jueves, 26 de septiembre de 2013

Noticias: Enrique Falcón y Niño de Elche en el Festival Voces del Extremo 2013

Enrique Falcón en el Festival Voces del Extremo 2013

El poeta Enrique Falcón recita "Notificaciones" y el cantaor Niño de Elche canta "La canción del levantado", ambos poemas de Porción del enemigo, en el festival Voces del Extremo, celebrado en Moguer (Huelva) el pasado mes de julio.



Notificaciones
 

Me dijeron
que.
con botines impermeables
con camisas sin hilo en el final de los tiempos
con botonaduras de catástrofe.


Me advirtieron
con.
que un hombre esperando en las salas de abajo
que por fin la casa tomada
que Raquel.
 

Me avisaron
de.
si forzar con sopletes el portón de los niños
si poner en desorden las cosas y el tiempo
si dejar la ciudad en menos de tres horas.
 

Me dijeron
que.
Me advirtieron
con.
Me avisaron
de.

 

Canción del levantado

No adoptes nunca el nombre que te dé la policía
No acerques tu caricia a la piel del invasor
No comas de su trigo, no bebas más su leche
No dejes que tu alberca la vuelvan lodazal

No esperes casi nada de su magistratura
No reces en su lengua, no bailes con sus ropas
No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes
Ni alojes en su boca la sal de tu estupor

No guardes en el sótano más bombas incendiarias
No firmes con tu letra los presagios del poder
No tiendas más cadáveres en la comisaría
No esperes nunca nada de la voz del ataúd

No entregues tu camisa a ninguno de sus bancos
Ni viertas en tu vientre el pozal de una bandera
No lleves a tu amigo a los pies del impostor

No dejes que su lengua fructifique tras tu casa

No permitas a tus hijos,
nunca dejes a tus hijos
esconderse en su jardín.



Porción del enemigo, Enrique Falcón. Calambur Poesía, 136. Calambur Editorial, Madrid, 2013




                                                  

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Reseña: La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, en la revista Quimera

Libertad y desbordamiento
Por Agustín Calvo Galán
Quimera, nº 358, septiembre de 2013

Como "La minuta de la funeraria" (pág. 151), como las monedas que los antiguos depositaban sobre los ojos o bajo la lengua del difunto —para que pudiera pagar al barquero Caronte su paso por la laguna Estigia hacia las puertas del Hades—, la transición por la vida nunca es un ejercicio gratuito. Como la bicicleta del padre de Juan Carlos Mestre, el panadero de Villafranca del Bierzo, la vida necesita de un medio para desarrollarse, de un medio para recorrer el trayecto, pagar la tarifa establecida y unir, en un único significado, los extremos que van del nacimiento a la defunción; y, por tanto, como en la religión genuina, un medio de re-ligare, de unir todos los aspectos de la existencia.

Y, no de forma gratuita, Mestre ha escrito un libro intenso y excesivo, un libro de poemas que en otro autor podría haber sido la obra de toda una vida; con sus casi quinientas páginas, sólo puede ser el resultado de una tensión estilística y creativa de gran calado. Un libro, además, que corre el riesgo de dejar al lector exhausto; un libro compendio poético, torrencial; un libro que, para evitar cualquier sensación de indigestión, requiere una lectura calmada y, por supuesto, sin prejuicios, que permita degustarlo sin temor al cúmulo y saboreando el detalle.

Y es que el poeta del Bierzo asume los riesgos del exceso con La bicicleta del panadero —riesgos que, tal vez, sólo podrían plantearse una poeta consagrado como él—, según vamos descubriendo en el libro, por un lado como su propia respuesta hacia una poesía actual que se construye, en numerosas ocasiones, desde el vaciamiento, desde un minimalismo culto —contrario y, en el fondo, igual a la cultura de masas—, que hace del hueco, del espacio en blanco, el andamiaje de una estética efímera e insignificante; y, por otro lado, como propia resistencia vital al relativismo entendido como conformismo acomodaticio. Frente al vacío, Mestre nos ofrece un llenado literario nada complaciente, con una argumentación creativa hecha de significado crítico. Y frente al relativismo historicista alza su palabra moral y reivindica a las víctimas: el poeta se posiciona siempre junto a los perdedores, junto a los que alguna vez sufrieron represión, intolerancia, racismo; uniendo en una sola voz el gemido del inocente, del débil, del represaliado, del judío, del fusilado. Y así consigue tejer una conciencia única del dolor y la dignidad humana: "Quizá solo hayan venido a recordarte que la dignidad / es el prójimo" (pág. 222); una conciencia que convoca a la humanidad entera sin excepción: "El mundo, piensa, es un lugar donde la gente pasa por turnos" (pág. 364).

Y, por tanto, la acumulación implica una visión de la realidad que en ningún caso es ordenada, pero que tampoco es caprichosa; el libro crea su propio orden poético total, en el que el pasado y el presente se confunden, construyendo una inmensa tela fraternal, reforzada en el diálogo con los clásicos, con el individuo y con la colectividad.

