Los motivos del salvaje, de Ángel Antonio Herrera
Luis García Jambrina
ABC Cultural, 9/062012
Ángel
Antonio Herrera (1965) es un poeta insólito, una rara avis. Para
empezar, se gana la vida como periodista del corazón, bastante atípico
también, pues destaca por su verbo contundente, satírico e incisivo, no
exento de lirismo ni de ambición literaria. Asimismo, se le conoce en
otros ámbitos por haber sido el primer biógrafo de Umbral, cuando muy
pocos escribían sobre él y menos aún le rendían honores de maestro
literario, como es el caso.
En el terreno de la poesía, es autor
de los libros El demonio de la analogía, En palacios de la culpa, Te
debo el olvido y Donde las diablas bailan boleros, y de ellos se puede
leer una buena muestra en las antologías El sur del solitario y Arte de
lejanías, lo que nos habla de una dedicación asidua.
Negro galeón
Su
nuevo libro, Los motivos del salvaje, es una obra de plena madurez, la
culminación hasta el momento de su interesante trayectoria literaria. En
él su poesía ha ganado en profundidad y complejidad, sin perder un
ápice de la fuerza y la frescura que la caracterizan. Desde el comienzo,
planea sobre sus versos la conciencia de la muerte: «La desdicha que me
apague ya escogió su noche», leemos, sin ir más lejos, en el primer
verso; y, unos poemas más adelante, certifica: «Cuesta creer que ya
aparejó la muerte / el negro galeón en el que habré de hundirme. /
Cuesta creer que va conmigo su calendario».
Frente a ello, como
el mejor «antídoto», como aquello que nos salva y nos resucita, está el
recuerdo de la infancia, asociada aquí al verano y al mar («El verano de
la infancia, que hoy me inventa»), y solo recuperable, a voluntad, a
través de la poesía: «Si digo dicha digo también infancia».
Así
pues, lejos de claudicar ante la amenaza constante de la muerte o de
complacerse en el dolor o de dejarse llevar por el miedo, el yo lírico
enarbola muy alta la bandera de la vida, de la pasión, del exceso
(existir es adentrarse «por las sagradas selvas del exceso»). De ahí el
titulo: los motivos del salvaje son los de aquel que, a pesar de todo,
apuesta por la vida con todas sus consecuencias.
Quemadura de amor
El
libro se mueve entre polos extremos: la nostalgia por lo perdido y la
exaltación del deseo, la añoranza y la celebración, el escepticismo y el
entusiasmo. De hecho, cabe señalar que, desde el punto de vista
expresivo, estos poemas están marcados, precisamente, por la gran
abundancia de antítesis, de contraposiciones, de paradojas..., como fiel
exponente de su compleja visión de la existencia («Alegre, funeral voy,
al arbitrio de abismos...»).
Por otra parte, destacan las
numerosas enumeraciones totalizadoras y caóticas, que con frecuencia se
extienden a lo largo de todo un poema; el continuo empleo de la anáfora y
otras reiteraciones; el ritmo tenso y sostenido, que es el auténtico
vertebrador del poema; las imágenes certeras y brillantes; o el tono
sentencioso de algunos versos («que pertenecemos, como el mar, a la
intemperie, / que quien tiene el amor tiene también su quemadura»). Con
este intenso y arrebatador libro, Ángel Antonio Herrera ha demostrado,
en definitiva, que no es un poeta a ratos o a rachas, sino que tiene un
mundo y un lenguaje propios.
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