Revista Leer, nº 242, mayo 2013
Ladrón de paraguas, recomienda a otros que sueñen el futuro a sus espaldas, sabedor de que nunca comprenderá el destino de las hojas. Romances correntíos y de encuentros fogosos con chinitas en despachos y la prosaicidad del que va al tisen en la luz otoñal, antes de que el día desprenda las estelas luminosas de que hablaba Virgilio. Poemas de rimas fáciles al oído y otras de profunda densidad como en el dedicado a Duchamp, que concluye con la constatación de que "mientras somos nada más sucede". Sucede que Jauralde nos lleva por Nueva York a brunchear y ver a las gentes que pasan por el valle de Santalla, olisqueando el aire, observando desde su posición de "ser el mínimo ser que ser nos dejen". El poeta intuye esa plenitud de lo acabado de los dioses diminutos que somos, otras ilumina su verso con la vida que germina desde la soledad, la extrañeza y la música de cuando se tejen los silencios en compañía.
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