El Norte de Castilla, 26 de junio de 2010
Fotografía de una mirada inmóvil
Marifé Santiago Bolaños refleja su particular memoria de África en "La orilla de las mujeres fértiles, su quinto poemario
Sacrilegio: fotografío el dolor inevitable y la resignación en tu rostro». Así comienza el segundo poema de 'La orilla de las mujeres fértiles' el quinto poemario de Marifé Santiago Bolaños que acaba de llegar a las librerías de la mano de Calambur. La escritora, nacida en Madrid pero con orígenes familiares maragatos, trata de reflejar las fuertes impresiones que dejaron en su sensibilidad un viaje a África en el que pudo comprobar en directo la difícil situación de sus mujeres enfrentadas a la pobreza y a la falta de derechos al tiempo que son el pilar básico de la sociedad. Un libro escrito desde la cercanía de la mirada de una mujer pero también desde la conciencia de la imposibilidad de que el retrato refleje fielmente la realidad. «Lo que no está: memoria y deseo. De África, anotaciones difíciles, secas, que se evaporan con la lírica», dice ya en la coda del libro.
«Fotografío la indiferencia en el rostro de tu hijo. Te enseño la fotografía y sonríes. Me pides que vuelva a fotografiarte sonriendo». No estamos ante un libro reivindicativo, ni tampoco ante un libro que ocultara a base de lirismo la dura realidad, es como la misma autora indica un «cuaderno de bitácora de quien se niega al olvido: la celebración de la esperanza».
La escritura adopta en esta orilla un tono diferente al de la anterior poesía de Marifé Santiago. Un tono más narrativo, salpicado de imágenes de gran fuerza: «Acepto exhumar lo íntimo/ con la templanza/ que tiño mis cabellos/ o/ dejo mi boca/ entre los dedos ajenos/ de un médico». Y más adelante: «la pobreza pesa tan poco como la sombra de una araña y la memoria de la pobreza pesa tan poco como el sueño de aquella viuda que habría cumplido nueve años en diciembre».
'La orilla de las mujeres fértiles es un libro lleno de miradas. Miradas de madres impotentes pero no vencidas ante el dolor y las necesidades no satisfechas de sus hijos, miradas de niños que no entienden aún su destino, la mirada extranjera de quien intenta comprender, pero sobre todo acompañar.
La memoria de la sombra del baobab, la de los espacios abiertos en Kenia y Mozambique, el recuerdo del fluir del Níger se mezcla con la de sus propios orígenes, con la memoria reciente de su propio país donde también reinaron la pobreza y la injusticia. «Hablo/de que en 1942 mi madre dejó la escuela y tenía/ nueve años./ Hablo/ de aquella personita a la que los asesinos de su madre dejaron sola en medio de la plaza del pueblo. De que sería 1937 o 1938 y de que la niña tenía dos años. Y de que era la misma España que sacaba a las niñas pobres del colegio».
Y apela a esa memoria del origen para mitigar el impacto de lo vivido. «(Es para que no se me olvide mi propio grito, suplicándole al Monte Teleno de mis antepasados, cuando volví de aquel primer viaje a África, que me curara el alma)».
La poesía también es oralidad y Marifé Santiago pone su propia voz a los poemas de 'La orilla de las mujeres fértiles' acompañada por la música de María José Cordero en un CD que se incluye en el libro.
La obra de la autora de 'Tres cuadernos de bitácora' y 'Un ángel muerto sobre la hierba' camina firme alternando novela, poesía y ensayo.
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El Filandón, Diario de León, 27 de junio de 2010
Las cicatrices sobre el cuerpo de África
Por José Enrique Martínez
Escribe la autora en una nota: «Concibo la primera parte de La orilla de las mujeres fértiles como un libro de versos; la segunda es, sin embargo, una suerte de ensayo que elige el cuerpo poético para aparecer». Dos partes relacionadas: la primera canta y cuenta; la segunda canta y piensa, por así decir. El tema es el mismo: la mujer africana, fértil y pobre, fértil desde antes de poder serlo, la mujer-dolor desde que nace, la mujer-niña pegada a la tierra del desierto, lugar donde la historia se detuvo, donde una mujer-niña puede ser esposa a los ocho años y viuda a los nueve. Desnudez es una palabra que resume muchas vidas. Sombra es otra.
Esta poesía en verso, en versículos o en prosa, que de todo hay, respira sensibilidad, como toda la de Marifé Santiago, y en el vuelco sobre la mujer africana, piedad. No es palabra que aparezca en el poemario, pero el sentimiento brota de las circunstancias de dolor, abandono y pobreza de la mujer referida, y estas circunstancias imponen algunos relatos o fragmentos de vidas: «Una historia esperando en la tarde de África». Tras estas historias siempre hay una infancia sin infancia.
La lectura del libro de Marifé Santiago suscita muchas preguntas. Por ejemplo: esta poesía del dolor africano ¿estimula la conciencia apelmazada de una persona europea, blanca y de vida confortable? «No sé cantarle a África. Todavía disfrazo los lamentos» dice la poeta, que también se hace múltiples preguntas: «¿La ceremonia de la escritura puede restituir la decencia?». Toda la segunda parte tiene ese discurrir entre lírico y reflexivo. ¿Se trata de pinchar en la conciencia occidental? El resultado final ¿consistirá en despertarla o en apaciguarla? Son preguntas al hilo de la lectura de tragedias como ésta: «Hablo de la mujer que murió de agotamiento porque sus compañeros de patera trataron de saciar el hambre con la leche de sus pechos». Tragedias anónimas, pero que tuvieron cuerpo y alma; tragedias que la poeta extiende a «la solidaridad entre mujeres desamparadas» de todo tiempo y lugar, a las que han sufrido violencias, las madres todas del dolor, sabiendo desde dónde se habla y de qué se habla: «Del olor nauseabundo que ocupó mi conciencia, el que no se quitaba ni con jabón ni con colonia... ni con manifiestos». Como la poeta dice en otra ocasión dirigiéndose a otra mujer (africana): «En mi sueño hay una placidez de infancia que en el tuyo no se puede soñar».
Otro atractivo del libro de Marifé Santiago reside en el hecho de que viene acompañado de un CD con lectura-recitación de la poeta y música y canto de María José Cordero, que tan armoniosamente viene interpretando piezas de la poeta.
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