lunes, 25 de octubre de 2010
jueves, 21 de octubre de 2010
Reseña de Bajo la piel, los días, de Eduardo Moga, en Koult.es
Koult.es
Por José Luis Gómez Toré
Si la aventura juanramoniana persigue una transfiguración de todo lo real en poesía a través de la conciencia lírica, la escritura de Moga, una vez revelado lo quimérico de la meta del poeta de Moguer (y de poéticas similares), opta por el camino opuesto: no purificar la experiencia mediante su idealización, sino dejar que la poesía se contamine con la huella de todos los lenguajes, de todas las vivencias, incluso aquellas que ciertos tópicos no arrumbados del todo consideran antipoéticas (habrá todavía quien tache de prosaísmo el aparente impudor con el que el poeta habla de la masturbación o del acto de defecar). La elección de la prosa (una prosa que conserva toda la tensión y la exigencia de la escritura en verso) no resulta en este sentido casual. El doble cauce elegido, el de la prosa y el del diario poético (en absoluto, sistemático, pues voluntariamente se renuncia a una temporalización precisa), implica optar por una escritura libre, por un espacio textual no delimitado previamente, en el que cabe toda la prosa del mundo. Y quizá no esté de más recordar el origen hegeliano de esta última expresión, ya que la estética de Hegel señala como uno de los caminos para ese después en el que todavía vivimos, que supone la muerte del arte como absoluto, la recreación artística de lo contingente y azaroso de la existencia. En palabras de Moga, se trata de “impregnar la realidad de palabra, y la palabra de realidad; arrancar poesía de lo anodino, de lo incomprensible, de lo abyecto; y hacerlo siempre en la espinosa intemperie del enunciado”. Esta voluntad explícita de impureza emparenta Bajo la piel, los días con obras recientemente aparecidas como Estancia de Sergio Gaspar, compañero de aventuras editoriales de Moga y que aparece citado en estas páginas.
Por otra parte, la presencia del azar y de las asociaciones libres que convierten el monólogo lírico a menudo en un flujo de conciencia, así como esa voluntad de impregnar todo de poesía, evocan por momentos la aventura surrealista. Sin embargo, no encontraremos aquí la pretensión mesiánica de que el arte sea capaz de transformar el mundo como tampoco el autor traspasa, aunque sí bordea en ocasiones, la arriesgada línea de la escritura automática. Con todo, hay al mismo tiempo un esfuerzo por poner entre paréntesis la intencionalidad del decir literario, abriendo el discurso al papel del azar en la propia vida y en la propia escritura: “Mi primer impulso es suprimir la repetición, pero decido respetarla: ¿por qué debería ocultar que el poema versa sobre el acto de escribir, es decir, que no tengo nada que decir sino lo que digo? ¿Por qué erradicar las redundancias, los pleonasmos, los tartamudeos, como si fuera un deber higiénico, si la reiteración nos define: palpitamos, balbuceamos, ardemos?”.
La presencia de lo testimonial se orienta en este libro (y en este sentido no resulta ocioso nombrar al ya citado Gaspar o a Bukowski, a quien Moga ha traducido) más hacia lo que se ha denominado realismo sucio que a la llamada poesía de la experiencia (es significativo, al respecto, el escaso entusiasmo que le provoca Gil de Biedma, uno de los referentes de dicha poética). Y no obstante, el poeta no deja de mostrar, en este mismo libro, sus reticencias frente al realismo sucio como escuela, como frente a todo intento por parte de cualquier estética de erigirse en escuela u ortodoxia poética. Por eso, Moga simplemente obvia la absurda oposición, que se dio en ciertas zonas de nuestra historia literaria reciente, entre poetización de la experiencia y extrañamiento del lenguaje. El protagonismo de la escritura es aquí absoluto, hasta el punto de que el yo, presentado sin asomo alguno de idealización, se convierte en un extraño para la propia voz que habla, desde la conciencia de un sujeto que es menos el amo del discurso que aquello que es hablado por la lengua, la encrucijada de múltiples lenguajes. Evidentemente, no estamos ante un diario al uso, pues el yo cede el primer puesto a la escritura (tal vez porque sólo el acto de escribir otorga una precaria ilusión de unidad al sujeto): “Quiero empujar al poema, pero el poema opone el peso de su inexistencia. Es un peso poderoso, difícil de trasegar. Recurro a lo ajeno al poema: a mí, que lo urge a abandonar su condición de objeto nonato; o a su propio hacerse: al silencio que lo enloda, al troquel de su vacío. El poema no ha de contener nada, salvo su propio aliento”.
