miércoles, 8 de septiembre de 2010

Reseña de Un trabajo nocturno, de Xavier B. Fernández, en Revista Leer

Revista Leer, septiembre de 2010

ESPEJOS DEFORMADOS

Los pechitos de una Doris Day de la Barcelona insomne son incompatibles con la respetabilidad de la ciudad financiera a la que pertenece la casta de los Masferré, así que hay que buscar a un náufrago, Ulises Requena, para que navegue por esas islas que solamente un desarraigado como él conoce. En realidad, el ex policía sale en busca de dos Telémacos, Nacho, el hijo pródigo de la mujer de blanco y el hombre de piel renegrida y el suyo, Tello, espejos deformados ambos de esos buenos propósitos de enmienda que los padres intentaron inculcar.

En una noche de viernes padre e hijo se encuentran con vargas, el cholo, de testigo. Los peores antros reservan a los aventureros oscuras noticias en boca del Cíclope, las tiránicas ataduras de una Circe transformada esta vez en cerda, ejecutora de una venganza que al facha Romero, antiguo inspector de policía ahora en la otra orilla de la legalidad, le correspondería, o el encuentro con un Hércules de camiseta marcona y modos metrosexuales. Demasiadas martingalas para un jefe de seguridad entrado en años y carnes.

Pistas rescatadas en las imágenes de una Polaroid, cadáveres de los que es muy fácil deshacerse con la maquinaria de limpieza adecuada y tugurios en los que la élite consume deseperadamente horas de juego, sueño y sexo. A través de los personajes de Xavier B. Fernández conocemos la clasificación de las putas que paran por el Al Rawal y las otras prostituciones socialmente consentidas de los becarios, jóvenes esclavos de lujo, que denuncia esta Penélope cuyos pretendientes son los comensales que repudia esperando el retorno de Ulises. Ulises Requena volverá, pero trayendo de la oreja a un hijo que no tiene ni idea de quién fue van Gogh y ha sobrevivido a su desastre en la piel del niño eterno, asustado de caer rendido ante el sueño donde reina siempre la misma secuencia.

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