940, y guiado por su “política de buena vecindad”, el Gobierno norteamericano de Roosevelt decide poner en marcha una campaña para estrechar vínculos con Sudamérica. Para ello, se cuenta con el apoyo de Hollywood, y de algunos egregios filántropos, como Nelson Rockefeller, a la sazón accionista mayoritario de la RKO en la que el joven Welles ya viene ofreciendo sus servicios. Con Ciudadano Kane recién estrenado, Orson es enviado a Sudamérica, concretamente a México y a Brasil, a fin de que ruede una película con la que promocionar las buenas relaciones entre Yanquilandia y estos países. A caballo entre lo dramático y lo documental, lo cierto es que el guión de It’s All True salta por los aires cuando el ávido Welles se sumerge en la vida tropical. Se suceden los meses sin que del equipo desplazado surja algo de provecho. Después de año y medio de disloque, la RKO obliga a Welles a regresar. Hoy, It’s All True es una de las piezas más míticas del baúl de los proyectos inconclusos del americano.

Sobre este planteamiento, Balbuena plantea una novela con nervio, ágil, enérgica, urgente. Una novela que tiene la capacidad de evocar no ya una época o un paisaje –el tropical-, sino un determinado escenario de ficción bastante transitado por la novela y el cine negro americano. Me refiero al hard boiled, a la vertiente más dura del clásico film noir, que tan popular hicieron personajes como Spade, Marlowe o Archer. Porque ese es, a mi juicio, el logro principal de El Jardín de Ajenjo, un planteamiento de trama dura, plagada de puñetazos, de alcohol seco, de sexo sucio y de incapacidad de redención. Se lee como se ve una película de cine negro de los 40, con humo y con sabor a whisky.

Todo hard boiled tiene su hard boiled man, y el de Francisco Balbuena es un personaje bastante inquietante, como obliga el manual del género: Balboa, un falangista de oscuro pasado que trabaja como matón y como vividor a sueldo en la embajada española en Brasil. Su drama es enamorarse de una judía, que para más inri está casada con un austriaco que además de ser homosexual la degrada y la maltrata, completamente torturado por sus complejos antisemitas. En medio de este cuadro aparece Welles con su equipo, y a Balboa se le encomienda la misión de velar por la seguridad del cineasta durante su estancia en Brasil. Una estancia que comparte ciertos paralelismos con la que debió padecer Coppola durante el rodaje selvático de Apocalipse Now, ya que se convierte en una rueda incesante de excesos en la que Welles, algo caricaturesco —uno de los principales peros de la novela—, se desenvuelve como un animal salvaje e indómito. El cineasta se convierte de este modo en un interesante aderezo para una trama que se mueve fundamentalmente por resortes de pasión, traición y venganza. Todo muy peliculero, muy folletinesco, pero qué quieren que les diga, también tremendamente divertido.

Francisco Balbuena acabará siendo un gran autor de best-seller. Tiene todas las aptitudes y actitudes para ello. Oficio —escribe todos los días cinco horas, y ésta de El jardín de Ajenjo la escribió en tres meses—, buena pluma —un best-seller puede hacer también concesiones a lo brillante a través del estilo, de las imágenes, del ritmo— y buenos enfoques —contar con Welles en su momento vital de mayor ebullición creativa, con el exuberante Carnaval de Río de Janeiro de fondo, y abordando uno de los proyectos inacabados más míticos de la Historia del Cine, abre de por sí un terreno de ficción bastante prometedor—. Gracias a todas estas competencias, Francisco Balbuena ya está rozando el limbo de los grandes premios literarios españoles. Así, aunque casi nadie lo conozca, ha sido finalista de premios como el Azorín, el Ateneo de Sevilla, el Primavera, el Fernando Lara o el Planeta. Sólo queda esperar que su tenacidad no decaiga, y que siga alimentándonos con estos divertimentos, que resultan especialmente agradables y recomendables para la canícula estival. 


http://criticoestado.blogspot.com/2009/07/hacia-la-formula-de-la-coca-cola.html

martes, 9 de junio de 2009

Entrega del XI Premio Río Manzanares de Novela a El jardín de ajenjo

Luis Mateo Díez, presidente del jurado, Francisco Balbuena, ganador del premio, 
y Pilar Martínez, Concejala de Urbanismo del Ayto. de Madrid.

