Trazar la Salvaguarda, José Luis Puerto
José Enrique Martínez
Filandón, suplemento cultural de Diario de León, 28/01/2013
Que mi voz sea semilla y corazón
En
el libro De la intemperie (2004) poetizó José Luis Puerto la
precariedad del hombre, por lo que en Proteger las moradas (2008) buscó
la protección, la salvación de un territorio anímico y vital que se
remonta a la infancia o, en un sentido simbólico, al jardín perdido y
siempre anhelado. Trazar la salvaguarda, finalmente, incide en la
búsqueda de espacios de protección frente a la intemperie. Forman los
tres libros una verdadera trilogía de poesía depurada, en busca de la
esencialidad de la palabra.
Como los jilgueros alborozados
ante el festín gratuito que les proporcionan las bayas de un arbusto, el
poeta canta también en acción de gracias por lo recibido, el don de la
poesía, que extrae de lo más humilde: unas flores en el campo, una
brizna de hierba, la evocación del origen, «las raíces del jardín», en
fin, «la belleza humilde» de las cosas humildes: lo esencial en su
sencilla plenitud. Lo humilde tiene una representación sagrada, espacio
sustancial de esta poesía compasiva, ascética, entregada: un pesebre, un
nacimiento, un niño. Además de lo humilde, hay otros factores también
de salvaguarda frente al desamparo existencial, la profanación de los
espacios sagrados, las sacudidas del tiempo y «la herida», signo
reiterado de dolor, de la pérdida, del anhelo nunca conseguido. Entre
esos factores está el amor que representa la mujer, las «santas
mujeres», verdaderas «figuras de protección», lo sagrado y la poesía,
que el poeta concibe como un pan que se reparte y comparte y que, como
en Machado, se orienta hacia el misterio. En este ámbito de lo que
salva, el poeta elabora una serie de símbolos de amparo: unas rosas
blancas contempladas por dos ancianos, la pobreza como ámbito de piedad y
entrega recíproca e ideal de ascesis y despojamiento, el pan, símbolo
primordial, «bondad entregada» y comunión, un puñado de tierra, pues la
tierra es vida, fructificación, casa y morada final, la nieve y su
pureza, el ángel, bálsamo de la herida, el vientre, otro símbolo
esencial, lugar del fruto, de amor y plenitud, las manos abiertas y
oferentes, los círculos que los niños trazan en sus juegos, imagen de
salvaguarda, como lo es el círculo salvador de la palabra del poeta.
Contemplación,
sentimiento, meditación, inquisición y trascendencia. Tal me parece el
proceso de esta poesía de lo humilde, lo sagrado, la ascesis y la
revelación, de esta poesía entregada como el pan, para compartir, y que
quiere ser, en suma, palabra salvadora.
Filandón
No hay comentarios:
Publicar un comentario