Alberto García-Teresa
Nayagua, nº 19, julio 2013
Sin prisa, a base de un largo trabajo de escritura y
reescritura, la obra de Enrique Falcón es el resultado de una laboriosa
investigación sobre las posibilidades, necesidades y carencias de la poesía
para poder poner de manifiesto el conflicto socioeconómico en toda su
complejidad y contradicción, con su amplitud de agentes, desde un enfoque
antagonista.
Dentro de su trayectoria, el reciente Porción del enemigo ocupa un lugar muy relevante. Consiste este en
el primer poemario escrito y publicado tras el cierre de su imprescindible La marcha de 150.000.000, una obra
fundamental de la poesía hispánica de la segunda mitad del siglo xx. Porción... responde a aquel proyecto denominado
con anterioridad Codeína, que cierra la definitivamente titulada “Trilogía de
las Sombras”, que ha ido cobrando forma simultáneamente a La marcha... Dado que
algunas de las piezas de Amonal y Taberna
roja, su primera y su segunda parte, se incorporaron a la versión
definitiva de La marcha… (Eclipsados, 2010), y tras entender su poesía inicial
como una búsqueda hasta llegar a La
marcha…, podríamos considerar Porción
del enemigo como el primer poemario que se escribe sin ese proyecto (que
fue gestándose a lo largo de quince años, y que contó con la edición de dos
versiones parciales previas) en el horizonte. Por eso, resulta muy interesante
acercarnos a esta obra para observar la evolución de Falcón, para atender a la
progresión después del monumental trabajo y la excelencia de La marcha de 150.000.000.
Porción
del enemigo se articula mediante el enfrentamiento, mediante la
confrontación, que constituye a los sujetos y también a los textos, tanto
formalmente como a nivel de discurso: “Un hombre tiene siempre / la edad de su
enemigo”, escribe. Todo el poemario está atravesado por una gran violencia, que
se manifiesta en la construcción sintáctica, en el ritmo, en los referentes o
en las temáticas abordadas. Busca así corresponder y reflejar la violencia, la
desigualdad y el dolor existentes en nuestra sociedad. Y es que Falcón lleva a cabo
esa exploración formal para adecuar su enunciación a la expresión de la
desigualdad, la miseria, la injusticia y la opresión existente en el mundo, que
es la base de su poesía. Por tanto, el ritmo abrupto, con una sintaxis
dislocada, oraciones truncadas, ausencia ocasional de signos de puntuación y
bruscos encabalgamientos (que hasta parten las palabras), señalan una
interrupción en la enunciación (y en la observación) y rompen el automatismo; la
acomodación, en definitiva. Todo ello evidencia una voluntad política de
crítica radical muy clara. Por eso, las perturbaciones lingüísticas,
sintácticas, gráficas, genéricas de estos textos remiten a la voluntad de
Enrique Falcón de no escribir una poesía cómplice con el statu quo y apuntan a un lector que salga de la pasividad (primero,
en su relación con el texto y, a continuación, a nivel político). Al respecto,
Falcón refleja la conflictividad que se esconde tras la supuesta paz social.
Recordemos, en ese sentido, a Arnold Hauser: “El criterio de la fecundidad de
un arte comprometido no estriba en la solución de crisis y conflictos, sino en combatir
la ilusión de que, en medio de los peligros y bajo el signo de la catástrofe, todavía
se sigue viviendo en un mundo sin peligro alguno”. Por tanto, ese choque con el
lector es reflejo de los conflictos sociales, económicos y políticos.
Falcón continúa construyendo brillantes metáforas, con un
alto contenido de violencia, pues emplea referentes y acciones relacionadas con
el cuerpo agredido o torturado. También suele remitir a los campos semánticos
de la putrefacción 209 y de la enfermedad. Se trata de imágenes de una gran
fuerza, que pueden ser dirigidas por un arrebato irracionalista, y que
facilitan la empatía y que producen desasosiego en el lector. El agua y la
lluvia son símbolos recurrentes en Porcióndel enemigo, además de la propia imaginería que ya ha consolidado este autor.
También, en menor medida, aparecen algunas pocas fórmulas, repetidas en
distintas piezas, que dotan de mayor unidad al discurso del libro. Con todo ello,
en bastantes textos el poeta alcanza una intensidad sobrecogedora.
Por otra parte, hay que remarcar la presencia de la novela
en la obra. Figura a través de citas o de la aplicación de técnicas propias de
lo novelesco en el poema, al mismo tiempo que se extrema la tensión lírica en
otros momentos. Por ejemplo, se incluye un poema formado por ocho fragmentos de
las correspondientes novelas, donde las últimas palabras se parten y prosiguen
encadenando sus sílabas y abriendo la nueva cita.
