Antonio Garrido
Sur. Diario de Málaga, 20/04/2013
Afirmar que Antonio Hernández es un gran escritor y un poeta
extraordinario es algo sabido desde hace mucho. El poeta de Arcos tiene una
obra dilatada y de calidad sostenida, su afán de exploración es manifiesto en
cada una de sus entregas. Ha recibido muy importantes y numerosos
reconocimientos pero, como verdadero escritor, como poeta verdadero, sabe que
la palabra riesgo es la guía, atreverse en cada libro, exponerse ante sí mismo,
ante su personal serie literaria que entra en el gran río de la historia de los
textos. Al margen de las modas y de las coyunturas, con la valentía de explicar
y explicarse para ayudarse y ayudarnos en este ejercicio borgiano de cansar los
días, que eso es vivir.
Este libro, muy bien editado, es el más complejo de los que Hernández ha dado a las prensas hasta la fecha. Se trata de una trinidad articulada como tres poderosas piezas de armar, al modo de la mecánica perfecta del puente de Brooklyn. Este libro alcanza la virtud del extrañamiento que es base de la función poética: la Metrópolis, García Lorca y Luis Rosales en tres libros que son Antonio Hernández en los múltiples espejos de una realidad que juega al escondite y a la provocación al mismo tiempo. Transgresión desde un conocimiento perfecto de la gramática poética aplicable en cada caso. Tres llamas independientes que se unen en un fuego absoluto que se llama poesía total y es fuego purificador de las emociones y de los sentimientos, verdadera catarsis para el receptor del mensaje.
¿Qué es la poesía total? Se trata de una acuñación del poeta Rosales. Es la integración de elementos heterogéneos, de plurales registros que pueden llegar a ser opuestos, y que en virtud de un modélico plan textual alcanza un altísimo rendimiento estético. No busque el lector nada parecido en nuestro panorama poético. Este libro pertenece a la estirpe anglosajona del poema extenso que es el lugar de encuentro de la reflexión, del diálogo, de la memoria, de los planos narrativos, de las secuencias fílmicas, de la opulenta imaginería verbal, del laconismo, de todos los elementos que conforman la contemporaneidad lírica que, cuando es de esta singular calidad, deviene clásica y es total y es panteísta por definición.
Un ejemplo de poesía total es el que se refiere a Nueva York. La Metrópolis es realidad, vertiginosa y maravillosa realidad, miserable y sórdida realidad. Es también la literatura general y, por supuesto, el genial libro de Federico; es también la presencia de Rosales, al que se rinde un emocionado homenaje en el último poema. No nos olvidemos del autor que es la voz que ordena y desordena la materia, cuatro elementos que se armonizan.
Otro ejemplo son los registros en una síntesis magistral. El verso largo, el mundo de la cultura asumido como sustancia, como vida. El verso corto en la mejor cauda de las raíces populares. Este contraste crea perfiles y sombras que, de pronto, el rayo deslumbrador ilumina con una intensidad que destaca el aguafuerte de las imágenes líricas, este es el nervio del libro.
El componente dialógico y los planos narrativos otorgan al libro otra cualidad eminente: el dinamismo que se remansa en momentos de reflexión, casi siempre en la recuperación de la memoria que se hace presente. Los paradigmas se cruzan en el universo de la belleza.
No olvidemos nunca que el texto es poesía, pura poesía que sale a pasear por el mundo y se interna en las galerías interiores de las voces que crean esa polifonía que es clave en las tres partes, en la triada mágica de res y de la verba.
Este libro, muy bien editado, es el más complejo de los que Hernández ha dado a las prensas hasta la fecha. Se trata de una trinidad articulada como tres poderosas piezas de armar, al modo de la mecánica perfecta del puente de Brooklyn. Este libro alcanza la virtud del extrañamiento que es base de la función poética: la Metrópolis, García Lorca y Luis Rosales en tres libros que son Antonio Hernández en los múltiples espejos de una realidad que juega al escondite y a la provocación al mismo tiempo. Transgresión desde un conocimiento perfecto de la gramática poética aplicable en cada caso. Tres llamas independientes que se unen en un fuego absoluto que se llama poesía total y es fuego purificador de las emociones y de los sentimientos, verdadera catarsis para el receptor del mensaje.
¿Qué es la poesía total? Se trata de una acuñación del poeta Rosales. Es la integración de elementos heterogéneos, de plurales registros que pueden llegar a ser opuestos, y que en virtud de un modélico plan textual alcanza un altísimo rendimiento estético. No busque el lector nada parecido en nuestro panorama poético. Este libro pertenece a la estirpe anglosajona del poema extenso que es el lugar de encuentro de la reflexión, del diálogo, de la memoria, de los planos narrativos, de las secuencias fílmicas, de la opulenta imaginería verbal, del laconismo, de todos los elementos que conforman la contemporaneidad lírica que, cuando es de esta singular calidad, deviene clásica y es total y es panteísta por definición.
Un ejemplo de poesía total es el que se refiere a Nueva York. La Metrópolis es realidad, vertiginosa y maravillosa realidad, miserable y sórdida realidad. Es también la literatura general y, por supuesto, el genial libro de Federico; es también la presencia de Rosales, al que se rinde un emocionado homenaje en el último poema. No nos olvidemos del autor que es la voz que ordena y desordena la materia, cuatro elementos que se armonizan.
Otro ejemplo son los registros en una síntesis magistral. El verso largo, el mundo de la cultura asumido como sustancia, como vida. El verso corto en la mejor cauda de las raíces populares. Este contraste crea perfiles y sombras que, de pronto, el rayo deslumbrador ilumina con una intensidad que destaca el aguafuerte de las imágenes líricas, este es el nervio del libro.
El componente dialógico y los planos narrativos otorgan al libro otra cualidad eminente: el dinamismo que se remansa en momentos de reflexión, casi siempre en la recuperación de la memoria que se hace presente. Los paradigmas se cruzan en el universo de la belleza.
No olvidemos nunca que el texto es poesía, pura poesía que sale a pasear por el mundo y se interna en las galerías interiores de las voces que crean esa polifonía que es clave en las tres partes, en la triada mágica de res y de la verba.
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