jueves, 16 de octubre de 2014

Noticias: Antonio Hernández, Premio Nacional de Poesía 2014 por 'Nueva York después de muerto'


El escritor gaditano, Antonio Hernández ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía 2014 con su obra Nueva York después de muerto, publicada por Calambur.

El autor también se alzó con este poemario con el Premio de la Crítica de Poesía Castellana este mismo año. 

El equipo de Calambur se siente muy orgulloso de haber publicado esta obra y queremos darle la enhorabuena a nuestro querido Antonio. ¡Enhorabuena!

A continuación recopilamos algunas de las noticias publicadas en la prensa:

El Cultural, 9/10/2014
Por Fernando Díaz de Quijano


El poeta Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1943) ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía por la obra Nueva York después de muerto. El premio, dotado con 20.000 euros, lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir la obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en 2013.

El jurado ha considerado Nueva York después de muertocomo una obra “totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvido”. El libro se compone de un único poema que parte de un proyecto incumplido de su maestro, Luis Rosales, que quería escribir sobre la gran ciudad, la masificación, el racismo y la política, explica el autor. “Cuando Rosales estaba enfermo, me dijo que no iba a poder escribir el libro que tenía en mente. Yo le dije: 'Maestro, no te preocupes, si no puedes lo haré yo, y lo haré mejor que tú'. Él se sonrió, porque sabía que se lo decía en broma”, recuerda Hernández.


El País, 9/10/2014
Por Manuel Francisco Reina

Justo en estos días se cumplen cuarenta años de la concesión del premio Adonáis al entonces joven poeta de Arcos Antonio Hernández. El libro tenía por nombre “El Mar era una tarde con Campanas”, y el jurado, compuesto por Luis Rosales, Vicente Aleixandre, José Luis Cano y Gerardo Diego, de los que pronto fue cómplice y amigo, quedó impresionado con este golpe de mar y de sur que les llegaba contestatario y verdadero en forma de poemas. Pertenecía el escritor andaluz a esa hornada de la denominada“Generación del 60 o del Lenguaje”, como Diego Jesús Jiménez, Félix Grande, o Manolo Ríos Ruiz, entre otros deudos y fieles de muchos autores y postulados de la Generación del 50, y cuya renovación estética fue el germen, fundamental en realidad, de los poetas posteriores o “Novísimos”.

Ahora Premio Nacional de Poesía por Nueva York después de muerto, tras haber recibido este mismo año el Nacional de la Crítica de Poesía, avala la importancia y trascendencia de su obra y figura en todas estas décadas, y la relevancia de este libro. Un auténtico hito de la poesía española contemporánea. El poemario nació del difícil compromiso del poeta con su amigo Luis Rosales, como explica en la justificación de la obra: [...]


ABC, 9/10/2014

El jurado ha valorado la obra por ser «totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvido»

El jurado ha considerado «Nueva York después de muerto» como una obra «totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvid».

Nacido en Arcos de la Frontera (Cádiz), en 1943, Antonio Hernández cultiva narrativa, ensayo, periodismo, y, sobre todo, poesía, con títulos como: «El mar es una tarde con campanas», «Con tres heridas yo», «Sagrada forma», «Habitación en Arcos», «El mundo entero», «Insurgencias» (Poesía 1965-2007) o «Nueva York después de muerto».


El Imparcial, 9/10/2014

Por Adrián Sanmartín

A Antonio Hernández se le ha concedido hace poco el Premio Nacional de Poesía 2014 por Nueva York después de muerto, que se une al Premio de la Crítica, obtenido también este año. No es la primera vez que el escritor andaluz obtiene este último galardón, con el que ya se alzó en 1994 por Sagrada forma. Ni estos son los únicos reconocimientos que ha logrado a lo largo de su trayectoria, en la que ha conseguido numerosos premios como el Adonais, el Gil de Biedma o el Rafael Alberti, entre otros, que le distinguen como uno de autores más sólidos de la poesía española del último medio siglo. Un autor que bebe de nuestra mejor tradición poética para insuflarle un estilo propio.

Precisamente esa simbiosis alcanza, sin duda, una de sus cimas en Nueva York después de muerto, un poemario, como bien señaló el jurado del Premio de la Crítica, “sorprendente y arriesgado”. Y, añadiríamos, enormemente valiente al haber abordado un reto de gran envergadura.


En un bosque extraño, 10/10/2014

Por Santos Domínguez 

Nueva York después de muerto es un libro sorprendente y arriesgado en el que el autor recoge un cruce de vidas y destinos que acaban en la ciudad de la muerte y de la aurora, con columnas de cieno y aguas podridas.

Heredero de aquel proyecto, Antonio Hernández organiza su libro también como una trilogía en la que se suceden y se confunden ordenadamente en la muerte esos tres vértices, porque Luis Rosales es aquí ya emoción de otra sangre, ya / parte confederada, parte de Federico y está ya en Nueva York, después de muerto. / ¿Después de muerto quién, él, Federico, / Nueva York muerta?


La voz de Pinto, 15/10/2014

Por José Luis Esparcia

Antonio Hernández está en el otero de la poesía española; no mira por encima porque sus pies y su corazón son muy telúricos; pero ve, con los ojos que le nacieran en Arcos de la Frontera y con el corazón que le creciera en las pautas vitales del mundo real, también el de la realidad ensoñada, al resto de poetas actuales con una perspectiva de madurez ganada por trabajada. Su poesía resulta del don machadiano, pero también del halo lorquiano, del arrojo y la sensibilidad hernandianas y, sobre todo, de su honestidad como persona y poeta al que encendió el Sur gaditano y al que ha inflamado el mundo cerca de las personas reales, que sienten realmente cuanto Hernández sabe captar, apreciar y poetizar en versos leales a su sentido de la poesía para la inmensa mayoría.

El libro ganador de ambos premios: “Nueva York después de muerto”, no es realmente un libro, sino varios, aunque la temática y el tono confluyan y se distribuyan para crear la simetría que lo hace tan asequible a la persona lectora, y tan irrepetible a otra sensibilidad escritora. Los merecimientos de dos grande poetas: Luis Rosales y García Lorca, las inquietudes sociales y la consolidación de un sentimiento paganamente patriótico en los contrarios representados por la defección yanqui, son líneas de conducción principal de este libro que quedará entre los más grandes.



miércoles, 15 de octubre de 2014

Noticias: Antonio Hernández: La luz de la poesía

Antonio Hernández: La luz de la poesía
José Luis Esparcia
La voz de Pinto, 15/10/2014

Un jurado presidido por Luis María Ansón, ha otorgado, por diez votos contra uno, el premio nacional de poesía al poeta gaditano afincado en Madrid Antonio Hernández, que ya recibiera, antes del verano, el premio nacional de la crítica.

