jueves, 31 de marzo de 2011
Entrevista a Javier Villán
miércoles, 30 de marzo de 2011
Homenaje a Paca Aguirre en Getafe
martes, 29 de marzo de 2011
Presentación en Jerez del poemario Las calles de la lluvia, de Pepa Caro
Jueves 31 de marzo
Reseña de Único día, de Jesús Hilario Tundidor, en ABC
Entrevista a Javier Lostalé en ABC
lunes, 28 de marzo de 2011
Presentación de Vísteme de largo en Ámbito Cultural (Madrid)
Jueves, 31 de marzo, 19 h.
Presentación del poemario
Vísteme de largo
de Cecilia Quílez (Calambur Editorial)
Ámbito Cultural (7ª planta de El Corte Inglés, Serrano, 52)
Intervendrán junto a la autora,
Ramón Pernas como director de Ámbito Cultural
y la poeta Nuria Ruiz de Viñaspre
Vísteme de largo es la apuesta por romper los tópicos, morder el hueso, hilvanar las lágrimas, seducir y crecer, amar y crecer, fracasar y crecer… la vida que transcurre. Si miras a través de las páginas, encontrarás un paisaje en femenino, una visión en la que reconocerte para asumir el propio paso, el torpe tropiezo, la ambición por beberse el ahora y apurar las ganas. Poesía al límite de un latido, justo antes de quedarse sin aliento.
Cecilia Quílez (Algeciras, Cádiz) es una poeta a la que avalan los sueños —que toman forma en tres libros, La posada del dragón (2002), Un mal ácido(2006, mención especial del premio «Francisco de Quevedo») y El cuarto día (2008)—, mil noches de insomnio y un gesto de rabia. Su universo poético crece como las ondas que provoca en el agua el choque de una piedra, como un marco barroco decorado con ángeles y vísceras en cuyo centro está el espejo que refleja el tránsito de una mueca.
Ana Martín Puigpelat
Comunicación a los libreros
Polígono Camporroso
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viernes, 25 de marzo de 2011
miércoles, 23 de marzo de 2011
Reseña de Especímenes tipográficos españoles, de Albert Corbeto, en La Vanguardia
Lectura de Javier Lostalé en Zaragoza
Javier Lostalé (Madrid, 1942) fue profesional de Radio Nacional de España durante 36 años. Presentador del programa cultural El Ojo Crítico a comienzos de los años noventa y codirector con Ignacio Elguero del espacio de poesía La Estación Azul, su dedicación a la cultura le hizo merecedor de los premios «Ondas» y Nacional al Fo mento de la Lectura a través de los medios de comunicación. Como poeta, formó parte en 1971 de la antología Espejo del amor y de la muerte, al lado de L. A. de Cuenca, L. A. de Villena, E. Calvo y R. Mayrata. En 2002 publicó en Calambur su poesía reunida hasta ese momento bajo el título La rosa inclinada, en la que se incluyen los libros Jimmy, Jimmy, Figura en el Paseo Marítimo, La rosa inclinada (Premio Juan de Baños), Hondo es el resplandor y La estación azul (Premio «Francisco de Quevedo» 2003). Es autor también de las antologías: Antología del mar y la noche (de poemas de Vicente Aleixandre) y Edad presente. Poesía cordobesa para el siglo XXI. Pertenece a la Academia Castellano-Leonesa de Poesía.
Tormenta transparente es una reflexión sobre el amor, su imposibilidad y su pérdida, en la que más allá de la criatura sin nombre que late en todos los poemas, el lector sentirá lo que sucede en el interior de quien ha hecho de la entrega a un ser su destino, su «tormenta transparente», porque no llega a desatarse, aunque todo arde en la aparente quietud. En realidad, se trata de un canto al amor que no deja de brillar en el desamor. Un pensamiento encarnado, táctil, y una pasión contenida prestan a este poemario una hondura y emoción difícilmente olvidables. Lostalé alcanza en este libro su voz más plena y confirma la singularidad e importancia de su obra dentro de su generación.
