miércoles, 28 de septiembre de 2016

Noticias: Presentación de "Memorias de un perro iraquí", de Abdul Hadi Sadoun, en el Centro Cultural La Corrala, Madrid

El pasado día 15 de septiembre presentamos en el Centro Cultural La Corrala el libro Memorias de un perro iraquí, de Abdul Hadi Sadoun.
Al autor estuvo acompañado de María Jesús Zamora Calvo (profesora titular de la UAM), Rafael Soler (escritor) y Noemí Fierro (traductora de la obra). Muchas gracias a todos los asistentes que nos acompañasteis en esta especial velada.












lunes, 26 de septiembre de 2016

Reseña: El piano del pirómano, de Ángel Antonio Herrera, por Julia Sáez-Angulo

                                                                                                                                                            Julia Sáez-Angulo
El periodista y poeta Ángel Antonio Herrera es el autor del poemario El piano del pirómano, publicado por editorial Calambur. Ejerciente del periodismo literario en agudas y bellas columnas de periódicos y revistas, la escritura de Herrera rezuma poesía por su visión profunda y capacidad de metáfora, no exentas de ironía.

“Acabé por encontrar sagrado el desorden de mi espíritu”. Con esta cita de Arthur Rimbaud, se abre el libro de Ángel Antonio Herrera (Albacete, 1965) –residente en Madrid-, que añade el verso de Vicente Huidobro: “los verdaderos poemas son incendiarios” y el de Federico García Lorca que dice: “Qué serafín de llamas busco y soy”.

“Sé que lo mejor duerme en desvanes, hablo a la lluvia de las cosas incontables que no saben que no existes”, dice en uno de sus poemas (…) me sucede la intuición del desconsuelo y la molienda de la melancolía”.

El poemario El piano del pirómano fue galardonado con el primer premio de XXIX certamen internacional de Poesía Barcarola, donde el jurado estuvo presidido por Félix Grande y compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Marcos Ricardo Barnatán, Javier del Prado, Antonio Lucas y José Manuel Martínez Cano.

“Estoy violentamente a favor de un susto de un xilofón, sépalo claro el anhelo, rotundo sépalo también la ciega cordura./
Aquí lo firmo, porque tuve tanto alterne con el demonio del daño como con las bujerías del júbilo escritas o de otra atmósfera”, son algunos de sus poemas”.

Belleza de palabra y de pensamiento. Belleza de poesía. El poemario El piano del pirómano es un buen gran libro.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Entrevista en El Cultural a Abdul Hadi Sadoun, autor de "Memorias de un perro iraquí", por Javier Yuste

El Cultural, 16/9/2016

                                             Por Javier Yuste


Abdul Hadi Sadoun (Bagdag, 1968), escritor e hispanista afincado en Madrid desde 1993, sentía la necesidad de purgar los dolorosos recuerdos de su vida en Irak a través de la literatura. Las atrocidades de la guerra, de cualquier guerra, aunque en su caso acotadas a la primera guerra del golfo, acontecimiento que sufrió realizando el servicio militar, dejaron una mella imborrable en su recuerdo, con familiares y amigos perdidos en el sinsentido de la muerte y el asesinato. Incapaz de utilizar su propia voz, o la de un trasunto de sí mismo, se decidió a narrar los sinsabores de la guerra a través de las experiencias del perro Líder, un galgo afincado a orillas del Tigris, cuyo dueño es un maestro de Lengua y Literatura que representa la truncada esperanza de una democracia real para el país. Relato crudo y doloroso, que no deja apenas espacio para la esperanza, el escritor iraquí realiza un sentido homenaje a unos de sus escritores más queridos, Miguel de Cervantes, que en una de sus novelas ejemplares, El coloquio de los perros, ya humanizaba a dos canes, Cipión y Berganza, los guardianes del Hospital de la Resurrección de Valladolid. Hablamos con Abdul Hadi Sadoum, también poeta y traductor, de su experiencia en Irak, de la influencia de Cervantes y la novela picaresca en su literatura y de la situación que atraviesa Irak en estos momentos, en lucha por erradicar al Estado Islámico de su territorio.

Pregunta.- ¿Cómo le surgió la idea de contar los episodios más tristes de la historia reciente de Irak a través de un perro?
Respuesta.- En la novela queda explícita la gran influencia de Cervantes y de El coloquio de los perros en este libro, pero había más motivos para utilizar a un personaje como Líder. He estado mucho tiempo sin escribir nada sobre Irak, solo algunos cuentos cortos, y quería abordar literariamente el Irak moderno. Es un tema muy importante para mí, y no encontraba verdad utilizando la voz de un ser humano. Por eso establecí este juego literario en el que el narrador es un perro, un ser neutral pero a la vez cómplice y participante.

