Revista de poesía PIEDRA DE MOLINO, n.º 12, primavera 2010
ESA MUJER QUE REGRESA, IMPLACABLE
Cuadernos 2000-2009, José María Millares Sall. Calambur. Madrid, 2009.
Por Carlos Murciano
He de reconocer —tras haber ejercido la crítica literaria durante más de medio siglo— que no es igual decir lo escrito por un poeta desconocido, que de aquel que estuvo cerca de nosotros, en verso como en amistad. Cierto que el crítico debe ser ecuánime, honesto en su quehacer, y afrontar la obra ajena con objetividad y justo criterio; pero también lo es que el corazón pueda mandar sobre la pluma cuando hay poderosas razones para ello. tal me sucede a la hora de abordar estos Cuadernos de José M.ª Millares Sall (Las Palmas, 1921), que con pulcritud edita Calambur, y que merecieran el premio Canarias de Literatura del pasado año; premio que él recogería en mayo de 2009, a penas tres meses antes de su muerte, ocurrida el 8 de setiempre. Tenía ochenta y ocho años.
Escribo estas líneas rodeado de sus cosas; sus cartas, sus libros editos e inéditos, sus dibujos —pertenecía a una saga cultivadora de la plástica, con su hermano Manolo a la cabeza—, incluso su voz, grabada en un CD en 2006, que resuena estremecedora: "No leas con los ojos la palabra/ no escuches con los ojos la voz,/ acércate al sonido, sé la luz/ abre blancas sus puertas, sé la flor…". Su verso tuvo siempre un pulso mistérico
—"es fácil, como todo lo que es difícil", decía de la poesía—, y buena muestra de ello ofrecen estas páginas. En uno de los haikus que incluía en su libro Escritura y dolor, de 2006, leemos: "El agujero/ que se oculta en el frío/ se tiene miedo". No parecía tenerlo él a esa mujer "comprometida" con cada uno de nosotros, que un día puede rozarnos y pasar de largo, pero que estamos seguros —como ella lo está— de que regresaría, implacable. Léase, en este punto, el poema que abre la última parte de estos Cuadernos titulado "Materia", y que está fechado en el mismo año de su desaparición: "Y cómo viene/ con qué pasos que se desnudan en la acera/ los taconazos y vuelves la cara/ y la miras y cómo te devuelve la mirada/ con qué gesto…".
He dicho "libros editos e inéditos", porque con cierta frecuencia, José María Millares me enviaba unos cuadernillos de tapas negras, que él preparaba con poemas recién escritos, para un puñado de amigos dilectos. Digo "Mara", I y II, "poemas", "rostros", "Celda veinteava"… Esa palabra, "celda", nomina ocho de las diez partes del libro que me ocupa: "Celdas para una poética", "Celda Enero", "Celda Abril", "Celda décima", "Celda Ana"… Las dos restantes son "libreta" y la citada "Materia". Abrimos al azar: "El ave/ subterránea no existe/ pero habita entre nosotros como el humo/ del volcán y el de sus alas/ de fuego"… Él me confesó, en una de nuestras últimas conversaciones telefónicas, que cada día dejaba correr la pluma sobre el papel, y el verso fluía como un río imparable, enigmático y sorpresivo.
Uno de esos cuadernillos que nombro lucía esta dedicatoria: "A Pino, que se fue para estar más dentro de mí". Pino Betancor era su esposa; una mujer cálida y entrañable, poetisa de talla, ala que José María estuvo siempre muy unido y cuya muerte arañó con firmeza su alma. Ahora andarán los dos de la mano, por esos cielos que la Poesía reserva a los elegidos.
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