Junto al protagonismo del lenguaje, hay que señalar el del cuerpo, presencia obsesiva que, como el habla, hace oscilar al yo lírico entre la identificación y el extrañamiento. El yo es antes que nada un cuerpo que habla, pero precisamente porque es conciencia y lenguaje, el cuerpo que se es se convierte también en una figura enigmática, desde la dimensión especular que introduce la palabra. Los textos de este libro, atravesados de una aguda conciencia temporal, nos sitúan una y otra vez ante la experiencia del despojamiento que supone el simple correr de los días. Y sin embargo, ni la mirada desencantada del poeta ni el caótico paisaje de la existencia borran la seducción poética de una escritura, que sin idealizaciones ni falsas componendas, no renuncia a decir lo vivido, y en ese decir, afirma su precaria verdad: “Y sobrevivo, fugazmente, en la duda y la alegría”.
http://www.koult.es/2010/10/eduardo-moga-bajo-la-piel-los-dias/
martes, 19 de octubre de 2010
Lecturas de Javier Lostalé en Madrid y Málaga, 19 y 20 de octubre de 2010
Noticia sobre Eduardo Moga en Notodo.com
Es probable que el tiempo haya envejecido muchos poemas de Yeats o que algunos sólo conserven un interés local; pero cualquier lector con un mínimo de sensibilidad encontrará otras mil ocasiones para sentirse conmovido al leer Rumbo a Bizancio, Un aviador irlandés prevé su muerte, Leda y el cisne y muchos otros. Y ahora los pueden leer, además, en esta magnífica edición bilingüe que comprime sus ochocientas páginas hasta volverla tan manejable como un libro de bolsillo, sin que eso reduzca su legibilidad. Respecto a asombrosa la poesía deEduardo Moga es, a la vez, radicalmente realista y matérica (en su poesía hay sexo, niños, enfermedad, reuniones con amigos y familiares, rutina y trabajo, fluidos corporales y páginas de periódicos, todo eso que llamamos vida)y metafísica, aunque el objeto de su indagaciones no es (como en Whitman o Álvaro Campos, el heterónimo de Pessoa) ninguna entidad platónica, sino el mundo, el presente que nos rodea, con todo lo que contiene. Y su objeto, sin duda, es la afirmación de la vida: “la conjetura de que merece la pena vivir –de que el sol es sangre, y la sangre, ahora, y el ahora, eternidad-, aunque todo se hunda con la impaciencia de una ola, en el cráter de la muerte”. La vida que se despliega con su vulgaridad y su esplendor. Aficionados/adictos a la poesía: salid de vuestros escondrijos. Estos libros os aguardan.
sábado, 16 de octubre de 2010
Millares Sall, Premio Nacional de Literatura, en la Radio Televisión Canaria
Carlos Carmelo. Blog de la Radio Televisión Canaria
Los Millares son como millares, una estupenda exageración que revela la trascendencia de un apellido que nombra una saga de ilustres creadores en el espacio fecundo y chiquito de una isla.
José María Millares Sall, uno de los muchos ‘millares’ artistas y escritores fantásticos, acaba de recibir el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía, que concede el Ministerio de Cultura al autor del libro más importante del año.
Es una noticia deslumbrante en una tierra pródiga en poetas a ‘millares’ de la que apenas si se acuerdan los premios nacionales, bajo aquella maldición que privó a Galdós del Nobel (dicho sea en la semana del Nobel, en la antevíspera para ser más exactos del Nobel de este jueves, acaso para otro poeta, el sueco Tomas Transtömer, autor de ‘El cielo a medio hacer’).
Esta vez, el autor y el libro deben de resultar toda una sorpresa en la capital, Madrid, donde el nombre (mejor, el apellido), sonará de algo, de alguien, un nombre familiar pese a todo, un desafío a la erudición literaria del ‘harold bloom’ nacional de turno. ¿Quién es ese José María Millares Sall?, preguntarán y habrá que insistir en la doble ele para evitar malentendidos que ya han dado lugar a patinazos célebres por aquí.
Los Millares, ¡lo tengo en la punta de la lengua! Los más conspicuos de la capital del reino dirán que el célebre pintor Manolo Millares acaso habrá dejado probablemente unos versos en la gaveta (cajón dirán) y le habrán dado el premio a esa curiosidad literaria indirecta (con esa indiferencia que don Juan Marichal retrató así: “Los canarios somos vistos en Madrid como unos bichos raros”, la rareza de ser canario, preterido y admirado por serlo, ignorado y visitado geográficamente, pero no literariamente). La injusticia de un apellido del que se adueñó sin querer el genial pintor. Los hermanos de Manolo Millares han tenido que conquistar su hueco en la historia. Don José María lo consiguió con el tiempo apremiándole y ahora se consagra ya fuera de tiempo, pero no fuera del marco de su obra.
No es broma el distraimiento crónico nacional sobre la literatura canaria, unas veces por timidez (como le contaba a Nilo Palenzuela, coodinador literario de los ‘Horizontes insulares’) y otras por desinterés peninsular hacia el insular más interesante, porque la distancia es la coartada del olvido que es la coartada de la ignorancia que es la coartada perfecta. Yo sólo sé que no sé nada, dicho aquí sin ninguna ironía socrática, sí con decepción reiterativa.
Don José María, pintor, compositor de canciones como ‘Campanas de Vegueta’ (¡que suenen las campanas de Vegueta en esta enhorabuena!) y poeta de cuerpo entero, me confesó una noche en La Laguna que no ser reconocido es una pesadilla más que un pesar, porque entraña hablarle a las paredes. Obtuvo, no obstante, la gloria a tiempo, justo antes de morir hace un año, cuando le vi feliz recibiendo el Premio Canarias de Literatura que tanto se merecía y esperó con cierta desesperanza.