Antonio Hernández está en el otero de la poesía española; no mira por encima porque sus pies y su corazón son muy telúricos; pero ve, con los ojos que le nacieran en Arcos de la Frontera y con el corazón que le creciera en las pautas vitales del mundo real, también el de la realidad ensoñada, al resto de poetas actuales con una perspectiva de madurez ganada por trabajada. Su poesía resulta del don machadiano, pero también del halo lorquiano, del arrojo y la sensibilidad hernandianas y, sobre todo, de su honestidad como persona y poeta al que encendió el Sur gaditano y al que ha inflamado el mundo cerca de las personas reales, que sienten realmente cuanto Hernández sabe captar, apreciar y poetizar en versos leales a su sentido de la poesía para la inmensa mayoría.

El libro ganador de ambos premios: “Nueva York después de muerto”, no es realmente un libro, sino varios, aunque la temática y el tono confluyan y se distribuyan para crear la simetría que lo hace tan asequible a la persona lectora, y tan irrepetible a otra sensibilidad escritora. Los merecimientos de dos grande poetas: Luis Rosales y García Lorca, las inquietudes sociales y la consolidación de un sentimiento paganamente patriótico en los contrarios representados por la defección yanqui, son líneas de conducción principal de este libro que quedará entre los más grandes.



En todo caso, la lectura de la obra de Antonio Hernández, no requiere una pasión predeterminada, aunque sí una condición aconsejada: saber reconocer las inflexiones con que la “poesía del corazón” transita por la mayor o menor avidez del sujeto lector.

Es un poeta de lo que permanece, de la realidad que no se evapora en distintivos lingüísticos o en aburridas derivaciones argumentales; es un poeta “miliario” desde que, en 1964, publicara el libro “El mar es una tarde con campanas”, premiado en el certamen Adonais de 1963; un poeta que ha marcado camino y que hoy aún no reposa de su largo trayecto como referente de la “poesía del corazón” en concreto y de la poesía necesaria en general. Por eso, leer a este poeta es una de las experiencias más gratificantes no sólo para quien esté ávido de poesía, sino, también, para quien quiera adentrarse en una primera experiencia lectora de este género.


Lee la noticia en La Voz de Pinto.


viernes, 10 de octubre de 2014

Noticias: Nueva York después de muerto, Premio Nacional de Poesía


Nueva York después de muerto, Premio Nacional de Poesía
Por Santos Domínguez
En un bosque extraño, 10/10/2014

Nueva York después de muerto (Calambur), de Antonio Hernández, que ya obtuvo el Premio de la Crítica en la modalidad de poesía, acaba de merecer también el Nacional de Poesía.

Es el merecido y doble reconocimiento a "uno de los autores más sólidos de la poesía española del último medio siglo por un libro que recoge en su título el proyecto frustrado con el que Luis Rosales pretendía cerrar su obra, pero una enfermedad se lo impidió, y, así, realiza un doble homenaje: al "maestro" y también a Federico García Lorca, "maestro del maestro".

Nueva York después de muerto es un libro sorprendente y arriesgado en el que el autor recoge un cruce de vidas y destinos que acaban en la ciudad de la muerte y de la aurora, con columnas de cieno y aguas podridas.
Heredero de aquel proyecto, Antonio Hernández organiza su libro también como una trilogía en la que se suceden y se confunden ordenadamente en la muerte esos tres vértices, porque Luis Rosales es aquí ya emoción de otra sangre, ya / parte confederada, parte de Federico y está ya en Nueva York, después de muerto. / ¿Después de muerto quién, él, Federico, / Nueva York muerta?

Y este lector, que tuvo el privilegio de formar parte del jurado que le dio el Premio de la Crítica en una votación más reñida que esta, no sabría decir si Antonio Hernández, que no renuncia en algunos momentos a sumar ironía y emoción en una mezcla explosiva, ha cedido discipularmente la palabra a los dos maestros para que resuman su conciencia moral y su dicción poética, o si han sido ellos los que han invadido estas páginas con sus voces poderosas e inconfundibles para habitar uno de los libros más intensos y potentes de Antonio Hernández, probablemente también el más arriesgado de toda la trayectoria de un poeta que une como pocos conciencia del lenguaje y conciencia ética.


Lee la noticia en el blog En un bosque extraño.

Noticias: Antonio Hernández, Premio Nacional de Poesía por Nueva York después de muerto

La obra ganadora parte de un proyecto incumplido de Luis Rosales, maestro del autor
"La poesía es la princesa de todos los géneros", celebra el poeta

Fernando Díaz de Quijano
El Cultural, 9/10/2014

El poeta Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1943) ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía por la obra Nueva York después de muerto. El premio, dotado con 20.000 euros, lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir la obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en 2013.

El jurado ha considerado Nueva York despuésde muerto como una obra “totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvido”. El libro se compone de un único poema que parte de un proyecto incumplido de su maestro, Luis Rosales, que quería escribir sobre la gran ciudad, la masificación, el racismo y la política, explica el autor. “Cuando Rosales estaba enfermo, me dijo que no iba a poder escribir el libro que tenía en mente. Yo le dije: 'Maestro, no te preocupes, si no puedes lo haré yo, y lo haré mejor que tú'. Él se sonrió, porque sabía que se lo decía en broma”, recuerda Hernández.

Rosales murió en 1992 y pasaron casi dos décadas hasta que su discípulo comenzó a escribir el poema. Se trata de un coloquio imaginario entre Rosales, Federico García Lorca y el propio Antonio Hernández. El propósito del autor es “continuar la corriente de la que Rosales era el jefe de filas: la poesía total, que se construye sobre un lecho de lírica predominante en el que se alternan el diálogo, el ensayo, el teatro y la narrativa”.

Así comienza Nueva York después de muerto:
Luis Rosales Camacho
nació en una calle, Libreros,
tan pequeña que iba a dar clases por la noche.
Federico García Lorca sigue naciendo,
sigue naciendo para siempre como un río.
En Federico quisieron asesinar
lo que es coraza contra la muerte. A Rosales
pretendieron hacerlo cómplice
del crimen.

Pincha aquí para leer y descargar las primeras páginas de la obra, cedidas por la editorial Calambur.

Se da la coincidencia de que Hernández repite podio junto a Rafael Chirbes, Premio Nacional de Literatura en la categoría de Narrativa, ya que el Premio Nacional de la Crítica de este año fue concedido a los mismos autores. “Me ha sorprendido mucho, además tanto Chirbes como yo hemos ganado el de la Crítica en dos ocasiones, así que seguimos empatados”, bromea el poeta gaditano, que también es novelista. Vestida de novia es una de las ocho novelas que ha publicado. “Pero en este país, como decía Cela, no te dejan ser dos cosas a la vez. Yo soy considerado sobre todo poeta, pero no me quejo, porque dicen que la poesía es la princesa de los géneros”.

Hernández había ganado numerosos premios, “pero hasta ahora ninguno oficial”, dice. “Esto quiere decir que me voy haciendo viejo”. En su haber también figuran, además de los dos de la Crítica (en 1994 y 2014), el Premio Andalucía de Novela, Gran Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premios Rafael Alberti, Gil de Biedma, Miguel Hernández o Tiflos de poesía, entre otros. La totalidad de su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Andalucía de la Diputación Provincial de Almería, el Premio Valencia de Literatura de la Diputación Provincial de Valencia o el Premio de las Letras Andaluzas Elio Antonio de Nebrija.

