Por Javier Reverte
Diario de Sevilla, 26/04/2014
Antonio Hernández en la Feria del Libro de Madrid, 2013 |
No hay que felicitarle a él, sino al jurado del Premio de la Crítica, que este año ha distinguido a su libro Nueva York después de muerto como el mejor de cuantos han sido publicados en este curso pasado. A menudo, los jurados se equivocan. Pero cuando aciertan, hay que celebrar su buen juicio. Y aplaudirlos sin rencor alguno por sus olvidos anteriores.
Escribo a vuela pluma y, de tal guisa, ¿qué puedo decir del libro de Antonio Hernández y de su poesía? En tiempos de desánimo, de amenazas contra el papel de la cultura y de angustia moral, este Nueva York después de muerto alza su voz cual espadazo iluminador, al modo como siempre lo han hecho los poetas valerosos: con emoción, sorprendiendo, cabalgando a lomos de la audacia y alargando la sombra del misterio. Porque la poesía ha sido siempre eso y mucho más: un territorio de asombro que se arrima a la luz, echando mano de una técnica depurada y sin perder la inocencia que habita en el corazón de los niños.
El libro es un homenaje a Luis Rosales, a Federico García Lorca, a la ciudad de Nueva York... Pero va más allá que su temática a través de una melodía tan audaz como sorprendente. Contiene altura moral, sorpresa, audacia, perplejidad... Es una mezcla inesperada de narración , de verso libre y clásico, de ensayo y crítica... Y es misterio, como toda la poesía que se arrima al alma.
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