Entrevista a José Manuel Lucía Megías con motivo de la publicación de Los últimos días de Trotski, un poemario “subyugante y originalísimo” al entorno de la figura de León Trotski. (ABC, 11 de abril de 2015)
El cervantista, filólogo y poeta publica «Los últimos días
de Trotski», un libro subyugante y originalísim
José Manuel Lucía, poeta y filólogo, Vicedecano de la
Facultad de Filología de la Complutense, y uno de los cervantistas más
reputados del planeta, aún tiene tiempo de trazar de madrugada versos
conmovedores y subyugantes. Como los que recoge en su nuevo libro, «Los últimos días de Trotski» (Ed. Calambur), un poemario sorpendente en el que dibuja un
perfil humano y sufriente del que fuera mariscal de mariscales del Ejército
Rojo y víctima entre las víctimas del terror de Stalin.
- Con todos los personajes que existen en la Historia, ha
elegido versificar la vida de Trotski. Es usted un valiente.
- No crea, siento más bien que él me ha elegido a mí. Y no es
presunción por mi parte. Comencé a escribir sobre él y al hacerlo me di cuenta
de lo poco que sabía de Trostki, de cómo me habían servido hasta el momento los
brochazos de su mito, los datos aislados y poco enhebrados de su biografía mal
conocida y peor explicada. Y comencé a leer sobre él. De una manera
desordenada, de una manera casi suicida, con la pasión de quien está detrás de
algo. Y detrás estaba León Davídovich, el hombre, con sus sombras, sus miserias
y sus grandezas diarias. Y entonces no pude dejar de escribir. Lo que iba a ser
un poema ha terminado siendo un libro de poesía. En algún momento de la
escritura me sentí más copista que autor. Pero ese es otro cantar, que tiene
que ver mucho con la fascinación de un personaje como Trotski.
- ¿Fue una revelación del tipo San Pablo camino de Damasco?
- Más que una revelación fue un camino. Comenzó una mañana en
México, en su casa en la calle Ávila de Coyoacán. Mientras que el guía
explicaba cómo había sido asesinado en su despacho, yo me dije: «Tengo que
escribir sobre este despacho, sobre el tiempo detenido en el despacho de
Trotski…». Allí, encima de la mesa están sus libros, sus notas, sus citas
apuntadas en el calendario, las plumas, el dactilógrafo, el busto de Lenin, sus
libros… ahí estaba él, segundos antes de recibir el golpe cobarde del piolet. Y
a los meses recordé aquella sensación y escribí un primer poema (el último del
libro, por cierto)… y entonces comencé a darme cuenta que no era suficiente,
que tenía que saber más y más… Como un buen líder, Trotski no da respuestas: te
hace plantearte las preguntas adecuadas.
- Leyendo su libro, Trotski parece un héroe griego, castigado
por los dioses de la represión estalinista.
- Algo de eso hay, de un héroe griego que lo ha tenido todo,
incluso la soberbia de no darse cuenta de su propia caída. Trotski lo tuvo
todo, estuvo al lado de Lenin y su mano era capaz de mover el destino del
Ejército Rojo. Era brillante. Nadie quedaba indiferente ante su palabra, ante
sus arengas. Pero fue un mal estratega en un tiempo de estrategias complejas.
Pensó que en la industrial Alemania estaba el campo propicio para la revolución
proletaria, y terminó triunfando en el territorio más feudal de toda Europa,
Rusia. Creyó que iba a ser el sucesor de Lenin y nunca valoró en su justa
medida la sombra asesina de Stalin. Y lo pagó caro. Bien caro: se quedó sin
revolución, sin tierra, y sin visado. Como «planeta sin vida» fue conocido en
su tiempo. ¿Qué más se quiere para construir un mito? Una muerte… pero a eso ya
llegaremos.
- ¿Stalin es como Zeus, pero en chungo?
- Sin Stalin, el mito de Trotski nunca se hubiera
consolidado. Stalin necesitaba acabar con Trotski pues él representaba lo que
la revolución comunista hubiera podido ser, lo que podría ser de no haber
existido Stalin, el gris de Stalin. Y lo borró de la historia de Rusia como lo
hizo de las fotografías en que aparecía junto a Lenin en los momentos previos
de la Revolución. Trostki, como tantos otros héroes de la Revolución Rusa del
14, fue declarado Enemigo del Pueblo. Y a pesar de los años, a pesar de todo lo
que hoy sabemos, el nombre de Trotski todavía no es pronunciado por los líderes
de la antigua URSS. La sombra de Stalin sigue siendo muy alargada.
- Este Zeus, además le echó del Olimpo, en el exilio Trotski
parecía Prometeo, una y otra vez subiendo la montaña de la Revolución.