"Madrid, ciudad capital del mundo sin complejos" 


La Feria del Libro de Madrid fue ayer el marco escogido para la entrega del XI Premio Río Manzanares de Novela que en la presente edición ha correspondido a Francisco Balbuena con El jardín de ajenjo. Además de Pilar Martínez, delegada de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, que hizo entrega del galardón, entre los componentes de la mesa se encontraba el presidente del jurado, el académico Luis Mateo Díez. Ambos destacaron la claridad y la rotundidad de la decisión unánime del jurado de este año al conceder el premio y también el acierto al liberar el certamen de las restricciones que lo caracterizaban para que fuera reflejo de la ciudad que lo acoge: Madrid.


Hasta la pasada edición del Premio Río Manzanares de Novela sólo podían concursar novelas cuyo escenario fuera Madrid; ahora el premio ha quedado liberado de ataduras, según palabras de Luis Mateo Díez, quien justificó tal decisión dado que  Madrid es la ciudad más abierta del mundo, ciudad capital del mundo sin complejos y que con ello no se desmiente una tradición.


Abierto es también el espíritu y la dimensión de la novela premiada, prosiguió, abierta a otros escenarios. Destacó, asimismo, la gran solvencia del autor para orquestar toda una amalgama de personajes con historias vitalistas, de aventuras llenas de destinos cruzados en la que aparecen dictadores, pistoleros, gente sin escrúpulos…, gran maestría no sólo para describir los escenarios, sino para escribir sobre ellos y, en definitiva, ofrecer al lector una novela muy bien pergeñada.


El acto continuó con el discurso del autor, quien manifestó orgulloso su condición de madrileño de adopción y que fuera la ciudad en la que se había desarrollado como escritor la que le premiara. Autor muy prolífico en sus letras, afirmó refiriéndose a su persona, aunque todavía no haya tenido su redención, como quizás la tuvo Balboa, uno de los protagonistas de la novela premiada. Es el típico nativo de capricornio. Según todos los astrólogos, los capricornios damos lo mejor de nosotros en la segunda parte de nuestra vida. Es decir, que sólo espero que mi segunda parte sea tan larga como la primera, dijo Balbuena para terminar, porque su objetivo es escribir unas cuarenta novelas más y batir el record de Francisco Ayala. 

martes, 2 de junio de 2009

Entrevista a Francisco Balbuena


Manzanares de Novela con El jardín de ajenjo (Calambur, 2009)

Por María José de Acuña, lunes, 01 de junio de 2009


El jardín de ajenjo es una novela de Francisco Balbuena que retrata el Brasil de la Segunda Guerra Mundial y más concretamente un Río de Janeiro por el que transitan dictadores, políticos con pocos escrúpulos, delincuentes de guante blanco, nazis, judíos liberados de los campos de concentración, vividores y pistoleros. Uno de los protagonistas, Balboa, español, ex anarquista y falangista, es uno de ellos. Vive un azaroso y apasionado romance con una judía, esposa de un antiguo oficial austriaco, amante a su vez de un modelo italiano, que hace importantes negocios en Brasil, apoyado en sus íntimas relaciones con el dictador brasileño Getulio Vargas. Como todos los que les rodean, los amantes guardan un oscuro pasado y viven un presente trepidante, lleno de acechanzas y peligros, de ambiciones y traiciones, en un mundo delirante que se mueve entre los fascismos europeos y los totalitarismos sudamericanos


El Jurado de la XI edición del Premio Río Manzanares de Novela ha optado por galardonar una obra de fuerte carga erótica que plantea historias vitalistas llenas de destinos cruzados, El jardín de ajenjo, publicada por la editorial Calambur.



¿Cómo definirías El jardín de ajenjo en un par de frases?


Una historia de pasiones extremas en una época sobrada de ellas. Aventuras de gente desventurada que se agarra a ilusiones descarnadas como huesos para poder sobrevivir.


La II Guerra Mundial ha servido de inspiración en un sinfín de ocasiones a la literatura. En tu novela retratas personajes descarnados, historias trágicas, familiares y personales con las que consigues acercar el lector al conflicto bélico, ¿cómo te surgió la idea de escribir una historia así?


La novela tiene su origen en un relato erótico, casi pornográfico, que escribí hace mucho sobre los mismos personajes. El caso es que lo dejé en un cajón y me olvidé de él durante un tiempo. Hasta que un día caí en la cuenta de que en esa historia, alargándola y dándole más profundidad, había una gran novela en potencia. Así que me puse a la tarea un verano y, antes de que llegase la caída de la hoja, ya la había concluido tal y como está. Fue una escritura intensa, muy absorbente, aunque tenía a mi favor que redactaba sobre una base sólida, un diamante un bruto que había que pulir, tarea que sólo podía conseguirse agrandando la idea original.


¿Crees que con El jardín de ajenjo el lector se encuentra ante un ejemplo típico de novela negra?