Entre sus obras figuran El mar es una tarde con campanas, Con tres heridas yo, Sagrada forma, Habitación en Arcos, El mundo entero o Insurgencias, una recopilación de toda su poesía desde 1965 hasta 2010.

Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas, entre ellos francés, italiano, inglés, ruso, serbio, árabe, chino o coreano, además de gallego, portugués, catalán y valenciano. Es Presidente de Honor de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios y miembro de las directivas de CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y de la ACE (Asociación Colegial de Escritores). Es Hijo Predilecto de su pueblo natal, Arcos de la Frontera.

El jurado del Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía ha estado compuesto por Antonio Carvajal, galardonado en la edición 2012; Manuel Carlos Álvarez, galardonado en la edición 2014; Luis María Anson, designado por la Real Academia Española; Jon Kortazar, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Marta Pessarrodona, por el Instituto de Estudios Catalanes; Julia Barella, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Rogelio Blanco, por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE); Noni Benegas, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Carmen Guaita, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Brigitte Leguen, por el Centro de Estudios de Género de la UNED; y Luis Miguel García Jambrina, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte. Ha actuado como presidenta la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro, Teresa Lizaranzu, y como vicepresidenta la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández.


Lee la noticia en El Cultural


jueves, 9 de octubre de 2014

Noticias: Antonio Hernández, Nacional de Poesía

"Nueva York después de muerto" es el poemario ganador.
Estandarte.com, 9/10/2014


Aunque el Premio Nobel eclipsará hoy cualquier otra noticia relacionada con premios literarios, no queremos dejar pasar contaros que el gaditano Antonio Hernández ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de Poesía 2014 por su obra Nueva York después de muerto.

Antonio Hernández suma así otro gran premio a su trayectoria, si tenemos en cuenta que ya ha recibido anteriormente el Premio de la Crítica de Poesía, Premio Andalucía de Novela, Gran Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premios Rafael Alberti, Gil de Biedma, Miguel Hernández o Tiflos de poesía, entre otros.

El premio lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir la obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en 2013. Está dotado con 20.000 euros.

El jurado ha considerado Nueva York después de muerto como una obra “totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvido”

Antonio Hernández nació en Arcos de la Frontera (Cádiz), en 1943. Cultiva narrativa, ensayo, periodismo, y, sobre todo, poesía, con títulos como: El mar es una tarde con campanas, Con tres heridas yo, Sagrada forma, Habitación en Arcos, El mundo entero, Insurgencias (Poesía 1965-2007) o Nueva York después de muerto.

Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas, entre ellos francés, italiano, inglés, ruso, serbio, árabe, chino o coreano, además de gallego, portugués, catalán y valenciano. Es Presidente de Honor de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios y miembro de las directivas de CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y de la ACE (Asociación Colegial de Escritores).

El jurado del Premio Nacional de Poesía 2014 ha estado compuesto por Antonio Carvajal, galardonado en la edición 2012; Manuel Carlos Álvarez, galardonado en la edición 2014; Luis María Ansón, designado por la Real Academia Española; Jon Kortazar, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Marta Pessarrodona, por el Instituto de Estudios Catalanes; Julia Barella, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Rogelio Blanco, por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE); Noni Benegas, por la Asociación Española de Críticos Literarios; Carmen Guaita, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Brigitte Leguen, por el Centro de Estudios de Género de la UNED; y Luis Miguel García Jambrina, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte. Ha actuado como presidenta la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro, Teresa Lizaranzu, y como vicepresidenta la subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández.


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Noticias: El poeta gaditano Antonio Hernández, Premio Nacional de Poesía

El Ministerio de Cultura ha destacado la obra Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández.

Se trata de un libro singular "en el que se anudan tres mitologías", según explica la editorial, Calambur.

20 minutos, 9/10/2014

El Ministerio de Cultura ha concedido el Premio Nacional de Poesía a la obra Nueva York después de muerto, del poeta gaditano Antonio Hernández. El premio, que está dotado con 20.000 euros, reconoce la obra de un autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en 2013. 

El jurado que ha fallado este jueves el premio ha estado presidido por la directora general de Política e Industrias Culturales del Libro, la Lectura y las Letras, Teresa Lizaranzu y formado, entre otros, por Luis María Anson, Julia Barella, Rogelio Blanco, Luis Miguel García Jambrina y los ganadores de 2013, Antonio Carvajal Milena y de 2012, Manuel Carlos Álvarez Torneiro. 

Se trata de un libro singular "en el que se anudan tres mitologías", según explica la editorial, Calambur. Nueva York (mito y realidad), Federico García Lorca y Luis Rosales toman la palabra para hacer hablar a la conciencia poética, a la conciencia histórica, a la conciencia a secas que tal vez juntas sean la misma. 

Hernández parte (y toma el título) del último libro imaginado, acaso apenas iniciado, de Luis Rosales, Nueva York después de muerto, e inicia una fascinante aventura en búsqueda de lo que el propio Rosales denominaba la poesía total; es decir, una dicción poética en la que la reflexión, el diálogo, las acotaciones, la información reveladora, el montaje cinematográfico, el lirismo y todo aquello de lo que el pensamiento poético pueda echar mano para enriquecerse, dialogan y componen el poema contemporáneo. 

La Guerra Civil —que acabó atrozmente con la vida de Federico y con su posible voz futura, hecho que marcó de forma tan apesadumbrada como políticamente escéptica la vida de Rosales—, atraviesa este libro que, a un tiempo, se enrosca a la totémica ciudad de Nueva York para dar cuenta, conversar y discutir con los mitos y voces de la cultura contemporánea: igualdad y diferencia, la libertad real y su espejismo, los hijos pródigos y los pródigos despreciados, las alturas que hemos pretendido alcanzar y los infiernos a los que nos hemos precipitado. 

Libro trinitario de afán totalizador, la voz de Antonio Hernández, sin dejar de ser su voz, se metamorfosea sin recato ni prejuicio en otras voces: toma la voz de Rosales, reescribe poemas de Federico, piensa, reflexiona, escribe, sugiere, trae a escena a Hirosima, los belenes de Granada, el Holocausto, el Plan Marshall, Chopin, Buddy Bolden o Proudhon… Definitivamente, el libro más arriesgado, reflexivo, poético y totalizador de Antonio Hernández. 

Un autor muy reconocido y premiado 

La obra de Antonio Hernández ha sido reconocida con un importante número de prestigiosos premios: Premio de la Crítica de Poesía, Premio Andalucía de Novela, Gran Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premios Rafael Alberti, Gil de Biedma, Miguel Hernández o Tiflos de poesía, entre otros. 

