Por Catia Miriam Costa
OJE, 15/05/2014
He empezado a leer un interesante libro titulado La sirena de Alamares y otros cuentos populares portugueses, traducidos al español y editados por José Luis Garrosa Gude.
El autor justifica la edición debido al desconocimiento de las tradiciones portuguesas en España, único país con el que tiene fronteras. Pero también existe otra intención en la selección y en la traducción de estos cuentos, y cito: “En una época de escasos ideales y de nula fantasía, en medio de todo tipo de turbulencias sociales y económicas, este libro es una oportuna llave de entrada a un mundo sorprendente”. Los cuentos seleccionados son muestras del imaginario portugués, pero también se encuentran temas y argumentos similares en la literatura popular de otros países, sobre todo entre sus vecinos continentales.
Esto quiere decir que existe la franca posibilidad de que los portugueses tengan un imaginario y unos anhelos idénticos a los de sus compañeros europeos y que cuestionen de igual forma cómo se está construyendo esta Europa. Con la salida de la troika esta semana y con las elecciones europeas la próxima semana, pensar la construcción europea no es solamente un desafío, sino que es un deber de todos los ciudadanos que pretendan participar.
Al leer el texto “Comisión Europea 2010-2014, un registro de logros” (traducción), nos damos cuenta de las referencias a los principios fundadores de esta unión. Paz, unidad y diversidad, solidaridad y una economía de mercado con preocupaciones sociales se presentan como las caracterísicas esenciales de esta unión Europea, fundada en una comunidad cultural con valores compartidos. El objetivo de Europa 2020 se anuncia: inteligente, sostenible e integrador. Por lo tanto, un nuevo tipo de crecimiento que no se mida sólo en saldos contables, sino más bien en cualidades poco o nada tangibles que se traduzcan en mejores condiciones de vida para la población.
Pero este texto oficial de la Comisión Europea parece más un cuento de hadas que ya no consigue hacer soñar a los europeos. Le falta la belleza y la construcción estética de los cuentos tradicionales, se transformó en una expresión de buenas intenciones que la población no siente. Una de las conclusiones indica ese camino: “tal vez nuestro mayor logro haya sido como amigos”, si en un lenguaje político esto tiene sentido, pudiendo querer decir que fue involucrando a más grupos de interés y que se llegó a una determinada solución, para el ciudadano medio no no supone nada. La lista de buenas intenciones es extensa y comienza con la promesa de creación de una unión bancaria que es hoy por hoy un logro pendiente.
Se hace referencia a otras tantas buenas intenciones: el apoyo de los Estados al crecimiento, la inversión en energías renovables, la reparación del sector financiero y su reconversión de manera fiable y saludable para la economía, el apoyo al renacimiento de la industria en Europa, la inversión en la capacitación digital, el emprendimiento y el empleo. La lista podría ser más larga, pero la enumeración tiene el mismo sentido, la afirmación de una Europa próspera con su propio modelo de desarrollo.
La pregunta que queda en el aire es la siguiente: ¿las políticas de austeridad, seguidas en Portugal y en otros países de la Unión, no son exactamente lo contrario a lo que enuncia el trabajo desarrollado por la Comisión para el futuro de la Unión? ¿Existen realidades paralelas, una discursiva y otra práctica? Analizando este documento, parece que sí. Estamos delante de un cuento de hadas, al que le faltan las cualidades literarias y le sobra una especie de ilusión que se pretende aplicar a la realidad.
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