Y ahora le dan el Nacional de Literatura póstumamente por un libro póstuno, ‘Cuadernos (2000-2009)’, editado por Calambur. El premio de su vida que no conoció en vida, pero aquí entraríamos en cuál de todas es la auténtica vida de un poeta, si la suya propia o la de su obra que le sobrevive.
En nuestra modesta aportación a las literaturas de Europa y América (África es una asignatura pendiente, con la excepción de la amistad y correspondencia de Pedro García Cabrera y el senegalés Lepoldo Sedar Senghor), Canarias siempre produjo una copiosa ‘insulina’ poética contra el olvido goloso de los críticos y editores de los círculos capitalinos del Estado. Este premio honra a don José María, artesano exquisito de la palabra, pero también ayuda al resto de poetas insulares a salir del letargo en el ‘universo’ nacional. Al menos, por un día. Hoy.
Dos nuevos libros inéditos de Millares Sall saldrán al mercado
EFE
La obra publicada del Premio Nacional de Poesía de este año, José María Millares Sall, se ampliará próximamente con la salida al mercado de dos nuevos libros inéditos suyos que llegarán a los lectores a título póstumo, según avanzó su sobrina y colaboradora Selena Millares.
La próxima publicación de esos dos libros, que prepara Calambur Editorial, constituye "un regalo que nos guarda el poeta" tras su fallecimiento, ocurrido el año pasado, anunció en el día de la concesión del Premio Nacional Selena Millares, doctora en Filología, profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid y experta también en la obra de otros autores como Pablo Neruda.
Aunque sin aclarar la fecha precisa en que podrían llegar a las librerías las dos obras póstumas de Millares Sall, su sobrina y colaboradora sí anticipó algunas de sus características, asegurando que una de ellas, titulada "Krack", es "un libro brillantísimo".
Se trata de "un libro muy experimental y lúdico y, al tiempo, muy crítico", añadió.
En cuanto al otro volumen de Millares Sall en preparación indicó que está conformado por "una selección de sus paremias, composiciones que vienen a ser su versión personal de los haikus" de la tradición japonesa.
Composiciones que ya dio a conocer parcialmente tiempo atrás, mediante una exposición que organizó en Canarias, pero que, "en la mayoría de los casos, están inéditas y son una maravilla", adelantó.
La publicación de una y otra obra, prevista para dentro de algunas semanas, vendrá precedida ahora del eco mediático de la concesión al canario Millares Sall del Premio Nacional de Poesía, que se produce casi un año justo después de su muerte, ocurrida en septiembre de 2009.
El premio a Millares Sall, “un acto de justicia poética”
Su sobrina, Selena Millares, asegura que es "una de las voces más importantes de la literatura canaria, sin duda"
EFE
La concesión del Premio Nacional de Poesía al escritor canario José María Millares Sall constituye "un acto de justicia poética muy grande", en opinión de su familia, según declaró su sobrina Selena Millares, doctora en Filología y amplia conocedora de su obra literaria.
Profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid y experta también en la obra de otros autores como Pablo Neruda, esta familiar de Millares Sall valoró este premio porque reconoce a "una de las voces más importantes de la literatura canaria, sin duda", pero también los méritos de la obra que le valió el galardón al autor recientemente fallecido, titulada "Cuadernos 2000-2009".
Una obra consistente en una selección de los poemas que fue escribiendo el isleño en sus últimos años de vida y que conforma un libro "tan extraordinario" que ha determinado que el jurado del Premio Nacional se lo haya otorgado pese a haber muerto ya, algo que no suele suceder.
Y es que, si bien los parientes y admiradores de Millares Sall sabían que "había una posibilidad" de que el libro resultara galardonado, conocían también -argumentó- el hecho de que "no es nada normal que se premie a alguien fallecido".
Por ello, Selena Millares no ocultó su satisfacción por la decisión del jurado, tanto por tratarse de un familiar suyo, con cuyo trabajo colaboró estrechamente además en los últimos años, como, según destacó, por lo que supone para la literatura hecha en Canarias.
Ello se debe a que "es infrecuente que haya premios para nuestra literatura canaria", dijo la especialista, que matizó que ello se debe a que los autores de las islas, "lamentablemente, no saben proyectarse en el exterior".
José María Millares Sall, fallecido en septiembre de 2009, ha sido designado hoy ganador del Premio Nacional de Poesía, que pretende distinguir la mejor obra de poesía publicada en España a lo largo de 2009, tanto en castellano como en gallego euskera y catalán.
El jurado ha estado presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, y han formado también parte de él Luis María Anson, Euloxio Rodríguez Ruibal, Lourdes Otaegi, Álex Broch, Francisco Días de Castro, Andrés Sorel, Luis García Jambrina, Carlos Reigosa, Ana Gorría y los dos últimos autores galardonados: Juan Carlos Mestre y Joan Margarit.