De la misma manera, su temperamento de intelectual comprometido con la cultura de su época le ha llevado a ser jurado permanente de diversos premios tanto de poesía como de narrativa, así como Presidente de Honor de la Asociación Andaluza de Críticos y Escritores y miembro de las directivas de cedro y de la ace. 

La totalidad de su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Andalucía de la Diputación Provincial de Almería, el Premio Ciudadano que otorga la Asociación de Entidades de Radio y Televisión Digital o el Premio Valencia de Literatura de la Diputación Provincial de Valencia. 

Está traducido, como poeta y como narrador, a veintidós idiomas, entre ellos los cuatro latinos peninsulares —gallego, portugués, catalán y valenciano—, francés, italiano, inglés, ruso, serbio, árabe, chino y coreano.

 Es Hijo Predilecto de su pueblo natal, Arcos de la Frontera.


Lee la noticia en el diario 20 minutos.

Noticias: Antonio Hernández: Nueva York después de muerto

Antonio Hernández: Nueva York después de muerto
Por Adrián Sanmartín
El Imparcial, 9/10/2014


A Antonio Hernández se le ha concedido hace poco el Premio Nacional de Poesía 2014 por Nueva York después de muerto, que se une al Premio de la Crítica, obtenido también este año. No es la primera vez que el escritor andaluz obtiene este último galardón, con el que ya se alzó en 1994 por Sagrada forma. Ni estos son los únicos reconocimientos que ha logrado a lo largo de su trayectoria, en la que ha conseguido numerosos premios como el Adonais, el Gil de Biedma o el Rafael Alberti, entre otros, que le distinguen como uno de autores más sólidos de la poesía española del último medio siglo. Un autor que bebe de nuestra mejor tradición poética para insuflarle un estilo propio.

Precisamente esa simbiosis alcanza, sin duda, una de sus cimas en Nueva York después de muerto, un poemario, como bien señaló el jurado del Premio de la Crítica, “sorprendente y arriesgado”. Y, añadiríamos, enormemente valiente al haber abordado un reto de gran envergadura. El propio Hernández cuenta al comienzo del libro su génesis que se relaciona con una deuda contraída con Luis Rosales, a quien considera su maestro. Rosales le dijo que le gustaría terminar su obra con una trilogía que llevase por título Nueva York después de muerto. La enfermedad y la muerte, siempre inclementes, se le cruzaron y le impidieron realizar su deseo. Pero en uno de los momentos en que Rosales se lo había comunicado a Antonio Hernández, este le dijo “con mucho más amor que petulancia, y desde luego como una broma que quería aliviarle su rictus de infortunio” que estuviese tranquilo que si no podía, él lo escribiría en su lugar.

Lamentablemente, Rosales no llegó a escribir el libro, pero Hernández sí cumplió su promesa. Así, este ambicioso poemario es, ante todo, un homenaje al autor de La casa encendida. Y también un tributo a Federico García Lorca, uniéndose los dos nombres al comienzo del Libro Primero de la obra: “Luis Rosales Camacho / nació en una calle, Libreros, / tan pequeña que iba a dar clases por la noche. / Federico García Lorca sigue naciendo, / sigue naciendo como un río. / En Federico quisieron asesinar / lo que es coraza contra la muerte. A Rosales / pretendieron hacerle cómplice / del crimen”. Ese doble homenaje, lleno de amor hacia dos grandes de la lírica española del siglo XX, le permite a Hernández entrelazar su voz con la de ellos, llevando a cabo un impecable ejercicio metaliterario.

Así, las tres voces nos sumergen en un Nueva York tan fascinante como en ocasiones atroz, que puede ser “la manzana podrida”, una gran ciudad cantada, y sufrida, por Federico en su celebérrimo Poeta en Nueva York y que también ha atraído a otros poetas como José Hierro y su Cuaderno de Nueva York. Una gran ciudad donde estallan y se intensifican los agobios del hombre contemporáneo, su soledad, su angustia ante una vida cada vez más mecanizada. Poesía total la de esta obra, donde todos los elementos en juego -reflexión, diálogo, recursos de otros géneros…- se engarzan mágica y lúcidamente en un festín lírico. Poesía necesaria.

Lee la noticia en El Imparcial.

Noticias: Antonio Hernández, Premio Nacional de Poesía

El poeta recibe el galardón por su poemario 'Nueva York después de muerto'
Manuel Francisco Reina
El País, 9/10/2014


Justo en estos días se cumplen cuarenta años de la concesión del premio Adonáis al entonces joven poeta de Arcos Antonio Hernández. El libro tenía por nombre “El Mar era una tarde con Campanas”, y el jurado, compuesto por Luis Rosales, Vicente Aleixandre, José Luis Cano y Gerardo Diego, de los que pronto fue cómplice y amigo, quedó impresionado con este golpe de mar y de sur que les llegaba contestatario y verdadero en forma de poemas. Pertenecía el escritor andaluz a esa hornada de la denominada“Generación del 60 o del Lenguaje”, como Diego Jesús Jiménez, Félix Grande, o Manolo Ríos Ruiz, entre otros deudos y fieles de muchos autores y postulados de la Generación del 50, y cuya renovación estética fue el germen, fundamental en realidad, de los poetas posteriores o “Novísimos”. Antonio Hernández era ya un sólido conocedor de la forma poética, comprometido y contestatario, lo que le llevó, en su vertiente tanto de poeta como de periodista a sufrir procesos de persecución por parte del Franquismo. El más sonado el abierto por un artículo aparecido en la revista Índice. En él, parafraseando a Capote, de título “Yo alcohólico, Yo Drogadicto, Yo Homosexual”, se alineaba en la defensa de los marginados por la dictadura, lo que no sentó nada bien en los ámbitos del totalitarismo imperante en aquella España. La poesía siempre fue su oficio, pero la palabra era, y sigue siendo en él un compromiso con su tiempo.

Ahora Premio Nacional de Poesía por Nueva York después de muerto, tras haber recibido este mismo año el Nacional de la Crítica de Poesía, avala la importancia y trascendencia de su obra y figura en todas estas décadas, y la relevancia de este libro. Un auténtico hito de la poesía española contemporánea. El poemario nació del difícil compromiso del poeta con su amigo Luis Rosales, como explica en la justificación de la obra: “mi maestro, me dijo un día, antes de dejarlo escrito, que quería terminar su obra con un trilogía titulada Nueva York después de muerto; que en ese texto quería hablar del exilio, del problema de la gran ciudad, de la lucha de clases y de razas así como de otros conflictos que agobian al hombre. Y que lo que representaba para él Nueva York era, grosso modo, la mecanización, el automatismo de la vida, la desigualdad entre distintas razas, el imparable avance del mestizaje…y, obviamente, Federico.” La muerte impidió a Rosales el cumplimiento de esta obra pero comprometió a su discípulo entonces, Antonio Hernández, la realización de la misma, con confidencias e información que se ven reflejados ahora en este libro. Obra insertada en eso que Octavio Paz o Ernesto Cardenal llamaron “la poesía total”, que suponía la asunción en lo poético de los recursos y técnicas de otros géneros como la narrativa, el teatro o el cine. Poesía que sin perder la cadencia musical de la rima, aportase nuevas fuerzas y técnicas de géneros ajenos. Hernández va incluso un poco más lejos, incorporando recursos propios del periodismo, con la aportación de datos, fechas, noticias… Dividido en tres partes, de forma aristotélica, pero sobretodo como homenaje a esta trilogía comprometida por Rosales, el poemario como la santísima Trinidad es trígono y uno; a saber: en él están entre otras las voces de Luis Rosales, de Lorca y de Nueva York, con su silbo de sirena simbólica, pero quien las unifica en su misterio, es la voz reconocible y única en nuestra poesía de hoy, de Antonio Hernández. Un incontestable maestro incardinado en esa larga y secular escuela lírica andaluza, no siempre bien entendida y estudiada, pero donde se han escrito algunas de las obras más importantes de la Historia de la Literatura Universal a la que ahora, estremecedora y emocionante, hay que añadirle este bien premiado libro: Nueva York después de muerto.