Si entendemos por novela negra aquella que investiga un misterio, a menudo escabroso, y que de camino va retratando entresijos más sórdidos de la sociedad, creo que sí, que El jardín de ajenjo es una novela negra por los cuatro costados. No es una novela negra típica como si aconteciese en Chicago, pero hemos de reconocer que al son de la samba en nada desmerece Río de Janeiro de un arrabal holliniento. Aquí hay no uno sino varios misterios superpuestos que se irán descubriendo por medio de la indagación de los personajes. Y a raíz de ello ante nuestra mirada aparecen sujetos siniestros, una violencia creciente que llega a ser dolorosa para el lector, y una sociedad corrupta de la que parece que nadie puede escapar.


Desde las primeras páginas de El jardín de ajenjo aparece el mismísimo Orson Welles para contextualizar la trama y como homenaje al cine. Se dice que Ciudadano Kane fue capital a la hora de sentar las bases del moderno lenguaje narrativo cinematográfico. ¿Crees que tu novela se podría llevar a la gran pantalla?


Por supuesto que en El jardín de ajenjo hay un película, y de las buenas, de las de toda la vida. Mi estilo de escritura es muy gráfico, no sé si para bien o para mal de la calidad literaria, pero no hay duda que se presta mucho y sin gran esfuerzo a la adaptación del cine. Orson Welles siempre ha sido un artista, y un personaje, que me ha fascinado. Es como un titán que surgió enorme al nacer, que sostuvo el mundo sobre sus hombros de genio, y que luego lo dejó caer sobre nosotros los mortales en una decadencia de décadas que más tenía de autodestructiva que de escasez creativa.


Leyendo tu curriculum, es obvio que has conseguido ser un narrador con mucho oficio, pero, ¿en qué otros géneros literarios te sientes cómodo?


He escrito algunas poesías, cuentos varios de muy distintas extensiones, un ensayo, y unos cuantos guiones para televisión y cine. Digamos que en todas esas modalidades me defiendo aceptablemente, aunque sin duda mi fuerte son las novelas, y, cuanto más largas, mejor.


El amor, con todas sus variables, es una clara constante en tus textos, pero ¿qué otros aspectos de la existencia humana cobran valor simbólico en tu obra?


Una idea fundamental que subyace en mi obra es la reflexión que realizo, a veces muy aventurada y en ocasiones de modo muy poético, acerca de las construcciones mentales que el ser humano pergeña para ilusionarse sobre la vida, para hacérsela más soportable. Más o menos, salvando las distancias, lo que hizo Cervantes con Don Quijote.


Volviendo a El jardín de ajenjo, la historia transcurre en el Brasil de Getulio Vargas que conservó el poder hasta 1945, mantuvo relaciones cordiales con Estados Unidos y le declaró la guerra al Eje. Sin embargo, en la novela el instaurador del Estado Novo se percibe como una figura un tanto pusilánime, (comparado con Franco, uno de los protagonistas lo tacha de “lechón sopero”…)


Getulio Vargas fue un sujeto de cuidado, como todo dictador. Aunque fue un dictador atípico, en el sentido de que no montó un régimen represor espantoso como se estilaba por entonces en Europa. Quiso mantenerse entre dos extremos por medio de un autoritarismo light. La prueba es que conservó en su gabinete a ministros que hubiesen pasado por demócratas en otras latitudes. Tuvo una primera etapa en el poder casi hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Durante un tiempo dudó en apoyar a Estados Unidos en la guerra o, como mínimo, mantenerse neutral llevado por sus simpatías con los alemanes. A diferencia de los argentinos con Perón poco después, supo ver por donde venía el aire de los tiempos y eligió la opción más conveniente para él y Brasil acercándose a las democracias occidentales. Consintió que los Estados Unidos montasen una base aeronaval de lucha contra los submarinos alemanes en Recife a cambio, claro está, de que los americanos abriesen unas cuantas fábricas en Brasil. Incluso mandó una fuerza expedicionaria para ayudar a los aliados en la liberación de Italia. Sin embargo, el ejército no creía que su conversión fuese sincera y le destituyó. Tuvo una segunda etapa de gobierno en los años cincuenta. Pero una serie de escándalos le pusieron en una posición muy precaria de cara a la opinión pública. Entonces, una tarde se encerró en su habitación del palacio de Catete y se pegó un tiro en el corazón. En su testamento echó la culpa de su desventura a los yanquis. En efecto, al lado del sibilino Franco fue un hombre quizá demasiado ingenuo. Franco jamás hubiese estropeado su corazón.


¿Qué escritores han influido en tu obra? ¿Cuáles son tus referentes?


