La Razón, 12 de nero de 2011
A esta poeta la descubrimos en La Posada del Dragón 2002, la seguimos en Un mal ácido 2006, un poemario de ambigüedades llenas de sugerencias ecfrásticas, y su acertada consecución, El cuarto día 2008. Ahora en Calambur, Vísteme de largo, poemario que nos pone en directo contacto con verdades de gran hondura existencial: el otro yo con el que convivimos, que nos desarbola y enriquece; los pactos autobiográficos entre la renuncia y la osadía del vivir; la estabilidad y el riesgo; varias poéticas informales; también la infancia; el amor y el deseo, su rotura al fin. Todo ello a través de una voz que, si ya era madura, alcanza aquí mayor expresividad y alcance. La metaforología de la autora se eleva aquí y a la vez se arraiga. Se eleva en lo ambiguo y en lo sutil, que siguen siendo cauce principal de sus campos léxicos; mas se arraiga en un nuevo léxico de rotundidad contenida y efectiva; lo escatológico y lo visceral irrumpen con fuerza en unas ocasiones, se aferran a lo cotidiano en otros versos. Sobresale un tratamiento de la sexualidad que sensualiza el poemario sin salirse de los márgenes de lo sutil. Se sirve de un verso libre de factura más corta en unos poemas, que se encabalga en otros, más largos. De retórica sencilla y sutil, pero elevada por metáforas ricas, un poemario que otorga a su madurez poética un salto muy amplio desde su libro anterior, un poemario lleno de verdades sin certezas, un excelente regalo de esta Navidad.
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