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Noticias: Antonio Hernández, Premio Nacional de Poesía 2014 por 'Nueva York después de muerto'

El jurado ha valorado la obra por ser «totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvido»
ABC, 9/10/2014

El poeta Antonio Hernández ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía 2014 por la obra «Nueva York después de muerto». El premio lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir la obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en 2013. Está dotado con 20.000 euros.

El jurado ha considerado «Nueva York después de muerto» como una obra «totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvid».

Nacido en Arcos de la Frontera (Cádiz), en 1943, Antonio Hernández cultiva narrativa, ensayo, periodismo, y, sobre todo, poesía, con títulos como: «El mar es una tarde con campanas», «Con tres heridas yo», «Sagrada forma», «Habitación en Arcos», «El mundo entero», «Insurgencias» (Poesía 1965-2007) o «Nueva York después de muerto».

La obra de Antonio Hernández ha sido reconocida con un importante número de prestigiosos premios: Premio de la Crítica de Poesía, Premio Andalucía de Novela, Gran Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premios Rafael Alberti, Gil de Biedma, Miguel Hernández o Tiflos de poesía, entre otros.

La totalidad de su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Andalucía de la Diputación Provincial de Almería, el Premio Valencia de Literatura de la Diputación Provincial de Valencia o el Premio de las Letras Andaluzas Elio Antonio de Nebrija.

Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas, entre ellos francés, italiano, inglés, ruso, serbio, árabe, chino o coreano, además de gallego, portugués, catalán y valenciano

Es Presidente de Honor de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios y miembro de las directivas de CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y de la ACE (Asociación Colegial de Escritores). Es Hijo Predilecto de su pueblo natal, Arcos de la Frontera.


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Noticias: Antonio Hernández gana el Premio Nacional de Poesía

'Nueva York después de muerto' es el mejor poemario del año, según el jurado organizado por el Ministerio de Educación Cultura
El Mundo, 9/10/2014


El poeta Antonio Hernández ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de Literatura de Poesía por la obra 'Nueva York después de muerto'. El premio lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir la obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en 2013. Está dotado con 20.000 euros.

El jurado ha considerado 'Nueva York antes de muerto' como una obra "totalizadora, arriesgada y comprometida que recoge la herencia literaria y ecos históricos; un libro que rehumaniza y salva del olvido"

Antonio Hernández nació en Arcos de la Frontera (Cádiz), en 1943. Ha escrito narrativa, ensayo, periodismo, y, sobre todo, poesía, con títulos como 'El mar es una tarde con campanas', 'Con tres heridas yo', 'Sagrada forma', 'Habitación en Arcos', 'El mundo entero' y 'Insurgencias (Poesía 1965-2007)'.

Como muchos de los poetas de su generación, de los que no se apuntaron a la cabalgata de los novísimos, la obra de Hernández se puede entender como un tomar la herencia política y social de sus hermanos mayores, la generación del 56, y abrirle las puertas al campo y dotarle un lirismo más sofisticado y atractivo.


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Reseña: 'Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales', en Anales de literatura chilena

Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, Matías Barchino y Jesús Cano Reyes
Por Rocío Rodríguez Ferrer (Pontificia Universidad Católica de Chile)
Anales de literatura chilena

Año 15, junio 2014, nº 21, pp, 219-224
 

“Y en verdad el drama de España nos despertó, más que a la conciencia, a la inocencia, no a la ingenuidad, según ese reiterado reproche que se nos dirige nacido de la simpatía. El despertar de la inocencia anula la soledad, trae la identificación consigo mismo y con todos los hombres, que parece entonces imposible que sean ‘otros’; ‘los otros’ o ‘los demás’” (María Zambrano, Los intelectuales en el drama de España).



Cobijar en un volumen diferentes relatos motivados por una guerra como la que tuvo lugar en España entre 1936 y 1939, permite dar forma a un variado imaginario ceñido tanto al molde épico como al trágico. Y, en no pocas ocasiones, al formato apologético. Como la guerra, suceso agónico por excelencia, una obra que gire en torno a ella también revelará paradojas y contradicciones, dependientes de cierta conciencia de circunstancialidad. Enfrentarse a textos que hablan de los avatares de una contienda como la española del 36 es entonces, a sabiendas, encararse con trasfondos ideológicos, dimensiones bélicas y, principalmente, dimensiones humanas, demasiado humanas a veces. Hay algo, pues, de ética humanista en el propósito memorial de un libro como el que han preparado Matías Barchino y Jesús Cano Reyes. Pero asimismo hay mucho de lección histórica y cultural en este archivo que evidencia cómo la Guerra Civil española también se vivió en Chile.

Con introducción, estudio y edición a cargo de Matías Barchino, y con Jesús Cano Reyes en la coedición, la obra Chile y la guerra civil española. Lavoz de los intelectuales se enmarca en un proyecto de investigación mayor, “El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica”, que contó con el apoyo del “Ministerio de la Presidencia de acuerdo a las subvenciones destinadas a actividades relacionadas con las víctimas de la guerra civil y del franquismo”. Publicado en 2013 bajo el sello editorial Calambur, el volumen se integra en una colección mayor, “Hispanoamérica y laguerra civil española”, dirigida por Niall Binns, cuyos aportes y orientaciones se vislumbran con nitidez a lo largo de estas casi setecientas páginas.

Lo que aquí puede encontrarse es tanto la estetización de la política como la politización de la estética, en el decir de Walter Benjamin. Nada de extraño si se considera que fue esta la primera guerra vivida (visualizada y oída) en directo gracias a noticiarios, periódicos, radios y cine, con esa natural consecuencia hipnótica de las representaciones mediáticas. Fue el de la Guerra Civil española un hecho histórico que originó diversos debates, de los que Chile no podía abstenerse. Frente a tanto y tan diverso discurso, el volumen preparado por Matías Barchino revela de inmediato un primer mérito: la garantía de representatividad. No solo los bandos pro-nacionalistas y pro-republicanos están presentes; también las posiciones “neutrales”, si es que estas realmente existen. La investigación impulsada por Nial Binns nos deja libres para extraer nuestras propias conclusiones –interrogaciones e inquisiciones– a partir de la variedad de testimonios recogidos. No otro gesto podría esperarse de un proyecto enmarcado en políticas de recuperación de la memoria histórica en España. Se procura evitar el sacralizar a priori ciertas posturas. Aunque, como afirma Derrida, sabemos que no hay archivos inocentes.