La bicicleta del panadero se convierte así en un gran retablo pagano contra los monólogos del individualismo, contra el propagandístico autismo social de las élites, sosteniendo como diálogo polifónico y natural, como tapiz en el que se vienen a verter o a entrecruzar infinidad de hilos y poéticas de diferentes orígenes, de diferentes texturas colores y grosores. El resultado es de un barroquismo bastardo y mestizo, donde la amalgama desbordante, libre y criolla, a la manera de Walt Whitman, crea no sólo una gran riqueza y densidad expresiva, a veces desigual, que permite el contraste y, a la vez, la unión de voces diversas, sino también una argumentación contra varios de los convencionalismos literarios imperantes. Así, Mestre emplea desde la prosa poética hasta el caligrama, un abanico casi infinito de moldes, siempre en la búsqueda de ese trasfondo significante de la forma poética, y que a cada instante, unas veces con la anulación de todo signo de puntuación y otras veces rompiendo las frases, interpela al esfuerzo que esté dispuesto a hacer el lector. Por otro lado, no escatima ironía al referirse al oficio que él mismo ejerce, el de poeta, y en especial a la postura de los poetas, pose tal vez más que postura, que los convierte, al fin, en los verdaderos enemigos de la poesía actual: "Los poetas cazurros desconfían de las entretelas del sueño" (pág. 329).

Como era la bicicleta de su padre, la poesía es para Mestre el medio; no un medio para ganarse la vida, sino el medio para recorrer la existencia. La bicicleta del panadero es la moneda que el poeta deposita sobre los ojos cerrados de su padre: un salvoconducto deslumbrante, honesto y vital.



martes, 17 de septiembre de 2013

Reseña: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en República de las Letras

Un libro inusual
Javier Reverte
República de las Letras, nº 130, junio 2013

¿Qué es un gran libro de poemas? Para mí, no es solo aquel que te convence por su dominio técnico, por la altura de su temática y por la transmisión de una hondura moral. Todo eso, desde luego, forma parte de un gran poemario. Pero hay algún elemento más en mi opinión de lector ávido de poesía: la emoción, la sorpresa, la audacia y el misterio. La emoción que produce el clamor de la palabra, la sorpresa ante el encuentro de volcán poético estallado de golpe, la audacia en la aventura emprendida por el veterano poeta tirándose de cabeza al verso, sin miedo, como un torero viejo ante un Miura... Pero, sobre todo, el misterio en la conciencia que te comunica el libro de que hay debajo un espíritu que te asombra y que no aciertas a comprender bien, que no sabes explicarte y que quizás sea el más íntimo sentido de la palabra poesía.

Pues bien: eso hay en este soberbio poemario de Antonio Hernández, el mejor en mi opinión de su larga y feraz trayectoria de poeta, por delante incluso de su magnífico A palo seco. Emoción, sorpresa, audacia y misterio conforman este Nueva York después de muerto, un libro nacido de una broma. Antonio ya lo ha explicado y la broma se ha hecho verso, para bien de la poesía.

Nueva York después de muerto consta de tres libros. Y está escrito con una intención de que resuenen las tres voces de los tres protagonistas del libro: Luis Rosales, Federico García Lorca y el propio Antonio Hernández. ¿Tomar la voz de dos poetas como Luis Rosales y Federico García Lorca? Audacia suprema ante tamaño Miura. Peor no hay impostura, sino transmutación poética, que es cosa muy distinta. Y sobre todo el fondo de la ciudad más hermosa de la Tierra: Nueva York.

En el primer libro, la voz de Antonio establece las normas de juego con su propia voz poética. Naturalmente, prima en esta parte su declarado amor y su admiración a los maestros Luis Rosales y Federico García Lorca. Pero hay, sobre todo, una voluntad de exculpación de la figura de Luis Rosales, que toda la vida cargó con la espina de ser considerado por algunas bocas torcidas como uno de los responsables del asesinato de Federico García Lorca. Ya saben ustedes la historia y no es cosa de repetirla aquí. Dice en un poema Antonio Hernández de los dos maestros: "un granadino que no puede morir, otro / granadino cuya gloria es parte del infierno".

Hay una crítica a España, sobre todo a la envidia: "Ella genera el odio en los cicateros corazones". Y el constante homenaje al maestro Luis Rosales, la víctima de la insidia. "Los grandes poetas escuchan el silencio universal del miedo". O cuando señala que hablaba "con obuses de oro en la lengua".

Y, claro está, Nueva York, la ciudad que "se eleva donde no alcanza pájaro". ¿Y qué es Nueva York para Antonio Hernández? Muchas cosas: la primera de todas, una América distinta al cicatero, materialista y puritano mundo americano que tanto Luis Rosales como Antonio Hernández recuerda aquí aquella ironía del gran Twain, cuando decía que América estaría mejor sin haber sido descubierta. Y tacha al yanqui como "un europeo con costumbres de negro y alma de indio".

