28010, de Marta Agudo
José Luis Gracia Mosteo
Barataria. Revista de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, junio – diciembre 2012
Entre la incesante publicación
de poesía, dos libros hay que merece la pena destacar y que han llamado
nuestra atención últimamente por hurgar en el trasfondo de la realidad
con el verso: 28.010 de Marta Agudo y Del verbo y la belleza de María
Pilar Martínez Barca, dos poemarios (que no libros de poesía por su
carácter conceptual) que quiebran la física buscando detrás de ella y
encontrando respuestas opuestas.
28.010 es un libro pero
también una experiencia de lectura ensimismante y catártica, algo así
como la ingestión de uno de aquellos hongos de peyote que usaban Carlos
Castaneda y sus maestros don Juan y don Genaro para bucear dentro de sí.
Sin embargo, no es la droga lo que utiliza la poeta sino la gramática,
algo que puede producir asombro en el lector pero que pertenece a una
tradición en la que encontramos a Stephane Mallarmé, Paul Valéry, Pedro
Salinas, José Ángel Valente, Paul Celan o Antonio Gamoneda; una
tradición en la que Marta Agudo desembarca con originalidad extrema como
puede verse en el libro y su anterior poemario Fragmento (2004).
Decía
Borges que la gramática es la filosofía de la lengua, una serie de
códigos, deducimos nosotros, que vertebran y explican la interpretación
de la realidad, construidos como estamos de palabras, construida como
está de signos que la comprenden e inventan (la lengua es la victoria de
Platón sobre Aristóteles: para ver lo de fuera, debemos tener un
descodificador dentro); y añadía, por su parte, E. M. Cioran en su
Breviario de Podredumbre que “Si por azar las palabras se volatilizaran,
nos sumergiríamos en una angustia y alelamiento intolerables. Tal
súbito mutismo nos expondría al más cruel suplicio. Es el uso del
concepto el que nos hace dueños de nuestros temores. Decimos: la Muerte,
y esta abstracción nos dispensa de experimentar su infinitud y horror.
Bautizando las cosas y sucesos eludimos lo Inexplicable”, algo que Marta
Agudo sabe bien cuando se pone ante el espejo de la gramática y
pregunta: “¿Quién soy?”, “¿Qué hago aquí?”, a lo que la sintaxis y
morfología parecen responder: “Nadie” o “Nada”, lucida, lucidísima como
es, “Solo un lugar ocupado por la materia, un distrito postal en el
vacío pues el tiempo (“Imagen móvil de la eternidad”, según Platón) no
existe.“Entonces, la escritora intenta forzar las rejas del lenguaje
(Sprachgitter, las llamó Celan en 1959) para aclarar la res-puesta, pero
sólo descubre que no es más que “ficción” (palabra que cierra el libro)
y “soledad”, pues está, estamos, encerrada en la carne y las
palabras... 28.010, lo dijimos, es toda una experiencia sobre la que
podríamos seguir hablando durante horas, pero es mejor su lectura;
filosofía y belleza en unos versos que conmueven y horrorizan por su voz
y significado; un libro imprescindible.
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