Por Santos Domínguez
Encuentros con las letras, 5/04/2014
Así, por obra del azar, soy y miro, escribió Wislawa Szymborska en un verso que José Antonio Zambrano ha puesto al frente de una de las cuatro secciones de Lo que dejó la lluvia, el libro que publica Calambur con un iluminador prólogo –Un hombre es lo que cuenta- de Ramón Pérez Parejo.
Y eso es lo que cuenta en estos poemas, un hombre que vive y mira y escribe en un terreno neutral en el que no entra el gusano corrosivo de la tristeza ni se le cede asiento tampoco a la presencia invertebrada de la alegría estéril.
Porque el poeta dialoga en este libro con lo más cercano, y por eso su tono es el de la complicidad de la voz baja que reúne el presente y la memoria (lo que importa es vivir y no haber vivido) en una poesía intimista y reflexiva, sensorial y emocionada, intensa en su precisión verbal.
Y es que en los poemas de Lo que dejó la lluvia cada palabra tiene el tamaño exacto de su desnudez verdadera, el peso y la consistencia que el poeta parece haber calibrado pacientemente con la magia del alquimista en el crisol de las destilaciones, en el taller verbal del que pule un diamante hecho de la materia fugaz del corazón en la tarde lenta del tiempo:
Todo para decir
que esta invención celebra el canto de un hombre
que ha pactado con su sombra
lo que dejó la lluvia.
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