Nueva York de nuevo y su universo de etnias: negros, mexicanos, dominicanos, portorriqueños, irlandeses..., una lista casi interminable en la Nueva York "casquivana, epicúrea, madre soltera de USA". Y homenaje a los grandes escritores Dos Passos, Twain, Fitzgerald, Capote, Keruac, Faulkner..., tibios algunos homenajes, como el de Whitman, encendidos otros, sobre todo Poe.

La voz de Luis Rosales entra en escena en el segundo libro. Y aquí entra ese vanguardismo desnudo de Rosales, la cotidianidad de lo humano convertida en verso libre y poderoso. La que Antonio Hernández llama "poesía total que enhebra los géneros todos". Y el amor de amigo de Luis Rosales por Federico García Lorca: "Federico era un tropel y era agua bendita, la que cae de los ojos proque está bendecido el sufrimiento". Versos de Luis Rosales en la lengua de Antonio Hernández. O viceversa.

Recuerdos luego de un nutrido grupo de poetas españoles. Hacia algunos, poca devoción aunque nunca iracundia: Gillén ("cartesiano tembloroso"), De Diego ("el gran poeta adjunto")... Hacia otros, amor desaforado: Juan Ramón, sobre todo, ("su daga precisa caprichosa"), los dos Machado ("como dos orillas del río de la guerra").

Y el recuerdo íntimo de la muerte del maestro Luis Rosales, el ictus que se lo llevó: "Cuando se le agrupó la sangre y bloqueó una esquina del cerebro; cuando perdió su voluntad de río y se nubló la vista...".

Y el verso libre va y se esfuma en el tercer libro. Aquí llega Lorca y Antonio Hernández le rinde su homenaje en un soneto. "No sé si fue morir más espantoso / que vivir sin gritar tu nombre al viento...".

Y Nueva York que asoma de nuevo entre los versos. "¡Nueva York, esa libertad donde se tambalea el universo!...".

Y una soleá singular para Federico García Lorca, como un epitafio, y tan hermoso como simple: "No lloréis más por mi muerte. / Darro y Genil ya se encargan / de llorar eternamente".

Antes ya le había robado dos versos a Federico García Lorca, dedicados a Ignacio Sánchez Mejías, para trasladárselo a él, a Federico: "tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, / un andaluz tan claro, tan rico de aventura".

Y al final, de nuevo Luis Rosales. El lamento por FDR: "siempre una gota sorda caerá sobre mi tumba". Y la exculpación final en ese poema en el lecho de muerte del maestro.

Lo dicho: técnica, poética, altura temática, hondura moral, emoción, sorpresa, audacia y misterio, sobre todo misterio, el gran misterio de la palabra poesía. Y una extraña mezcla, en verso, de narración, ensayo, crítica..., poesía total, como reclamaba Luis Rosales.

Libro que se coloca a mucha altura en tiempos de desánimos y desaliento cultural como los que vivimos. O dicho mejor: le sitúa a la mayor algura de la poesía de hoy y de siempre. Quien lo dude, que abra este poemario y lea.

Tu maestro Luis Rosales se hubiera sentido orgulloso. Has cumplido tu palabra, Antonio Hernández. Olé, torero.


No habían llegado todavía
ni Alfonso Moreno, ni Jaime
Delgado, ni Macuca, ni Acquaroni...
Juan Antonio Ceballos le cogía
la mano con ternura de amigo
que adoptara a un padre. Tenía,
como he dicho, los ojos ya vecinos
de la muerte aunque debió de oírle:
"Mira, mira, quién ha venido a verte,
tu niño querido...". Y añadió,
bisbiseando, con cautela:
"Por más que tú has tenido 
otros niños queridos... Y niñas".
Abrió un ojo sonriente, como
quien no quiere tratos con el luto.
Y al volver a cerrarlo presentimos,
unificados por la voz del alma,
que algo acababa de estrenarse
arriba, en las estrellas.



Entrevista: Juan Carlos Mestre en El Diario del Otún

Juan Carlos Mestre: La memoria moral del poeta
Alan González Salazar
El Diario del Otún, 8/09/2013 

Dentro de la pléyade de la poesía española un creador polifacético como Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957), se ha atrevido a enfrentar a sus contemporáneos valiéndose de la calcografía, de la música, del performance, pues, como él mismo señala, “las palabras tienen una conducta” y en consecuencia, su poética busca la restitución de la justicia.
Ahora que su producción plástica y poética, sumada en decenas, ha obtenido distinciones tan importantes como el Premio Nacional de Poesía en el año 2009 por su libro “La casa roja”, o el Premio de la Crítica en España, Juan Carlos Mestre nos habló, en el marco del Festival Internacional de Poesía Luna de Locos, del compromiso, de la memoria moral del poeta. 

Cuando uno hace un recuento de su vida no puede dejar pasar esa anécdota en la que usted relata cómo de niño salía todas las mañanas en su bicicleta blanca, salía a la feria a vender panecillos. “La bicicleta del panadero”, poemario editado hace ya un año, le mereció el Premio de la Crítica en España. ¿Podemos pensar que el título se encuentra motivado por sus recuerdos de infancia? 