El impacto de la Guerra Civil española en el campo intelectual/cultural chileno se evidencia en “los más de ciento sesenta nombres de autores y [11] medios de comunicación documentados en este libro [que] son solo una breve muestra de ese entusiasmo, que se reflejaba tanto en la producción escrita de los intelectuales como en la demanda de los lectores, en respuesta a la cual hubo una vibrante actividad editorial” (61). Sin duda el interés de algunos de los textos recogidos radica, primeramente, en el autor que lo suscribe y que, atrapado por el peso de lo histórico, se pronuncia de manera literaria o no sobre el conflicto: Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Volodia Teitelboim, Manuel Rojas, Marta Brunet, Nicanor Parra, Augusto D’Halmar, Luis Enrique Délano, Alone, Enrique Gómez Correa, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Gonzalo Rojas; Carlos, Pablo y Winett de Rokha, Víctor Domingo Silva… Innecesario, creo, mencionar a Neruda. Justificado, pienso, relevar que la guerra española permitió el vislumbre iniciático de ciertas voces chilenas: es el caso, por ejemplo,de Óscar Castro, “descubierto” en una velada fúnebre a la memoria de García Lorca (como un siglo antes José Zorrilla en el funeral de Mariano José de Larra). Todo ello nos lo recuerda este recopilatorio.

Lógicamente la Generación del 38 es protagonista indiscutida de esta nómina. Si bien su designación recuerda la Matanza del Seguro Obrero, si bien ese fue el año que los aglutinó, en palabras de Eduardo Anguita recogidas en este libro: “en verdad fue el año 36 el primer aguijonazo: la Guerra Civil de España. Todos, escritores y artistas, mayores que nosotros o los de nuestra edad, nos alineamos junto a la España republicana. Su tragedia fue, sin duda, una semilla que fructificó en la lucha de otros pueblos. Es muy seguro que el valor de ‘los leales’, como se llamó a los republicanos, haya estado presente en el espíritu y en la lucha de otros pueblos: en la Segunda Guerra Mundial, en Cuba, en Vietnam (…). Fue la guerra de España, dije, el hecho que más nos emplazó a una ‘poesía comprometida’, a un ‘arte comprometido’…” (101-102). Pero a lo largo de este compendio se descubren asimismo otras figuras, más bien desconocidas u olvidadas en la historia literaria de Chile: Olga Acevedo, Mario Ahués, Laurencio Gallardo, Juan Marín, María Cristina Menares, Carlos Préndez Saldías… De gran utilidad para el conocimiento de nuestra literatura es la presentación biográfica que se hace de cada una de ellas. También la de aquellos personajes que se resisten a abandonar la nebulosa, blindados algunos por seudónimos hasta el momento impenetrables: Pedro Carrillo, Enrique Martínez Arenas, Muñito de Alorca, Martín Pangloss… Conocidos o no, en cada uno de este más de centenar de nombres se reconoce una subjetividad que siguió el imperativo de la filósofa María Zambrano: la inteligencia tiene que ser combatiente. Instinto ético e instinto intelectual han de ir de la mano. O como dirá Volodia Teitelboim en un texto de 1937 titulado “De España viene la salvación” y que podemos leer en esta compilación: “En la Revolución española los poetas, los artistas de verdad encuentran la actitud, la condensación de su ser, su comunidad con el pueblo. Como Hegel decía, el trabajo del escritor debe ser que el espíritu resida en él. Este es su trabajo. El Trabajo Humano” (627).

La Guerra Civil española constituirá un punto de inflexión en lo que a relaciones transatlánticas se refiere, con un marcado énfasis en propuestas de fraternidad y solidaridad. En este contexto, no sorprende que surjan debates de sumo interés desde la crítica postcolonial. Mientras no pocos apelan a esa “madre España” alumbradora, también habrá otras figuras como la del escritor y periodista Ernesto Montenegro, que demandará el establecimiento de un vínculo horizontal y no jerárquico, fraternal y no filial: “Comencemos por recordar la falacia que se manifiesta en ese recurso retórico de ciertos políticos e hispanizantes peninsulares, cuando nos dan por ‘hijos de España’, a nosotros los hispanoamericanos. Ya Unamuno hizo notar con su rotunda lógica que no hay tal matriarcado internacional, puesto que los españoles de hoy son tan ‘descendientes’ como nosotros de la España que mezcló su sangre con la de los americanos autóctonos. La España de hoy es pues, nuestra hermana, o nuestra prima, nunca nuestra madre, puesto que para serlo tendrían que haberse sobrevivido aquellas generaciones seculares y sedentarias que fueron hermanas de las que pasaron a América. Igual que en muchas familias, la España de hoy lleva el nombre de su madre o abuela, la España de antaño. La España y América de hoy tienen una abuela común; eso es todo…” (439). Queda claro, entonces, que el activismo intelectual que desató la Guerra Civil española revitalizó viejas polémicas.

La obra Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales constituye, en sí misma, un argumento irrefutable de lo acertado de ciertas conceptualizaciones actuales de la crítica literaria, como son los estudios transatlánticos, asentados en un claro principio dialógico, intercultural y transdisciplinar. Esta compilación saca a la luz textos que hablan de flujos y migraciones y que evidencian la movilidad, el dinamismo, el desplazamiento de las fronteras, como elemento clave de toda identidad cultural. Nos descubre un momento agónico de las relaciones entre España y Chile (“dura tarea es definirse en un instante de agonía”, dirá Ricardo Latcham), el impacto transoceánico de un trágico acontecimiento histórico. Es esta obra una pieza clave en la reconstrucción de la memoria histórica de las relaciones transatlánticas y, en este caso, con una particular dimensión ética. Y es, por todo lo expuesto, un ejemplo de los necesarios nuevos derroteros del hispanismo.

