jueves, 10 de junio de 2010

Novedad. Javier Lostalé. Cuatro poemas

Javier Lostalé
Tormenta transparente
Calambur Poesía, 112
ISBN: 978-84-8359-198-7.
80 pp. 2010
PVP: 10 €

el hueco

i

En el hueco que separa dos cuerpos desnudos

hay un cielo pálido de mañana cansada,

una circulación húmeda de silencios

pues labios en cenit aún fulgen desligados

No existe distancia entre dos cuerpos desnudos,

sino sólo un primitivo pulso sin historia,

un envión de nube táctil sin rostro.

Todo se hunde en la maravilla aplazada de su término

mientras las palabras se apagan entre latidos de mercurio.

En la pequeña asfixia luminosa sucede entonces el mundo.

ii

En el hueco que separa dos miradas

crepitan las ramas mojadas del deseo,

y amanece una marisma de vuelos encendidos

que pronto se desvanece en humo azul

donde tiembla, virgen, la respuesta.

No existe distancia entre dos miradas

sino sólo aire suspenso en su envío secreto.

Nadie nunca sabrá quién primero conquistó tan frágil dominio.

Nunca nadie dirá lo que ni la inocencia supo.

iii

En el hueco que separa dos silencios

algo se clausura con debilidad de rosa,

mientras la tristeza fluye como un astro de luz fija

que besa la memoria con los últimos sonidos.

No existe distancia entre dos silencios

sino sólo el espacio transparente de una lágrima,

la sepultada aurora del vacío.











espejo

Astral invisibilidad

se torna nube en tu corazón

que llueve translúcida una borrosa imagen

donde en libertad se desnuda el sueño

y la palabra se desvanece en su embrión de oro.

Quieto en su tormenta transparente

el pulso del beso se abre en ondas radiantes,

mientras te inclinas a su húmedo rosal

que un instante te enclaustra

en alto y efímero sentir;

para regresar después al solitario espacio innominado

donde el tiempo se redime

con todo lo que fuiste.

Entre ti y lo amado

suena lento el atardecer.


imágenes

Un jardín entresoñado que mueve sus imágenes

como una girándula de rostros borrados

hasta quemar las pupilas con su ardiente soplo de espuma.

Un mirador batido por una luz cárdena

como un tiempo de sueño varado

que desliza una mano desde el fondo de la adolescencia.

Un remolino sin aire en la calle desierta

que transfigura puertas y ventanas

hasta encielarme en tu sombra.

Una trepanación lunar en la semilla del pensamiento

que me enclaustra en el adviento de tu hora.

Una despedida con claridad de quirófano

que en su fuego blanco me desamanece.

Una fecundación solar de sonidos y signos

que me vela en un espacio sólo tuyo.

Una comunión destemplada

con lo que germina mientras se niega

que clausura todo en una invisibilidad triste.

Sucesiva pulsación de imágenes

para hondo arder sin nadie.


paisaje mudo

El viento aún se escucha

en ese árbol seco

que la mirada resucita

en la estrella fija de su deseo.

Su afónico cuerpo de jilguero

emite una música de cielo huérfano

donde el corazón se refleja

en lento relente de ausencia.

El paisaje se deslumbra

en su propia tristeza,

mientras canta sin ave

el desnudo más hermoso.

Solitario alguien se habita

destronado en su sueño.

La distancia es ofidio radiante

que en su quieto fluir quema

el numen secreto de lo amado.

Y en el límite una rosa se abre invisible

en el centro de la nada

hasta que la crisálida de un rostro

clavada en su eternidad respira.

En tormenta de silencio

ya este poema se borra.

Y su mano.


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