Entrevista a Javier Villán en El Cultural (El Mundo)
Reseña de La experiencia de la memoria, de Joaquín Benito de Lucas, en Revista de las Letras
Revista República de las Letras, n.º 120
LA EXPERIENCIA DE LA MEMORIA, de Joaquín Benito de Lucas
Joaquín Benito de Lucas es, esencialmente, un poeta de la memoria, cuya obra está marcada por lo que él mismo llama “la tiranía del regreso”, y cuya voz discurre fluvialmente hacia un reino antiguo que fue el de su infancia. De ahí lo oportuno del título de este libro, La experiencia de la memoria (1957 - 2009), que reúne en dos volúmentes la larga trayectoria lírica del poeta y que aparece publicada por Editorial Calambur.
Los senderos abiertos (escrito en el 57 aunque publicado en 2007), Las tentaciones (1964), Materia de Olvido (1968) y Kz (Campo de concentración) (1970) son los cuatro primeros libros de Joaquín Benito de Lucas, en los que de una u otra forma, aparece el nexo común que es el desarraigo, motivado siempre por alguna circunstancia biográfica del poeta. En todos ellos se manifiesta de algún modo un sentimiento de exiliado, ya sea motivado por su estancia en Oriente Medio —Las tentaciones—, ya sea por el abandono de la patria de su infancia, Talavera —Materia de olvido—, o ya por sus años vividos en Berlín —KZ (Campo de concentración). Pero será Materia de olvido el libro a partir del cual la voz del agua, como símbolo de la memoria, se convierte ya en uno de los motivos medulares de su lirica, y en un signo emblemático de su pasado.
De los ámbitos oníricos hacia el ámbito del amor
Plancton (1976) se construye también sobre el tema de la memoria, pero con él se entreteje un motivo nuevo: el de los sueños, el de las imágenes oníricas concebidas como un modo diferente de conocer, interpretar o incluso revivir la realidad. Por su parte, Memorial del viento (1978) es una obra de temática diversa que aglutina poemas en homenaje a escritores o amigos, si bien presentan como nexo un sutil hilo conductor que no es sino una idéntica actitud solidaria con aquellos seres que han sido condenados al sufrimiento o a la muerte. Con un acento sereno y compasivo, pero doliente siempre, el poeta muestra su irrenunciable compromiso con la verdad y la justicia, y se solidariza con todas aquellas criaturas que han sido sometidas a un “duro destino” y que, como el propio Cervantes, lucharon ”contra tanta injusticia, contra tanta mentira”.
Antinomia y Campo de espuma son dos libros escritos simultáneamente y también publicados en el mismo año, 1983, de ahí que giren en torno a una temática, una estética y una atmósfera comunes. Se trata, en realidad, de una misma obra dual, concebida como una amplia reflexión sobre el amor y el desamor, o sobre la pasión y el olvido, aunque en ambos libros el sentimiento amoroso es abordado desde diferentes perspectivas. En Antinomia el poeta cede la voz a los personajes de La Celestina, y en Campo de espuma entona su cántico desde el punto de vista de la primera persona. Diálogo y monólogo son, en consecuencia, las diferentes técnicas con las que Joaquín Benito de Lucas elabora su reflexión lírica.
En 1987, con La sombra ante el espejo, Benito de Lucas vuelve su mirada y su mundo creativo hacia el tema esencial de su lírica, el de la infancia. Como si avanzara a impulsos de su propia nostalgia, el poeta acaba volviendo los ojos a su patria talaverana, al tiempo muerto de sus recuerdos y a la música de su río, que es la de su niñez. Y esto, en el fondo, tal vez lo haga por la razón que le escuchamos en el poema “Brindis de la amistad”: “Porque queremos/ ser felices/ bebemos de la infancia,/ evocamos escenas/ que apenas la memoria reconoce”.