P.- ¿De esta manera son más digeribles para el lector las desgracias que provoca una guerra, utilizando la voz de un perro?
R.- Exacto, nos permite mirar la realidad de otra manera. En Irak ha surgido en los últimos años una importante generación de novelistas que escriben sobre lo que ocurre desde el punto de vista humano. Sin embargo, a mí el perro me facilitaba unos ojos neutrales para contemplar lo que hace el ser humano en Irak. Por otro lado, hay una intención de impactar con este punto de vista, pero es un juego literario.

P.- Líder es un perro con unas capacidades especiales…
R.- Ha vivido en Irak el tiempo de la dictadura y la guerra. También ha tenido la suerte de ser el perro de un maestro de Lengua y Literatura, que le enseña inglés, español... Líder entiende lo que hay en los libros y además es un perro libre de pensamiento gracias a las ideas de su maestro sobre política, economía, sobre la situación del país… Es un perro intelectual en tiempos de guerra.

P.- Incluso llega a hacerse vegetariano…
R.- Es una reacción a lo que ve. También a lo que hace el ser humano, actividades como la caza en la que él ha participado. No es un perro inocente ya que se mete en peleas e incluso mata, y también ve derramarse la sangre de sus seres queridos. Llega un punto en el que entiende que la sangre no lleva a ninguna parte y la rechaza.

P.- Usted vivió la primera Guerra del Golfo… ¿Es este libro su manera de enfrentarse a aquellos recuerdos?
R.- Sí, era una manera de apaciguar mis pesadillas. Mi generación vivió su infancia durante la guerra de Irak contra Irán y la adolescencia y juventud durante la Primera Guerra del Golfo. Yo hice el servicio militar durante la invasión del ejército de Sadam a Kuwait y después vino la Guerra del Golfo. Tuve suerte porque no me metí en batallas directamente, pero sí serví en el ejército iraquí y vi toda la barbaridad que puede llegar a cometer un ser humano. Viví un tiempo de absoluto caos en mi país y estuve a punto de conocer la muerte. Mi hermano murió en la guerra y también muchos amigos. Necesitaba explicar lo que nos ocurrió a todos nosotros.


La influencia de Cervantes y la novela picaresca

P.- ¿Cree que existe una tradición de novelas protagonizadas por perros?

R.- La novela moderna llegó a los países árabes a principios del siglo XX, solo teníamos tradición de narraciones y cuentos al estilo de Las mil y una noches. En el mundo árabe es la primera vez que un perro es protagonista, aunque alguno ha habido en poesía o teatro. También hubo un escritor palestino que escribió las memorias de una gallina para trasmitir la experiencia de ser palestino bajo la ocupación a mediados del siglo XX. Sin embargo, el perro es protagonista en muchas novelas en la tradición europea occidental, algunas magníficas como la de Cervantes.

P.- ¿En qué sentido es este libro un homenaje a Cervantes y su El coloquio de los perros?
R.- Cervantes ha influido mucho en todo lo que he escrito y también en todas mis lecturas. Todos mis amigos saben que leo El Quijote una vez al año, al menos algunos episodios y capítulos. Pero simplemente es un homenaje, no quería entrar directamente a imitar la novela ejemplar de Cervantes.

P.- Por ese carácter episódico, por las penurias para lograr la subsistencia... ¿Hay algo de novela picaresca en este libro?

R.- Sin duda. En la tradición árabe tenemos muchos cuentos y narraciones antiguas de este estilo y después está la literatura española con El Lazarillo, El Buscón… En este libro he utilizado muchas técnicas pertenecientes a la picaresca porque las circunstancias de este perro son las de cualquier mendigo de cualquier país.


La crisis de los refugiados

P.- Líder no deja de ser un refugiado. ¿Qué opina de la actuación de Europa respecto a los refugiados sirios?
R.- Mi opinión como escritor, y creo que Líder estaría de acuerdo conmigo, es que todos somos refugiados. Ninguno tiene una tierra firme, fija. Todos somos de muchas sangres, de muchas culturas. Ser español ha significado siempre ser viajero y aventurero, refugiado en muchas tierras… Para mí es lamentable que haya voces que quieran cerrar el paso a refugiados necesitados, que huyen de guerras y conflictos. Tenemos que ser más humanos para entender a los demás, si no vamos a acabar mal.

