Poesía y edición en el Siglo de Oro
Por Anne Cayuela
Studia
Aurea, vol. 7, 2013
Algunas tesis doctorales se convierten —una vez publicadas— en obras clásicas de obligada consulta. Elementos paratextuales y edición poética en el Siglo de Oro, que recibió el Premio extraordinario de Doctorado en la macroáera de Arte y Humanidades de la Universidad de Córdoba y de la que el volumen 18 de la Biblioteca Litterae es una versión en formato de libro, constituye una aportación definitiva al conocimiento de la poesía áurea, ya que explica algunas de las claves de la historia interna de los impresos poéticos del Siglo de Oro. Ignacio García Aguilar, a pesar de sus pocos años, tiene ya una amplia y rica trayectoria de investigador en este campo, como ponen de manifiesto las brillantes publicaciones de Imprenta y literatura en el Siglo de Oro. La poesía de Lope de Vega (Madrid: Orto-Universidad de Minnesota, 2006) y del volumen colectivo Tras el Parnaso. La Poesía del Barroco tardío. (Vigo: Academia del Hispanismo, 2009), así como los diversos artículos sobre la producción poética española de los siglos xvi y xvii gestados en el seno del grupo PASO. En Poesía y edición en el Siglo de Oro,García Aguilar explora la participación de los diferentes actores del libro en la producción de la poesía áurea, y se vale para ello de herramientas conceptuales y metodológicas propias de la historia del libro, la bibliografía material, la sociología de la edición, o la semiología literaria, que le permiten medir la «incidencia que tiene el universo editorial en la paulatina formalización e institucionalización del discurso lírico áureo». El autor se vale del concepto de «función paratextual» (p. 19-21), forjado con la intención de «analizar las implicaciones históricas de los elementos paratextuales de cara a la objetivación de mecanismos que puedan servir para historiar el proceso de canonización de la poesía lirica áurea» (p.20), y se acerca al «funcionamiento comunicativo » de los paratextos (p. 79), que permiten rastrear e interrogar la interacción entre el mundo del libro y el mundo del lector. También se vale del concepto de «enunciación editorial», que permite englobar todas las huellas que dejan, dentro y a veces fuera del libro, cuantos intervienen en su elaboración, producción y circulación. Así, este estudio permite entender el modo en que se leía la poesía desde los parámetros editoriales y la manera en que las lecturas de los operarios del taller de impresión se expandían al lector masivo.
Algunas tesis doctorales se convierten —una vez publicadas— en obras clásicas de obligada consulta. Elementos paratextuales y edición poética en el Siglo de Oro, que recibió el Premio extraordinario de Doctorado en la macroáera de Arte y Humanidades de la Universidad de Córdoba y de la que el volumen 18 de la Biblioteca Litterae es una versión en formato de libro, constituye una aportación definitiva al conocimiento de la poesía áurea, ya que explica algunas de las claves de la historia interna de los impresos poéticos del Siglo de Oro. Ignacio García Aguilar, a pesar de sus pocos años, tiene ya una amplia y rica trayectoria de investigador en este campo, como ponen de manifiesto las brillantes publicaciones de Imprenta y literatura en el Siglo de Oro. La poesía de Lope de Vega (Madrid: Orto-Universidad de Minnesota, 2006) y del volumen colectivo Tras el Parnaso. La Poesía del Barroco tardío. (Vigo: Academia del Hispanismo, 2009), así como los diversos artículos sobre la producción poética española de los siglos xvi y xvii gestados en el seno del grupo PASO. En Poesía y edición en el Siglo de Oro,García Aguilar explora la participación de los diferentes actores del libro en la producción de la poesía áurea, y se vale para ello de herramientas conceptuales y metodológicas propias de la historia del libro, la bibliografía material, la sociología de la edición, o la semiología literaria, que le permiten medir la «incidencia que tiene el universo editorial en la paulatina formalización e institucionalización del discurso lírico áureo». El autor se vale del concepto de «función paratextual» (p. 19-21), forjado con la intención de «analizar las implicaciones históricas de los elementos paratextuales de cara a la objetivación de mecanismos que puedan servir para historiar el proceso de canonización de la poesía lirica áurea» (p.20), y se acerca al «funcionamiento comunicativo » de los paratextos (p. 79), que permiten rastrear e interrogar la interacción entre el mundo del libro y el mundo del lector. También se vale del concepto de «enunciación editorial», que permite englobar todas las huellas que dejan, dentro y a veces fuera del libro, cuantos intervienen en su elaboración, producción y circulación. Así, este estudio permite entender el modo en que se leía la poesía desde los parámetros editoriales y la manera en que las lecturas de los operarios del taller de impresión se expandían al lector masivo.
