El Filandón (Diario de León), 19 de diciembre de 2010
No estoy solo, la palabra me piensa
Por José Enrique Martínez
Pasión y tensión definen la poesía de Eduardo Moga, de Ángel mortal (1994) a Seis sextinas soeces (2008). No menos intensa es su prosa, como puede comprobarse en Bajo la piel, los días , un «diario poético», es decir, poesía: «La prosa de una sensibilidad orientada a la aprehensión verbal del mundo y a la intensificación de las emociones mediante la palabra». Tal ha escrito el poeta, que ha aludido al impulso que ha movido su libro: «Impregnar la realidad de palabra, y la palabra de realidad; arrancar poesía de lo anodino, de lo incomprensible, de lo abyecto; y hacerlo siempre en la espinosa intemperie del enunciado». La palabra, el enunciado, el decir es uno de los ámbitos de reflexión del poeta. La palabra como materia y la palabra como emoción interior, como conciencia. La palabra propia y la palabra otra de la que se apropia. De los 31 capítulos, alguno pertenece por entero a otro poeta, en concreto el XXVII, de Sergio Gaspar, como aclara Moga. Y hay breves fragmentos o versos de otros incorporados a la propia palabra; el poeta trata así, entre otras cosas, «de honrar la amistad y la solidaridad estética». Es el gran libro abierto de la tradición clásica y moderna, y la minoración de la autoría a favor de la enciclopedia colectiva.
«Las palabras son tenían sonido, sino que sangraban». Y esas palabras son muchas veces las de la poesía. En la primera prosa poética está muy presente Blas de Otero, al que hay que retornar, pues vivió y expresó con pasión la poesía, como la vive Moga: «El poema es un delirio: otra forma de inteligencia»; el oxímoron, la contradicción, la paradoja forman parte de la palabra tensionada del poeta, definido, con Tomás Sánchez Santiago, como el que desordena, «pero ese desorden alisa el caos». En muchas ocasiones alude Moga a sus lecturas. Una de ellas es la poesía de Basilio Fernández, de la que afirma: «Sus versos ocurren como una lapidaria sucesión de ambigüedades. Las imágenes se engarzan hasta primar al poema de toda certeza, excepto la del poema mismo: la de su irrespirable existencia». No son menos interesantes las reflexiones de Moga sobre la escritura, como esta: «toda descripción esconde un juicio».
La realidad y sus grietas, las fisuras del yo y del yo-otro, el cuerpo observado en sus pliegues y en sus hendiduras, el sexo y la maquinaria del cuerpo, el tiempo pautado por las repeticiones, los objetos familiares, el entorno del yo, «los accidentes de la vida y las vicisitudes de la conciencia»: he aquí algunos de los temas de la escritura de Moga en este diario poético, en el que se mancomunan observación, indagación y reflexión, ésta no pocas veces sobre la poesía: «Sólo si la palabra se resiste es poesía»; «la paradoja es el principal fulminante poético»... La tensión, una vez más, define esta poética y esta poesía.
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