viernes, 27 de agosto de 2010

Entrevista a Antonio Hernández, Diario de Jerez

"Prefería las francesas antes que ir a ver a Aleixandre"

El poeta y novelista Antonio Hernández habla de la época en que fue silenciado, de su estancia lejos de Andalucía y del célebre café Gijón.

Francisco Correal | Diario de Jerez. 27.08.2010

-Poemas de 1965 a 2007. Poeta desde los 22 años.
-El mar es una tarde de campanas, con el que me dan el Adonais, lo escribo con 19 años. Entre Arcos y Mallorca mientras lavaba platos en un hotel e intentaba ligar extranjeras, aunque el libro está dedicado a la que hoy es mi mujer.
-¿Cambió su vida?
-Me fui a Madrid, donde hice de todo. Trabajé cargando sacos de la fábrica de cerveza La Cruz Blanca, de vendedor de muebles, de extra en Televisión Española, en los Estudio 1.
-Tuvo que dejar de escribir por la represión y mucho más tarde por una depresión. ¿Qué es más duro?
-La represión. Con la depresión no estás capacitado para la creación. Me animó a escribir Javier Reverte.
-¿Qué publicó para que le prohibieran escribir?
-Un artículo en la revista Índice en el que hablaba de la droga, de la homosexualidad. Ganamos el juicio en la Audiencia Provincial. Me defendió el abogado Francisco Pons Cano, que fue defensor de los alemanes cuando perdieron la guerra y como no tenían dinero para pagarle le dieron un producto sobre fertilización en el desierto de Madame Curie. Se lo ofreció al gobierno español y lo rechazó. Se lo quedaron los israelistas.
-¿Un andaluz en Madrid?
-La pérdida del paraíso. Y del infierno si pensamos en los políticos andaluces, con las excepciones de rigor.
-¿Volvió a su tierra?
-Alguna vez a la fuerza. Me detienen y me mandan al batallón de castigo del arsenal de la Carraca. De allí me sacó Luis Belenguer, un anarquista de derechas, santo demoniaco. Era capitán de fragata y ya había escrito El mundo de Juan Lobón. Entró en el cuartel con cara de pocos amigos y dijo para sorpresa de todos: El mar es una tarde de campanas, ¡ar!. Habló con el capitán de la compañía. Me llevó a su casa. Me dio una pastilla de jabón lagarto y me dejó su ropa, que me quedaba muy holgada. Parecía Popeye.
-En uno de sus poemas celebra el Nobel de Aleixandre. ¿Fue a Welintonia?
-Una vez nada más. Con una traductora francesa de mi obra. Yo prefería estar con las francesas antes que con Vicente Aleixandre. Estuvo afectuosísimo y me habló mucho de Miguel Hernández. A otros poetas que sí frecuentaban su casa les preguntó por mí, por ese chico al que trató tan bien y que se había bebido una botella entera de Tío Pepe.
-¿Escribía en el Gijón?
-Allí escribían los furtivos, los no habituales. Los demás escuchábamos a Gerardo Diego, a Ignacio Aldecoa. El café Gijón fue mi Universidad, junto con Luis Rosales, que fue como un segundo padre y soy coeditor de su obra.
-En su centenario, ¿se libró del estigma de Lorca?
-No se enteran de que lo único que hizo fue jugarse la vida por Lorca. Estaba en el frente de Lanjarón, era falangista, y se enteró de lo de Lorca. Su padre tuvo que pagar 25.000 pesetas de la época para que no le hicieran un consejo de guerra.
-¿Cómo va la adaptación teatral de La marcha verde, su epopeya del Betis?
-La versión me pareció bien. Los del teatro del Mentidero viven en Túnez.
-¿Se han hecho béticos en Marruecos?
-Con Antonio Gala, Quiñones y Martínez Montávez fundamos la Universidad de Asilah. Yo era asesor del ministro Solana e iba a dar una conferencia sobre política cultural en cuarteles y presidios. Allí los funcionarios además son espías y creían que nosotros también lo éramos. Benahisa, ministro de Cultura, me sentó a su derecha en la cena y dijo que yo era tan promarroquí que había escrito un libro titulado La marcha verde y que era tan culto que iba a dar una conferencia sobre poesía arábigo-andalusí.
-¿El novelista le envidia la antología al poeta?
-Los poetas dicen que soy un gran novelista, los novelistas que un gran poeta. No hay derecho, que digan que soy un buen escritor.
-¿Vuelve a Arcos en sus versos?
-Al río Guadalete, Ganges donde purificábamos culpas, pecados y aburrimientos. Al cine Ramírez, que evoco en un poema donde está John Wayne, ese mastodonte que nos marcó. El cine, una fonda y tres bares los perdimos cuando se derrumbó un muro de contención. Mató a mi hermano Marcelino, a un tío mío y al jefe de los municipales. Yo caí debajo de un camión que sacaba muebles y me salvé para desgracia de los poetas de la experiencia.

Del jurado a los clásicos
"Lo que no han podido el Betis y García Posada, lo va a poder el calor de Sevilla", dice Antonio Hernández (Arcos, 1943) en el hotel EME. Insurgencias (Calambur) reúne su poesía: de El mar es una tarde de campanas (1965) a A palo seco (2007). Va con Sísifo al Bernabéu y con el Culata a Los Canasteros. Está en tantos jurados literarios (publicó Los Premios. Cosa Nostra) que desconecta y lee a los clásicos: Dostoievski, Stendhal, Mantero. Cada día más joven, será abuelo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Reseña en Babelia de "Cuadernos", de José María Millares Sall

Pulso existencial
MANUEL RICO
Babelia (EL País) 14/08/2010

José María Millares Sall (Las Palmas, 1921-2009), hermano del también poeta Agustín Millares y del pintor informalista Manolo Millares, fue, hasta el otoño de 2008, un poeta casi desconocido fuera de Canarias, una condición que se ha atenuado en el año y medio posterior. En ese tiempo, en el que acompañó su lucha contra la enfermedad y la muerte (falleció en el verano de 2009) con la selección y ordenación de sus poemas últimos, el lector ha podido acceder a dos de sus obras de mayor calado.
De un lado, a Liverpool, el poemario con el que se dio a conocer en 1949; de otro, a Cuadernos, la colección en que trabajó hasta poco antes de su muerte. Principio y final de una trayectoria heterodoxa, forjada en la periferia geográfica de España y en la periferia de la poesía más convencional. Millares es un raro que, a lo largo de 60 años, ha forjado una obra extraña de la que son una muestra viva ambos libros. Liverpool es un texto anacrónico con la época en que vio la luz. En él, el poeta desafía al formalismo clasicista dominante entonces y a la poesía social más plana.
Consta de 6 poemas cargados de imágenes en los que el pulso existencial, la visión de un mundo oscuro y atribulado se traduce en un lenguaje próximo al surrealismo pero con fuertes tintes expresionistas, de una dureza controlada: "Por favor, abridme paso, dejadme cruzar ese túnel de plomo, / que quiero ser el primero en llegar con mi sangre a los muelles de Liverpool". Los dos primeros poemas, el que da título al conjunto y 'Hong-Kong' nos internan en el universo de bruma de dos puertos representativos del encuentro de culturas e intereses en los duros años de nuestra posguerra (y de la posguerra europea). Los cuatro restantes sitúan al hombre ("a vosotros me dirijo, pobres aeronautas de la rutina") ante el mundo en cuatro horas distintas de un día y refuerzan el trasfondo existencial del conjunto dotándolo de una perdurabilidad inquietante: hoy, más de medio siglo después de su publicación, Liverpool es un libro fresco, vivo, de una modernidad radical.
Ese trasfondo iniciático se adensará a lo largo de su obra hasta alcanzar su mayor grado de madurez e intensidad en Cuadernos, una selección de poemas procedentes de las numerosas 'Celdas' (así titulaba sus series de apuntes poéticos) en las que en la última década de su vida los fue integrando y escritos al dictado de una conciencia angustiada y de las emociones generadas por el propio texto: "una escritura directa cuyo desarrollo se busca haciéndose y se hace mientras se busca", afirma en el prólogo.
El sueño, la enfermedad, la realidad huidiza y, a la vez, injusta, el amor, la vejez y la ruina, los sueños y las pesadillas alientan en unos textos breves, sin signos de puntuación pero de una musicalidad bien articulada y basados en un irracionalismo lleno de ventanas a la lucidez y de azogues visionarios. Estamos ante dos magníficos libros que ponen de relieve que no siempre la gran poesía se mueve en los circuitos más conocidos y consolidados.

lunes, 9 de agosto de 2010

Juan Carlos Mestre, entrevistado en el programa Siluetas, RNE

Juan Carlos Mestre entrevistado en el programa
Siluetas
de Radio Nacional,
presentado por Manuel Ventero

Miguel Ángel Lama, sobre Juan Carlos Mestre

Juan Carlos Mestre en Siluetas, RNE

Hoy domingo ha entrevistado Manuel Ventero en su programa Siluetas (RNE) al poeta Juan Carlos Mestre. Por cierto, hace tiempo ya que encontré y leí su espléndido libro La casa roja (Madrid, Calambur, 2008), por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía el año pasado. La conversación con Ventero ha girado en torno a la poesía, a los poetas y a la palabra. Supongo que a los que no conocían la voz de Juan Carlos Mestre habrá sorprendido su timbre, su carácter grave y el tono pausado, esa manera cadencial de hilar las frases sin anacolutos en las que las palabras van posándose; no como otros, que vamos torpes a la caza de las mismas con un prolongado titubeo cuando hablamos sin papeles. Lo suyo no es facilidad de palabra, que uno asocia a los charlatanes; se trata de esa especie de parentesco natural de la consanguinidad con la palabra. No sé. A la calidez propia del programa de Manuel Ventero Juan Carlos ha añadido la lumbre del "poeta que cruza en ambulancia los campos de girasoles" ("El poeta", en La casa roja), y ha hablado de Antonio Gamoneda, de John Keats, de Rafael Pérez Estrada, de sus paisanos de Villafranca del Bierzo Antonio Pereira, Enrique Gil y Carrasco y Gilberto Núñez Ursinos. Contaré el de esta tarde como un nuevo encuentro personal con Mestre, sin duda.
Miguel Ángel Lama