P.- ¿En qué punto se encuentra ahora mismo Irak?
R.- Irak es un completo caos. Yo lo defino como un campo de tiro abierto a todo el mundo: a milicias, a estados que quieran probar sus políticas… No tenemos un gobierno central fuerte y todo el mundo quiere meter mano allí. La única solución pasa por construir un estado civil bajo una democracia, pero tenemos que trabajarlo mucho. Tiene que ser una construcción fuerte que dé derechos a todos los iraquíes sin excepción. Creo que para un futuro próximo es muy complicado porque las fuerzas externas que ejercen su influencia hoy en día en Irak con total libertad son reacios a dejar el país en manos de los iraquíes.

P.- Irak lucha hoy contra DAESH. ¿Qué opina de la situación en la zona?
R.- Realmente DAESH en un problema internacional. Irak es un país débil con un gobierno débil y el DAESH aprovechó la retirada de las fuerzas internacionales de la zona para hacerse fuerte allí. La solución no está en manos de un gobierno débil iraquí. De todas maneras, DAESH es un peligro para toda la zona, e incluso llega a los estados occidentales. Hay que ayudar al ejército iraquí a plantar cara a este problema.


Véase también http://m.elcultural.com/noticias/letras/Abdul-Hadi-Sadoun-Irak-es-hoy-un-campo-de-tiro-abierto-a-todo-el-mundo/9831

Entrevista a Antonio Gamoneda en Revista LEER, por Alicia González

                                 Revista LEER, julio-agosto 2016


                               Entrevista al sinestésico Antonio Gamoneda
                                           Por Alicia González

Suenan las campanas de la catedral. Gamoneda ya no se asoma a los balcones, ahora es un hombre de puertas adentro. Bueno, lo ha sido siempre y esa introspección hace su poesía espesa, fieramente humana. Ahora recupera al niño desconcertado y morbosamente atraído por la guerra que coloreaba en su mente las imágenes de una España negra en Niñez, mientras mantiene el asombro gracias a su nieta y la voluntad impensada de sobreponerse con ese hipertensor de riesgo que es la poesía.




Su hija habla de la capacidad performativa de la niñez como relato de pasado, presente y futuro en su obra.
(Se lo piensa un poco antes de contestar). Ciertamente en mi niñez se dieron marcas que permanecen y que han condicionado y motivado muchos principales aspectos de mi vida.
Leyendo su obra uno diría que usted es más hijo que padre y esposo, e incluso ha dicho que postergó el ser poeta al ser hijo, padre y esposo. Y es cierto que ha hecho poca poesía estrictamente amorosa.

 ¿Optó por la poesía existencial desde el primer momento?
Tengo bastante poesía amorosa en el sentido de amor a la pareja, a la mujer elegida. Ahora, los datos biográficos míos suponen una relación y una dependencia en todos los órdenes muy fuerte con mi madre que enviudó muy pronto cuando yo tenía menos de un año; yo era hijo único. Y ésta es una circunstancia familiar que configura la convivencia donde las relaciones entre madre e hijo eran particularmente intensas. Eso es así no en mi caso, sino quizá en la mayoría de los casos, pero también es verdad que mi madre tenga en mi escritura un valor de símbolo viviente, como si la retracción, que es palabra que utilizo en algún poema, hacia la especie maternal supusiera para mí un refugio necesario.

Las manos de la madre o la figura femenina son telúricas, protectoras, necesarias para que el hombre descanse del vacío en el que se encuentra.
Está bien leído. Las manos maternas son precisamente el núcleo de ese símbolo de vientre, porque simboliza y al mismo tiempo de simbolizarlo es un refugio.

Habla de esos balcones asomados a la represión. ¿Siempre el niño entra en la edad adulta como observador o es concretamente en el caso de Antonio Gamoneda?
No me atrevo a generalizar. Yo no sé cómo un niño se convierte en adulto, pero sí que a mi receptividad infantil se sumó la terrible coincidencia de que empezase a tener conciencia precisamente en los años de la guerra civil en León, que no fue campo de batalla, pero sí de represión muy importante –no sé si poner comillas en lo de importante-. Esa intensidad del espectáculo terrible, que por otra parte era una normalidad, a un chiquillo quizá no le sobrecogía demasiado por ese ser algo de todos los días: la vida era así.

Utiliza un adjetivo tan curioso como “desconcertante” para hablar de la guerra, porque seguramente quien está hablando es el niño, muy precoz en su capacidad de observar…
No sé si era muy precoz, pero las observaciones tenían para mí un atractivo, en cierto modo morboso. Mi madre a veces me retiraba de los balcones, pero claro no podía evitarlo todo. Los gritos de las mujeres en la noche cuando iban a sacar a los hombres no los podía evitar.
Menciona la canción de una viuda imposible, loca, que coincide en el tiempo con el canario que tenían en una galería. ¿La vida es eso, mezclar la alegría y el dolor, sobreponerse?
Sí, claro, son acontecimientos pequeños dentro de la guerra y la represión. Enfrente de mi casa había una mujer a cuyo marido lo habían sacado de casa que enloqueció. La vida y la conciencia de la vida no pueden sustraerse a esa mezcla de ratos horribles y de circunstancias que se corresponden quizá con belleza, ternura. Unos y otros están configurando la vida.