El libro presenta una gran diversidad en la experimentación,
pues cada poema registra un mecanismo distinto. Falcón no repite soluciones ni
formatos, no se acomoda, sino que encara la pluralidad como expresión de la
multiplicidad de abordajes que permite la realidad. Así, además de esos
aspectos de lo novelesco, más que de lo narrativo, el autor incorpora muchos
elementos antipoéticos, no literarios, como cuestionarios, artículos de leyes,
listados, noticias de periódicos, instrucciones o glosas en prosa. Todo ello
apunta a un intento de renovación de los modos de enunciación, siempre desde un
punto de partida lírico, pues responde a una intención de recepción no lineal,
que provoque un extrañamiento que sea capaz activar la atención y de
desencadenar la reflexión sobre lo poetizado. Es decir, Enrique Falcón lo
emplea como necesidad, no como juego o alarde de habilidad. Por ejemplo, cruza
un poema con las categorías de las valoraciones de las empresas de calificación
de riesgo. Atraviesan así el discurso poético (que es enunciación del mundo)
los mecanismos financieros del capitalismo. Se pone de este modo de manifiesto cómo
la economía determina y condiciona la vida. O, igualmente, ocurre cuando se
introducen acrónimos y términos económicos en un discurso sustituyendo las
referencias a la organización política o a las propias personas. Por otro lado,
también desarrolla juegos con la disposición del texto en la página, a la cual dota
de un valor expresivo (como “Poema con agujero”, que, literalmente, tiene uno en
su centro).
El eje de todo el poemario es la resistencia. En ese
sentido, ese impulso, o la profundización en él, resulta uno de los avances de
este libro respecto a la obra previa de Enrique Falcón. En Porción del enemigo, el autor no se apela ni se acerca a ella como
algo abstracto, sino como una estrategia concreta para propiciar la derrota del
enemigo, del Poder. Se produce, entonces, una exaltación de los resistentes en situaciones
extremas, presentes y pasadas, para perpetuar su memoria y demostrar 210 que es
posible, no sólo no ceder, sino crear grietas y pasar a la ofensiva en esa
confrontación. De hecho, un aliento de insumisión arrastra todos los versos,
desde la persistencia del dolor y desde la firmeza de la no claudicación.
También se aprecia cierto sentido de inminencia, cierta inevitabilidad de la
resistencia, que empuja las luchas sociales. De este modo, aun siendo
consciente de la derrota, Falcón sabe articular la esperanza como aliento de
posibilidad en sus textos. Explícitamente manifiesta que la mirada revela un
posicionamiento político, y que tenemos la opción de decidir qué mirar o si
apartamos la vista. Se trata esta de una decisión nuestra, a la que debemos
responder responsablemente, dado que la forma de mirar la realidadcondiciona
nuestra manera de actuar.
En cualquier caso, su discurso está vertebrado y sostenido
por y en lo colectivo. La estrategia de resistencia es comunitaria, con lo que
supera la falacia individualista para encarar los conflictos históricos. El
“yo” se enuncia como parte de la comunidad oprimida, como parte de las
víctimas, sin suplantar su voz.
Al respecto, se incide en la presencia del asesinato y en la
importancia de la memoria de los ejecutados por el Estado a través de la
represión o de una política imperialista. Así se puede recuperar y mantener su
dignidad. Además, Falcón utiliza fuentes escritas directas del statu quo para desvelar su política,
para resaltar sus contradicciones, sus estrategias represivas. Por ejemplo,
sobresale el choque que se produce al intercalar en un mismo poema un discurso
de Barack Obama sobre la estrategia en el continente americano y un manual de
la CIA para intervenir a favor de la contrarrevolución y llevar a cabo tácticas
de sabotaje en la Nicaragua sandinista. Esa confrontación revela la hipocresía
y la distancia entre la imagen pública y la práctica imperialista de Estados
Unidos.
Por otra parte, siendo respetuoso con el trabajo de
elaboración y reelaboración del poema, Falcón da completa cuenta de las
distintas publicaciones y versiones previas de los textos recogidos en Porción del enemigo. En esas mismas
notas finales, el autor también explica las distintas alusiones, el contexto en
el cual fueron escritos, la procedencia de las citas y otros elementos del
paratexto de los poemas.
Sin embargo, a pesar de esa diversidad, Porción del enemigo resulta un poemario coherente, con un tono
unitario y unos mismos puntos de partida de los textos.
Por tanto, Porción del
enemigo avanza en la propuesta formal y discursiva de Falcón, que plantea
el texto como un espacio de enfrentamiento, como una manifestación del
conflicto socioeconómico y político. Por todo ello, el proyecto de Enrique Falcón
continúa siendo una de las propuestas más arriesgadas y meritorias de nuestra
poesía reciente.
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