El corpus analizado en este libro
viene plasmado en un catálogo de fuentes que incluye un total de 193 obras.5 El
establecimiento de este catálogo es el resultado de una minuciosa tarea de
consulta de los ejemplares (la mayoría de ellos conservados en la Biblioteca
Nacional de Madrid y los restantes en otros archivos y bibliotecas: cfr. p.
12), y de una completa descripción bibliográfica de los elementos materiales y
paratextuales, que, aunque no se reproducen íntegramente por motivos de
espacio, Ignacio García Aguilar ha sabido explotar citando fragmentos pertinentes
e incluyendo elementos iconográficos de interés (son noventa y nueve las
imágenes que somete a un riguroso análisis semiótico). La presentación de este catálogo
sigue un orden cronológico y abarca desde 1543, año de publicación de Las Obras de Boscán y algunas de Garcilasso de la Vega repartidas en quatro libros, hasta
1648, fecha del Parnaso de Quevedo.
De este modo se nos permite seguir la evolución de la lírica culta profana a lo
largo de poco más de un siglo, en un período de profundas transformaciones y en
el que se produjo un giro absoluto en la apreciación socio-literaria de la
poesía lírica y del oficio poético.
El libro consta de seis partes cuidadosamente elaboradas. En
la primera, Textos en contexto: producción y transmisión de la lírica áurea»,
claramente introductoria, se aclaran cuestiones metodológicas que atañen al
planteamiento general: gracias al corpus constituido por los poemarios de
lírica culta no religiosa publicados bajo una organicidad y cohesión basada en
la figura autorial, y mediante el análisis de los paratextos —portadas,
dedicatorias, prólogos, aprobaciones, tasas, licencias, láminas, poesías
laudatorias— debidamente contemplados desde su histórica complejidad, se
plantean «cuestiones fundamentales que atañen al modo en que se expone la
sanción del texto, a las formas de expresión de la identidad autorial, a los
reajustes del código literario, a la diversa canalización de la lectura, a la
selección de consumidores ideales o, incluso, a elementos más generales que
inciden en la global modelización del gusto y del discurso poético» (p. 24).
En el segundo capítulo, «Entre normativa legal y prácticas
editoriales: determinaciones externas de la autorización textual (p. 25-121),
se interrogan los condicionamientos materiales y normativos que determinan la
producción y el consumo del producto editorial poético. El estudio y análisis
de la portada que se lleva a cabo en «El pórtico del libro en la era del
frontispicio» (p. 47-67), gracias a las reproducciones de diferentes portadas,
ofrece brillantes comentarios sobre las ilustraciones xilográficas distintivas
del librero-editor o del maestro impresor y sobre las ilustraciones relativas
al contenido del libro. Ignacio García Aguilar destaca la carga semántica
contenida en las portadas de seis ediciones de Garcilaso de la Vega, y explica
su paulatina conversión en reclamo editorial, fijándose para ello en los
elementos ortotipográficos, ornamentales y simbólicos que le permiten
profundizar en importantes cuestiones socio-literarias frecuentemente
desatendidas por la crítica tradicional (p. 53). Desarrolla también aspectos
poco estudiados, como la incidencia de los libros de emblemas en las portadas
de libros, calificadas de «aparatos de significar»; la evolución del formato y
de sus posibilidades expresivas, de la letrería y de la puesta en página; la
inclusión de índices y tablas que influyen en los paradigmas y modelos
interpretativos; el papel de las imágenes en la comunicación escrita con el
lector y en la dialéctica visual y material entre los textos poéticos y el
autor que los escribe.
El estudio de las aprobaciones, censuras y pareceres revela
cómo estos preliminares sancionan y autorizan las propuestas poéticas respecto
de las innovaciones y variaciones. En la magistral tipología de la función y
valor de las aprobaciones distingue García Aguilar la aprobación «monotextual»,
mera crítica burocrática, de la «politextual», que es ya crítica literaria y
herramienta de institucionalización literaria; indica previamente quién
autoriza, qué se autoriza y cómo se autoriza; señala acertadamente que la
poesía impresa, en tanto que producto de mercado, es fruto no del ocio sino del negocio, y que la inventio,
la elocutio, el decoro, la autoridad
del escritor y el beneficio patrio, tanto como el gusto del público, son
algunas de las justificaciones y criterios de validación que concurren para
autorizar un poemario.
El tercer capítulo abarca cuestiones fundamentales de la
producción y la recepción del libro poético. Las «Negociaciones del autor» (p.
123-186) atienden a las relaciones conflictivas que existen entre los agentes
implicados en la producción (intelectual y material) de la poesía áurea tal
como se reflejan en el para texto. Los prólogos de los impresores utilizan la
misma argumentación retórica así como los mismos avales de utilidad, dulzura,
novedad o calidad artística que los autores. Las competencias autoriales —como
por ejemplo la elección del dedicatario, la redacción de la dedicatoria o
incluso la redacción de los versos que se incluyen en el libro— se trasladan a
los otros «autores» del libro: los responsables de su elaboración material.