Mucho se habla en estas sus páginas de cierta comunidad de destino. Quizás eso explica, por ejemplo, que en estos viajes transatlánticos de ida y vuelta luego haya sido España la que fijara sus ojos en Chile y reaccionara con similar interés y apasionamiento ante otro momento agónico de la historia: el Golpe Militar de 1973 y sus sombrías consecuencias. No deja de resultar inquietante que ciertos textos aquí recogidos se convirtieran en armas cargadas de futuro. Chile vio en el destino de esta España madre/hermana una posible ruta, positiva o negativa según la ladera ideológica desde la que se contemplase. Desde la comodidad de los años transcurridos, podemos afirmar, incluso, que no pocas de las palabras pronunciadas entre 1936 y 1939 escondían también vaticinios del devenir histórico hispanoamericano y, particularmente, chileno. En un juego de sincronizar órbitas, no parece aventurado, por ejemplo, trasladar de 1936 a 1973 declaraciones vertidas en un editorial de El Mercurio, titulado “Situación de España”, dos o tres días después de estallada la Guerra Civil. Tratando de explicar la sublevación se afirma: “Pero hay algo que ya está fuera de conjeturas: la imposibilidad en que día a día, desde su advenimiento al poder, se han ido colocando los jefes del ‘frente popular’ para dominar la situación política… (…). La gran masa de la población española quiere orden; es posible que el sector mayoritario apeteciera un ‘nuevo orden’, pero en todo caso un orden. La llegada al poder supremo del ‘frente popular’ no le ha dado ese orden. Al contrario, esa victoria política ha sido el punto de partida de desórdenes y perturbaciones tanto en el orden social como en el orden económico. Afectado profundamente el principio de la propiedad con variados y contradictorios propósitos de reformas agrarias más y más orientadas en el sentido de una socialización de la tierra…” (246). ¿No podrían acaso estas líneas reproducirse en el mismo periódico para justificar el golpe de Pinochet a partir del caos e ingobernabilidad de la Unidad Popular?

En lo que respecta al ámbito temático, es posible reconocer ciertos ejes a lo largo de los textos aquí acopiados: el rol de la diplomacia española en Chile, las actividades propagandísticas de ambos frentes más allá de las fronteras peninsulares, la crisis de los refugiados y el derecho de asilo, los congresos de intelectuales efectuados en diversos países, la función concientizadora hasta lo paradigmático de figuras como Pablo Neruda o Vicente Huidobro, el asesinato de Federico García Lorca, la revisión de tópicos de la cultura y la historia de España (Cid, Colón, Don Quijote…), la figura de la mujer española y sobre todo de la que tomaba armas en defensa de la República, el sufrimiento de los niños españoles, etc. Pero el mirar nunca es inocente. Y en este ejercicio de contemplar al otro, el intelectual chileno acabará reconociéndose. La Guerra Civil española gatillará y develará propios y regionales conflictos. Los testimonios sobre la guerra española que aquí leemos permiten, por ejemplo, reconstruir otro circuito bélico: el de las peleas y rivalidades entre escritores chilenos. Basta recordar el sabotaje al acto de despedida a Neruda, celebrado en la Universidad de Chile el 1 de julio de 1940, con motivo de su viaje a México para ocupar el puesto de cónsul. Con escándalo, los integrantes de La Mandrágora interpelaron a Neruda sobre el destino del dinero recaudado por la Alianza de Intelectuales para los niños españoles y sobre las supuestas irregularidades cometidas en el envío de los refugiados en el Winnipeg. Pero no son estas las únicas polémicas que se esconden tras el discurso sobre la guerra. El conflicto español también permitió que se hablase de feminismo. A través del boletín La mujer Nueva, del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile, con figuras como Elena Caffarena, Marta Vergara y Laura Rodig, bajo un discurso de corte antifascista, se problematizaba en torno al papel de la mujer en la guerra.

Así, el campo intelectual chileno de los años 30 se va reconstruyendo a través de esta compilación dedicada a Chile y dirigida, en cuanto gran proyecto marco, por Niall Binns. Pero también supone una contribución a la revisión de la historia de la prensa en Chile, al recordarnos el rol desempeñado por esta en la generación y difusión de un debate de ideas. Fueron estos años tiempos dialécticos visibles en esas pequeñas batallas que tuvieron lugar en las publicaciones chilenas, medios en los que, al igual que en las trincheras españolas, era posible distinguir dos bandos: el de la óptica de la derecha (con periódicos como El Mercurio, El Diario Ilustrado…) y el de la izquierda (Aurora de Chile, Frente Popular, La Opinión, La Hora…). La razón de esta trascendencia la explica el español Andrés Trapiello en su imprescindible ensayo Las armas y las letras: “Nunca antes, ni siquiera en la Revolución Rusa, había arrancado una guerra tantas adhesiones de escritores e intelectuales, quizá porque jamás hasta entonces los pueblos habían tomado conciencia del papel determinante que las ideas publicitadas tenían en la marcha de la historia” (377).

Pero no son solo disquisiciones de intelectuales las que cobija esta obra. Junto a crónicas, editoriales, entrevistas, testimonios, manifiestos, discursos y diversas muestras de oratoria, otros textos también emergen y, desde sus particularidades de forma y contexto, contribuyen a componer ese período altamente ideologizado. Es el caso, por ejemplo, de algunas muestras epistolares, como la carta del miliciano Gustavo Gaete Pequeño dirigida a su “querida y recordada mamacita” desde el campo de batalla: “Me encuentro orgulloso de aportar mi grano de arena en esta Guerra contra el fascismo, o mejor dicho contra la barbarie mayor que ha tenido el mundo” (297). También algunos cuentos (como el de Roberto Borzutzky, bildungsroman en clave morisca, 151), numerosos poemas y hasta una obra dramática (de Arturo Lamarca Bello, 356).

Para cerrar, cabe recoger ciertas palabras publicadas en la revista El Mono Azul de Rafael Alberti, que reseñaban el poemario Homenaje poético al pueblo español (1937) del profesor y escritor chileno Jorge Millas: “Muchos libros se publican, han publicado y se publicarán sobre la guerra española. Los hay que pretenden ser objetivos; otros, de combate; otros, de amor”. (405). Este que ahora nos reclama no es un libro más sobre la Guerra Civil española. Ni sobre la historia de las ideas en Chile. Es una obra que confía en el valor de la memoria trasatlántica. Total acierto el de las palabras finales del estudio introductorio de Matías Barchino: “…merecía la pena buscar estos textos, que casi siempre yacían perdidos en hemerotecas u olvidados en libros, para calibrar la vastedad de lo escrito sobre la guerra civil por intelectuales de Chile y la vastedad, también, de la conmoción que el conflicto provocó en toda la sociedad chilena; merecía la pena rescatar los textos aquí reunidos en la sección de Documentos, pero también otros miles de poemas, artículos, cuentos y crónicas que no hemos podido incluir. Confiamos en que el esfuerzo de recopilación y el análisis de las trayectorias de tantos autores, muchos de ellos poco o nada conocidos, sirvan para esclarecer un momento apasionante y controvertido de la historia de las relaciones entre España y Chile” (68). En este juego especular que facilita el diálogo transatlántico, se agradece también el recordarnos la imagen de ese Chile “mediador humanitario”, en el decir de Edwards Bello, el Chile que abrió las puertas de sus dependencias diplomáticas en Madrid a más de dos mil refugiados (mayoritariamente franquistas), y el Chile que abrió las fronteras a más de dos mil refugiados republicanos que un 3 de septiembre de 1939 descendieron en Valparaíso de un barco cuyo nombre, como diría Neruda, tenía alas.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Reseñas: 'La isla que prefieren los pájaros', de Vanesa Pérez-Sauquillo, en la revista Leer