Millares Sall, Premio Nacional de Poesía, en La Provincia
EP La Provincia
El poeta canario José María Millares Sall, fallecido en 2009, ha sido galardonado este martes con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía por la obra Cuadernos (2000-2009). El premio lo concede el Ministerio de Cultura para distinguir una obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en España durante 2009. Está dotado con 20.000 euros.
José María Millares Sall (Vegueta, Las Palmas de Gran Canaria, 1921-2009). Publicó en 1946 sus primeros poemarios. Fundó con sus hermanos Manolo, pintor, y Agustín, poeta, la colección Planas de poesía (1948-1951). En años sucesivos se dedicó a la preparación de libros artesanales, que firmaba en ocasiones con el seudónimo Juan Martín el Empecinado y colaboró con su poemario Aire y humo en otro proyecto literario familiar, la revista Millares.Además compuso letra y música de canciones como 'Campanas de Vegueta' o 'De belingo' y expuso su obra plástica en Las Palmas, Tenerife y Madrid. Refundó Planas de poesía y publicó Ritmos alucinantes. A partir de 'Hago mía la luz' (1977) sus publicaciones se desencadenan y es reconocido con el Premio Canarias de Literatura. Cuadernos (2000-2009) y Esa luz que nos quema fueron sus últimas obras, publicadas después de su fallecimiento en septiembre del 2009.
El Jurado ha estado formado por Luis María Ansón, por la Real Academia Española; Euloxio Rodríguez Ruibal, por la Real Academia Gallega; Lourdes Otaegi, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Alexandre Broch i Huesa, por el Instituto de Estudios Catalanes; Francisco Díaz de Castro, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Andrés Sorel, por la Asociación Colegial de Escritores (ACE); Luis García Jambrina, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Carlos González Reigosa, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Ana Gorría, por la Ministra de Cultura; y Juan Carlos Mestre y Joan Margarit i Consarnau, autores galardonados en las dos últimas ediciones. Ha actuado como presidente el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco y como vicepresidenta, la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández
Millares Sall, Nacional de Poesía, en EFE
05.10.10 | Agencia EFE
El escritor canario José María Millares Sall, fallecido en septiembre de 2009, a los 88 años, ha ganado hoy el Premio Nacional de Poesía con su libro Cuadernos 2000-2009, una selección de los poemas que escribió en sus últimos años y en los que conviven el amor, el sueño, la enfermedad, la vejez y la ruina.
El jurado ha tenido en cuenta "la extraordinaria modernidad" de la poesía de Millares, que comenzó a publicar en los años 40, y "que hoy mantiene absolutamente su vigor y su primacía como poesía innovadora", dijeron a Efe fuentes del jurado.
Hermano del poeta Agustín Millares y del pintor Manolo Millares, el premiado publicó algunos poemas que podrían considerarse "avecindados en el social-realismo, pero no dejó de incorporar fórmulas que provienen del surrealismo y de otras técnicas poéticas muy distintas" de esa corriente social, añadieron esas fuentes.
El otorgar el Nacional de Poesía, dotado con 20.000 euros, a un escritor fallecido no ha suscitado "ningún problema" entre los miembros del jurado, porque lo que se tiene en cuenta es que la obra haya sido publicada a lo largo de 2009, y Cuadernos lo fue por Calambur.
Además hay un precedente reciente: En 2006, Alberto Méndez, fallecido en diciembre de 2005, ganó el Premio Nacional de Narrativa por Los girasoles ciegos, un libro de relatos sobre la Guerra Civil, que publicó sólo unos meses antes de su muerte.
El libro merecedor del Nacional de Poesía también figuró entre los favoritos para el Premio de la Crítica, que se falló en abril pasado en Barcelona y que finalmente recayó en Francisco Ferrer Lerín por su poemario Fámulo.
Emilio Torné, director de Calambur, manifestó hoy "la alegría inmensa" que tenían en la editorial por la concesión de este premio a Millares, aunque, lógicamente, ese sentimiento se mezcla con "la tristeza" de la reciente perdida del poeta, dos meses antes de que Cuadernos 2000-2009 viera la luz.
Murió con casi 89 años, pero "tenía la cabeza de un joven" y estaba "muy ilusionado con la buena acogida que había tenido la reedición de Liverpool, un libro del año 49, que no conocía casi nadie. Una obra sorprendente, de aliento surrealista, cuando en la España de la época se escribía de manera muy diferente", afirmó Torné en declaraciones a Efe.
Millares se encargó de seleccionar los poemas que conformarían Cuadernos y llegó a ver antes de morir las pruebas del libro.
A partir del año 2000 "decidí escribir como quería, o como me daba la gana, sin pensar si lo que hacía era o no del gusto del lector", dejó escrito el propio poeta, y recordó hoy Torné.
Y es ese espíritu libre el que late en los versos de Cuadernos 2000-2009, cuya "escritura anárquica, a veces sin buscarlo, hace uso de lo esperpéntico, de lo onírico, del surrealismo", si bien su poesía, decía José María Millares, era "básicamente existencial".
