Por Juana Castro
Cuadernos del Sur, 25/01/2014
El día anterior al momento de quererle, último libro de Concha García
Este libro marca en la trayectoria de Concha García un salto
cualitativo para su evolución poética. El sujeto del que ella fue maestra, una
mujer acodada en la barra de un bar, ahora tiene algo más importante que hacer.
Algo que se traduce, fundamentalmente, en una continua reflexión metafísica, de
la existencia y del amor. Podría decirse que desaparece "el drama",
la adelantada derrota que acompasaba sus versos, y que aquí, consciente el
sujeto de su madurez, toma las riendas de su destino y apuesta, a pesar de
todo, por la vida. Una poesía esta de pensamiento, en la que se establecen
lazos, sensaciones, percepciones, relaciones nuevas con las cosas. También de
liturgia vital, repensando y relacionando lo más nimio con lo más
trascendental. Porque Concha siempre fue una observadora, en lo grande como en
lo pequeño, en lo emocional como en el ámbito de lo real. Es también el
poemario una mirada que recrea continuamente, en contacto con lo urbano y la
cotidianidad, pero de otro modo; ahora es lo urbano bullendo en lo vital, y la
constante presencia de la naturaleza, desde lo vegetal y el paisaje.
Ya al principio hay versos que señalan claramente una dirección: "y te imaginas / la vida junto a alguien", dirección que va luego abriéndose, expandiéndose y dándole voz a sus regueros más o menos inusitados, más o menos misteriosos porque "amar no se pudo". Raro el amor, eso que se persigue pero que no es nada de lo que creíamos: "un sentimiento noble/ que apuntaba al reconocimiento/ mutuo, o peor, al exceso de narcisismo/ o aún peor, a la expresión solitaria de un baile/ entre dos, de cuyos pensamientos/ ya nadie sabe nada". Pero en algún momento se produce ese largo y esperado milagro y "llueve para que en mi corazón/ quepan las anchas salpicaduras/ desde el suelo hasta la tierra". En ese poema de la página 38, de 14 versos, caben sensaciones, percepciones, cabe lo real y el dibujo del sentir: el hecho de llover, la maceta de la casa, la ventana, el horizonte, tres hormigas perdidas, gotas de rocío y más de una imagen "como cuando un caracol se introduce /en espesas azaleas".
En algún momento el milagro se hace carne, expresándolo desde un recurso de paralelismo contrario que es también plegaria, y que funciona como gran hallazgo: "que los ángeles no vengan/ que los ángeles vengan". Diríamos, expresándolo en lenguaje espiritual, que en el sujeto ha hecho acto de presencia la fe. La fe, los valores del amor y la existencia. Por eso en tantas descripciones entran, de pronto, la reflexión y la emoción. Está también la contemplación, a campo abierto o en "el cuadrilátero de luz" de la ventana, dentro de un aeropuerto, en el tren, en un barco, la cocina o atizando las brasas, en una especie de poesía total entre cuyos versos se entremezclan historia, familia, mundo, intrahistoria... Se barajan diferentes tiempos verbales, diversos escenarios bajo el signo del viaje, tan querido por la autora, al que ha dedicado recientemente dos libros de prosa, uno en forma de diario, el otro un conjunto de reflexiones alrededor de la poesía de diversas autoras, La lejanía. Cuaderno de Montevideo (Carena, 2013) y Asomos de luz (Amargord, 2012).
En esa mixtura de tiempos hay alusiones a tiempos pasados, de la historia humana, que se hacen presentes como en la página 67: "Morimos hace tiempo, hoy estamos/ aquí, sacando con palas las nieves/ y en algunos lugares desenterrando los/ muertos que antecedieron, buscamos/ agua para nuestros hijos, sed para/ mantener el rumbo y el deseo". Y esa movilidad del viaje actual que se nos impone en el presente: "ya que/ mañana estás en París y dos / minutos más tarde atravesando la Pampa" (pág. 66). Porque Concha García es una impenitente viajera, y ha encontrado su paraíso especial en Sudámerica y Centroamérica, y ha publicado también una antología de poetas de la Pampa argentina. Caben aquí diferentes escenarios, incluida la geografía cordobesa, como en el poema de la página 55, "me desperté en Belalcázar/ bajo la sombra/ de dos árboles".
El libro lo forman seis partes -Un día, Otro día, Una mujer, Otra, Un encanto y Un desencanto-, constituidas todas por poemas sin título, y un poema final -El triunfo de lo caduco-. El uso de dos personas verbales, la segunda singular y la primera del plural, produce en el lector cierta forma de inquietud, como la de desplazarse por terrenos movedizos, pues no se sabe si esa segunda persona es el propio sujeto contemplado desde fuera, o es el tú que formaría, junto con la primera persona eludida, el nosotros: "esto no es la soledad, te dices / pero es demasiado estruendoso".