La isla que prefieren los pájaros, Vanesa Pérez-Sauquillo
Por Alicia González
Revista Leer, nº 256, octubre 2014

Palabras que van y vienen por su condición noctámbula y edades del hombre ritualizadas, de obligado cumplimiento, sin estación de paso en la que detenerse para apreciar la reciedumbre del origen. La autora madrileña, consciente de esa aceleración que nos merma la libertad, habla a los nativos de su generación de las carencias primigenias del egoísta. Deseos inalcanzables para los que se han visto impelidos a convivir con la necesidad después de haber tenido todo y a resistir a los falsos mercaderes, conseguidores en esta época de insatisfacción. Del otro lado, tiranos de la especie frente a los ciudadanos deshabitados de horizontes, pero poblados de semillas, de pomos que abren puertas a nuestro alcance. Por eso es la isla el sitio donde buscar refugio, porque se requiere un cierto alejamiento de ese marasmo en que vivimos, pero es lugar lleno de sugerencias y voces, esa isla de los pájaros que menciona el título. Pérez-Sauquillo interpreta la imperfección del paisaje como herencia del tránsito humano, al hacerlo doliente, espejo de la muerte. Igual que la inmovilidad concita  al voraz espera y el vértigo del acabar nos sostiene los pies al suelo. Poemario del temor a perder el referente, que puede estar en un cuerpo o en el muro que hacemos camino.

viernes, 3 de octubre de 2014

Noticias: presentación de 'La hija del capitán Nemo', de Cecilia Quílez



Presentación del poemario de Cecilia Quílez, La hija del capitán Nemo, en el Ateneo de Madrid
Lunes, 13 de octubre de 2014, 20:00 horas
Ateneo de Madrid
C. Del Prado, 21

Intervienen

Hombre 1: Paco Moral
Violinista: Joaquín Torre
Mujer: Beatriz Russo
Hombre 2: Víctor Gómez
Capitán Nemo: Alejandro Céspedes
Hija del Capitán Nemo: Cecilia Quílez
Hija: Julia Menéndez

Dramaturgia: Cecilia Quílez y Alejandro Céspedes
Dirección escénica: Alejandro Céspedes
Imágenes subacuáticas: José Manuel Herrero (Bluescreen)


Más información

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En La hija del capitán Nemo, Cecilia Quílez ofrece un examen apasionado y elegante sobre el amor y la memoria. La poeta lleva de la mano al lector a través de espacios diversos de pérdida y fuego en los que explora la manera en que la experiencia, el erotismo y la intuición nos ayudan a respirar en un mundo hostil. Con un lenguaje simbólico y enérgico, acompañado a su vez de un tono que reivindica la propia jerarquía de mujer, sus poemas surgen desde la historia personal para cubrirnos física y espiritualmente. Quílez otorga a la vida cotidiana una dimensión lírica de lo que hoy supone ser mujer y vivir con plenitud la desobediencia frente a la dictadura del sobrevivir. Sus poemas desarrollan una sorprendente capacidad para atrapar y escrudiñar los deseos y las reflexiones más humanas. En sus meditaciones la poeta observa y cree en el mundo como quien cuida de un fuego o despierta a unamante.
Julio Mas

Cecilia Quílez, Algeciras (1965), ha publicado cuatro libros de poemas: La posada del dragón, Un mal ácido, El cuarto día y Vísteme de largo. Ha colaborado en programas de radio y coordinado y dirigido exposiciones de pintura y escultura. Ha sido incluida en recopilaciones junto a otros poetas como Entre el clavel y la rosa, Madrid Capital, Fuga de la Nada, El río de los amigos, Poetas a orillas de Machado o En legítima defensa. Coordina y dirige varios ciclos de poesía. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas. Actualmente codirige la editorial Tigres de Papel.

http://ceciquilez.blogspot.com.es/ 

Cecilia Quílez también ha publicado con Calambur: 
Vísteme de largo, 2010. Poesía, 118. 92 p. ISBN: 978-84-8359-212-0. 10,00 €. 
El cuarto día2008. Poesía, 79. 72 p. ISBN: 978-84-8359-026-3. 9,00 €.

jueves, 2 de octubre de 2014

Reseña: La hija del capitán Nemo, de Cecilia Quílez, en la revista Mercurio

Amanecer entre naufragios
Por Javier Lostalé
Mercurio, nº 164. Octubre, 2014

Desde su primer libro, La posada del dragón, Cecilia Quílez se ha desnudado psíquicamente en su escritura a través de unos poemas que respiran verdad y libertad. Una escritura con alta temperatura pasional en la que se anudan lo real y lo simbólico, lo intuitivo y lo reflexivo, una búsqueda donde lo íntimo tiene una dimensión cósmica y el amor es consumación. Hay además en ella una energía femenina fecundadora de la plena independencia y una ordenación del tiempo y del espacio en armonía con los movimientos sísmicos de la poeta. Todo ello trasmitido mediante un lenguaje confesional con lianas en el surrealismo y el expresionismo. El cuarto día y Vísteme de largo son otros libros de la escritora algecireña fieles al universo poético sucintamente dibujado que adquiere su máxima temperatura basal con La hija del capitán Nemo. La referencia del título a la obra de Julio Verne prepara ya al lector a la comunicación con alguien, Cecilia, que, como el capitán Nemo, no abandona la lucha ni la exploración de la existencia, y que es capaz de renacer tras ser arrastrada por torbellinos internos que el lector enseguida unirá a los producidos por la pérdida del amor, núcleo vivificante de este poemario, sin que en modo alguno esto signifique que lo autobiográfico no sea elevado en todo momento a categoría y así resuene en otros corazones y conciencias.



El libro es un ascenso hacia la luz tras haber habitado lo abisal humano, después de haber naufragado en una aventura amorosa en que el cuerpo es la escritura de lo que a los amantes les ha sucedido; cuerpo que transpira espíritu y abre su lenguaje más hondo a través del llanto. Naufragio o desamor que de todo desata a quien, como en este caso, es desamada, y que germina tristeza y sombra, que se torna constante pregunta y alumbra en la poesía de Cecilia Quílez la figura de un ángel en ella entrañada que irradia tanto inmortalidad como brumas demoníacas. Decía que La hija del capitán Nemo es un ascenso hacia la luz porque hay una búsqueda constante del amanecer, un canto a la plenitud y al gozo y un anhelo también de liberarse del amado borrando hasta su aurora: Viví tu guerra y tú la mía/ El olvido ha dejado flores en mi lecho/Esta es mi victoria/Amanecer y no pensarte. Liberación del tiempo del amado para que la palabra amor, de nuevo, sea Violentamente amanecida.
 
En este libro de Cecilia Quílez en que no existe puntuación porque todo se integra: lo físico y lo psíquico, lo intutivo y lo reflexivo, el placer y la culpa, y donde se cumple una antropofagia celular hasta el último latido del ser. Pocas veces la creación poética adquiere tan alto grado de liberación vital y lingüística. 


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