Ese "grito amarillo", una imagen muy sinestésica, o las tramas azules que dibuja el grisú en el rostro no sé si el niño las intuía de esa manera o son aportaciones ya del adulto...
Aquí hay un laberinto neuropsíquico que yo no sé explicar porque tendría que tener unos conocimientos científicos que no tengo. Los gritos de las mujeres en la noche para mí pudieron tener en origen un componente de percepción, intelectual que incitaba al amarillo, es decir, los gritos eran amarillos. Claro, esa oscuridad, esa falsa pacificación que tiene la noche era interrumpida por un grito y esos gritos eran, siguieron siendo en mí amarillos.

Luego está ese poema tan atroz en el que une categóricamente "azul y jueves"...
No he racionalizado todos estos aspectos, pero determinados azules, sobre todo en ciertas circunstancias tienen en mí una noción de enfermedad, de peligro. Un azul que muchas veces es cianótico y va debilitándose hasta llegar al blanco más blanco y la desaparición.

Kandinsky asociaba los colores y las formas y tal vez como usted fue un lector de poemas que asimiló la musicalidad de la lectura muy pronto, puede que de ahí le venga el ritmo que hay en las palabras cuando no están dotadas de sentido, cuando son música...
Sí, esa percepción la tuve a partir de los cinco años en que aprendí a leer en un libro de poemas de mi padre y percibí la existencia de un lenguaje que tenía una condición rítmica y el ritmo entró en mí con independencia incluso de la significación, sabiendo al mismo tiempo que ese ritmo generaba significaciones que yo no comprendía. Sin proponérmelo se producen asociaciones visuales cromáticas y, de alguna manera, se han hecho denotativos en mi poesía. Sucede, (sonríe como disculpándose), no sé si para bien o para mal, pero sucede.

Esa infancia no es nada coloquial y a partir de ella se construye la realidad del adulto.
Sí. Los datos de mi infancia se han hecho claves y clavos en mí, de tal manera que han determinado una manera de ser y de estar en la vida.

Es un juez severo del niño que fue, de acuerdo con las anécdotas que cita: esa paloma del desván, la perra del sótano, la carta del soldado que no llega...
Sí, sí, sí, pero ahí ya es el adulto el que es, por decirlo así, crítico con el niño.

Habla de olores tristes y de ventanas abiertas que no logran orear la enfermedad y en un texto Julio Llamazares se disculpaba, porque decía que en el 77 hicieron una lectura muy pegada a la realidad, asociando esas ventanas que no conseguían eliminar el mal olor a la dictadura... ¿Es una lectura mal traída o realmente había un fondo triste en la dictadura?
No me es posible racionalizar todas las connotaciones o denotaciones que pueda mi poesía. Es cierto que abrir las ventanas tiene algo de apertura y la imposibilidad de abrirlas como decía Julio es la negación de esa libertad, pero estos razonamientos yo no sé aplicarlos a mi propia escritura. La escritura no es absoluta y totalmente automática, pero no hay en ella significaciones deliberadas. El poeta, hablo de mí, pero creo que también de otros muchos, sino es de todos: hasta que no me lo dicen mis propias palabras, lo cual no significa que no lo sepa o que aparezcan por casualidad, es un pensamiento impensado, subyacente en mí.

Y quizá por eso usted revisa sus poemas para adecuarlos a su yo actual.
Sí e intento no destruir los componentes existenciales que se dieron en el momento de la creación, pero sí pretendo hacer intervenir al hombre que ya soy ahora en la ancianidad en esas creaciones de hace treinta, cuarenta o sesenta años.
Porque el tiempo pasa y con él se modifica también el lenguaje poético de Gamoneda.
Sí, el lenguaje y en cierto modo la actitud existencial y la conciencia del poeta y del no poeta.

Perdió el hábito andariego después de un accidente. No sé si su palabra se ha vuelto sedentaria también tras ese suceso…
Es muy posible, porque incluso el hecho dinámico de andar crea una acomodación del pensamiento rítmico al paso andariego. Y este sedentarismo, obligado o no, permanece en la rítmica... Desde hace año y medio veo de una manera más notable una inclinación mía a un tratamiento rítmico bastante distinto al de mi último libro publicado.

