martes, 9 de febrero de 2010

Reseña de La aldea de sal, de Lêdo Ivo



Papel Literario Digital, febrero de 2010

Por M.ª Victoria Reyzábal

LA POESÍA COMO DEFENSA DE COMPROMISOS

Se recoge en esta obra una relación de poemas del autor brasileño Lêdo Ivo, de la conocida en su país como generación del 45, un proyecto de actualizar el modernismo y las vanguardias de la lírica. El autor posee una extensa obra, reiteradamente premiada, que abarca también narraciones y ensayos, además de unos veinte libros de poesía. Reconocido en su patria como Intelectual del Año (1990), sus textos revelan el compromiso de un escritor capaz de solidarizarse con los más marginados, sin recurrir a frases doctrinales de ideologías perfectamente estructuradas pero distantes a la realidad de aquellos seres humanos descartados hasta por los credos más caritativos Lêdo canta al amor no romántico, a la vida no excepcional ni en lo placentero ni en lo trágico, a aquellos cuya miseria excede el concepto de pobreza; canta a los poetas como personas perdidas en la inmensidad de una lengua que nunca cabe en los diccionarios, canta a su breve territorio local y denuncia los desmanes de los poderosos y de los intrascendentes, de los destacados y los ocultos en la mediocridad de la existencia.

Ajeno a lujos lingüísticos, pero innovador en la plasmación de las misma imágenes dichas de otra manera no trillada, en sus últimas composiciones surge casi evangélico desde la retórica bíblica (“Felices los sedentarios que un día se fueron”), metaliterario así en “Rilke va al dentista”, tiernamente ácido como en “Los pobres en la estación de autobuses”, texto magnífico y casi insoportable, o mítico en “Finisterra”.

Esta antología, correctamente traducida y con una adecuada elección de poemas, permite descubrir –para quién no lo conociera– a un autor poco frecuentado en España, representante de un tipo de escritura profunda, no siempre fácil ni amena, sino desgarradora en sus serenas reflexiones, propias de alguien que ha meditado a través de la palabra, de la metáfora y que se vuelca en versos libres, los cuales, a veces, duelen como flechas: “Los poetas son sepultureros que entierran palabras/ y se contentan con algunas migajas del diccionario./ Criaturas frugales, no admiten que las palabras brillen como/ luces de navíos/ [...]/ Pero [...] las palabras desterradas se levantan de sus tumbas/ y, en el espacio reservado a las fulguraciones perpetuas,/ componen el gran poema del universo”.

Identificado con Ulises o Nadie, alter ego de Noé, deslumbrado por el peso de las galaxias, por los andrajos de los mendigos, aporta otras coordenadas emocionales a la poesía, un precario registrar injusticias que van cambiando de víctimas y verdugos, pero que atraviesan las épocas como las tijeras del viento; por eso puede resultar sublime y grotesco, trivial y necesario, fríamente válido.

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