José Luis Puerto. Escritor
«La poesía es un territorio que salva de la
intemperie»
Cristina Fanjul
Diario de León, 17/01/2013
Ha escrito José Luis Puerto un poemario
inmenso hecho con eslabones de la intimidad de lo cotidiano, como una colcha
remendada con los retales que el poeta ha ido recogiendo del trastero de su
memoria.
Calambur acaba de publicar el nuevo poemario de José Luis
Puerto,Trazar la salvaguarda, una obra con la que el escritor
salmantino regresa a la creación literaria después deProteger las moradas, poemario
publicado en el 2008.
—Algunos de los poemas son como una plegaria.
—Con Octavio Paz, creo que la poesía es una pervivencia en
nuestra especie de los antiguos lenguajes sagrados. El poeta, hoy, habla desde
la precariedad, desde la intemperie, desde la incertidumbre, de ahí que la
palabra poética —en mi caso, es así— se haya convertido en un susurro, en una
súplica, en una plegaria, en una suerte de oración en definitiva. Pero, ¿a
quién invocar, si los dioses, como dijera Hölderlin, se han marchado? En todo
caso, susurramos desde lo oscuro, desde esa noche del mundo de que ya hablaran
los románticos, en busca de un territorio de salvaguarda.
—¿A eso se refiere con el título del poemario?
—El título del poemario alude a que, ahora mismo, en mi
percepción, la poesía es palabra de salvaguarda, uno de los territorios que nos
protege de la intemperie. Lo mismo que ese espacio sagrado (dextro) en torno a
las iglesias protegía a quienes se acogían a ellos; o esos círculos que los
niños en algunos de sus juegos trazaban en la tierra, y quien lograba
introducirse en ellos estaba a salvo; la poesía también es palabra que crea
espacios de salvaguarda, en los que podemos reconocernos y percibir algunos de
los sentidos de nuestro existir.
—Hay un poema (‘altos carros del cielo’) en el que te
refieres a tu infancia. ¿Ha cambiado desde un punto de vista cultural la
percepción que tenemos de la pobreza?
—La pobreza forma parte de mis señas de identidad. Y
atraviesa de modo transversal mi poesía y toda mi escritura. Es también una
ética. El poema altos carros del cielo está inspirado en la
vuelta de los prados, en hilera, de los carros cargados de heno, guiados por
unos hombres reconcentrados y sobrios, que recorren un itinerario misterioso
por el fulgor del mundo; es un itinerario esencial y simbólico, que trasciende
la mera escena campesina.
—Pero, ¿cree que la percepción cultural que tenemos de la
pobreza ha cambiado?
—Generalmente, hemos vivido en un mundo de espaldas a la
pobreza; la sociedad de nuevos ricos en la que hemos vivido instalados la ha
invisibilizado, la ha convertido en invisible, como si no existiera. Ahora, en
este tiempo de crisis, advertimos que está entre nosotros, y surgen gestos de
solidaridad y de ayuda, que tienen un gran interés, como síntomas
rehumanizadores.
—¿A quién se refiere cuando habla de profanadores?
—A todos aquellos que destruyen la raíz sagrada del ser
humano y del mundo.
—En el poema ‘ofrecida’ me llama la atención la
posibilidad que tenemos de cambiar el significado de una palabra con tan sólo
poner otra junto a ella. ¿Cree que es igual de fácil cambiar la realidad que
modificar el sentido de las palabras que la expresan?
—Toda palabra es un ofrecimiento. Busca un tú que la recree
y la haga suya. Busca hacerse resonancia en el corazón de los otros. Y ahí ya,
a través de ese mecanismo, se transforma de algún modo el mundo, la realidad;
porque el lenguaje poético es, implícitamente, una invitación a buscar otro
modo de estar en la realidad, de estar en el mundo.
—¿Cuánto hay de Walt Whitman en este poemario?
—La de Whitman es una palabra expandida, canta al ser humano
y el mundo desde una amplitud que se manifiesta hasta en lo excesivo del
versículo y de la extensión de los poemas. La mía es, más bien, una palabra
recogida, que trata de conectar con los lenguajes de la experiencia mística y
de las tradiciones contemporáneas de la retracción.
—Sí, pero hay algo de panteísta en sus versos que me
recuerda a él.
—Esa suerte de panteísmo al que aludes está en no pocas
tradiciones poéticas occidentales. Por ejemplo, está en Hölderlin, en Rilke,
hasta en Paul Celan, entre nosotros, por ejemplo, en Juan Ramón Jiménez, poetas
para mí muy queridos. Y, claro, también en Whitman. Pero ese panteísmo no es
otra cosa que percibir la sacralidad del mundo, de todo lo creado, y cantarlo y
celebrarlo a través de la palabra.
—¿Qué ha pasado entre ‘Señales’ y este libro? Me refiero
a su visión del mundo y cómo ha modelado su obra poética.
—En Señales, inicié una vía poética que, en
libros como De la intemperie, Proteger las moradas y ahora en
Trazar la salvaguarda, he ido profundizando. Una vía marcada por la
esencialidad y la retracción, puesto el oído al mundo para captar las señales
de la gracia y de la herida, que van juntas. El poeta ha de ser siempre el
atento. Y en esa poética de la atención estoy.
—En cinco motivos clásicos recrea héroes clásicos:
Sísifo, Ulises, Prometeo, Teseo. ¿Cuál representa para ti mejor la sociedad y
con cuál se identifica?
—Los motivos clásicos surgen al percibir en el mundo en que
vivimos los mismos arquetipos que los mitos encarnan. Dos son los mitos de los
que aparecen en esos poemas con los que me identifico en mayor medida: el de
Prometeo (el poeta ha de ser siempre el portador de la luz para la especie
humana) y el de Ulises (no hay poesía sin viaje y sin aventura).
—¿Qué importancia revelan las cosas pequeñas en la
expresión de lo que somos? ¿Podría decirse que, en cierta manera, lo que somos
se explica por esas pequeñas cosas?
—Hay también en toda mi lírica una poética de lo pequeño.
Desde abajo se ve mejor el mundo, he dicho en algún momento. En lo pequeño, en
lo que pasa desapercibido, suele estar casi siempre lo más hermoso,
precisamente por ser lo más desatendido y, al tiempo, sin embargo, lo que
arroja un mayor fulgor cuando lo percibimos.
http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/la-poesia-es-un-territorio-que-salva-de-intemperie-_760959.html
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