jueves, 24 de enero de 2013

Reseña: 28010, de Marta Agudo, en Barataria

28010, de Marta Agudo
José Luis Gracia Mosteo
Barataria. Revista de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, junio – diciembre 2012



Entre la incesante publicación de poesía, dos libros hay que merece la pena destacar y que han llamado nuestra atención últimamente por hurgar en el trasfondo de la realidad con el verso: 28.010 de Marta Agudo y Del verbo y la belleza de María Pilar Martínez Barca, dos poemarios (que no libros de poesía por su carácter conceptual) que quiebran la física buscando detrás de ella y encontrando respuestas opuestas.

28.010 es un libro pero también una experiencia de lectura ensimismante y catártica, algo así como la ingestión de uno de aquellos hongos de peyote que usaban Carlos Castaneda y sus maestros don Juan y don Genaro para bucear dentro de sí. Sin embargo, no es la droga lo que utiliza la poeta sino la gramática, algo que puede producir asombro en el lector pero que pertenece a una tradición en la que encontramos a Stephane Mallarmé, Paul Valéry, Pedro Salinas, José Ángel Valente, Paul Celan o Antonio Gamoneda; una tradición en la que Marta Agudo desembarca con originalidad extrema como puede verse en el libro y su anterior poemario Fragmento (2004).

Decía Borges que la gramática es la filosofía de la lengua, una serie de códigos, deducimos nosotros, que vertebran y explican la interpretación de la realidad, construidos como estamos de palabras, construida como está de signos que la comprenden e inventan (la lengua es la victoria de Platón sobre Aristóteles: para ver lo de fuera, debemos tener un descodificador dentro); y añadía, por su parte, E. M. Cioran en su Breviario de Podredumbre que “Si por azar las palabras se volatilizaran, nos sumergiríamos en una angustia y alelamiento intolerables. Tal súbito mutismo nos expondría al más cruel suplicio. Es el uso del concepto el que nos hace dueños de nuestros temores. Decimos: la Muerte, y esta abstracción nos dispensa de experimentar su infinitud y horror. Bautizando las cosas y sucesos eludimos lo Inexplicable”, algo que Marta Agudo sabe bien cuando se pone ante el espejo de la gramática y pregunta: “¿Quién soy?”, “¿Qué hago aquí?”, a lo que la sintaxis y morfología parecen responder: “Nadie” o “Nada”, lucida, lucidísima como es, “Solo un lugar ocupado por la materia, un distrito postal en el vacío pues el tiempo (“Imagen móvil de la eternidad”, según Platón) no existe.“Entonces, la escritora intenta forzar las rejas del lenguaje (Sprachgitter, las llamó Celan en 1959) para aclarar la res-puesta, pero sólo descubre que no es más que “ficción” (palabra que cierra el libro) y “soledad”, pues está, estamos, encerrada en la carne y las palabras... 28.010, lo dijimos, es toda una experiencia sobre la que podríamos seguir hablando durante horas, pero es mejor su lectura; filosofía y belleza en unos versos que conmueven y horrorizan por su voz y significado; un libro imprescindible.

No hay comentarios: