Historia del corazón
Por Marta Agudo
Seis años después de que publicara su libro de poemas en prosa La estación azul, título en el que todos reconocerán el mítico nombre del programa de radio que condujo durante más de veinte años, sale a la luz, bellamente editado por Calambur, Tormenta transparente. En él, Javier Lostalé toma el relevo de los tres textos que, bajo el título de "inéditos" publicara en 2002 en La rosa inclinada. Allí, fuera de contexto, suponían la promesa de un futuro poemario, que es el que ahora nos ocupa, y anunciaban tanto su tono como la vivencia central que lo origina. me refiero a la amorosa, tratada ahora desde una radical ausencia de datos empíricos (el lector no hallará mención alguna a fechas, lugares o nombres). Se está, por tanto, ante un discurso escrito desde el deseo expreso de sobrevolar lo anecdótico y que se instala voluntariamente en el ámbito del sentimiento en su más pura expresión.
Dejo para otro momento el contraste de cuantos matices semánticos se pueden adquirir en el amor y el erotismo los términos "tormenta" y "transparente" a lo largo del libro —camino que sin duda deparará felices hallazgos— y me dejo llevar por la cita inicial de Jules Renard: "He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas". Una cita que apunta no sólo a la pérdida que atraviesa todo el poemario sino a la médula de lo que los "especialistas" —término que empleo con todas las comillas posibles— en la materia reconocen como origen del amor: la invención personal del otro o, en términos de Lostalé, la recreación en soledad de una forma muda. Cuál sea más vedadera: la primera o la tamizada por la ideación ajena, es algo que deviene secundario. Ambas convivirán transformando lo más nimio, lo puramente cotidiano, en un acontecimiento reseñable. Acumulación de hitos que tendrá su contrapartida cuando se produzca la fatal ruptura y se tenga que ir deshaciendo poco a poco el entramado emocional de las claves que un día se compartieron. El entorno, por tanto, se transfigurará en una "biografía de destierro". "Biografía de destierro": es posible que en tal cosa consista Tormenta transparente: en la tentativa de dar una orden —en este caso el biográfico— al sentimiento, bien para atenuar su punzada, bien para vivirla con mayor firmeza.
¿Cómo llevar a cabo dicho proceso? El poeta lo deja claro a lo largo del recuerdo, del poema como único territorio al que asirse. En esta traslación a la escritura, resulta significativa, además de la manifiesta sinceridad que late tras todas estas páginas, la recurrencia de una palabra que caracterizaría el estado anímico de privación del que ama: me refiero al término "sin" ("sin cuerpo", "sin nombre", "sin memoria" y también "sin tiempo"), consciente de que, de acuerdo con unos magníficos versos de su libro Hondo es el resplandor, en el amor "victoria son las caricias / en la que más gana quien más se rinde". la experiencia amatoria, como la creación poética, desconoce las chinchetas que marcan rutas en los mapas y sólo puede desplegarse en caminos no hollados, lugares de una transparencia que obliga, para poder seguir en ella, a instalarse en una actitud aseverativa, de disponibilidad permanente, pues sólo el "sí" permitirá avanzar por la página, por el cuerpo que imanta a quien lo desea. Estadio de plenitud movido por un —dice Lostalé— "primitivo impulso sin historia" o, más adelante, "transparente ascensión sin memoria / donde todo es pulso de entrega, / umbral de alto designio". Verso, este último, que reproduce con brillantez esa hora ascendente, esa solitaria escalada.
Tengo que reconocer que son estos momentos de exacta furia los que más me han conmovido, como cuando en "El hueco", al hablar del espacio "que separa dos cuerpos desnudos" acierta a escribir: "En la pequeña asfixia luminosa sucede entonces el mundo". Un "mundo" o geografía de cimas que, como se lee en su primer libro, Jimmy, Jimmy, vendrá delimitado por un "antes" y un "después", por el valle inicial del que ignora y por el valle aciago del que supo y perdió.
"Despuéblame desde tu reino invisible [ese vacío transparente] / y resbala las yemas de tus dedos por mi cielo ardido. / Cuerpo así volverá a tener la memoria de nuestra ceniza". Lostalé se instala con estos versos —a nadie puede escapársele— en el sendero de la mejor poesía amorosa, en la cual la ceniza continuará su pálpito "enamorado", su crepitar ardido. igualmente, a lo largo de estas páginas se reconocen ecos, cómo no, de Aleixandre, del Lorca de los Sonetos oscuros, y acaso de Salinas en la formulación inicial de una circunstancia que propicia el resto del poema. Así, en "No nacido": "Antes de que existieras / todo ya me esperaba en ti", recuerda a alguna de las estructuras de la voz, a ti debida ("Sí, por detrás de las gentes / te busco"; "La forma de quererme tú / es dejarme que te quiera"; o "Perdóname si tardo algunos años / todavía en dejarte") como principio generador del texto.
Estas referencias no restan originalidad a un libro donde el vuelo metafórico nunca se ensimisma y permanece apegado a la emoción más pura. Emociones que el autor no duda en situar en el ámbito de la "eternidad", palabra esquiva cuyo uso radical por parte de Lostalé delata la naturaleza idealista y concluyente del modo en que se viven los hechos poetizados. De igual modo, y como ya mencioné rápidamente arriba, el yo poético se arriesga hasta el límite en ciertos momentos del libro a causa de su enérgica y casi "impudorosa" sinceridad: "Sin territorio a ti me abrazo / para decirte que te amo", quizá porque,portador de pasadas cicatrices, ya no le importa mostrar su juego. Se entrega a la partida amorosa sin ambages pese a que el fuego pueda cesar, pese a que él mismo pueda perder pie tras el extravío de objetos, lugares o tiempos connotados, ya que, en última instancia, y según se declara en el último verso del libro: el haber escrito el poema —entiéndase todo el volumen— supone haber sellado con su amor su "único destino". De este modo, quedan ambos indisolublemente unidos en la literatura, en "su" literatura, en la verdad de su ficción.
Como dijera, entre otros, Picasso del arte, también podría señalarse del amor que no se busca ni se inquiere sino que se "encuentra". La voz que hala en este libro, en efecto, lo "encontró", lo vivió con entrega hasta su herida última y lo escribió combinando el oficio y la emoción para que el lector vuelva a hacerlo presente, lo reviva desde el ejercicio, erótico asimismo, de una palabra poética en la que no caben ni el lugar común ni el sustantivo simplista, dado que cada historia amorosa, como quiso Cernuda, no es sino un reto al aguachirle de la convención.
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