—Todo poema es una compleja red de diálogos, de comunicaciones, de rechazos, de aproximaciones y de distanciamientos con la materia de lo misterioso; y entre ella, la memoria ocupa un lugar esencial en la activación del proyecto espiritual. Sí, efectivamente, desde lo que es mi experiencia de vida, la poesía está hecha a partes iguales del vértigo de la memoria y del apasionamiento de la imaginación, es decir, colocar las palabras al norte del porvenir, en la tensión ética de lo vivido, entre el pulso de la atención estética de lo soñado. Hay realidad en esa parte de mi vida, pero la realidad carece de interés si no se convierte en un constructo que de alguna manera se opone y ofrece resistencia a la soberbia obstinación del poder para mentir. La poesía propone las múltiples maneras de enfrentarse, como lo hace la gran literatura, a las dudas sobre la verdad, al cuestionamiento del saber: Con la esperanza de la imaginación siempre se llega mucho más lejos que con los miedos de los preceptos y los decálogos. 

“Las estrellas para quien las trabaja”, su poesía reunida desde 1982 hasta el 2007 refleja ¿un oficio como cualquier otro? ¿o es diferente ser poeta? 
— Le preguntó su amigo Reynolds a John Keats, el gran poeta romántico inglés, “¿Qué es para ti un poeta?” y Keats respondió, siendo tan joven, algo que para mí tiene una vigencia esencial y que es la entrada al pensamiento poético en la modernidad, dijo “poeta es aquella persona que en presencia de otro se considerará igual, sea éste el rey o el más pobre del clan de los mendigos”. El poeta es aquel que sencillamente presta, presta su voz para que hablen todos aquellos que han tenido que callar a lo largo de la historia, el poeta es el que se acerca a las cimas, a las cimas sangrientas, a la miserables canteras del dolor humano para reconocer en la voz de la víctimas la deuda pendiente con la palabra que no es otra cosa que el anhelante deseo de justicia de todos aquellos que jamás conocieron la justicia, quiero decir que la poesía en la palabra poética es una suerte de restitución, de activación moral de los sueños pendientes de ser soñados y, que por tanto, cuando yo pienso, cuando yo escribo, cuando yo digo: “Las estrellas para quien las trabaja” a nadie se le puede ocultar que no estoy diciendo otra cosa que el desafío de la justicia, el desafío de nombrar, de nombrar la condición del otro, de los débiles, los descontentos y las víctimas, es la primera tarea que tiene la poesía: la de mantener inmaculada y pura la sonrisa de los muertos. 

En la relación: literatura, música, artes plásticas ¿Cómo se integran en su vida estas artes? 
— La poesía es la tarea, es la conciencia de algo de lo que no podemos tener consciencia de ninguna otra manera, la poesía, en cuanto arte, da cuenta de esa zona invisible del pensamiento que aporta una súbita cualidad al mundo, el mundo sería infinitamente peor sin la presencia de la obra de Walt Whitman, de San Juan de la Cruz, o de Francisco de Asís. Creo que la civilizaciones basadas en la palabra, basadas en el libro, son civilizaciones mucho más tolerantes, que sitúan el proyecto espiritual del ser humano como un centro que vertebra los grandes desafíos del porvenir; en ese sentido tengo que pensar, escribir, cantar, como decía José Lezama Lima: “Mascar un cangrejo hasta exhalarlo por la punta de los dedos al tocar un piano”. No, la poesía, el arte, es sin lugar a dudas la teoría menos humillante de la historia, es más, es el lenguaje de la delicadeza humana, la delicada presencia de lo humano en las personas se manifiesta a través del arte, por eso el arte es esencialmente desobediencia, y ¿qué será lo primero que desobedece el arte? El arte desobedece a ser clasificado. Yo comparo siempre a los poetas con los pájaros; el arte, la creación tienen tan poco que ver con las artes del saber clasificatorio como la filosofía o las metodologías aplicadas a su esquematización. Es la misma diferencia, querido amigo, entre un pájaro y un ornitólogo. 

¿A quiénes considera como sus contemporáneos? 
— Mis contemporáneos son todos aquellos que de una manera u otra ayudan a la continuidad de la repoblación espiritual del mundo. El poeta ha de hacer cosas que se resistan a ser consumidas en la sociedad de mercado. Un poema ha de hacer lo menos consumible. Por tanto considero a mis contemporáneos, a los que admiro, como aquellos que me ayudan, que me han ayudado a resistir; la lista sería larga pero bastaría con colocar en el primer lugar del abrazo y de la admiración a un poeta como Antonio Gamoneda, un poeta que escribió uno de los versos que yo recuerdo desde que soy niño: “la belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes”. 

El poeta ¿memoria o consciencia? 
— Bueno, creo que sin memoria no hay consciencia, cuando hablamos de la memoria histórica, de lo que en realidad estamos hablando es de la conciencia histórica. La dignidad del ser humano se ha ido consolidando como consciencia de lo contemporáneo, aquella que en su vida se enfrentó a la barbarie, que estableció los derechos elementales del ser humano. La justicia no es otra cosa que el constructo permanente de la dignidad humana, por tanto, la memoria es la ética de la historia, en la medida que lleva implícito el cuidado irrestricto de lo que tanto ha costado a través de las generaciones, esto es, la viva conciencia de que los seres humanos somos responsables unos de otros, creo que esa es la consciencia y la memoria.