"Decidió soltarse las ataduras y los corsés que limitaban la escritura de otros poetas, y el resultado es que su poesía es extraordinariamente joven", señaló el editor.
En los suplementos literarios no aparecieron reseñas de Cuadernos, salvo en "Babelia" (El País), el pasado agosto, pero "era muy comentado en los blogs poéticos de los jóvenes, que premiaron incluso esta obra", recordó.
Para Selena Millares, sobrina del galardonado y buena conocedora de su obra, la concesión del Premio Nacional de Poesía a José María Millares constituye "un acto de justicia poética muy grande", declaró a Efe esta doctora en Filología y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid.
Experta también en la obra de autores como Pablo Neruda, Selena Millares cree que el premio reconoce "una de las voces más importantes de la literatura canaria, sin duda", pero también los méritos concretos de "Cuadernos 2000-2009".
Nacido en Vegueta, Las Palmas de Gran Canaria, en 1921, Millares publicó en 1946 sus primeros poemarios.
Junto con sus hermanos Manolo y Agustín, fundó en 1947 la colección "Planas de poesía", cuya primera entrega será Liverpool, un poemario que también destaca por su modernidad.
En 2009 ganó el Premio Canarias de Literatura en reconocimiento a su original trayectoria poética. Cuadernos 2000-2009 y Esa luz que nos quema fueron sus últimas obras, publicadas después de su fallecimiento.
El jurado del Nacional de Poesía ha estado presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, y han formado parte de él Luis María Anson, Euloxio Rodríguez Ruibal, Lourdes Otaegi, Álex Broch, Francisco Díaz de Castro, Andrés Sorel, Luis García Jambrina, Carlos Reigosa, Ana Gorría y los dos últimos autores galardonados: Juan Carlos Mestre y Joan Margarit.
viernes, 15 de octubre de 2010
Millares, Premio Nacional de Poesía, en Público
Fallecido en 2009, el poeta canario recibe el galardón a título póstumo por una decidida propuesta radical y libre
Público, 6 octubre 2010, Peio H. Riaño
La libertad le llegó a nueve años de su muerte. Fue entonces cuando el poeta José María Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1921-2009) empezó a escribir sus cuadernos, con la mano libre de medidas y de embalajes. Y ya no interrumpió su actividad hasta un mes antes de morir, recuerda su hija Susana Millares, que celebra el reconocimiento a título póstumo que recibió ayer su padre: Premio Nacional de Poesía por el libro del que ni pudo ver las pruebas antes de entrar en imprenta. Cuadernos 2000-2009(editado por Calambur) fue considerado ayer por el jurado de una "extraordinaria modernidad", así como el conjunto de su obra, publicada desde los años cuarenta.
No es la primera vez que se concede un galardón de esta importancia a un autor fallecido. Antes, en el año 2006, el Premio Nacional de Narrativa fue para Alberto Méndez por Los girasoles ciegos. "El premio servirá para recuperar a un autor con una obra tan valiosa como desconocida", reconoció aPúblico el escritor y crítico Luis García Jambrina, que formó parte del jurado. Según cuenta el mismo Jambrina, no había favoritos para esta edición, pero poco a poco los miembros se decantaron por el poeta canario hermano del pintor Manolo Millares.
Jambrina destacó de su obra su "espíritu vanguardista y el compromiso", una alianza que sucede también en la obra plástica de su hermano. Su editor, Emilio Torné, compara su poesía con la pintura de Manolo en "la fuerza expresiva y textura". El mismo Torné que recuperó en 2008 la obra emblema de Millares, Liverpool, publicada en 1949 insistió en la libertad con la que trabajó en los citados cuadernos: "Alguien puede escribir así, sin referencias, sólo si lleva toda la vida escribiendo". Y destaca que quien se acerque por primera vez a su obra descubrirá con sorpresa libros muy vitalistas, en la que está todo, desde la gente y la naturaleza, al mar y el compromiso. "Con una libertad metafórica absoluta, poco redicho, y mucho más moderno que algunos autores de 40 años de hoy, que están acartonados a su lado. Es un libro y un autor sin banda, libre".
De hecho, en el prólogo de Cuadernos, el propio poeta escribe sobre sus intenciones creativas a esa edad: "Lo hice como quería, o como me daba la gana, sin pensar si lo que hacía era o no del gusto del lector. Y fue así como comencé a llevar a la práctica lo que ahora escribo [...] escritura anárquica que, a veces sin buscarlo, hace uso de lo esperpéntico, de lo onírico, del surrealismo, si bien mi poesía es básicamente existencial". Innovador, moderno y arriesgado, en ese momento empezó a desarrollar una escritura automática, que camina por zonas poéticas poco transitadas.
"Cuando más escribió fue cuando se jubiló", recuerda su hija, que vio a su padre trabajar duro toda su vida para mantener a una familia numerosa detrás de un escritorio, como administrativo de una gran empresa. Lo que le dio de comer le robó el tiempo de lo que le alimentaba. "Decía de sí mismo que era un chupatintas. Se refugió en la poesía". Se sentaba todos los días ante el ordenador, "sabía que le quedaba poco tiempo", y trabajaba incansablemente. "Cuando publicó Liverpool no se entendió nada. Fue un hombre muy avanzado para su tiempo, como toda su familia", cuenta.