Hacia los ámbitos de la memoria
Tras La sombra ante el espejo, Benito de Lucas publica tres títulos, un tanto alejados de sus preocupaciones habituales, pero en los que parece reflejarse un mismo espíritu de búsqueda. Antes de reencontrarse con el mundo que ya se había manifestado en Materia de olvido, la lírica del poeta talaverano se remansa y se diversifica como si pretendiera buscar nuevos acentos y nuevas direcciones en su universo poético. Regresa a la temática amorosa de Campo de espuma para abandonarla acto seguido, explora los tenebrosos ámbitos del dolor y la soledad, o se adentra en las reflexiones metapoéticas en Dolor a solas (1991); y posteriormente busca en el viaje un pretexto para construir una peculiar metafísica de los sentidos en Invitación al viaje (1995). Diferentes maneras de la búsqueda que sirven de preámbulo al bloque final y más representativo de su obra, configurado por su tetralogía de la memoria.
En Álbum de familia (2000), La mirada inocente (2003), El reino de la niñez (2006) y La escritura indeleble (2009), Joaquín Benito de Lucas vuelve a reencontrarse con su propia voz y sus propios recuerdos. Álbum de familia es el libro de un regreso, un libro donde el poeta retorna a un ámbito y a un tiempo que ya no le pertenecen, a un lugar en donde ya nadie le espera, salvo el río, que se detiene para acogerle entre sus orillas maternales. El poeta vuelve, después de tantos años, a un lugar despoblado por el que sólo deambulan las sombras muertas de un ayer irrecuperable.
La mirada inocente viene a ser una página nueva de ese “álbum” de la memoria que el autor había trazado ya en su libro anterior. La mirada del niño, que es la mirada de la inocencia y la ternura, sigue poniendo ante nuestros ojos sensaciones de ayer, evocaciones de un pasado que oscila entre la felicidad y la pesadilla, entre la ilusión y el desamparo.
A lo largo de La mirada inocente, el poeta nos ofrece un emotivo daguerrotipo, en colores grises y desleídos, de esa época en la que transcurrió su infancia, “en esos años turbulentos/ de mil novecientos cuarenta y tantos”, en aquellos “años oscuros, años perdidos, años muertos…” que a él y a los de su generación les tocó vivir. Unos años oscuros marcados por el fantasma del hambre y el racionamiento, la tos y la tuberculosis, en los que vemos, como si se tratara de fotografías muy antiguas, a un niño prematuramente incorporado al mundo de los adultos, trabajando con apenas doce años en una barbería, o aprendiendo sus primeras lecciones o sus primeras lecturas en escuelas frías y tristes donde difícilmente se aprendía la verdad de la vida.
El reino de la niñez viene a ofrecernos, desde diferente perspectiva, el mismo tema en torno al cual giraban los dos libros anteriores. Dentro de un formato y un estilo que parece concebido “para niños de todas las edades”, lo que Joaquín Benito de Lucas nos presenta es una nueva imagen de ese “Paraíso de la infancia” al que se alude en el título que sirve de pórtico general al libro. Visión edénica de un mundo en el que aún existía la inocencia original y en el que aún no había instalado sus garras el dolor .
La escritura indeleble (2009) completa ese ahondamiento en los ámbitos de la memoria, donde a veces la infancia se concibe como un recinto protector y balsámico que ahuyenta las sombras interiores del poeta; y a la recuperación de sus ruinas no se enfrenta el autor como si realizase una mera tarea arqueológica, sino que los restos de aquel naufragio aún perviven y se proyectan sobre el hombre actual, alimentándolo. De ahí la ternura que rebosan algunos de sus poemas, escritos en un tono conversacional y narrativo, con apenas concesiones a la retórica.
Sin embargo el poemario, que comienza con la visión ilusionada y casi mágica de una infancia cuya luz proporciona protección y consuelo, va poco a poco convirtiéndose en una reflexión amarga y descarnada sobre la enfermedad, sobre el sufrimiento y el dolor y, finalmente, sobre la muerte. Una visión desolada y elegíaca a través de la que el poeta concibe la vida “como un campo de batalla”, y desde semejante perspectiva contempla la vida con el desgarro más profundo y con la viva quemazón de “una angustia seca y sin consuelo”.