- Un Prometeo con muchos rincones y esquinas. Un Prometeo con
varias caras y muchas soledades. La Revolución Permanente, la Cuarta
Internacional fueron sus instrumentos de lucha, de resistencia. Pero cada vez
más solo. Y de nuevo la soberbia. El enfrentamiento con los compañeros europeos
que no admitían su intransigencia, que temían más la sombra de Stalin y su
sistema represor que los sueños revolucionarios de Trotski; la soledad que le
iba alejando de todos y que no encontraba un espacio donde vivir. Turquía le
termina echando, Francia le admite pero con la condición de su silencio;
Noruega termina por considerarlo una persona peligrosa y convierte su casa en
una cárcel… Cada vez que Trotski habla, las alarmas de la política europea se
ponen en funcionamiento. Pero ni Francia ni Noruega pueden estar muy contentas
de su comportamiento en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, al poder
que le dieron a Hitler, que se hizo fuerte en la debilidad de las potencias
aliadas. ¿Quién iba a querer a Trostki cerca, a un Trotski que era conciencia viva
de su época?
- A Trotski hoy le llamarían populista y antisistema…
- Y quizás lo era… o quizás hemos perdido el valor de las
palabras. Pues claro que Trotski era populista, es decir, alguien “relativo o
perteneciente al pueblo”. Y claro que era antisistema, contra ese sistema
absurdo que permitió que se considerara una elección democrática la subida de
Hitler al poder, de los acuerdos entre Hitler y Stalin (la mayor traición a
cualquier sueño revolucionario proletario). Y hoy en día se hace necesario
reivindicar ser del pueblo e ir contra los sistemas.
- Además, este libro es la historia de un gran amor, el del
líder del Ejército Rojo por Natalia.
- Trotski sin Stalin no hubiera podido construir su leyenda,
su mito. Trotski sin Natalia no hubiera podido vivir, sobrevivir. Ella lo era
todo para él porque era su sombra, era su amanecer, era su sustento porque ella
creía en él, creía en su obra, en su misión… y en esa creencia ella fundó su
vida y sacó fuerzas para ir viendo morir a todos sus hijos por seguir la estela
del padre. Aquí sí que se puede hablar de una heroína, una verdadera
superviviente.
- Pero muchas veces parece un amor a lo Neruda, «me gustas
cuando callas porque estás como ausente…».
- Ella tenía claro que era la sombra de Trotski, esa sombra
que parece transparente, pero que se sabe, y es, tan necesaria… Sin ese apoyo,
ese apoyo en el exilio, en el encierro, en el frío de las casas que habitaron y
el de un corazón como el de Trostki hecho para amarse a sí mismo, a su misión
en el mundo, sin Natalia, Trotski quizás se hubiera quebrado antes de tiempo.
- ¿Y qué pinta en todo esto Frida Kahlo?
- Frida era vida, la vida exuberante, la que hace volver a
brotar la energía en las venas agotadas por el esfuerzo. Frida era lo prohibido
y, por tanto, lo deseado: la mujer de Diego Ribera, la persona que había
intercedido con el presidente mexicano Cárdenas para hacer realidad su exilio
en Coyoacán; era quien había abierto las puertas y las ventanas de la Casa
Azul. Pero Frida era también la coleccionista de amantes… ¿y cómo dejar escapar
una pieza tan suculenta como uno de los padres de la Revolución Rusa? «All my
love» se decían cuando se despedían, como adolescentes, como el adolescente que
nunca fue Trotski.
- ¿No será que Trotski era un poquito machista?
- Quizás era una persona deseosa de amar… y de ser amado. Y a
veces el amor de siempre se necesita cambiar por un amor de lejos… Pero al
final, Trotski fue abandonado. Por Frida (que confiesa a una amiga que nunca
tenga a un viejo de amante), por Natalia, que se siente traicionada. Y son muy
interesantes las cartas que Trotski le envía a Natalia para que vuelva a su
lado, y que solo desde hace unos años se conocen. Primero comienza con la
lamentación y la culpa; luego sigue con el deseo sexual describiendo escenas
que uno nunca pensaría que pudiera tener como protagonista a ese anciano detrás
de sus gafas redondas; y termina por atacar en la parte que a Natalia le
convence para volver con él: sin Natalia, sin su Natalia no es capaz de
escribir.
- También era un tipo al que admiraban muchos intelectuales,
como unos cuantos surrealistas, como Breton, quizá uno de los primeros en
adivinar lo que era el terror estalinista, Kolimá y el Gulag.