El crítico canario Jorge Rodríguez Padrón apunta que incluso sus propios compañeros de generación le recriminaron haber escrito como escribió aquel Liverpool. Y desde entonces hasta el año 2000 estuvo haciendo poesía "que no quería hacer". Todos esos años retraído y muy poco dado a la publicidad, trabajando en silencio. "Con estos Cuadernos hizo un salto imprevisible y arriesgado: no es un colofón vital que resume la vida de alguien mayor, es un ejercicio de vitalidad juvenil asombrosa". Destaca de Millares su facilidad para los grandes aciertos en la imagen: "En él no aparece la abstracción de la pintura de su hermano, sus imágenes son reales y deformadas, como el expresionismo alemán de los años veinte".
http://www.publico.es/culturas/340052/millares-premio-nacional-de-poesia
Millares, Premio tras la muerte, en La Razón
Millares premio tras la muerte
«Escribo para una generación que aún no ha nacido, y para otros, contemporáneos, que todavía tendrán que aprender a leer», declaraba con entrañable sorna ,ya cercano a su lecho de muerte, José Millares Sall (Vegueta, Las Palmas de Gran Canaria, 1921-2009), autor que ayer obtuvo el Premio Nacional de Poesía a título póstumo por «Cuaderno 2000-2009» dotado con 20.000 euros.
Anárquico e insobornable, dotado de una proverbial bonhomía insolente, representa una de las voces más singulares en el panorama de posguerra. Alejado tanto de la poesía social (como sí hiciera su hermano Agustín, junto a otros relevantes poetas canarios, caso de Pedro Lezcano) como de la vanguardista, pero con cierta denuncia cívica y un surrealismo onírico, sus versos se sitúan en una órbita desarraigada y existencial.
Animal sin ojos
El premio a esta obra póstuma debería servir para abrirle paso a sus grandes poemarios anteriores, como «Esa luz que nos quema» y, sobre todo, «Liverpool», uno de sus grandes referentes, como lo demuestran estos versos: «Esa sombra/que huye y el silencio/y más allá de su luz/ese animal sin ojos/que aún nos llama». Se trata de un desgarrador alegato urbano proyectado en el interior del autor aun con ciertas resonancias de «Poeta en Nueva York», de Lorca, y de «Hijos de la ira», de Dámaso Alonso, Millares se sirve con voz muy singular de elementos metafóricos del espacio exterior para enfrentarse al propio laberinto de la intimidad.
La llegada de José María Millares al mundo de la lírica no es casual. La creación corre por las venas de una familia que escribe, pinta y piensa: Agustín será uno de los nombres de la poesía canaria de denuncia más notables, mientras que el arte de Manuel traspasará las fronteras de la isla para instalarse como referente de la vanguardia española de los cincuenta.
José María Millares, Premio Nacional de Poesía, en El País
jueves, 14 de octubre de 2010
Reseña de Entre dos memorias, de Carlos de Oliveira
miércoles, 13 de octubre de 2010
El prodigioso clan Millares, en El Mundo
"Como la película de los Panero pero en Gran Canaria". Era una manera de definir, allá por 2006, el documental 'Cuadernos de contabilidad de Manolo Millares', un retrato de la familia del pintor canario dirigida por su sobrino Juan y narrada por su hija, Eva. En la pantalla, los hermanos y la viuda del pintor intercambiaban ternuras y algún arañazo. Y entre ellos, José María Millares Sall, que esta mañana ha ganado, a título póstumo, el Premio Nacional de Poesía por sus 'Cuadernos 2000-2009', los poemas que escribió durante los últimos años de su vida.
Quizá no fuera para tanto como para hablar de 'El desencanto'. "Mis tíos han sido todos personas encantadoras. Se querían y se peleaban, pero era el tipo de peleas que tienen todos los hermanos del mundo", explicaba esta mañana Juan Millares a EL MUNDO.es. "José María, en particular, fue un hombre muy entrañable, con una simpatía arrolladora, muy divertido y muy sensible...". También fue un poeta no del todo conocido por los lectores de la Península.
"Era un excelente poeta, muy apasionado", continúa Juan Millares. "Trabajó en Transmediterránea, vivió una época en la Península, tuvo sus negocios... Pero su pasión era la poesía. Si no es muy conocido es por lo de siempre, porque Canarias está a 2.000 kilómetros de Madrid y cuesta mucho conseguir que alguien repare en ti. José María pagó la distancia".
La película de Juan Millares retrataba la historia de la familia: un clan que, ya a principios del siglo XX, concentraba a su alrededor gran parte de la vida intelectual de Las Palmas de Gran Canaria. Unamuno, por ejemplo, los frecuentó durante su exilio canario.