Poemas de un reino perdido pero reconquistado poéticamente, vidas que se fueron, voces y rostros desdibujados ya entre la niebla, pero que el poeta ha salvado y ha dejado escritos no con la pluma sino con su propia carne y con la tinta indeleble de los recuerdos. Así el poeta deja escrita su voz, tal vez con la esperanza de que sea lo único que sobreviva al fin en el terrible naufragio del tiempo y de las cosas. Y como él mismo asegura, citando unos versos suyos de Álbum de familia, esa voz “ni importa quien la escuche o quien la lea. / Su escritura indeleble/ queda en la arena como testimonio”.
martes, 22 de marzo de 2011
Imágenes del recital de Cecilia Quílez en el Jardín Botánico
lunes, 21 de marzo de 2011
Dossier dedicado a Jesús Hilario Tundidor en la revista Tierra de Nadie
viernes, 18 de marzo de 2011
Reseña de Tormenta transparente, de Javier Lostalé
Blog de Manuel López Azorín
Javier Lostalé y suTormenta transparente. Entre el gozo del Amor y el dolor de lo amado
Javier Lostalé (Madrid, 1942), estudió Derecho pero su vida profesional ha transcurrido en Radio Nacional de España hasta su jubilación. Allí presentó el programa cultural El ojo crítico, igualmente, junto con Ignacio Elguero, codirigió La estación azul y, aunque retirado ya, continúa colaborando con este programe cuyo título se tomó de un poemario suyo en prosa.
Siempre se he dedicado a la promoción de la lectura y a la difusión de la poesía en general. Muchos poetas han sido “promocionados” o difundidos por Javier a través de las ondas. Tantos que la poesía de Lostalé parecía quedar relegada a una actividad secundaria para él. Por esta razón, podría decirse que es un poeta más conocido por su faceta de animador cultural y difusor de poesía en los medios de comunicación que por la suya propia, pero también es cierto que, entre los jóvenes poetas, su influencia es considerable.
Tormenta Transparente, su último libro (Calambur, 2010), según nos dice, supongo que el propio autor, en la solapa interior, es una reflexión sobre el amor, su imposibilidad y su pérdida, en la que más allá de la criatura sin nombre que late en todos los poemas, el lector sentirá lo que sucede en el interior de quien ha hecho de la entrega a un ser su destino, su «tormenta transparente», porque no llega a desatarse, aunque todo arde en la aparente quietud.. Y, ya leído, puedo asegurar que efectivamente, este místico laico que es Javier Lostalé nos ofrece un canto al amor y al desamor en un poemario que nos habla de la pérdida y de la ausencia o de la imposibilidad de amar y de ser amado. Un libro, en fin, de deseo, de anhelo, de amor con todo lo que el Amor conlleva.
El título refleja muy bien el entramado ya que en el libro se produce una”Tormenta” que es la del amor. Un amor ya de ausencia y por tanto de memoria, de pensamiento más que de hecho, y a través de “visiones tranparentes” que tan pronto se duelen del amor, como del gozo de la pasión del Amor, que sólo se produce en sus palabras. Y aquí oigo ahora, además de otros, los ecos del inolvidable San Juan de la Cruz; pero sin mística religiosa, sólo anhelo, deseo, amor y desamor para este canto de luz y de sombra. Un libro del que Lostalé dice:aunque el libro pueda parecer una despedida del amor, no es así exactamente. De ahí la cita de René Char que abre este libro: El poema es el amor realizado del deseo que sigue siendo deseo.
La andadura poética de Lostalé —en solitario— llegó con la publicación del libro Jimmy, Jimmy (1976. Reeditado en el 2000), al que siguieron Figura en el paseo marítimo (1981), La rosa inclinada (1995), Hondo es el resplandor (1998). Estos libros fueron recogidos (acompañados el inédito, entonces La estación azul) en La Rosa Inclinada (Calambur, 2002) y en ellos se percibe entre las sombras de las palabras que preservan los años, el joven clamor del amor, y de su sombra, el desnudo fulgor de la luz del deseo, y de su sombra, y se perciben igualmente ecos de Vicente Aleixandre, de Cernuda, de Salinas, entre otros, y yo particularmente creo que también de Brines y Pablo García Baena. Ecos de tan inmensos poetas es, me parece a mí, un marchamo de calidad en la poesía de este hombre observador y tímido, de apariencia frágil, del que en muchas ocasiones me dijo Fina de Calderón que era tan buena persona y tan discreto que siempre se podía confiar en él y yo estaba de acuerdo.
