Juan Carlos Mestre: La memoria moral del poeta
Alan González Salazar
El Diario del Otún, 8/09/2013
Alan González Salazar
El Diario del Otún, 8/09/2013
Dentro de la pléyade de la poesía española un creador polifacético como Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957), se ha atrevido a enfrentar a sus contemporáneos valiéndose de la calcografía, de la música, del performance, pues, como él mismo señala, “las palabras tienen una conducta” y en consecuencia, su poética busca la restitución de la justicia.
Ahora que su producción plástica y poética, sumada en decenas, ha obtenido distinciones tan importantes como el Premio Nacional de Poesía en el año 2009 por su libro “La casa roja”, o el Premio de la Crítica en España, Juan Carlos Mestre nos habló, en el marco del Festival Internacional de Poesía Luna de Locos, del compromiso, de la memoria moral del poeta.
Cuando uno hace un recuento de su vida no puede dejar pasar esa anécdota en la que usted relata cómo de niño salía todas las mañanas en su bicicleta blanca, salía a la feria a vender panecillos. “La bicicleta del panadero”, poemario editado hace ya un año, le mereció el Premio de la Crítica en España. ¿Podemos pensar que el título se encuentra motivado por sus recuerdos de infancia?
—Todo poema es una compleja red de diálogos, de comunicaciones, de rechazos, de aproximaciones y de distanciamientos con la materia de lo misterioso; y entre ella, la memoria ocupa un lugar esencial en la activación del proyecto espiritual. Sí, efectivamente, desde lo que es mi experiencia de vida, la poesía está hecha a partes iguales del vértigo de la memoria y del apasionamiento de la imaginación, es decir, colocar las palabras al norte del porvenir, en la tensión ética de lo vivido, entre el pulso de la atención estética de lo soñado. Hay realidad en esa parte de mi vida, pero la realidad carece de interés si no se convierte en un constructo que de alguna manera se opone y ofrece resistencia a la soberbia obstinación del poder para mentir. La poesía propone las múltiples maneras de enfrentarse, como lo hace la gran literatura, a las dudas sobre la verdad, al cuestionamiento del saber: Con la esperanza de la imaginación siempre se llega mucho más lejos que con los miedos de los preceptos y los decálogos.
“Las estrellas para quien las trabaja”, su poesía reunida desde 1982 hasta el 2007 refleja ¿un oficio como cualquier otro? ¿o es diferente ser poeta?
— Le preguntó su amigo Reynolds a John Keats, el gran poeta romántico inglés, “¿Qué es para ti un poeta?” y Keats respondió, siendo tan joven, algo que para mí tiene una vigencia esencial y que es la entrada al pensamiento poético en la modernidad, dijo “poeta es aquella persona que en presencia de otro se considerará igual, sea éste el rey o el más pobre del clan de los mendigos”. El poeta es aquel que sencillamente presta, presta su voz para que hablen todos aquellos que han tenido que callar a lo largo de la historia, el poeta es el que se acerca a las cimas, a las cimas sangrientas, a la miserables canteras del dolor humano para reconocer en la voz de la víctimas la deuda pendiente con la palabra que no es otra cosa que el anhelante deseo de justicia de todos aquellos que jamás conocieron la justicia, quiero decir que la poesía en la palabra poética es una suerte de restitución, de activación moral de los sueños pendientes de ser soñados y, que por tanto, cuando yo pienso, cuando yo escribo, cuando yo digo: “Las estrellas para quien las trabaja” a nadie se le puede ocultar que no estoy diciendo otra cosa que el desafío de la justicia, el desafío de nombrar, de nombrar la condición del otro, de los débiles, los descontentos y las víctimas, es la primera tarea que tiene la poesía: la de mantener inmaculada y pura la sonrisa de los muertos.
En la relación: literatura, música, artes plásticas ¿Cómo se integran en su vida estas artes?
— La poesía es la tarea, es la conciencia de algo de lo que no podemos tener consciencia de ninguna otra manera, la poesía, en cuanto arte, da cuenta de esa zona invisible del pensamiento que aporta una súbita cualidad al mundo, el mundo sería infinitamente peor sin la presencia de la obra de Walt Whitman, de San Juan de la Cruz, o de Francisco de Asís. Creo que la civilizaciones basadas en la palabra, basadas en el libro, son civilizaciones mucho más tolerantes, que sitúan el proyecto espiritual del ser humano como un centro que vertebra los grandes desafíos del porvenir; en ese sentido tengo que pensar, escribir, cantar, como decía José Lezama Lima: “Mascar un cangrejo hasta exhalarlo por la punta de los dedos al tocar un piano”. No, la poesía, el arte, es sin lugar a dudas la teoría menos humillante de la historia, es más, es el lenguaje de la delicadeza humana, la delicada presencia de lo humano en las personas se manifiesta a través del arte, por eso el arte es esencialmente desobediencia, y ¿qué será lo primero que desobedece el arte? El arte desobedece a ser clasificado. Yo comparo siempre a los poetas con los pájaros; el arte, la creación tienen tan poco que ver con las artes del saber clasificatorio como la filosofía o las metodologías aplicadas a su esquematización. Es la misma diferencia, querido amigo, entre un pájaro y un ornitólogo.