Sin embargo, en los años 40, los Millares entraron en un bache. El padre de Manuel y José María, un hombre dulce e inteligente pero con un carácter frágil, fue depurado por el franquismo. Apenas era capaz de mantener a la familia. Los niños se consolaban en la playa de Las Canteras, donde jugaban con Martín Chirino y con Eugenio Padorno. Juagaban, escribían, soñaban...
Había líneas de tensión, claro. "El problema fue entre mi tío Agustín y Manolo", recuerda Juan Millares. "Agustín estaba en el PCE y censuraba el arte abstracto. Y por eso chocó con Manolo". Esas cosas que pasan en las familias.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/05/cultura/1286278952.html
José María Millares Sall, Premio Nacional de Poesía por la obra Cuadernos (2000-2009), en El Cultural
La obra premiada del poeta y artista canario se publicó después de su fallecimiento, en septiembre de 2009
Premiar a un escritor fallecido no ha suscitado "ningún problema" entre los miembros del jurado, porque lo que se tiene en cuenta es que la obra galardonada haya sido publicada a lo largo de 2009, y Cuadernos... lo fue por Calambur. Además hay un precedente reciente: En 2006, el escritor Alberto Méndez, fallecido en diciembre de 2005, ganó el Premio Nacional de Narrativa por Los girasoles ciegos, un libro de relatos sobre la Guerra Civil, que publicó sólo unos meses antes de su muerte.
El jurado ha tenido en cuenta "la extraordinaria modernidad" de la poesía de Millares, que comenzó a publicar en los años 40, y "que hoy mantiene absolutamente su vigor y su primacía como poesía innovadora". Millares publicó algunos poemas que podrían considerarse "avecindados en el social-realismo, pero no dejó de incorporar fórmulas que provienen del surrealismo y de otras técnicas poéticas muy distintas" a esa corriente social, añadieron fuentes del Jurado.
José María Millares Sall (Vegueta, Las Palmas de Gran Canaria, 1921-2009) publicó en 1946 sus primeros poemarios. En 1948 fundó con sus hermanos Manolo, pintor, y Agustín, poeta, la colección Planas de poesía cuya primera entrega será Liverpool, un poemario que destaca por su modernidad y que Calambur reeditó a finales de 2008. En años sucesivos se dedicó a la preparación de libros artesanales, que firmaba en ocasiones con el seudónimo Juan Martín el Empecinado y colaboró con su poemario Aire y humo en otro proyecto literario familiar, la revista Millares.
En su menos conocida vertiente musical Millares Sall compuso letra y música de canciones como Campanas de Vegueta o De belingo y expuso su obra plástica en Las Palmas, Tenerife y Madrid. Refundó Planas de poesía y publicó Ritmos alucinantes. A partir deHago mía la luz (1977) sus publicaciones se desencadenan y es reconocido con el Premio Canarias de Literatura. Cuadernos (2004-2009) y Esa luz que nos quema fueron sus últimas obras, publicadas después de su fallecimiento en septiembre del 2009.
El Jurado Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía ha estado formado por Luis María Ansón, por la Real Academia Española; Euloxio Rodríguez Ruibal, por la Real Academia Gallega; Lourdes Otaegi, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Alexandre Broch i Huesa, por el Instituto de Estudios Catalanes; Francisco Díaz de Castro, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Andrés Sorel, por la Asociación Colegial de Escritores (ACE); Luis García Jambrina, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Carlos González Reigosa, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Ana Gorría, por la Ministra de Cultura; y Juan Carlos Mestre y Joan Margarit i Consarnau, autores galardonados en las dos últimas ediciones. Ha actuado como presidente el director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco y como vicepresidenta, la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández.
hora de recoger
y llenar la maleta de pájaros
y palabras y de cosas pequeñas y olvidadas
que si mañana viene la noche
hasta la madrugada
estaremos
igual que ahora
dibujándolas.
Debajo
de la piedra hay un reloj
y agujas que caminan y el rodar del agua bajo tierra
y encima de esa nube el tiempo
y tras del pájaro que vuela
otra piedra lanzada tras el reloj que escapa
y tras de todos esa sombra
que huye y el silencio y más allá de su luz
ese animal sin ojos
que aún
nos llama.
De Cuadernos (2000-2009) (Calambur, 2009)
Jesús Hilario Tundidor recita poemas en RNE (La estación azul)
Jesús Hilario Tundidor (La Estación Azul)
Un único día en el Círculo de Bellas Artes, el 6 de octubre
lunes, 11 de octubre de 2010
Reseñas de Tormenta ransparente, de Javier Lostalé, en la revista Mercurio y en El Cultural
Amor constante más allá del amor
Por Juan Cobos Wilkins
Hace ocho años compiló Javier Lostalé (Madrid, 1942) su poesía en el volumen La rosa inclinada, sus páginas agrupaban cinco libros: Jimmy, Jimmy, Figura en el Paseo Marítimo, La rosa inclinada –premio Juan de Baños–, Hondo es el resplandor y La estación azul –premio Francisco de Quevedo–. La poesía reunida de este activista cultural (sus palabras y su voz son memoria de El Ojo Crítico y La Estación Azul, espacio codirigido con el poeta Ignacio Elguero) que ha visto reconocida su labor con premios como el Ondas y el de Nacional al Fomento de la Lectura, permitía acercarse a la evolución y metamorfosis de su creación poética y, al tiempo, comprobar la fidelidad a los pilares sostenedores de su mundo literario, tan enraizado de vida como alado de sueños. Una de esas columnas clásicas es la que sostiene el altar en el que oficia el mayor de los misterios: el Amor.
