Por Miguel Ángel López
El Norte de Castilla, 13/07/2014
El autor leonés firma en la Feria del Libro la edición revisada de su obra de 1992 La poesía ha caído en desgracia
Decir que Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957) es escritor y grabador es una simplificación, acertada, pero inexacta. Han pasado veintidós años desde que su obra ‘La poesía ha caído en desgracia’ le reportara el Premio Jaime Gil de Biedma, y en este tiempo su intensa actividad artística le ha dado muchos más reconocimientos, entre ellos los nacionales de Grabado (1999) y de Poesía (2009). Lejos de acomodarse, se mantiene como ‘artista global’ y sostiene que «hay que devolver a las personas la capacidad de crear».
–Vuelve a Segovia con una edición revisada de ‘La poesía ha caído en desgracia’.
–Es un libro que en su día se adaptaba a las exigencias editoriales y quedaron fuera una cantidad importante de poemas que he incluido en esta edición, que duplica su extensión. Y era para mí una tarea pendiente porque este libro ha sido muy significativo en mi experiencia de vida y da cuenta de un periodo radicalmente importante en mi toma de conciencia del mundo. Son los mismos textos, no se han tocado, y otros que no se incluyeron y son la edición definitiva.
–Veintidós años después, ¿el título sigue siendo válido?
–Creo que sí, porque viene a testimoniar que lo que ha caído en desgracia es el gran proyecto liberador de lo humano, la crisis de las utopías, el gran proyecto de aquellos que creemos que los seres humanos somos responsables unos de otros y que frente al expolio de una sociedad basada en la rentabilidad oprobiosa del capitalismo hay otro proyecto espiritual, que es el que la poesía a través de la lectura de las civilizaciones ha venido a recordar, si no como ejemplaridad sí al menos como conducta, la de aquellos que piensan que la vida no tendría sentido sin resistencia al mal. La poseía sigue siendo un acto de legítima defensa contra la soberbia obstinación del poder para mentir, y testimonia cuál ha sido la zona de desgracia, la de los discursos críticos que se han postergado para favorecer la imposición irrestricta de los valores del mercado.
–¿Es una literatura contestataria, hoy más que nunca?
–Ningún tipo de creación literaria puede tener otro fin que el elogio de la dignidad humana o reforzar el sistema de valores morales y éticos de los que deviene la estética de aquello que buenamente se hace para favorecer la mejora de las condiciones sociales y la evolución crítica de la sociedad contemporánea. En ese sentido, toda obra artística está comprometida con la belleza y, así, con la verdad de lo justo.
–¿Es por eso que en tiempos de crisis la creación cobra más fuerza?
–Responde a una necesidad histórica. Cuando se derrumban las construcciones utópicas de imaginar un porvenir mejor, frente al pragmatismo de los que predican que el único valor de uso de lo que genera la sociedad es lo que produce rentabilidad y usura, está la voz de los poetas que devuelven a las palabras el verdadero sentido para el que están hechas, para construir la casa de la verdad y seguir recordando qué significan las palabras justicia, piedad o misericordia. La literatura, el arte, es hoy más útil que nunca como faro que guía en el camino a los errantes.
–La voz interior en relación con lo que le rodea...
–Claro, no hay ninguna voz personal que no se construya en relación a un otro. Las voces más íntimas de la conciencia son las que adquieren su reflejo en el espejo de los demás, de la sociedad civil, en suma, de la compleja red de relaciones sociales que determinan todos los actos de pensamiento, no desde la voluntad unipersonal sino desde la circunstancia colectiva de lo que nos rodea.
–Juan Carlos Mestre escritor, grabador, pintor... Sigue la simbiosis, no hay separación de géneros.
–No, no la hay. El maestro Gamoneda habla de que estamos en presencia de un género que carece de nombre, que hay que desafiar la falsa autoridad de límite de los géneros . Toda la teoría de separar los géneros forma parte de los discursos de orden que hacen más controlable el discurso. La conciencia y la inteligencia humana son fruto de un mismo sistema imaginario, y lo que hay que devolver a las personas es la capacidad de crear, y la creación no tiene compartimentos estancos, es una manera de respirar el aire que da oxígeno al territorio de los encantamientos de nuestra conciencia y nuestra imaginación. Pintar, escribir, hacer música, soñar, forman parte de una misma actividad del ser humano para la cual todos tenemos las mismas facultades, otra cosa es que el sistema nos obligue a elegir porque así se pierden áreas de libertad y de conciencia, y una persona sin libertad creativa es más susceptible de ser sometida a los sistemas de dominación. Pero el arte está precisamente ahí para cumplir la tarea contraria, que no es otra que la de desobedecer.
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