Eso en su caso es muy importante, porque considera que el ritmo es la esencia de la poesía...

Sí, es el elemento generador de un pensamiento de otra naturaleza del discursivo, científico, filosófico, convencional y espontáneamente no da tiempo a separar pensamiento y lenguaje.

Incluso ha mencionado que el lenguaje es un hecho existencial previo a la reflexión...

Sí, yo pienso que el erectus, por ejemplo, hizo una fonación una vez que descubrió un alimento –estoy haciendo una hipótesis- que conservó y se repetía cuando encontraba o deseaba ese mismo alimento y fue la fonación la que de alguna manera creó en él un pensamiento elemental.

O sea que el lenguaje surgiría del deseo en última instancia.

Sí, o de la necesidad o del odio, vaya usted a saber. Pero entiendo que el pensamiento es posterior a la fonación y por tanto a la palabra.

¿Cómo ha conquistado el éxito siendo ajeno a la tribu literaria y contrario a pertenecer a la Generación del 50, es un islote en sí mismo o no es necesario pertenecer a ellas?
Efectivamente no es necesario y poesía y soledad, que no excluye la solidaridad, se asocian de una manera bastante natural y puede que hasta necesaria. En lo demás yo he sido y quiero seguir siendo un poeta provinciano en lo más cómodo de la palabra (se ríe). Y no creo en la existencia de la generación del 50 y ahí se detienen todas mis supuestas “ofensas”. Me limito a no creer en la grupalidad y en la condición histórica de sus epígonos. Yo no compro mis respetos y el mundillo me trae sin cuidado.

¿Y cuáles son los poetas que usted rescataría aparte de Claudio Rodríguez?

Brines es un excelente poeta que no tiene nada que ver con la supuesta poética pregonada del 50. Amistad dentro de ese grupo supuestamente generacional no la tuve más que con Claudio y con Valente.

Y es curioso que estando como García Montero adscrito a la izquierda exista tanta distancia entre ustedes...
Bueno, pero yo no he creado esa distancia. García Montero y otros compañeros que no sé si se declaran como grupo son epígonos de la que pudiera ser la poética del 50. … No tengo interés en una supuesta poesía realista, porque la poesía no es, no ha sido nunca realista y por ejemplo, nuestros siglos XVIII y XIX están vacíos prácticamente de poesía, porque predominaba un realismo estéril. Es una opinión mía, si eso concita odios o antipatía lo siento.

Dice no ser realista, pero hace un relato minucioso sobre la posguerra con personajes como Pedro el Ciego que "anunciaba la profecías traicionadas por el régimen".
Vendía periódicos al pie del entonces Café cantante Lion d'or en la calle Ancha de León. Sentado allí voceaba sus periódicos y a su manera, hacía una especie de sermón informativo de esa actualidad según la entendía él.

Considera que la memoria es un olvido sobre el que se debe ejercer una vigilancia y por tanto es una poesía de denuncia.
Yo que identifico poesía con existencia y que la poesía meramente ornamental no me interesa pongo en situación de proximidad y hasta de interpenetración la poesía y la vida y en ese terreno están la historia, los hechos sociales. Me interesa mucho la realidad y muy poco el realismo.

Porque hay un verso suyo que dice que "ve la espalda de la indiferencia", quizá ésa es la carga de crítica contra lo que estaba sucediendo en esa España tan negra.
Pero simplemente porque soy un ser viviente y estoy en esa circunstancia histórica que me impregna.
Y esa impregnación deriva quizá también de los cuentos aterradores de la abuela, en los que le hablaba sin aderezos, sin tapujos del hijo muerto.
Caben todos los componentes, tanto infantiles como ya posteriores, pero sustanciales que la vida me ha proporcionado. La vida es inseparable de la circunstancia histórica.

Dice que la vejez es ir vistiéndose con el ropaje de las sombras…
Aunque tengo mucha desconfianza respecto de mi tiempo venidero, sea poco o mucho, no hay hombre tan feliz que no tenga sufrimiento ni tan desgraciado que no alcance el placer.

¿Querría dejar esa ética de la memoria con la que trabaja en sus libros?
Dejarla la dejaré irremediablemente, ahora dejarla como una herencia literaria, patrimonial, histórica no es cosa mía (ríe con sorna), depende de la estimación que se haga de mi escritura y no tengo ese tipo de ambiciones. Yo hago lo que me parece y debo y puedo... Y alguna vez me arriesgo a intentar hacer lo que no sé hacer... (vuelve a sonreír)

Usted reniega de buscar la coherencia en superficie…
La coherencia en superficie está ligada a la lógica convencional y la poesía es otro lenguaje, tiene otra coherencia. Es un lenguaje de otra naturaleza, no se produce por deliberación ni por reflexión, se produce de un cierto automatismo de índole endógena, por impulsos rítmicos de la conciencia subyacente, desconocida incluso por el propio poeta. El poeta se entera de lo que piensa y opina cuando ya ha escrito sus palabras, no antes.