Entre los actos humanos el más completo es el de la creación, ¿se sirve de algún método a la hora de escribir? 
— No, carezco de método, es más, creo que todo trabajo unido a la creación o sometido a la imposición de un método está abocado a dos cosas: a la certeza del fracaso o al abominable éxito. No es el método el que debe presidir los actos creativos, el azar es un constructo esencial que determina la propia dinámica de los actos creativos; un acto creativo no es un acto de investigación, una investigación está basada en hechos pragmáticos y demostrables porque tiene una solución práctica, la solución práctica del poema está por ver cuál puede ser. Hay algo perdurable he inmortal en la herencia de lo humano, que es la aspiración de bien, yo creo en la categoría de bien, creo en la categoría que me iguala con mis semejantes. 

En el poema “lo que sé de mí”, escribe: “Yo te he amado pequeño pueblo entre dos ríos / donde supo mi corazón el don de la palabra y las alondras”, ¿nos habla de Villafranca del Bierzo? 
— Sí, Bierzo es un pueblo pequeño y yo soy el último y el más discreto de una larguísima fila de escritores que se han dedicado durante generaciones a llevar las palabas y fijar el vértigo de éstas en los papeles blancos del sueño. Sí, es un pueblo atravesado por dos ríos, en la frontera entre León y Galicia. Aunque esto pudiera parecer melancólico y lejano, me es próximo y hermoso. 

Autores colombianos de su preferencia... 
— Bueno, la lista sería larga, no hace falta ya referenciar los que hacen parte del canon porque son los fundadores, bastaría con referir dos escritores que posiblemente no son muy conocidos, la joven poeta Lucía Estrada, a quien he seguido con suma atención; y otro, William Ospina, poeta y novelista, al que he leído más como poeta. He hablado de dos escritores de los cuales sólo me une el vínculo del silencio.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Novedad: Los abecedarios, Mercedes Chozas

Los abecedarios
Mercedes Chozas
Calambur Narrativa, 55. 302 p. 14 x 22,5 cm.
ISBN: 978-84-8359-254-0
PVP: 20,00 € 

Águeda tiene en común con los pícaros la orfandad, el servicio a distintos amos, la deshonra y el aprendizaje de muchas tretas para sobrevivir. En su camino de madurez desde las costas gallegas hasta el centro de Madrid, se guía por diversos abecedarios: el de las palabras, el de los cuentos y el de la experiencia. El Tesoro, de Sebastián de Covarrubias, el érase una vez y la vida forman una red que enlaza historia y fantasía con la fluidez de las narraciones bien contadas. Pero, tras el orden de las letras, se esconde el desorden de la realidad y de los disfraces que la enmascaran. Así, Piel de asno se convierte en símbolo de la verdad oculta y los tejados de Malasaña en símbolo de las quimeras de los últimos años del franquismo. Una fábula de fábulas en la que la protagonista vive la realidad desde una experiencia insólita que contrasta con las certezas de quienes la acompañan. Una vida que nos muestra las vidas de los otros.

Mercedes Chozas es madrileña y se dedica a enseñar y a escribir. Ha obtenido varios premios: el Nacional de Literatura Infantil en 1979 por Palabras de cuento; el Austral por La mirada, la memoria y la voz de Valle, trabajo hecho con sus alumnos de COU en 1995; y el Río Manzanares de Novela por Las horas náufragas (Calambur, 2006). Ha publicado Antes de los dieciocho (2002), antología de cuentos contemporáneos; Antología del teatro español (2007); y el libro de relatos Sus labores (Calambur, 2009). Además, ha escrito las novelas Miulina, Las tres voces de Marina y Cuatro veces adiós; y los libros infantiles Soliturno y los gulusmillas, Cuentos de bolsillo y Trocomocho.

Novedad: La sirena de Alamares y otros cuentos populares portugueses, José Luis Garrosa Gude

La sirena de Alamares y otros cuentos populares portugueses
Traducción y edición de José Luis Garrosa Gude
Calambur Narrativa, 54. 260 p. 14 x 22,5 cm.
ISBN: 978-84-8359-252-6
PVP: 19,00 €


Raras veces el lector español puede disfrutar de un privilegio tan exclusivo como el que supone sumergirse en los relatos que componen La sirena de Alamares y otros cuentos populares portugueses. En una época de escasos ideales y de nula fantasía, en medio de  todo tipo de turbulencias sociales y económicas, este libro es una oportuna llave de entrada a un mundo sorprendente, poblado por magos, por princesas encantadas, por astutos animales y por gentes sencillas que nos deleitarán con sus muestras de ingenio y con su humor apabullante. Es, en definitiva, un espacio en el que todavía caben la ilusión y la poesía, y donde la tradición popular ha dejado, gracias al arte de narrar, siempre nuevo y siempre eterno, una impronta duradera en forma de estas creaciones inolvidables, hijas del imaginario portugués, pero de indudable dimensión universal.


