martes, 18 de diciembre de 2012

Reseña: La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, en La crónica de León

La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre
F. Fernández
La crónica de León, 04/06/2012 

“Un libro para sobrevivir y «echar demonios fuera»”

El villafranquino Juan Carlos Mestre acaba de publicar La bicicleta del panadero en Calambur.

Es una de las frases que más veces había repetido el poeta villafranquino Juan Carlos Mestre. “Me siento lo que aún soy: el hijo de un panadero de Villafranca del Bierzo que se levanta temprano para hacer cada mañana el pan”.

Siempre ha mostrado este Premio Nacional de Poesía su orgullo de ser el hijo del panadero de Villafranca, afirma que jamás lo ha olvidado. “Como jamás he olvidado que fui el primer Mestre que tuvo el privilegio de poder estudiar, de poder ir a la Universidad. Uno es quien es. Yo no soy ningún desclasado, puedo ser un poeta mediocre pero no soy un ciudadano desclasado, sé perfectamente cuál es mi alianza con la gente que yo quiero y siento más próxima a los afectos del corazón. Yo provengo de una familia humilde, en la que antepasados que yo he llegado a conocer no sabían ni leer ni escribir, pues yo soy el primero de la familia Mestre que tiene estudios, que llega a la Universidad, que escribe un libro. Yo no puedo olvidar mis vínculos naturales y, además, me identifico ideológicamente con aquellos que sostienen la intemperie del mundo con sus manos, los que elevan cada noche la mirada hacia el infinito y saben que están irremediablemente solos en la lucha cotidiana por los derechos civiles de la felicidad”.

Por eso, para este Mestre que nunca ha dejado de ser el hijo del panadero de Villafranca la pérdida del panadero de Villafranca, que se produjo hace unos meses, no podía ser una pérdida más. Y su siguiente libro no podía titularse de otra manera, La bicicleta del panadero. “Es la metáfora de la realidad de nuestra casa. Aquel panadero que era mi padre no tenía furgoneta, sino una bicicleta que era la imagen de la utilidad, la posibilidad de llegar hasta donde la gente estaba esperando el pan”.

Mestre siempre ha hecho de la necesidad virtud y la misma imagen de la bicicleta, “no teníamos furgoneta”, la traslada a la literatura y sus lecturas. “En nuestra casa, en la panadería, no había ningún libro. Pese a ello recuerdo perfectamente que yo aprendí a leer muy pronto, en los prospectos de medicamentos y otros papeles que caían en mis manos. Así entré en contacto con palabras mágicas destinadas a curar la enfermedad y consolar en el dolor; por eso, no sentó que se produjera un gran cambio cuando las lecturas comenzaron a ser las de la gran Rosalía de Castro o los delicados versos de mi paisano Enrique Gil y Carrasco, los mismos queme ayudaron a huir del invierno y los espectros de la melancolía como los prospectos me hacían viajar a los mundos mágicos de la curación y la eliminación del dolor”.
Juan Carlos Mestre siempre ha luchado para que no se borraran los vínculos que le unen con su pasado y con su tierra. El poeta villafranquino se negó a recibir un premio pues debía compartir escenario con quien entendía él que estaba maltratando la naturaleza de su Bierzo natal, el legado de los antepasados. Entendía que no podía estar al lado de un empresario minero muy cuestionado por sus métodos de explotación y prefería del otro lado de la trinchera. “La conciencia ética de la poesía es para mí una capacidad de escuchar la voz del otro. Y el otro siempre es el derrotado, el expulsado, el desahuciado, el silenciado, el negado. Es la alianza con los débiles, con aquellos que no tuvieron voz y con aquellos que a través de las épocas desobedecieron los lenguajes normalizados del poder. La poesía, mi poesía, es un acto de desobediencia frente a la norma, ahora en este país por parte de amplios sectores, desde la cultura dominante, no se ha asumido algo fundamental como son las esencias de las vanguardias que estriba en la actitud crítica de esos movimientos. Yo asumo la tradición desde la vanguardia y desde la desobediencia estética, ética y civil. Vivimos tiempos conservadores en que se desprecia cuanto se ignora”.

Por eso ha escrito La bicicleta del panadero, porque se lo debía a los suyos, porque necesitaba sobrevivir en medio de un mundo que le acosaba por múltiples frente, porque necesitaba echar sus demonios lejos.

Porque es Juan Carlos Mestre, ‘el hijo del panadero’.


La crónica de León

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