Entre estas «negociaciones del autor», Ignacio García Aguilar destaca la forma
en que éste se autorretrata en los paratextos, mediante grabados, prolongando
los trabajos de Pierre Civil. A través del ejemplo de Montemayor muestra que la
inclusión de su retrato en el Cancionero
de 1562 sirve para exaltar su condición de literato «profesional». También
indaga en las consecuencias poéticas de la profesionalización de la escritura:
el modelo canónico del Canzionere ya
no cuadra con la fragmentación, la multiplicidad, la exigencia de novedad y
originalidad que supone la difusión impresa. Expone asímismo las estrategias
que desarrollan los autores para conquistar en vida estimación y fama, hasta
entonces reservadas a los autores clásicos: tal es el caso del uso (y abuso)
lopesco de retratos y de la figuración icónica del autor dentro de su propia
obra, o de la auto-canonización de Quevedo en el Parnaso poético.
El estudio del «peso» del lector en la formalización del
texto lírico y de los paratextos revela cómo los prólogos designan a su lector
idóneo, a la vez que seleccionan un público muy determinado, y cómo van
construyendo una retórica y una argumentación capaces de seducir a un público
amplio y de apelar al consumidor siguiendo la evolución de la producción
impresa de poemarios líricos.
El cuarto capítulo «El modelo editorial : entre la poética y
el mercado» (p. 187-250), expone los valores poético-editoriales que adquieren
durante esos años los formatos de impresión y la estructura dispositiva de los
poemarios. Describe, mediante siete gráficos, la evolución de los formatos
editoriales de la lírica impresa y el paso del «poemario de escritorio» al
«poemario de bolsillo»: señala además que en la última década del xvi y en la
primera del xvii se produce un notable incremento del primero y matiza y
explicita el valor y la significación de cada formato. Ignacio García Aguilar
recalca además, en las obras de Boscán y Garcilaso (1543), la manifestación de
la autoría individual a través de la «dispositio»
editorial en cuatro libros, y se refiere a este propósito a los nuevos
criterios de ordenación (bipartita o tripartita), y a la selección de las
composiciones que se irán introduciendo posteriormente, demostrando, con una
argumentación irrefutable, que el producto editorial es el resultado de un
meditado proyecto organizativo que apunta de manera cada vez más clara hacia la
variedad del material impreso y a la posibilidad de continuaciones o nuevos
productos. (p. 223). Analiza en fin, a través de los ejemplos de Aldana o de
Lope, los medios utilizados para suscitar la curiosidad del consumidor, como el
«descubrimiento» de nuevos textos, o la revelación de nuevos conflictos
vitales.
En «Elementos para una historia interna de la lírica áurea
impresa» (p. 251- 274) Ignacio García Aguilar propone recorrer de manera más
particular «la(s) historia(s), los valores, los sentidos y los contextos de los
poemarios líricos estampados durante la edad moderna en núcleos y en entornos
muy concretos y con particularidades bien delimitadas» (p. 253). Tras un
estudio sistemático del título de los poemarios, destaca que entre 1539 y 1565,
el término Obras aparece en más del
ochenta por ciento de los títulos y que sólo a partir de la década de los noventa
se impone la etiqueta de Rimas o los
adjetivos que apelan a la mixtura y a la variedad.
El capítulo sexto, «Una propuesta de análisis diacrónico y
tipológico de los impresos poéticos áureos (1543-1648)», contiene agudos
análisis sobre el rastro de la batalla por la nueva poesía tanto en Sevilla
como en la Corte, «dos motores de cultura literaria con importantísima fuerza
institucionalizadora» (p. 299), batalla que utilizó tanto la vía manuscrita
como la impresa y en la que participaron Lope y Quevedo, aunque con
planteamientos muy dispares. También toma en cuenta las tendencias y tensiones
operativas en lo que atañe a la poesía lírica española o luso-castellana
impresa en Portugal, enfatizando los condicionantes político-militares y
literarios que imperan en la tensión entre centro y periferia.
En este brillante estudio, escrito con claridad e ingenio,
Ignacio García Aguilar propone, en conclusión, un planteamiento y una
metodología renovados que enriquecen de forma sobresaliente el conocimiento de
la poesía áurea. Cabe aplaudir la precisión de las fuentes y el manejo de una
rica y amplia bibliografía (p. 397-423). Quiero también aprovechar el espacio
de esta reseña para celebrar el trabajo de edición que acoge este brillante
estudio: gracias a la calidad de la mise
en page, de las reproducciones y del diseño gráfico de la editorial
Calambur, la belleza del libro corre pareja con la belleza del texto.
Lee la reseña en Studia Aurea. Revista de literatura española y teoría literaria del Rinacimiento y Siglo de Oro
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