- Una admiración de un mundo que se pensaba que estaba por
construirse, que era posible soñar en revoluciones que devolvieran la esperanza
a la Humanidad. Sueños convertidos en pesadillas. Trotski y Breton llegaron a
escribir un «Manifiesto por un arte independiente revolucionario», en el que
luego Diego Ribera estampó su firma. «La independencia del arte –por la
revolución. La revolución –por la liberación definitiva del arte”. ¡Qué
actuales siguen siendo todavía estos presupuestos, qué necesarios estos
manifiestos!
- ¿Al escribir un libro de estas características hay que
guardar las distancias o hay que meterse hasta las últimas consecuencias en las
tripas del personaje?
- No sé cómo hay que escribir un libro así porque nunca tuve
intención e hacerlo. Nació de lecturas y de una escritura desordenada, caótica
que, con el tiempo, fue llenándose de luz y de orden. Lo que sí que tuve claro
a medida que iba escribiendo es que se imponía la primera persona: una
personalidad tan arrolladora como la de Trotski no se deja escribir desde la
distancia de un narrador… solo unos pocos versos se han mantenido en la barrera
del observador. El resto se han llenado de barro, de vida, de una vida que yo
he imaginado. Esa vida de papel, de sueños en la que vivió el propio Trotski y
que le reprocharon muchos de sus amigos y familiares.
- ¿Fue Trotski un poeta frustrado?
- Como revolucionario que fue, como soñador de un nuevo
mundo, como defensor del «claro y brillante futuro de la Humanidad» Trotski fue
un poeta. Quizás no escribiera en verso, pero lo cierto es que la construcción
de su vida es un buen poema épico. Que acaba con un último gesto grandioso, que
le afianza como mito: el grito, el revolverse contra su asesino que ha dudado
una décima de segundo antes de asesinarle. Ese grito, el famoso grito de
Trotski, sin duda, es uno de los versos más desgarradores que nunca se hayan
escrito.
- ¿Han cambiado sus intenciones de voto después de escribir
este libro apasionante y apasionado?
- Comencé a escribir sobre Trotski como una obsesión: la
imagen del político que es coherente, fiel a sus ideas, frente a nuestra clase
política –y no pienso solo en la española- que es capaz de cambiar de idea como
de camisa o de restaurante. El político que es capaz de sacrificar su vida, la
vida de sus seres queridos por defender sus ideas, esas ideas que mejorarán el
mundo… al menos lo harán un poco mejor… pero poco a poco, también se me
presentó en Trotski el intransigente, el soberbio, el que no aceptaba una
crítica porque se consideraba poseedor de todas las verdades, el que no era
capaz ni de escuchar a su propio hijo, que terminó muriendo solo en un hospital
en París… ¿el famoso término medio? No me cabe duda de que la revolución es
necesaria… pero quizás no haya que pensar en una revolución llena de líderes,
de estructuras, de medios de sumisión o de comunicación, sino más bien en una revolución
permanente en nuestras vidas… lejos de las estructuras del poder, haciéndolas
más a nuestra imagen y semejanza y no alejadas de quienes son su razón de ser.
- Quizá es que la única Revolución en la que podemos creer es
la poesía…
- Y la poesía puede ser voz de tantas revoluciones, pues,
como diría el siempre admirado Cervantes, la épica bien puede escribirse en
prosa como en verso… ¡hagamos el esfuerzo de poner algo más de poesía en
nuestras vidas, ya que la prosa no nos está dando ningún resultado!
All my love!
¡Qué alejadas están las miradas de Frida y de Natalia!
¡Qué abismo de juventud ofrecen las pupilas incendiarias de
Frida, de una Frida de
acero y de viento, y de olores nuevos, sabores que forman
parte de los
sacrificios aztecas!
Natalia me mira y me siento atrapado en su mirada de siglos,
de manos
compartidas y de pan escaso en las interminables noches de
exilio.
Natalia me mira y me siento en su mirada tranquilo, viejo,
acompasado a los años y
las costumbres compartidas.
Frida me mira y siento rejuvenecer de nuevo mi sangre
revolucionaria en el
espasmo de todos mis miembros.
Frida me mira y me faltan las palabras, todas las palabras.
Por primera vez en mi vida.
Sin sangre.
Sin tinta.
No hay recuerdos, no hay penurias, solo libros compartidos y
mis mensajes de
amor atrapados entre sus páginas.
Natalia me mira y me siento fuerte, de nuevo Trotski.
Frida me mira y dejo de ser yo, el viejo Trotski de ahora y
me imagino a los dos
tumbados en su cama de espejos multiplicando sus caderas en
mis renovados
jadeos.
¡Qué lejos estoy de las miradas de Frida y de Natalia!
Con una vivo y con la otra,
sueño.
de noche,
Podéis encontrar la entrevista en ABC
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