José Luis Garrosa Gude (Madrid, 1974) se dedica al estudio de las diferentes tradiciones orales y es profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES José Hierro de Getafe.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Novedad: Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, Matías Barchino

Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales
Matías Barchino
Hispanoamérica y la guerra civil española, 4. 696 p. 15,5 x 24 cm
ISBN 978-84-8359-247-2
PVP 30,00 €

El 13 de octubre de 1938 se celebró en el Teatro-Circo Caupolicán de Santiago de Chile una gala benéfica en conmemoración del séptimo aniversario de la proclamación del la República Española. La intervención estelar estuvo a cargo del poeta Pablo Neruda, que había llegado de España en octubre del año anterior, y resultó particularmente impactante, según se relata en un folleto editado algunos días más tarde «al encuadrar, con la filmación de unos bombardeos sobre Madrid y Barcelona, sus impresiones personales, con una fuerza de emotividad tal que arrancó frases de dolor y rabia a la concurrencia». Las palabras y las imágenes conformaron un dramático espectáculo audiovisual. Setenta y cinco años más tarde, aún podemos sentir la intensidad retórica y emocional de aquel discurso.
Recuperar la palabra de tantos escritores chilenos, de izquierdas y de derechas, que sintieron como suya la guerra civil española y que dejaron el testimonio de su conmoción en textos a menudo olvidados o perdidos en folletos, revistas y periódicos, ha sido uno de los objetivos de la larga investigación que culmina en este trabajo: miles de poemas, artículos, cuentos y crónicas de más de ciento cincuenta autores y once medios de comunicación documentados. El análisis de las trayectorias de tantos autores, muchos de ellos poco o nada conocidos, sirve también para esclarecer un momento apasionante y controvertido de las relaciones entre España y Chile.


Matías Barchino (Valdepeñas, Ciudad Real, 1961) es doctor en Filología por la Universidad Complutense de Madrid y profesor titular de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha, de la que es decano. Se ha interesado por todos los ámbitos de la literatura hispanoamericana desde el periodo virreinal a la época contemporánea, en géneros como la poesía o las memorias y autobiografías. Es editor de la Poesía lírica (2000) del escritor hispano-mexicano Bernardo de Balbuena, así como de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (2000) de Pablo Neruda, y ha publicado artículos y estudios sobre numerosos escritores hispanoamericanos y españoles. Es especialista en la escritura autobiográfica y ha estudiado la obra del cautivo español del siglo XVI, Diego Galán y editado sus memorias: Cautiverio y trabajos de Diego Galán (2001) y Relación del cautiverio y libertad de Diego Galán Escobar (2011), en colaboración con Miguel Ángel de Bunes Ibarra. Ha coordinado los estudios recopilatorios Nicolás Guillén, hispanidad, vanguardia y compromiso social (2004), junto a María Rubio Martín, y Territorios de La Mancha. Versiones y subversiones cervantinas en la literatura hispanoamericana (2007). Ha colaborado en el último tomo del Manual de literatura hispanoamericana de la editorial Cenlit (2011), con Javier de Navascués y Celsa Carmen García Valdés. Forma parte del proyecto de investigación «El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica» (Ministerio de Educación y Ciencia, España, 2007-2011; Ministerio de Ciencia e Innovación, 2012-2014).

Novedad: Perú y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, Olga Muñoz Carrasco

Perú y la guerra civil española. La voz de los intelectuales
Olga Muñoz Carrasco
Hispanoamérica y la guerra civil española, 3. 562 p. 15,5 x 24 cm
ISBN 978-84-8359-245-8
PVP 27,00 €
 

La guerra civil española, trágico desenlace de complejísimas y viejas tensiones, no resultaba un acontecimiento ajeno y llegó a vivirse como una causa propia entre muchos intelectuales peruanos: los más tradicionalistas vieron en ella una posibilidad real de acabar con un comunismo que amenazaba con destruir la raíz católica del mundo hispano; los escritores de izquierdas defendieron un orden democrático por el que también estaban luchando en su país. Para los que seguían en el Perú, el apoyo a la República, generalmente desde la clandestinidad, se tradujo en fuertes represalias.
Los intelectuales peruanos, cumpliendo las palabras de Vallejo («si la madre / España cae —digo, es un decir—, / salid, niños del mundo; id a buscarla!...»), fueron a la búsqueda de una España que se proyectaba más allá de sus fronteras y de su tiempo. El acercamiento a la península se detenía en la guerra pero abarcaba mucho más: existía una indagación sobre el origen y la historia comunes, una aproximación que el presente de entonces avalaba con violencia y terror en ambos países.


