Santos Domínguez
Encuentros de lecturas, 02/04/2013
Desde que se publicó, hace poco más de diez años, El gran
libro del flamenco, de Manuel Ríos Ruiz, se ha convertido en un clásico
indispensable de la flamencología, junto con otras obras de referencia de Félix
Grande, Caballero Bonald, José Manuel Gamboa, Ortiz Nuevo o Alfredo Grimaldos.
Editado por Calambur en un cuidado estuche con dos tomos, no
es una enciclopedia aséptica, sino un tratado meticuloso en el que es
fundamental el enfoque valorativo y el
juicio del experto prestigioso que es Manuel Ríos Ruiz.
La historia y los estilos flamencos son la base del primer
volumen, completado con una bibliografía completa y una discografía selecta y
suficiente. Generosamente ilustrado, se aborda en sus páginas el origen y la
evolución de la más expresiva de las músicas mediterráneas, desde las raíces
tartésicas a las influencias orientales árabes o persas de la música andalusí pasando
por aquellas cantica gaditanae a las que aludían los latinos anteriores a
Cristo.
La genealogía, etimología y del flamenco, folclore elevado a
arte desde que en el último cuarto del XVIII -a la vez que la Pragmática de
1783 con la que Carlos III reconocía a los gitanos su condición de españoles-
se concretan su estilo, su estructura lírica y melódica y las diferentes
ramificaciones en siete ritmos fundamentales: siguiriya, soleá, tangos,
fandangos, cantes libres, cantiñas y bulerías.
De Jerez a los Puertos, de Triana a Málaga, de Cádiz a
Granada, de esas siete estructuras derivan los palos flamencos que desde las
tonás a los cantes de ida y vuelta se abordan en la segunda parte de este
primer volumen que incluye también un jugoso apartado sobre el coplerío
tradicional de lso distintos estilos.
Canto porque me acuerdo de lo que he vivido, decía Manolito
el de María, profundo y casi mendigo, desde su cueva de Alcalá de Guadaira. De
la cueva oscura a las ventas, de las fraguas a los colmados, de los reservados
a los tablados de los teatros y a las plazas de toros, desde las Cortes de
Cádiz a la actualidad pasando por las sublevaciones campesinas, la época
republicana, la dictadura y la clandestinidad antifranquista, la historia del
flamenco es inseparable de la historia de España, del trasfondo social de la
Andalucía de la injusticia y de la marginación. De la seguiriya a la soleá, es
la historia de las calamidades y la pobreza hechas cante negro de fragua y de
celda o cauce de la explosión a compás de la alegría festera.
Si en el primer volumen Ríos Ruiz evoca la evolución del
flamenco hasta la actualidad, desde figuras fundacionales como El Fillo,
Silverio Franconetti, La Serneta, El Nitri, Enrique el Mellizo, El Loco Mateo o
Antonio Chacón hasta Camarón o Morente, pasando por nombres imprescindibles
como Manuel Torre, Juan Talega, Manuel Vallejo o Antonio Mairena, el eje del
segundo volumen son las semblanzas valorativas de las grandes figuras del
cante, el baile y el toque flamencos, subrayadas con abundantes documentos
gráficos.
Unos utilísimos índices onomástico y topográfico completan
la obra y permiten la precisión de una consulta rápida sobre esa música abismal
que viene del tronco mineral y negro de la fragua y emerge en los cantes
oscuros de fragua, de mina o de celda o
en la claridad salinera del camino estrecho y jalonado de ventas entre San
Fernando y Cádiz, con la prosodia rítmica del lamento y del duende o con la
sintaxis amarga de la rebeldía y el dibujo secreto de sus sonidos negros.
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