Nueva York después de muerto
Por Paloma Fernández Gomá
Diario la Torre, 08/09/2013
La trayectoria poética de Antonio Hernández es destacada y prolífica con premios tan significativos como el Premio Nacional de la Crítica, Adonais, Miguel Hernández, Tiflos o Vicente Aleixandre; pero a la hora de hablar de su poesía, también hemos de hacerlo de su producción en el género narrativo y ensayístico. Así pues cuando hablamos de la obra de Antonio Hernández no debemos obviar que hablamos de un gran escritor nacido en Arcos de la Frontera y andaluz universal.
De él dice Francisco Morales Lomas, con respecto a su narrativa: “Es capaz de dotar al relato de expresividad y fuerza convincentes como no se hacía en la narrativa española desde Valle Inclán y su “Ruedo Ibérico” o desde “La Familia de Pascual Duarte” de Camilo José Cela”.
Pero no será sólo en el relato donde Antonio Hernández ejerza esta gran expresividad y fuerza, sino también en la poesía, pues traduce en verso lo más sublime de la naturaleza humana, posibilitando así todas y cada una de las rutas que conducen a una obra de ingente trascendencia.
El compromiso humano es una constante que siempre está presente en la obra de Antonio Hernández. Como en Miguel Hernández en su poesía hay tres heridas profundas: la de la vida, la del amor y la de la muerte y desde este triángulo toma la palabra para que su conciencia poética e histórica reivindiquen su pensamiento humanista, siempre desde estas tres concepciones muy especiales y de una enorme fuerza vital para nuestro poeta; así pues entran en escena: Gracia Lorca, Luis Rosales Y Nueva York para ser inspiración del último libro de Antonio Hernández: Nueva York después de muerto. García Lorca (la muerte), Luis Rosales (la vida) y Nueva York (el amor). La muerte de García Lorca condiciona la vida de Luis Rosales y Nueva York es la ciudad donde convergen todas las emociones y el amor se expande tejiendo un vasto universo de sensaciones contarías, de odios, lujo y pobreza, mitos y emociones, siempre por despertar.
Nueva York después de muerto editado por Calambur reivindica el título homólogo del último libro de Luis Rosales, que estaba en iniciación y no llegó a ser publicado.
La voz de Antonio Hernández interpreta la voz de Luis Rosales, reescribe los poemas de Federico y se adentra en las arterias de Nueva York: Central Park, Broadway, Manhattan preguntando y dialogando con mitos de la cultura contemporánea: la libertad, la reflexión en torno a la comunicación, la información cibernética o un espacio necesario para el lirismo; todos ellos componentes necesarios y no únicos para hacer realidad el poema contemporáneo.
Antonio Hernández nos insta a no confundir riqueza con pecado, pobreza con virtud, como el catolicismo.
Y nos describe Nueva York como un teatro, la vida como una comedia.
En el poema “Tenemos que hablar, tenemos que hablar” Antonio Hernández grita en la voz de Luis Rosales:
“que tenemos que hablar, tenemos
que hablar, conste, porque la palabra
refresca más que la lluvia, más
que el agua más fría, más aún
que el hielo y la mente
se rehabilita como el pasado
cuando empieza a fluir la memoria
que es la palabra del alma”
Sostiene Antonio Hernández que el hombre cabal no se siente vejado, si no se ofende él mismo con una acción plebeya.
Y será el sentimiento humanista de nuestro poeta el que se manifieste una vez más en su poesía para hablar más tarde de la muerte como una realidad aliada a la vida; para terminar diciendo: “Entre la noche y la alta madrugada se entreteje la sombra de la muerte”.
Y será la palabra una vez más, y en la voz de Luis Rosales a través del poema "Por eso ahora vamos a hablar", la que discurre por los propios labios de Antonio Hernández para recitarnos: “Vamos a hablar como siempre de poesía -la poesía es la máscara que nos descubre- vamos a hablar de nuestra catarata”.
Y es la poesía catarsis última que ejerce de Jung y se autoanaliza, ejerciendo una demostración de autoanálisis exclusiva, para conmemorar el reencuentro de los belenes de Granada, la guerra de Vietnam o el cruce de Río Grande para recordarnos que la América profunda vive y siente, es y fue ayer carne caribeña y filipina, y hoy Oriente Medio y Próximo; frente a los belenes de Granada: “El belén donde aún late una promesa tatuada”, los ríos de Granada: Darro y Genil, el Mulhacén y el Veleta, el llanto de Federico, Wal Stret, La Campana de la Vela y el hospital Puerta de Hierro, donde Luis Rosales dijo adiós.
Y todo se funde, se hace parte de las partes de un todo indiviso donde la trilogía: Nueva York, García Lorca y Luis Rosales son esencia permanente de Nueva York después de muerto. “Cuando todo termine quedará los más nuestro“, decía Luis Rosales.
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