Lo que dejó la lluvia
Por Francisco Javier Irazoki
El Cultural, 13/06/2014
Discreto y perseverante, José Antonio Zambrano (Fuente del Maestre, 1946) ha creado obras poéticas meritorias. Sus lectores coinciden en profesarle un respeto que ya dura más de tres décadas. El profesor Ramón Pérez Parejo firma el prólogo de Lo que dejó la lluvia. Creo que acierta al definir las características de la escritura de Zambrano. En primer lugar, destaca la madurez artística conseguida por el poeta. Si en sus etapas anteriores se alternaban estilos variados, aquí el autor alcanza el sosiego. El barroquismo y la tendencia hermética han dado paso a la claridad serena. No ha disminuido su gusto por los símbolos, la introspección, el idioma cuidado. Asimismo quedan algunos rastros de metapoesía. O el uso de la imagen inesperada: “Vuelven los que lloran junto a su corazón / por el verde de las noches”.
Cuestión central de esta obra es el tiempo. Sabemos que es la mayor preocupación del poeta, quien de nuevo medita sobre el enlace entre pasado y presente. Le consagra reflexiones mientras evoca a los cantantes Brel y Camarón, menciona la literatura de Rilke y Ribeyro o cita las palabras de Jaccottet y Cortázar. También la naturaleza está situada en los primeros planos. Cuando el escritor se refiere a ella, desconocemos la geografía concreta; las palabras que emplea para definir el entorno son aplicables a otros países. Considero que es especialmente atinado el poema Modos de ser, donde se juntan la pérdida humana de la memoria y la desembocadura de un afluente en un río desconocido.
Las personas no quedan excluidas del poemario. Se alude a Edinda, figura femenina que representa lo más noble de los sentimientos humanos. Su presencia, habitual en otros libros del escritor, crea una atmósfera cálida. Se percibe una búsqueda de refugio y comprensión en las palabras que Zambrano le dedica. Apoyado en tu nombre es el verso definitorio de la relación con la amada.
A mi juicio, uno de los logros más sobresalientes de Lo que dejó la lluvia consiste en la mezcla de nitidez expresiva y hondura psicológica. Las tres páginas del poema final son un ejemplo de la fusión entre las imágenes claras y el fondo denso. Así prepara José Antonio Zambrano la despedida. Sin renunciar a los tonos apacibles, nos dice qué somos en el mundo: “los lados tristes del deseo / que sobre el ruido de la vida / amasa en las piedras su último fruto”.
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