Todoliteratura.es, 22/02/2014
Víktor Gómez, madrileño de cuna y valenciano de corazón, es
uno de los animadores culturales más influyentes del panorama literario actual.
Su floreciente labor como coordinador de la Asociación Poética Caudal y las
presentaciones y recitales que organiza en la librería Primado, por donde pasa
la poesía en Valencia, atestiguan una inquietud vital e intelectual digna de
encomio.
Como autor ha demostrado poseer una voz propia, con el
empleo de un lenguaje combativo, que desde un humanismo militante parte de lo
existencial para "despertar" conciencias al poner el acento en la
problemática social. Víktor cuenta con un amplio bagaje de publicaciones: Detrás de la casa en ruinas (Amargord,
2010), Huérfanos aún (Baile del Sol,
2010), Incompleto (4 de agosto,
2010), Trazas del calígrafo zurdo (Varasek,
2013) y recientemente Pobreza (Calambur,
2013), además su interesante labor como co-director, junto a Javier Gil, de la
colección ONCE de poesía y ensayo de Ediciones Amargord, avalan a un autor
incansable y comprometido.
En Pobreza hallamos un lenguaje rico en matices, que
disecciona la realidad con la habilidad de un entomólogo. En sus manos parece
que el lenguaje se dilata, se curva, para decir de otra forma cosas que deben
ser dichas. Estamos ante una poesía crítica con la realidad circundante, que
hace del lenguaje un material altamente maleable, donde se imbrican diversos
géneros, registros y dialectos, y cuya sabia combinación consigue poner en
crisis las trampas y falsos asideros que una moral impuesta ha ido poniendo en
el camino. Víktor Gómez tiene la extraordinaria habilidad de tensar el lenguaje
poético como un arco que dispara saetas cargadas de humanidad al centro de la
diana de la hipocresía y el nepotismo que gobiernan un mundo adocenado y
conformista.
El libro se organiza en torno a dos apartados o libros. El
primero, el más extenso, que lleva por título "Aún sin nombre", se
abre con dos citas que a modo de tesis avanzan su contenido. La primera de
ellas tomada de una pintada en alguna pared del "trullo", es la que
da título al poemario, y asevera que en ese lugar maldito sólo se castiga la
pobreza. La otra cita es de Salvatore Quasimodo y alude a lo terrible que anida
en la apariencia más bella. Sin duda estas citas denotan la voluntad de crítica
de un autor que rompe con todo orden establecido para dar nombre a aquello que
aún no lo tiene o lo ha perdido: la dignidad que hace al ser humano.
El libro I se inicia con un breve poema de gran belleza que
se asemeja en fondo y forma a la tanka (o "traza"): pequeños trapos/
tendidos/ la humedad pesa/ tensa una cuerda/ que tiembla al viento. Le sigue
toda una serie de poemas de tono altamente expresivo, que denuncian la pobreza
del alma que se abandona a las sombras en versos de gran hondura: si no sangra/
el poema/ se pudre o ¿Qué pobreza es esta que ni sabe qué nombre tiene lo
posible? Sorprende la capacidad de Víktor para trenzar discursos aparentemente
disímiles y aunarlos en un todo común a través de una sugerente escritura que
emplea onomatopeyas, neologismos y extranjerismos y renuncia a determinados
signos convencionales de la lengua como el punto final o la mayúscula al inicio
de frase para apostar por otros menos comunes pero más expresivos, como el
guión, el paréntesis y la cursiva, que le permiten deconstruir los tópicos de
la versificación.
Otro aspecto interesante a comentar es lo que podríamos
llamar la arquitectura del poema, pues Víktor Gómez dispone y ordena los versos
con milimétrica precisión para orquestar un discurso con altas dosis de
compromiso social, donde los espacios en blanco invitan al lector activo a
rellenar los huecos. En este sentido los poemas no son conclusivos, sino textos
abiertos que incitan a pensar y replantearse la orfandad del mundo.
El libro II, titulado "Jana", se inicia con un
largo poema en prosa que emparenta el origen del universo con el sexo de la
amada, donde la carne se hace verbo. Le siguen toda una serie de poemas donde
el poeta invoca el pasado a través de recuerdos interrogantes y donde el
lenguaje se hace más sensual, con una aureola metafísica: sexo y boca se
besan -fluyen en ese brío-/ salado mar
de ebrios dioses. Culmina el poemario un único verso que sintetiza la idea
vertebral del libro: ¿y no habrán de resucitar los vivos?
La poética de Víktor Gómez no deja indiferente a nadie. Ofrece y exige compromiso ético para tratar de desvelar los intereses creados, el abuso y el derroche de unos pocos contra la inmensa mayoría. Una lectura muy recomendable en estos tiempos de miseria moral y creciente incertidumbre.
La poética de Víktor Gómez no deja indiferente a nadie. Ofrece y exige compromiso ético para tratar de desvelar los intereses creados, el abuso y el derroche de unos pocos contra la inmensa mayoría. Una lectura muy recomendable en estos tiempos de miseria moral y creciente incertidumbre.
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