¿Y le sigue siendo tan dañina para su tensión la poesía?
A Mallarmè tratando de terminar el poema de "Herodías" lo mata un espasmo de glotis. No se pueden tampoco disociar aspectos orgánicos y patologías del pensamiento. Es un riesgo que merece la pena… No siempre. (Se ríe)

Hay un poema que remata diciendo "es lo que queda de mi patria". ¿A ese cansancio se suma quizá la situación política?

No sé si porque tengo ya que cumplir 85 años, pienso algo que no sé si es muy decente, como que ya no me concierne. Yo tuve mi momento, un tipo de conciencia histórica que exigía una actividad y ahora lo veo, no con indiferencia exactamente, más bien como una conciencia de que no dan pie con bola, de que el hecho necesario en términos históricos para mí es mucho más radical y más profundo y que no se va a dar, porque únicamente se están peleando por votos y por escaños y ése no es mi mundo. Andan peleándose por un caramelo ya muy chupado. 

¿Sigue escribiendo todos los días?
Yo no tengo método y mucho menos uno temporal. Estuve quince años sin escribir y ahora puedo estar mucho tiempo sin escribir o me coge qué tipo de impulso y me dan las seis de la mañana.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Novedad: Memorias de un perro iraquí, de Abdul Hadi Sadoun



Calambur publica por primera vez en español una de las novelas más sobrecogedoras de la literatura árabe: Memorias de un perro iraquí



En este año de 2016, año del centenario del genial escritor
Miguel de Cervantes, queremos rendirle homenaje con
una de las obras que recoge su recepción en el mundo
árabe con una de las novelas más sobrecogedoras del
famoso poeta iraquí Abdul Hadi Sadoun.

Líder, un galgo afincado en las orillas del Tigris, ve la
vida de un solo color: el color indescriptible de la guerra.
Memorias de un perro iraquí es un homenaje al genial
escritor Cervantes en una historia estremecedora que
narra la cruel realidad que sobreviene a las dictaduras y
a los periodos de entreguerra.
Esta fábula indaga en la profunda dimensión del ser
humano, con sus instintos más básicos como el odio,
la rabia y la tiranía, y sus emociones más elevadas como
la compasión, la amistad, el amor... Así, esta desoladora
historia humaniza a los animales y animaliza a las
personas en un escenario en el que la única esperanza es
la libertad y el pasado el único lugar donde vivir.

Novedad: Los otros, de Luis Romero. Con estudio e introducción de Santos Sanz



En este año 2016 se celebra el centenario del nacimiento de Luis Romero (1916-2009), autor imprescindible de la novela española de posguerra al que Calambur quiere rendir un homenaje recuperando su novela Los otros en una versión inédita que restituye la parte del texto tachada por la censura y cuenta con un prólogo y un apéndice del profesor Santos Sanz Villanueva, experto en la narrativa española de posguerra. Completa esta singular edición un emotivo texto del hijo del autor
Javier Romero.

Los otros es una novela negra, pero también una narración
colectiva, a un tiempo relato social y prefiguración del
realismo sucio, sobria de estilo y desoladora en su trama.
Con un ritmo indesmayable y técnica cinematográfica,
presenta la dramática escapada de un desdichado, uno
de los otros, que ha recibido un disparo durante un
atraco frustrado. Como un animal herido, el atracador
huye de sus perseguidores en un periplo agónico
al que sirve de escenario la Barcelona en blanco y
negro de los años cincuenta.
Diecisiete interminables horas a lo largo de las cuales, en una estructura coral, conocemos el borroso límite de la justicia, la violencia del sistema contra
los más débiles, las razones de la desesperanza. Esta edición ofrece a los lectores por vez primera
la integridad del texto original, que fue mutilado por la censura en 1956. Una obra que rezuma
tanta rabia como impotencia y se adelanta más de medio siglo a la actual novela de la crisis.

jueves, 8 de septiembre de 2016

reseña: La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre, por Santiago Trancón

Juan Carlos Mestre, la poesía sustancial                                    
La nueva Crónica
8 de septiembre de 2016                                                   



                                                                                            Por Santiago Trancón


Entre mis lecturas de este verano quiero destacar un libro de Juan Carlos Mestre, ‘La tumba de Keats’, Premio Jaén de Poesía en 1999, recién reeditado por la editorial Calambur e ilustrado por el propio Mestre. Se trata de un largo poema escrito con un gran impulso y una energía poderosa que le otorga una unidad de tono, ritmo y estilo absolutamente original. Ni por su estructura ni por su lenguaje se parece a cualquier otro libro de poesía. Quien se adentre en sus versos se verá obligado a dejar de lado su idea preconcebida sobre lo que es un poema para entregarse a lo fundamental: la experiencia poética.

