Como un viaje iniciático
Por Rodolfo del Hoyo
El Punt Avui, 07/03/2014
Todos
los libros, y especialmente los de poemas, tienen diferentes lecturas. Las que propone
su autor y las que hacemos los lectores a partir de nuestra experiencia, porque
la lectura es también una experiencia que nos pone ante un espejo invisible que
devuelve nuestra mirada convertida en otra mirada.
He leído el libro como un viaje. El viaje
es iniciático y el poemario El día anterior al momento de quererle también lo es.
He leído un viaje físico porque «una
semana antes había paseado / por los dédalos de una ciudad magrebí» o porque «Dudábamos
entre ir al norte o / arribar a las inabarcables playas de guijarros»; o porque
«me desperté en Belalcázar / bajo la sombra / de dos árboles» o también porque «Una
mañana estás en París y dos / minutos más tarde atravesando la Pampa».
He leído un viaje en el tiempo
porque «sucede un instante / donde te ves saliendo de un portal / con quince
años menos» o porque «el pasado no carece de una honda huella» o porque «aquellos
son los años que nos quedan».
He leído un viaje familiar porque «Unos
seres que se repiten / en el tiempo» o porque «Una madre no tiene por qué /
brillar sobre todas las cosas / ni con la misma intensidad / en cada uno de sus
hijos» o porque «En la mecedora que no se balancea / el aroma de una abuela nos
abraza».
Pero todos estos viajes confluyen en
un viaje interior. El poemario es una parada en el camino, una parada en el
oasis para descubrir qué hay en los espejismos del alma. La escritura es «un
tejido / que puntea la superficie de la tierra / es el cuerpo en el cual
vivimos […] y el mapa es el dibujo / de una parte de la totalidad». La totalidad
existe en cada instante. En algunos poemas aparece el instante eterno del que
había hablado José Hierro: «Te pone la mano encima / el calor del mundo / que
entra por tu frente / amplio como los campos / sin vallas ni árboles».
¿Y qué se encuentra en este viaje
interior? En la solapa del libro leemos que «se sostiene en la inminencia y, a
la vez, en la memoria». Pero inminencia y memoria no son dos conceptos
independientes, sino que la memoria explica el presente. También leemos en la
solapa: «instantes en permanente movimiento». Me había referido al instante
eterno, aquel que atrapa el poema y se nos graba de manera indeleble en la
construcción del yo. El yo está sometido al cambio, es un fluir continuo. El día anterior al momento de quererle
es un viaje existencial por diversos territorios, ya sean físicos, ya sean
sobre la piel espiritual que reflexiona sobre las transformaciones que afectan de
manera necesaria las fibras más profundas del individuo. Nos encontramos ante
la búsqueda de un yo anterior perdido, o que cree perdido, o que quizá sólo
existe en la imaginación, en el deseo, un intento de comprender los cambios que
ha soportado a través de sus vivencias y sufrimientos, del encanto y el
desencanto. «Como zahorí buscas el mensaje» o «Ya no soy aquella / que anotó
por alguna razón / el verso de Montale, cuando / aquel tiempo era la vida
aquella es luz azul / amarilla planteada, verde turquesa, / bienestar hondo».
También aparece aquí la nostalgia,
la nostalgia es el dolor por lo lejano, pero no sólo por lo que fue sino
también por lo que pudo ser. Hay poemas que son una explosión de felicidad en
los que el ser parece no tener límites: «Anduvimos errantes sin casa y sin alas
/ teníamos la furia del ciclón». Y en otros se dibuja el desencanto: «Buscamos
los profundos enseres que perdimos / cuando tras el viaje nadie se
responsabilizó de la maleta». Y en este punto se hallan las vidas ajenas y las
vidas de los antepasados proyectándose sobre la vida de la poeta, que se
transforma en «otros» y «otras» para poder explicarse la existencia en el
mundo.
La cotidianidad y los objetos
aparecen de continuo porque son las líneas que dibujan el mapa de nuestro
territorio interior para abrirnos al mundo: «Ordenas la cocina, retiras la
basura, / pones la comida en el plato del gato / y sientes una enorme
satisfacción / porque controlas todo ese espacio / que te permite visualizar la
estancia / en el momento presente, y hasta / el pasado no carece una honda
huella / expandiéndose a través de todos esos / objetos cuyo significado tanto
conocemos / porque representan estados de ánimo / en otros días y ciudades».
Es un libro de gran profundidad y
variedad temática que obliga a hacer varias lecturas y a detenerse en cada
tramo. Es un canto a la vida, al dejarse fluir para ser en plenitud y dejar de
lado las convenciones: «La filosofía / se ha apropiado de nuestras sensaciones
/ convirtiéndolas en conceptos […] Para que más poesía si nos tumbábamos /
sobre la hamaca / que cubría nuestras necesidades».
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