Por Carlos Izquierdo
La ventana encendida, 08/03/2014
I
En las cimas más elevadas el aire es tan puro que cuesta
respirar. Con Pobreza, el poemario que cierra un ciclo precedido por Huérfanos
aún y Detrás de la casa en ruinas, Víktor Gómez nos hace ascender hasta el
lugar desde donde podremos contemplar el vasto panorama de un tiempo, el
nuestro, el de hoy, de explotación y de miseria: una visión sobre el dolor
-desde el dolor, cargada de dolor- pero acendrada por la ternura, capaz de
descubrir el destello del metal noble bajo los amasijos de chatarra. Pero hay que
advertir que Víktor Gómez cree ciegamente en el lector, lo eleva a la categoría
de poeta, y si queremos ascender con él deberemos responder a su exigencia,
dejarnos las uñas y las manos asiendo las palabras y arañando el texto para no
caer, deberemos "descoser" el corazón de las miserias y comodidades
que nos mantienen adheridos a nuestro egoísmo. Sólo así, desde lo más alto,
podremos contemplar cómo "la luz depone su amarga moneda".
II
En Pobreza el lenguaje se tensa hasta romperse, quiebra los
diques de contención de la sintaxis y se extiende arrastrando, integrando en
sí, omnímodo, cuando encuentra a su paso, se desborda para decir lo que las
estructuras racionales no pueden decir, o no pueden comprender. Y en Pobreza,
el silencio adquiere una entidad semejante a la palabra. Sorprende el uso
magistral que hace de la cesura, no conforme a las reglas métricas, no como
simple medida, sino en un sentido libre y profundo, como verdaderos espacios de
silencio en la lectura, simas donde el lector puede insertar su propio aliento.
Palabras y silencios, los de este poemario, difíciles, duros, llenos de ira,
pero que se abrazan al prójimo -al próximo- amorosamente en su desamparo,
invitándolo a "salir de la red" que lo atrapa a la miseria porque "nunca
se es tan pobre que no se pueda intentar" (y esto es un poética). Poemas
que nos entregan imágenes brillantes incrustadas en un discurso de enorme
fuerza, capaces de descubrir la belleza entre las colillas y los excrementos de
los parques, entre tumores, secreciones, Bisferol-A, entre náufragos de la inmigración o fríos
secretarios judiciales, en "una gramática sucia desveladora
mestiza", capaces de alcanzar la
lucidez del delirio "a cuarenta y un grados desbordada fiebre". Porque "el poema, si no sangra, se pudre"
(y aquí hay también una poética).
Aprieto
el puño abro la mano y espolvoreo luz
abro la mano cierro el puño y amaso sombra
abro la mano cierro el puño y amaso sombra
III
Un ciclo se cierra con Pobreza, y lo hace acercándose a un
umbral a través del cual se vislumbran espacios más amplios, los del amor.
Intuimos que el poeta nos llevará, si somos capaces de seguirle, a transitar
por un universo luminoso que no es sino el ensanchamiento de lo que dejamos a
nuestras espaldas:
yo he convertido
mi tristeza en luz
mi tristeza en luz
yo
que solo soy
un cuarzo
en tus manos
en tus manos
1 comentario:
Gracias por la mención a la reseña que escribí para el poemario de Víktor Gómez, desde luego su lectura no deja indiferente y la recomiendo con énfasis porque nos encontramos ante un poeta de gran envergadura.
Y gracias también a Calambur por ir creando para los lectores un catálogo que ya es imprescindible en la poesía contemporánea en español.
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