El libro nace de una visita que Mestre hace en 1997 a la tumba de J.Keats, poeta romántico que murió muy joven en Roma. El marco físico es la ciudad de Roma, «cadáver esencial», símbolo y metáfora del mundo, por la que el poeta camina y se pierde. Lo importante es la vivencia arrebatada que provoca este deambular, que acaba convirtiéndose en un viaje interior: «No he descendido a ningún otro infierno que no fuese mi vida». La belleza y horror, el orden y el caos, las cúpulas y las cloacas, el pasado y el presente, todo se mezcla fuera del tiempo y provoca asociaciones insólitas, imágenes fascinantes y sentimientos desbordados.

El exceso. Mestre nos hace reflexionar sobre el mundo como exceso, algo esencialmente inabarcable, inexplicable, incomprensible para la experiencia humana. Algo que está siempre más allá de lo humano. Ante eso que nos desborda, el poeta, movido por la angustia y la desazón, busca lo esencial, lo sustancial, aquello que permanece en el mundo bajo todas sus infinitas formas. En esta búsqueda comprende que él no es más que otro sustantivo perdido en una cadena interminable de sustantivos. Todo es fragmento asociado a otro fragmento sin que podamos explicar el sentido de esa asociación. Nada de extraño que use la construcción nominal, la elipsis verbal, la anáfora y el paralelismo como recursos dominantes.

El caos y el orden no son más que una ilusión, todo está conectado con todo formando una red sustancial que apenas percibimos. La palabra es también un objeto sustancial que se mezcla, enlaza y asocia movida por su propio impulso. El verbo nace del sustantivo, no al revés. «El obstinado aliento / de la cansada luz de octubre en el baúl de las abejas». «La implacable hormiga en el blando bulbo de la boca helada». «… Un reloj de sol bajo los párpados,/ la aguja inmóvil como retina fría de los caballos muertos».

El poeta no hace otra cosa que liberar la energía de la palabra. El irracionalismo es un medio para ampliar el poder del lenguaje y la conciencia. El lenguaje se extraña de sí mismo, la palabra se mira y se sorprende a sí misma. La transgresión del género poético es una necesidad, no algo buscado por sí mismo. El resultado será ese fluir torrencial de concordancias, asonancias, resonancias y sincronías que otorgan a la palabra un poder esencial contra el orden impuesto, el orden de la sintaxis, pero también el orden político, civil, social. Hay, detrás de esta poesía desbordada, una conciencia cívica rebelde, irreverente, que lucha contra la imposición y la banalidad. «Están llenas de estiércol todas las escobas de la patria», dice en ‘La bicicleta del panadero’. Y: «La muerte anda viva entre nosotros».

No pretende el poeta imponer un orden humano al universo, sino describir lo que ve y siente. Una especie de monólogo exterior, de fuera hacia adentro, del mundo a la palabra. No hay propiamente subjetividad, sino conexión interior: el poeta como sustancia transparente en la que se refleja el mundo. «Llamas vivir al terrible corazón que rueda sin otro oficio que la necesidad».

El tono bíblico, salmódico, con ecos proféticos y alegóricos, la iluminación de los oráculos, es la forma adecuada para dar cauce a esta experiencia poética. El poeta poseído por la palabra, sustituto de la carne, también materia impenetrable. El cuerpo como un sentir desgarrado, atravesado por la palabra. «Conozco el lóbrego lugar del mundo donde los astros mueren». «He sido poseído por un extraño canto de insecto». Feliz lectura otoñal, para quien no lo haya hecho todavía.

martes, 6 de septiembre de 2016

Reseña: Viento variable, de Antonio Hernández, en el Diario de Jaén, por José Antonio Santano