En ese ir de la materia a la literatura y de la realidad al pensamiento existe un intento constante de llegar al yo o bordearlo, un ir y venir de la lectura al momento actual y su situación anímica, un viaje del tú al nosotros donde aparecen versos que conforman casi aforismos: "Los poemas contienen raros acertijos que resultan ser llaves" (pag. 23).
Concha García con este libro se ha despegado del tono y la temática anteriores, como si otra madurez hubiese hecho mella en la autora y ahora pusiese todo el impulso y la intención en el hoy y el mañana; como si el mundo se hubiese reconstituido a través de sus ojos, y fuese posible la esperanza. Como si el amor fuese posible. No existe desencanto. Sólo el viaje. Experiencia, soledad, amor, lecturas... y poemas. Prosigue el viaje.
Ya al principio hay versos que señalan claramente una dirección: "y te imaginas / la vida junto a alguien", dirección que va luego abriéndose, expandiéndose y dándole voz a sus regueros más o menos inusitados, más o menos misteriosos porque "amar no se pudo". Raro el amor, eso que se persigue pero que no es nada de lo que creíamos: "un sentimiento noble/ que apuntaba al reconocimiento/ mutuo, o peor, al exceso de narcisismo/ o aún peor, a la expresión solitaria de un baile/ entre dos, de cuyos pensamientos/ ya nadie sabe nada". Pero en algún momento se produce ese largo y esperado milagro y "llueve para que en mi corazón/ quepan las anchas salpicaduras/ desde el suelo hasta la tierra". En ese poema de la página 38, de 14 versos, caben sensaciones, percepciones, cabe lo real y el dibujo del sentir: el hecho de llover, la maceta de la casa, la ventana, el horizonte, tres hormigas perdidas, gotas de rocío y más de una imagen "como cuando un caracol se introduce /en espesas azaleas".
En algún momento el milagro se hace carne, expresándolo desde un recurso de paralelismo contrario que es también plegaria, y que funciona como gran hallazgo: "que los ángeles no vengan/ que los ángeles vengan". Diríamos, expresándolo en lenguaje espiritual, que en el sujeto ha hecho acto de presencia la fe. La fe, los valores del amor y la existencia. Por eso en tantas descripciones entran, de pronto, la reflexión y la emoción. Está también la contemplación, a campo abierto o en "el cuadrilátero de luz" de la ventana, dentro de un aeropuerto, en el tren, en un barco, la cocina o atizando las brasas, en una especie de poesía total entre cuyos versos se entremezclan historia, familia, mundo, intrahistoria... Se barajan diferentes tiempos verbales, diversos escenarios bajo el signo del viaje, tan querido por la autora, al que ha dedicado recientemente dos libros de prosa, uno en forma de diario, el otro un conjunto de reflexiones alrededor de la poesía de diversas autoras, La lejanía. Cuaderno de Montevideo (Carena, 2013) y Asomos de luz (Amargord, 2012).
En esa mixtura de tiempos hay alusiones a tiempos pasados, de la historia humana, que se hacen presentes como en la página 67: "Morimos hace tiempo, hoy estamos/ aquí, sacando con palas las nieves/ y en algunos lugares desenterrando los/ muertos que antecedieron, buscamos/ agua para nuestros hijos, sed para/ mantener el rumbo y el deseo". Y esa movilidad del viaje actual que se nos impone en el presente: "ya que/ mañana estás en París y dos / minutos más tarde atravesando la Pampa" (pág. 66). Porque Concha García es una impenitente viajera, y ha encontrado su paraíso especial en Sudámerica y Centroamérica, y ha publicado también una antología de poetas de la Pampa argentina. Caben aquí diferentes escenarios, incluida la geografía cordobesa, como en el poema de la página 55, "me desperté en Belalcázar/ bajo la sombra/ de dos árboles".
El libro lo forman seis partes -Un día, Otro día, Una mujer, Otra, Un encanto y Un desencanto-, constituidas todas por poemas sin título, y un poema final -El triunfo de lo caduco-. El uso de dos personas verbales, la segunda singular y la primera del plural, produce en el lector cierta forma de inquietud, como la de desplazarse por terrenos movedizos, pues no se sabe si esa segunda persona es el propio sujeto contemplado desde fuera, o es el tú que formaría, junto con la primera persona eludida, el nosotros: "esto no es la soledad, te dices / pero es demasiado estruendoso".
En ese ir de la materia a la literatura y de la realidad al pensamiento existe un intento constante de llegar al yo o bordearlo, un ir y venir de la lectura al momento actual y su situación anímica, un viaje del tú al nosotros donde aparecen versos que conforman casi aforismos: "Los poemas contienen raros acertijos que resultan ser llaves" (pag. 23).
Concha García con este libro se ha despegado del tono y la temática anteriores, como si otra madurez hubiese hecho mella en la autora y ahora pusiese todo el impulso y la intención en el hoy y el mañana; como si el mundo se hubiese reconstituido a través de sus ojos, y fuese posible la esperanza. Como si el amor fuese posible. No existe desencanto. Sólo el viaje. Experiencia, soledad, amor, lecturas... y poemas. Prosigue el viaje.
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