¿A quiénes considera como sus contemporáneos?
— Mis contemporáneos son todos aquellos que de una manera u otra ayudan a la continuidad de la repoblación espiritual del mundo. El poeta ha de hacer cosas que se resistan a ser consumidas en la sociedad de mercado. Un poema ha de hacer lo menos consumible. Por tanto considero a mis contemporáneos, a los que admiro, como aquellos que me ayudan, que me han ayudado a resistir; la lista sería larga pero bastaría con colocar en el primer lugar del abrazo y de la admiración a un poeta como Antonio Gamoneda, un poeta que escribió uno de los versos que yo recuerdo desde que soy niño: “la belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes”.
El poeta ¿memoria o consciencia?
— Bueno, creo que sin memoria no hay consciencia, cuando hablamos de la memoria histórica, de lo que en realidad estamos hablando es de la conciencia histórica. La dignidad del ser humano se ha ido consolidando como consciencia de lo contemporáneo, aquella que en su vida se enfrentó a la barbarie, que estableció los derechos elementales del ser humano. La justicia no es otra cosa que el constructo permanente de la dignidad humana, por tanto, la memoria es la ética de la historia, en la medida que lleva implícito el cuidado irrestricto de lo que tanto ha costado a través de las generaciones, esto es, la viva conciencia de que los seres humanos somos responsables unos de otros, creo que esa es la consciencia y la memoria.
Entre los actos humanos el más completo es el de la
creación, ¿se sirve de algún método a la hora de escribir?
— No, carezco de método, es más, creo que todo trabajo unido a la creación o sometido a la imposición de un método está abocado a dos cosas: a la certeza del fracaso o al abominable éxito. No es el método el que debe presidir los actos creativos, el azar es un constructo esencial que determina la propia dinámica de los actos creativos; un acto creativo no es un acto de investigación, una investigación está basada en hechos pragmáticos y demostrables porque tiene una solución práctica, la solución práctica del poema está por ver cuál puede ser. Hay algo perdurable he inmortal en la herencia de lo humano, que es la aspiración de bien, yo creo en la categoría de bien, creo en la categoría que me iguala con mis semejantes.
En el poema “lo que sé de mí”, escribe: “Yo te he amado pequeño pueblo entre dos ríos / donde supo mi corazón el don de la palabra y las alondras”, ¿nos habla de Villafranca del Bierzo?
— Sí, Bierzo es un pueblo pequeño y yo soy el último y el más discreto de una larguísima fila de escritores que se han dedicado durante generaciones a llevar las palabas y fijar el vértigo de éstas en los papeles blancos del sueño. Sí, es un pueblo atravesado por dos ríos, en la frontera entre León y Galicia. Aunque esto pudiera parecer melancólico y lejano, me es próximo y hermoso.
Autores colombianos de su preferencia...
— No, carezco de método, es más, creo que todo trabajo unido a la creación o sometido a la imposición de un método está abocado a dos cosas: a la certeza del fracaso o al abominable éxito. No es el método el que debe presidir los actos creativos, el azar es un constructo esencial que determina la propia dinámica de los actos creativos; un acto creativo no es un acto de investigación, una investigación está basada en hechos pragmáticos y demostrables porque tiene una solución práctica, la solución práctica del poema está por ver cuál puede ser. Hay algo perdurable he inmortal en la herencia de lo humano, que es la aspiración de bien, yo creo en la categoría de bien, creo en la categoría que me iguala con mis semejantes.
En el poema “lo que sé de mí”, escribe: “Yo te he amado pequeño pueblo entre dos ríos / donde supo mi corazón el don de la palabra y las alondras”, ¿nos habla de Villafranca del Bierzo?
— Sí, Bierzo es un pueblo pequeño y yo soy el último y el más discreto de una larguísima fila de escritores que se han dedicado durante generaciones a llevar las palabas y fijar el vértigo de éstas en los papeles blancos del sueño. Sí, es un pueblo atravesado por dos ríos, en la frontera entre León y Galicia. Aunque esto pudiera parecer melancólico y lejano, me es próximo y hermoso.
Autores colombianos de su preferencia...
— Bueno, la lista sería larga, no hace falta ya referenciar
los que hacen parte del canon porque son los fundadores, bastaría con referir
dos escritores que posiblemente no son muy conocidos, la joven poeta Lucía
Estrada, a quien he seguido con suma atención; y otro, William Ospina, poeta y
novelista, al que he leído más como poeta. He hablado de dos escritores de los
cuales sólo me une el vínculo del silencio.
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