La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre
Luis Artigue blog de lecturas, 25/07/2012
Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957), hijo del panadero de su pueblo, pan él mismo, tras un calvario físico propio y familiar y el fallecimiento de su padre ha hecho acopio de hallazgos extraídos de ese pozo repleto de diamantes que es la adversidad, que es la tristeza: como fecundo resultado acaba de publicar un libro inconmensurable en muchos sentidos, La bicicleta del panadero (Ed. Calambur)… Una reunión de poemas en prosa –poemas de largo aliento salmódico, salmódico al modo judaico, repletos todos de metáforas de alta resolución- fruto del rapto y el recogimiento y que se notan escritos con radical sed de sentido. La muerte, esa palabra incompartible, ese regreso idiota a un universo prelingüístico, es el punto de partida del libro, pero el de llegada es la vida, su contenido, su resumen, su sabor, sus sonidos… Por eso en La bicicleta del panadero salen y están la familia, el paisaje, las lecturas, las canciones, los amigos, la ideología, la fe de los antepasados, los barroquismos privados, los viajes, los cuadros, las ensoñaciones cifradas, los enigmas y, en definitiva, todo lo que al poeta le ha traído hasta aquí y se ha convertido en su cimiento personal. Desentrañando con fascinación metáforas de estos poemas he entendido acaso como al principio, como en aquellos libros que me llevaron un día a enamorarme rendidamente del lirismo, que la poesía es un advenimiento del ser, una afrenta tan certera como oportuna a la intersubjetividad, una disolución de todo convencimiento y, no pocas veces, un final articulado y significativo para el proceso de adivinación que implica la tristeza. A mi juicio pocos poetas como Juan Carlos Mestre nos enseñan a su modo que la metáfora es un vehículo del más allá; una coacción al lenguaje para exprimirlo como si fuera una naranja hasta hacerle expresar al máximo… Pocos poetas como Mestre consiguen decirnos sin decirlo que la metáfora es un ir caminando por las costuras del lenguaje hasta agrandar las fronteras de la comunicación posible. Guardo ya en mi corazón mis poemas favoritos de este libro exigente, difícil de entender y de olvidar, pero en lugar de nombrarlos les recomiendo que se adentren para descubrir los suyos. Tal vez así como yo concluyan que la literatura es una comunicación diferida que trata de remediar la imposibilidad a la que te constriñe la realidad tal como es, y, en tal sentido, es un intento de atraer al que está lejos, es un salvar las distancias, el reconocimiento de una carencia… Pero el alivio de la soledad que implica escribir poesía proviene de un lector agradecido; del reconocimiento cálido a un discurso lírico irradiante y leal con las certezas e incertidumbres del autor… Por eso, querido Juan Carlos, llega ahora tan lejos esta palabra: gracias.
Luis Artigue blog de lecturas
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