Y amor es el vórtice de esta Tormenta transparente que acaba de editarse. La condensación y evaporación del amor. Para volver a concentrarse y de nuevo desvanecerse. Pero sin desaparecer jamás. Como la energía, el amor, no se crea: es y está. No se destruye (léase a Vicente Aleixandre). Sólo se transforma. Sólido, líquido, gaseoso. Y vuelta a empezar. Javier Lostalé despliega un hermetismo equilibrado por la sensualidad y, con ello, a la par, una luminosa carnalidad que hace brillar el silencio voluntario que el poeta se impone. Escritura reflexiva de íntima desnudez. Es un libro palimpsesto, no solo conserva huellas, sino que, atesoradas con exquisito cuidado, las funde con los signos actuales para crear una evocación viva pero no atormentada, no oscura, sí perspicua. Téngase en cuenta además que, lúcido, ansía totalidad no sólo entre los amantes sino también con ese ámbito exterior, incluso extraño, ajeno, que queda al margen cuando amamos.
Aun sin nombre, sin figura, el amor no es aquí abstracción. Aunque sí soledad. Los poemas, atravesados por imágenes de abandono, de ausencia, se marcan y tatúan con palabras como éstas: “vacío, sin cuerpo, despedida, olvido.” Mas todo se transfigura, Lostalé hilvana dolor y sutileza, y en el verbo se encarna, desde el largo adiós, la biografía. Libro de términos contrarios, antitéticos, y que el poeta pone en relación, los fricciona, tanto para obtener el destello, el relámpago de su propia tormenta, como para buscar un equilibrio compensatorio. Ejemplo es el interrogativo poema Seno, construido con contraposiciones. Desde el mismo título del volumen se insinúa ya lo que la lectura confirma: fructífera frotación de palabras, metáforas, imágenes. Latidos del corazón en el pensamiento. ¿O es al contrario?
El deslumbramiento del amor/desamor es alumbramiento. Y el poeta lo escribe: “ciego sin sombras soy de ti”. Inevitable fugacidad, dolorosa invisibilidad: “Abrázame como si ya no estuvieses”. Distancia: “En el hueco que separa dos miradas / crepitan las ramas mojadas del deseo”. Deseo, y compromiso de la memoria, riesgo de olvido. Asunción, por tanto, del destino: “Sin moverte respiras entonces / el misterio primero / de aquel desnudo innombrable / en el que comprometiste tu vida”. Finalmente, la clave: el amor como destino. Fatum.
En el Diario del escritor francés Jules Renard el 2 de julio de 1890 se lee: “He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas.” Javier Lostalé no esconde la llave de la fortaleza, la deja al descubierto, a la entrada. Eso sí, cuidado, primero hay que cruzar un puente levadizo.
http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas/544-37ensayo-y-poesia
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El Cultural (El Mundo), 8 de octubre de 2010
Por Túa Blesa
Con el título de La rosa inclinada Javier Lostalé (Madrid, 1942) reunió sus libros ya publicados, a los que se añadía La estación azul, del que se conocían algunos textos, y como colofóntres poemas inéditos. Tormenta transparente es el desarrollo de éstos, que los incorpora, y que a su vez se integra orgánicamente en un conjunto poético cuyo centro temático es el amor, la celebración del amor, aun cuando el asunto sea su pérdida, como es tópico desde Petrarca. Un amor que es concebido como razón de vida; así, amor o vida y, por tanto, si se canta el amor, se canta la vida. El amor se piensa como una fuerza tan poderosa que precede a su encuentro -“Antes de que existieras / todo ya me esperaba en ti”-, que, encontrado, transforma eternamente -“Quien oye el filo líquido de su verdad / vive para siempre en los labios del temblor”-, un amor que incluso otorga el conocimiento de uno mismo -“En abisal silencio respira / el texto quemado de tu advenimiento / y allí me leo en palimpsesto vacío”-. Sí, amor o vida, y la escritura no sería sino hacer presente, dar cuerpo a lo que no es más que ausencia. Continuando esa lógica, amor y poesía acaban por confundirse.
Javier Lostalé -a quien se deben los programas radiofónicos “El ojo crítico” y “La estación azul”, inolvidables- ha ido creando una obra poética que, desoyendo los preceptos de los modos más difundidos en estas últimas décadas, se lee hoy con todo placer e interés. Se trata de una escritura en la que la emoción está siempre presente, de un modo algo paradójico por cierto, porque esa presencia está en este libro y en muchos otros casos en función de un recuerdo, de un anhelo, por tanto, de lo que falta. Esta emoción reclama ser leída.
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/27955/Tormenta_transparente