Recuerdo la primera vez que coincidí con él, fue en la Tertulia Literaria Hispanoamericana de Rafael Montesinos, en Cultura Hispánica, y recuerdo que estaba entrevistando a una muy buena poeta llamada Encarnación Pisonero. Recuerdo igualmente que la impresión que me produjo fue de un hombre tímido, amable, educado, misterioso, observador.
En La rosa inclinada, en el poema confesión nos dice Javier Lostalé a modo de poética: Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de amor, el escenario de unas horas de deseo. Escribo porque están conmigo los que ya nunca estarán, porque bajo al mar desde la mesa donde apoyo la cuartilla y me quedo quieto en la memoria de un cuerpo, y prolongo unas voces hasta perder la noción del tiempo (días y años juntos, apretados en un instante que me deja sin defensa). Escribo porque al abrir el seno de una palabra encuentro la iluminación última del beso, porque pronuncio a solas mi única verdad: ésa que después desmiento con mi vida. Escribo porque hay un llanto íntimo que me purifica desde que comienzo a hacer signos en el papel, porque poseo las cosas desde su respiración humana y puedo habitar aquello de lo que fui desterrado. Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical, para tener lo que no tengo y escuchar lo que nunca me dijeron. Escribo porque nunca fue más bello el engaño.
Javier Lostalé Tal vez escribe para alumbrarse, entre palabras de sombra y desencanto,entre el gozo del Amor y el dolor de lo amado, esta vida dura, que lo es, frente a la fragilidad y la decepción, no del Amor, sino de lo que se ama. En este nuevo libro, su voz, me parece a mí, llega más sombría, más triste, como conformada a la imposibilidad del Amor. Quizá por ello esta cita de Jules Renard: He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas.
Hay en Lostalé algo de misterio, de enmascaramiento y de fragilidad, al menos así lo percibo yo, es como un aire de dulce tranquilidad, y al tiempo de desamparo, un aire como de reserva, de preservación, un aire que al verle alejarse me deja siempre como si se quedase flotando un misterio, un no sé qué que queda...La última vez que nos vimos fue en el Salón de Columnas del Palacio Real. Juntos nos sentaron y juntos escuchamos las precisas y emocionadas palabras de nuestro admirado amigo Francisco Brines que respondía a la entrega de su Premio de Poesía Hispanoamericano Reina Sofía.
Javier Lostalé elabora la palabra con precisión, con lentitud y, desde su corazón y pensamiento, la deposita, luego del papel, en la vida. Ahora, según me cuenta, anda escribiendo más.
Este libro, Tormenta transparente, es el que canta al Amor y llora al amor. Un libro que nos lleva al Fernando Pessoa fingidor cuando dice: Que de tal manera miente / que hace ver que no es verdad / el dolor que en verdad siente. El canto al Amor y la elegía al amor son el fingimiento de un acercamiento a lo general, a lo colectivo con el propósito de evitar la confesionalidad, lo íntimo y acierta en cuanto a hacer un discurso colectivo donde el lector va a sentir con intensidad emocionada, tal vez, aspectos de sus propias vivencias: Nunca fue más bello el engaño.
En alguna parte leí que Javier Lostalé es un poeta cuya obra se encuadra dentro del movimiento novísimo; pero, aunque este poeta se inició en 1971con una antología de Vicente Aleixandre, titulada Espejo del amor y de la muerte, y lo hizo junto a poetas como Luis Antonio de Villena y Luis Alberto de Cuenca, entre otros, su andadura poética ha caminado siempre fuera de corrientes y modas. Hace ya muchos años en relación al mundo de la poesía me dijo Antonio Gala: Lo mejor es ir, por libre, de francotirador. Javier Lostalé ha caminado así. Con los francotiradores existe el inconveniente de parecer que no se es cuando no se está inmerso en un grupo, una corriente, etc.; pero el que es poeta, lo es aunque no esté.
Javier Lostalé nos deja, con esta Tormenta transparente, un hermoso libro en el que su enmascarada y lírica palabra poética roza la luminosa luz de la Poesía.