Diario Hoy, 11 de diciembre de 2010
Por Simón Viola
Los bosques de la mirada reúne las composiciones aparecidas en siete de los ocho libros publicados hasta ahora por Basilio Sánchez (queda fuera, por tanto, A este lado del alba, que en 1984 había logrado el accésit del premio Adonais): Los bosques interiores (1993), La mirada apacible (1996), Al final de la tarde (1998), El cielo de las cosas (2000), Para guardar el sueño (2003), Entre una sombra y otra (2006) yLas estaciones lentas (más un grupo de inéditos fechados en 2009). El libro contiene así toda una trayectoria poética avalada por las editoras en que ha publicado (Visor, Pre-Textos, Calambur…) y por prestigiosos reconocimientos (accésit del premio Gil de Biedma en dos ocasiones, XX premio internacional Fundación Unicaja, premio “Extremadura a la creación” de 2007 por Entre una sombra y otra, XXI premio Tiflos de por Las estaciones lentas), que ha reunido al amparo de dos nociones (el bosque, la mirada) que ya titulaban los dos primeros libros recogidos aquí. Junto a una obra de corte narrativo pero emparentada con ellas (El cuenco de la mano, Littera Libros, 2007), estos títulos delimitan los contornos de un territorio reconocible para cualquier lector de poesía contemporánea.
Afirma Ortega y Gasset que la realidad se ofrece en perspectivas individuales, y eso es lo que, antes de cualquier otra consideración, encontramos en este universo poético, un modo de mirar “apacible” que huye del patetismo, tanto del entusiasmo como del lamento, para merodear de modo reiterado en torno a un puñado de temas dilectos: el hombre y la naturaleza, el tiempo y el destino, los entornos cotidianos y las “cosas menudas” que yerguen con frecuencia su perfil de símbolos pues más allá del mundo visible hay otro territorio (memoria, deseos, dolor...) que también nos pertenece, ya que “en todos los paisajes siempre hay algo / que solo es interior”.
Es frecuente que el poema surja de la contemplación de lo más humilde y material, como si respondiera al propósito guilleniano enunciado en un conciso pentasílabo (“Mira. ¿Ves? Basta”), pero las pequeñas realidades contempladas (el agua corriente o estancada, el bosque en penumbra, el jardín, el árbol...) se cargan con su presencia repetida de valores metafóricos que trascienden la pura contemplación. De todas ellas, tal vez sea la casa el motivo más repetido y más rico en matices, como considera Miguel Ángel Lama en el prólogo: “La casa como metáfora de la poesía, de la escritura, por extensión, es un motivo muy principal en los textos de este autor y creo que puede considerarse núcleo que atrae hacia sí otros elementos de las redes simbólicas que ha venido trenzando Basilio Sánchez a lo largo de su trayectoria”.
Nos encontramos, pues, ante una poesía que nace de ese imposible silencio interior, de ese incesante flujo de conciencia, que se traduce por un lado en un comportamiento lingüístico y por otro en una actitud ética. Con un tono mesurado, los poemas entablan con el lector una conversación en “voz baja”, meditan sobre temas universales pasados por el tamiz de una personalidad poética que se sabe en soledad pero es consciente, por otro lado, de que pertenece al mundo y con él comparte sus emociones. La tentación de la “vida retirada” queda así contrapesada por un impulso moral, por “una vocación ética que pone la palabra en el mundo y atenúa el narcisismo poético de lo contemplativo” [prólogo], guiado por un quehacer lírico concebido como vehículo de una razón compartible.
http://blogs.hoy.es/notas-al-margen/2010/12/11/los-bosques-la-mirada
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