martes, 21 de diciembre de 2010

Comentarios sobre El juego de la taba, e Elías Moro

Por Álvaro Valverde

"Me gustan los libros fragmentarios, esos dietarios donde conviven pacíficamente aforismos, pequeñas prosas, estrictos o poéticos apuntes de la observación cotidiana... Me gustan mucho". A uno también, por eso he disfrutado con El juego de la taba (Calambur), de Elías Moro, que es el responsable de esas palabras, un autor bien conocido en Extremadura, donde reside desde primeros de los ochenta, y cada vez más leído fuera gracias a libros como éste y a las anotaciones de su blog. Además de escenas y situaciones de la vida diaria, aparecen en sus páginas muchas reflexiones sobre la poesía y menudean las citas de escritores, pues Elías es, sobre todo, un ávido lector, de gustos variados, aunque no disimule, ni aquí ni en otros sitios, su pasión por los poemas de sus queridos Viñals, Campos Pámpano, Mestre, etc. No creo que haya una manera mejor de acercarse a este escritor, nunca mejor dicho, de cuerpo entero.

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Por Simón Viola

Nacido en Madrid en 1959, Elías Moro reside en Extremadura desde 1982, y aquí ha escrito y publicado una obra literaria que se ha sentido atraída por los géneros narrativos (Óbitos súbitos, Editora Regional, 2000) y por los textos breves de Me acuerdo, en colaboración con Daniel Casado (Mérida, De la Luna Libros, 1999), pero el grueso de su producción literaria se halla en el terreno de la creación poética con títulos como Contrabando (Mérida, Editora Regional, 1987), Casi humanos, Bestiario (Valencia, Germanía, 2001), Palos de ciego (un cuaderno de tirada reducida publicado en Mérida por ediciones El Ermitaño, 2002), Poemas de los colores (Mérida, edición del autor, 2003) y La tabla del tres (Mérida, De la Luna Libros, 2004). En 2009 vio la luz en la Editora Regional de Extremadura En piel y huesos, una antología poética prologado por el profesor Miguel Ángel Lama.

El juego de la taba, aparecido ahora en la editorial madrileña Calambur es un “cuaderno de notas, de aforismos, de breves textos sin mucha conexión entre ellos, de apunte líricos, de filias y fobias...”. Reproducimos la entrada que da título al libro: “Manosear los huesos de los muertos es, en nuestra cultural, casi un signo de aberración. Pero si los huesos de que hablamos son los de un animal, ese acto lo transformamos, sin remordimiento alguno, en juego, en celebración.
¿Y dónde está la diferencia?”.


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