                                                                                          José  Antonio Santano                                                             


Para esta ocasión viene como anillo al dedo aquella afirmación de Heidegger: «Todo gran poeta poetiza sólo desde un único Poema. La grandeza se mide por la amplitud con que se afianza a este único poema y por hasta qué punto es capaz de mantener puro en él su decir poético». En ese continuo reescribir lo no dicho podría circunscribirse la gran poesía, la poesía de altura, la que ahonda en el abismo, la que busca lo desconocido, el misterio, la palabra trascendida, la que deviene del silencio. Ya lo dijo nuestra más preclara María Zambrano: «Sin temblor no existe buen poeta». Todas estas circunstancias y otras más que podríamos añadir convergen en la poética del gaditano Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943), último premio Nacional de Poesía, y del que nos llega ahora el poemario “Viento variable”, publicado por la editorial Calambur, que celebra el vigesimoquinto aniversario de su fundación.  Advierte el poeta, incidiendo así en la teoría de Heidegger,  que los poemas contenidos en el libro quieren ser “uno solo cohesionado”, que fueron escritos entre los años 2010 y 2015, y que forman parte de la “poesía total” que viene realizando desde su primer libro. No cabe duda que en “Viento variable”, una vez más, se reconoce el magisterio poético de Hernández, representativo a todas luces de la mejor poesía de su generación. Paisaje y paisanaje se dan cita aquí: el sonoro silencio de su tierra natal  y el estallido de soledades que habitan los jardines madrileños del Buen Retiro. Pero sobre todo, hallamos en este poemario la vuelta a ese paraíso de la infancia, de los recuerdos y la memoria, de la familia, de los amigos, también del amor, del tiempo, de la vida y de la muerte, que actúa como un revulsivo estético y ético, de claro signo romántico, y por ende  revolucionario si se quiere, que nos devuelve la esperanza y la fe en el hombre. En este poemario confluyen las sombras y  las luces, las alegrías y las tristezas, el dolor y el gozo, la ternura y la belleza, la queja, la solidaridad, la renuncia, todo bajo el prisma y la mirada siempre atenta del hombre y el poeta, y viceversa, en perfecta comunión. Como dijo muy acertadamente el poeta húngaro Sàndor  Weöres: «la misión del poeta es hablar del hombre en su totalidad, es decir, en su condición de ser humano». Esto es lo que ocurre cuando nos adentramos en el mundo poético de Antonio Hernández. Un mínimo detalle, un objeto, un recuerdo, la casa, una calle, un parque, unos ojos, un sueño es motivo suficiente para crear un mundo propio, un universo deslumbrante, para descubrir aquello que se oculta a nuestros ojos. Nos abruma ese aire de nostalgia que acompaña a cada uno de los poemas contenidos en “Viento variable”, esa creciente melancolía que envuelve la palabra poética de Hernández: «Tesis: cielo, paraíso. / Antítesis: infierno, Hades. / Síntesis: melancolía». El poeta se desnuda ante sí y ante todos, sin que nada le importe sino la vida, alejada ya de las ambiciones materiales, y así confiesa: «Yo, más voraz que nadie, / más ambicioso, más / pleno de avaricia, / he logrado, por fin, / tras tantas y tantas derrotas / insignificantes, el l éxito / definitivo. / Consiste en poder / jugar con mis nietos, / promover su sorpresa, / sin ahorro cantarles: / Juan Ramón tiene un burrito / con el que juegan los ángeles / del cielo de Puerto Rico». La palabra tiembla y se revuelve en su propio abismo para nacer a la luz en el momento de la madurez plena, de la edad más sabia. Grande es la poesía de Antonio Hernández, oportuna y honda, reflexiva siempre, sugerente y emotiva. “Viento variable” es un verdadero poema río, en el cual la experiencia vital del poeta está más que presente en en cada uno de los poemas que lo integran, y de entre los que merecen destacarse por su brillantez y fuerza expresiva, así como por su humanismo, los poemas “Ritual sobre el estanque” («Bajo la estatua ecuestre de Su Majestad / todas las tardes de la primavera y el verano / suenan sin pausa los tambores…»), “El corazón de las palabras” («Me hago muchas preguntas / de rabia y de dolor amordazados… / Pero pronto me olvido / del corazón de las palabras, quizás hasta que vuelva / a pasar por aquí y ya no estén / y yo también tenga la culpa / de que drama y comedia,  / tragedia y farsa, / sean la misma historia») , “El maestro”, que recuerda a Luis Rosales, “Ir a Granada”, que resume en este verso el deseo de reencontrarse con Federico: «Poder besar el mármol finalmente» o “Según el Sínodo”, un canto al demonio representado en la Fuente del Ángel Caído de los jardines de El Retiro: «Todo ha pasado ya. Lo ha dicho / el Sínodo infalible y vuelves / a ser un niño, un ángel repuesto, / sin mando en las mesnadas celestiales / esta vez, y para siempre, diablillo / de la gracia en tu papel más humano…». Pura poesía, poesía de altura la de Antonio Hernández, siempre.