Olga Muñoz Carrasco (Madrid, 1973) es doctora en Filo­logía, profesora e investigadora en Saint Louis University (Madrid Campus) y Colaboradora Honorí­fica del Depar­tamento de Literatura Hispano­americana de la Univer­sidad Complutense de Madrid. Especialista en poesía, se editó en Lima su monografía Sigiloso desvelo. La poesía de Blanca Varela (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007), trabajo por el que había recibido el Premio Extraordinario de Doctorado; también allí vio la luz su prólogo al poemario Hotel del Cuzco y otras provincias del Perú de Pablo Guevara (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003). Forma parte del proyecto de investigación «El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica» (Ministerio de Educación y Ciencia, España, 2007-2011; Ministerio de Ciencia e Inno­vación, 2012-2014). Como poeta ha publicado La caja de música (Madrid, Fundación Inquietudes / Asociación Poética Caudal, 2011) y El plazo (Madrid, Amargord, 2012).

Reseña: La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, en diario El Sur

Poemario La bicicleta del panadero
Juan Carlos Mestre: Elogio a la dignidad humana
Por Tulio Mendoza Belio
El Sur, 05/08/2013

El poeta, ensayista y artista visual Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, España, 1957), acaba de publicar el poemario "La bicicleta del panadero" (Calambur, 2012).

Amable título que contiene dos sustantivos muy cercanos en los afectos. ¿Quién no recuerda la bicicleta de la infancia? ¿Y la llegada a la panadería del barrio con ese aroma a pan recién salido del horno?

Esta es la primera entrada al libro: la cercanía de los más propio y familiar y la nostalgia por lo perdido y lo por perder, pero siempre elogiando la dignidad humana. Y todo desde el lenguaje y por el lenguaje: celebración de la palabra desde su vibración más íntima hacia una conciencia social y civil de plaza pública.

OBRA GALARDONADA

La poesía de Mestre es ética y estética. Por una parte es un llamado a la resistencia y a la solidaridad (frente a una nefasta sociedad mercantilista) y, por otro, a la pasión que, en arte, implica el goce y el gozo de una palabra que, en este libro en particular, se transforma en una respiración textual.
Su significado nos llega a través de un verso mucho más largo, tipo versículo, que en muchas ocasiones se hace salmo, letanía, narración de la sombra y de la luz. Sin embargo, Mestre no ha abandonado ni el libre juego de sentidos, ni las asociaciones libres, ni las analogías profundas (las correspondencias de Baudelaire), tan propias del surrealismo.

Tampoco lirismo inteligente y sensible que tan bien caracteriza a su poesía y lleva el signo de la mejor tradición abierta a un aire renovador de ritmos y motivos, oralidad y música honda en el callado oficio del poeta.

Libro torrencialmente intenso, emotivamente alucinado, con el desparpajo de la verdad a secas y la precisión de lo inefable, "La bicicleta del panadero" obtuvo este año el Premio de la Asociación Española de Críticos Literarios.

Para Mestre, este galardón consituye "la reivindicción de los derechos civiles a la felicidad" y su libro argumenta en favor de la "resistencia" de la poesía "frente al secuestro de la democracia lingüística por los mercados".

Sabemos que la poesía no se vende (en las dos acepciones: la denotativa y la connotativa), es decir, muy pocos compran libros de poesía y la poesía es el único reducto de la verdadera libertad que nos va quedando: la poesía no tiene que rendirle cuentas a nadie, porque está por sobre todos los demás discursos que sin embargo y sin saberlo, la utilizan como el burgués gentilhombre, el famoso personaje de Molière, que solamente vino a saber que hablaba en prosa cuando el profesor que había contratado se lo contó. 

Escuchar a Mestre poeta y a Mestre ciudadano, es tener entre las manos la misma moneda, una valiosa pieza de colección que brilla por ambas caras. Lo contrario de la poesía, es la "retórica política" que ha infectado el lenguaje, dice Mestre (habría que agregar a esto, la pobreza de la farándula y el estado crítico-catastrófico de nuestra televisión y qué hablar de la educación). El poeta debe, entonces, "volver a resemantizar la verdad de las palabras".

Son 480 páginas las que suma "La bicicleta del panadero". En su texto "Una poesía" (p. 329), Juan Carlos Mestre escribe: "Ya es hora de que resuciten los que sufren". Así sea. 

Diario El Sur (Concepción, Chile)


Reseña: Porción del enemigo, de Enrique Falcón, en El Boomeran(g)

Dialogías 
Por Vicente Luis Mora
El Boomeran(g), blog literario en español, 15/08/2013