Mis influencias son tan variadas que no podría mencionar nombres de literatos a riesgo de olvidar a muchos. Creo que ningún novelista me ha marcado hasta hacerme emulador suyo. Más bien lo que me ha guiado son obras específicas, y no todo en ellas, de muchísimos autores. A veces creo que adolezco de falta de lecturas de narrativa. Pero también me digo que esa carencia acaso sea una ventaja, en el sentido de que no tengo la creatividad encorsetada por paradigmas o modas, sino que, en base a sólidos fundamentos, me puedo permitir el lujo de ir por donde yo quiera sin espectros como compañía, e incluso innovar.


Teniendo en cuenta que todas tus novelas publicadas han sido galardonadas, ¿qué opinión tienes sobre los premios literarios?


Los premios son una opción tan legítima como otra cualquiera para abrirse camino en el mundo literario. Es más, para los autores no consagrados a menudo se convierte en el único medio de publicación. Y alabados sean aquellos escritores que, a base de premios, demuestran que no pertenecen a cuadras editoriales.


¿Se podría considerar El jardín de ajenjo una novela histórica en vista de la época y de los personajes reales que en ella aparecen?


Hay una teoría que dice que toda novela es histórica si narra hechos que se desarrollan en una época de más de cincuenta años de nosotros en el pasado. En cierto sentido podría decirse que cualquier novela tarde o temprano llega a ser histórica. He escrito varias adrede de este género. El jardín de ajenjo tiene mucha historia, pero, al igual que esas otras obras mías mencionadas, hay un aspecto en ella que se impone, y no es otro que la geografía. Mis personajes y sus aventuras siempre están en movimiento, siempre están haciendo algo a través de una geografía que es como un personaje más. Mis novelas más bien son topográficas desde la mente al corazón.


¿Cómo construyes tus novelas? ¿Te embarcas en ellas sin saber a qué puerto llegarás, o lo tienes muy claro antes de escribir la primera línea?


Previamente a ponerme delante del teclado uso mucho el lápiz y el papel. Y antes del esto debo tener la historia muy clara en la cabeza. Siempre he dicho que el acto creativo tiene mucho que ver con las vacas. Porque en esencia consiste en rumiar ideas hasta que toda una serie de piezas a base de darles vueltas y más vueltas encajan en un cuadro general. En cuanto tengo una idea con su final, ya prácticamente la novela ha cuajado. Tener el final es fundamental, porque es el faro en la lejanía que te va guiando. En El jardín de ajenjo, por ejemplo, estaba convencido que el final debía ser muy sutil, de una ambigüedad calculada, a prueba de los lectores más perspicaces.




También hemos recibido este enlace con un vídeo dedicado a nuestro título "El jardín de ajenjo", de Francisco Balbuena, ganador del XI Premio río Manzanares de novela. Agradecemos al autor del vídeo la atención dedicada al libro, al escritor y al premio, sobre todo porque Calambur ha sido en todo momento ajena a este espontáneo proyecto promocional.

viernes, 29 de mayo de 2009

Novedad Narrativa: El jardín de ajenjo


Francisco Balbuena
El jardín de ajenjo
XI Premio Manzanares de Novela
Narrativa, 45. 2009
ISBN: 9788483591673
296 págs. 18 €
Edición tapa dura.

Brasil durante la II Guerra Mundial es el escenario de esta historia convulsa donde se cruzan dictadores, políticos con pocos escrúpulos, nazis, judíos liberados de campos de concentración, pistoleros y vividores de diversa calaña. Uno de estos vividores, español y falangista, vive un azaroso y apasionado romance con una judía, esposa de un antiguo oficial
austríaco, amante a su vez de un modelo italiano que hace importantes negocios en Brasil. Además, se suma a este cuadro el joven y afamado director de cine Orson Welles.
Todos estos personajes viven un presente agitado, de ambiciones y peligros, de traiciones y venganzas, acechados por las sombras de un oscuro pasado, en el contexto histórico de los fascismos europeos y las dictaduras latinoamericanas.

El jurado del XI Premio Río Manzanares de Novela, presidido por el académico Luis Mateo Díez, ha valorado que la obra ganadora «plantea unas historias vitalistas y aventureras llenas de destinos cruzados y apasionantes retratos de época».

Francisco Balbuena (Jaén, 1966), licenciado en Ciencias de la Información, ha ganado anteriormente el IV Premio de Novela «Ciudad de Badajoz» con Portentos de ultramar, y el IX Premio de Novela «Francisco García Pavón» de Tomelloso con El oráculo de la tortuga. Ha sido finalista de diversos premios como el Azorín, el del Ateneo de Sevilla, el Primavera, el Fernando Lara o el Planeta.