La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre
Santos Domínguez
Revista Encuentros de Lecturas, 8/06/2012
Lo
que deriva del pórtico es la tradición hebrea que pone en relación dos
cosas, escribe Juan Carlos Mestre en Cábala, uno de los poemas que
forman parte de La bicicleta del panadero, que acaba de publicar
Calambur.
A esa tradición cabalística responde la misma esencia
simbólica de la imagen y la metáfora, una clave fundamental de la poesía
de Mestre, que también pone en relación dos cosas en este libro: por
ejemplo, la bicicleta de su padre, el panadero de Villafranca del Bierzo
que llevaba el pan diario a la gente, y la poesía entendida también
como artículo de primera necesidad.
Este es un libro torrencial,
con varios centenares de textos, una extensión inusual en un libro de
poemas. Pero es también, y sobre todo, un libro de intensidad inusual en
el que los poemas florecen como manzanos desde la conciencia poética y
social de Juan Carlos Mestre, que levanta una muralla de dignidad frente
a la injusticia, un muro de resistencia a la humillación, una torre
desde la que se denuncian las mentiras del poder.
Monólogo
reflexivo o diálogo emocional con el tú del lector, que se funde
machadianamente con el yo en la cercanía de una voz oracular que recoge
la ceniza de las palabras que caen desde un extraño mundo como copos de
nieve, la poesía de Juan Carlos Mestre vuelve a instalarse en un
territorio verbal de enorme potencia y de gran carga emocional.
Su
ambición imaginativa, su desobediencia reivindicativa, su ruptura con
la sintaxis previsible, su alternativa a la semántica convencional hacen
de esta poesía una actividad fundacional desde la que se defiende la
posibilidad de la utopía. Al alto voltaje poético, simbólico y verbal
que contienen los libros del autor, se suma aquí un torrente
circulatorio que se alimenta de lo más hondo de la experiencia y de la
memoria, del conocimiento del dolor y de la reivindicación de la
felicidad.
Yo es otro, escribió Rimbaud cuando colocaba una de
las piedras maestras de la conciencia contemporánea. Y aquí también el
poeta se proyecta en un sujeto múltiple (el dudoso o el carpintero, el
sastre melancólico o el desconsolado en su equinoccio) para revelar lo
invisible – como sus maestros Lautreamont, Pérez Estrada, Gamoneda o
Lezama Lima- a través de la luz de la palabra, para hacer del lenguaje
no sólo un fuego que ilumine la noche de la tribu, sino también una vía
de conocimiento del mundo desde la oscuridad y la intemperie, desde las
raíces últimas de la sangre.
Ética y verdad, poesía que es a la
vez sublevación civil y estética, defensa de la desobediencia y la
creatividad, de la insumisión verbal y la libertad imaginativa.
Frente
al espanto del silencio cómplice o cobarde, he aquí un testigo: uno de
los alucinados hijos de Orfeo que evoca en estas páginas el hijo del
panadero de Villafranca del Bierzo, una de las voces verdaderas e
imprescindibles de la poesía española actual.
Encuentros de Lecturas
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