Hay libros de poemas que ponen a conversar dos textos diferentes, uno de los cuales puede ser invisible. Si el diálogo persigue encarnar el conflicto, el poemario puede ser llamado dialéctico sin demasiado problema; será dialógico cuando lo que busca es más bien el intercambio de ideas, el trasvase entre los dos textos comunicados. En los últimos meses han aparecido dos libros en esta dirección, sin nada que ver entre sí. / Enrique Falcón es uno de los poetas españoles más inclasificables. Con una larga trayectoria, autor de una "work in progress", La marcha de los 150.000.000, culminada en 2009 tras más de una década de trabajo, Falcón ha terminado una trilogía de poemarios con Porción del enemigo (Calambur, 2013), que completa a Taberna roja y Amonal. Falcón tiene una poética comprometida y social, que suele salvar el peligro de caer en lo panfletario mediante un sabio uso de las imágenes poéticas y de resortes estructurales que elevan el discurso convirtiéndolo en algo más que lo dicho y en mucho más que lo denunciado. Uno de estos procedimientos en Porción del enemigo es la dialogía entre diversos textos, que acaba ensamblando con la "tijera" (p. 113) conceptual, haciendo lo que hemos denominado en otro lugar bibliomaquias: los antiguos centones convertidos en un poderoso bisturí textual mediante la acumulación de sentido. Revertir el sentido de los textos (alguno de ellos canónico, otros sacados de la realidad política, como discursos de Merkel u Obama que desvelan otros significados), o incrementarlo (como en el memorable "Tratado de las leyes"), he ahí procedimientos dialógicos que Falcón sabe usar con precisión desconcertante. Su tijera comienza cortando textos y acaba diseccionando al lector. Gracias por eso. / Si Vladimir Nabokov en Pálido fuego (1962) construye una novela como la edición filológica de un falso poema, donde la narración se contiene por entero en las notas al poemario del editor Charles Kinbote, el poeta murciano José Alcaraz lleva a cabo en Edición anotada de la tristeza (Pre-Textos, 2013) una operación especular, llevando los poemas a las notas al pie y vaciando el texto. Cada poema es la nota a otro poema, invisible, que desaparece, segando la mitad de la dialogía y convirtiéndola en un monólogo que tiene como interlocutor al silencio. No se alarmen, no vamos a hacer una lectura del poemario a la luz de Derrida o José Ángel Valente, y no por inoportunidad teórica, sino porque dudamos que esos sean los materiales principales con que Alcaraz ha construido el texto. Alcaraz no establece un diálogo con un pensador o un poeta en concreto, sino con la Filología misma, de la que es aprendiz, y con sus metodologías. Su método de escritura es el método de análisis de la escritura. Es el resultado de salirse para ver el cuadro, como hace Velázquez, según Foucault, en Las meninas. Como si Aristóteles hubiera escrito todo el Órganon en breves silogismos. /  "La crítica dialógica (...) se niega a eliminar cualquiera de las dos voces en presencia", dice Todorov.

Blog El Boomeran(g)

Reseña: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en la revista El Ciervo

Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández
Por José Ángel Cilleruelo
El Ciervo. Revista mensual de pensamiento y cultura, nº 743, agosto-octubre 2013

Toma Antonio Hernández (1943) el título de este libro de un proyecto poético de Luis Rosales (1910-1992) que la enfermedad le impidió realizar. En este plantearse escribir lo que no pudo su "maestro" hay implícito un homenaje, pero este aspecto enseguida queda minimizado por las posibilidades que ofrece la experiencia con otredad. La estructura en tríptico soñada por Rosales para su Nueva York después de muerto, y respetada por Antonio Hernández, facilita una suerte de prisma poético invertido, que recibe una serie de elementos descompuestos (admiración, lectura, experiencia, amistad, vivencia...) y los devuelve como un único haz de luz, la escritura poética. También como en la figura del prisma, los triángulos que realizan la reflexión se combinan en paralelo. En un primer acercamiento se descubre una gradación en las tres partes del libro: los temas, la vivencia, la encarnación. Inmediatamente aparecen sus tres "autores" simbólicos: Federico García Lorca, Luis Rosales y Antonio Hernández. A continuación los espacios, Nueva York y Granada. Y para cerrar, la conjunción entre la vida, la muerte y la vida "después de muerto", que es la escritura del propio libro.

Esta estructura se mantiene diáfana en la organización del libro. La primera parte —los temas— evoca las conversaciones con Luis Rosales sobre la civilización norteamericana y Nueva York con el recuerdo de García Lorca. Se juzga el ser norteamericano ("el origen más firme y peligroso / de la cultura norteamericana: / su tendencia a la guerra fuera de su Nación") y la vida urbana ("La urbe es un teatro, la vida una comedia"). Delante, el poeta Rosales ("El viejo hablaba pétalo a pétalo, / hablaba convirtiendo la palabra en semilla"); en la evocación, la memoria "... de Federico / el símbolo de todas las víctimas, tan tuyas". La segunda parte —la vivencia— es una extensa poética escrita a tres voces (Lorca, Rosales y el poeta) con acentos póstumos: "deserté de la muerte / donde estuve", en su triple interpretación, la eternidad de Lorca, el "derrame" de Rosales y la escritura poética.

La tercera parte reúne los versos que emergen desde las personalidades de Lorca y Rosales. No se trata de meros pastiches literarios, sino que se plantea temáticamente como una experiencia de auténtica alteridad. Hernández escribe los poemas que sus maestros hubieran escrito "después de muertos", sobre su propia muerte y destino. Plantea este capítulo final una resurrección constante de la poesía, ya sea considerada ocmo ave fénix del que emerge la vida a través de las palabras, ya sea —como señala el motivo recurrente del niño "Frente al portal de Belén de Granada"— la concepción de la memoria con un valor cíclico, que vuelve siempre para engendrar vida.

Revista El Ciervo