lunes, 25 de marzo de 2013

Noticia: Autorretrato de otro, de Cees Nooteboom, en La estación azul, RNE

Autorretrato de otro en La estación azul, RNE
Ignacio Elguero
23/03/2013

Ignacio Elguero nos recomienda Autorretrato de otro. Sueños de la isla y la ciudad de antaño, de Cees Nooteboom, en el programa de racio de Radio Nacional de España, La estación azul. Podéis escucharlo a partir del minuto 6.




http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-estacion-azul/

Noticias: Terapia poética contra las inclemencias, en El Cultural

Terapia poética contra las inclemencias
Laura Martín

El Cultural, El Mundo, 21/03/2013

Luzmaría Jiménez, Emilio Torné, Chus Visor, Jesús Ayuso y Jesús Munárriz analizan el sector con motivo del Día Mundial de la Poesía 

La poesía es un arma cargada de futuro, escribió Gabriel Celaya. Pero los recortes, los rescates y la dichosa crisis hacen que el presente acapare casi toda la preocupación. Este jueves se celebra el Día Mundial de la Poesía, un homenaje instaurado por la UNESCO en 1999 que coincide con el equinoccio de primavera. Y qué momento más señalado para que el sector dé su visión sobre la situación. Hablamos con cinco de los editores dedicados desde hace muchos años exclusivamente a la poesía: Luzmaría Jiménez, editora de Torremozas; Emilio Torné, de Calambur; Chus Visor, de Visor; Jesús Ayuso, de Endymion; y Jesús Munárriz, de Hiperión. Sus actitudes, que oscilan desde la resignación al optimismo, coinciden al menos en una cosa: el amor incondicional por la poesía.

Para que conste, Chus Visor quiere dejar claro que el Día de la Poesía “es una tontería”. Como si algo tan importante tuviera que reducirse a una efeméride anual. Aunque, para ser sinceros, un poco de visibilidad no le viene mal, sobre todo en los medios de comunicación, que la tienen muy abandonada. “Cualquier novela de tercera tiene más presencia que un libro de poemas importante”, se queja Visor. Emilio Torné apunta: “eso es consecuencia del mundo que estamos construyendo, que sustituye la cultura por el espectáculo. La cultura, tal y como la entendimos muchos, se está quedando cada vez más esquinada, y la poesía está en una esquina de esa esquina”. Luzmaría Jiménez reconoce que siempre se ha tratado de algo minoritario, aunque quizás por eso sea uno de los géneros literarios que menos está notando la crisis. Según Torné, el sector tiene que enfrentarse a dos vertientes de esta difícil situación. Por un lado, “la parte que nos toca, es decir, la general del país”, y por otro, “la propia del fin de un modelo, el editorial y cultural”. Crisis, sí, pero también transición, incluso metamorfosis, y “es responsabilidad nuestra transformarnos”.

Lo cierto es que la poesía está soportando mejor los embates que la narrativa y, sobre todo, el ensayo. Jesús Ayuso despliega toda su ilusión: “la poesía no está en crisis, porque la crisis afecta a la economía. Y el hombre se vuelve más romántico cuanto más mendigo es”. Por eso los versos son un escape, un altavoz. “¿Podría entenderse la naturaleza sin una primavera que explotara en flor? Pues lo mismo sucede con la poesía”. Aunque ya no se vende como en la época de Blas de Otero o León Felipe, hay un mundo pequeñito y fiel de compradores con muchas vertientes, explica Ayuso: la romántica, la intelectual, la de denuncia... Incluso la metafísica, aunque esa es más difícil de despachar. Visor echa de menos una poesía social, que se revuelva contra las barbaridades que se nos están imponiendo. Jiménez, sin embargo, cree que la poesía siempre tiene su mensaje, pues “llena la inteligencia de las personas y es un alimento espiritual que siempre nos lleva a buen término”. Su gran ventaja, sostiene Munárriz, es que queda un poco fuera del mundo comercial, que es al que afecta la crisis. Y como ella está en crisis de por sí y no mueve dinero, no interesa a las finanzas. Eso la salva.

Pero ¿qué función cumple la poesía para estos editores? “La poesía es la terapia del espíritu. Es como un susurro que aflora a través de la pluma. Me hace sonreír, que no es poco”, declara Ayuso. "La poesía tiene funciones muy distintas, de consuelo o de expresión para los que necesitan desfogarse, para aliviar la tensión... Tiene una función terapéutica. La que se conserva es el testimonio más valioso de una época, porque a través de la palabra salva situaciones que quedarían olvidadas", dice Munárriz. Torné considera que “sirve para remover conciencias y para contar lo que no se puede contar de otra manera. Con su forma de llamar a las cosas con otros nombres nos acerca más nítidamente a la realidad, nos ayuda a repensar el mundo y la vida. Es un diálogo con una tradición histórica. El hombre es muy parecido a cómo lo contó Homero. Nos ayuda a comprendernos”. Es la tarea de las editoriales ejercer una reivindicación constante y mantener viva su llama, añade.

Para terminar, cada uno se queda con una lectura con la que festejar este día. Luzmaría Jiménez se decanta por Juana de Ibarbourou, aunque no puede elegir un solo poema, “porque son muchos los que te llegan y te emocionan”. Emilio Torné y Jesús Munárriz barren para casa, y eligen el primero La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre (en concreto, el poema “La hija del sastre”), y el segundo Baile de máscaras, de José Manuel Díez, ganador del Premio Hiperión que se publicará próximamente. Chus Visor recomienda “A Larra con unas violetas”, de Luis Cernuda, y Las identidades, de Felipe Benítez Reyes. Por su parte, Jesús Ayuso se confiesa un clásico: Machado, con su poesía social, próxima a la tierra, Pessoa, León Felipe, Blas de Otero, Alberti, Neruda, por romántico y juvenil... Y seguiría, porque la poesía continúa siendo tan necesaria como siempre. Para los que prefieran salir de casa, la Biblioteca Nacional acogerá una lectura continuada de versos a cargo de Luis Alberto de Cuenca, Juan Van Halen, Laura Casielles, Ignacio Elguero, Angel García López, Antonio Lucas, Luis Antonio de Villena, Jenaro Talens y Benjamín Prado. Cada uno recitará dos de sus poemas. 


http://elcultural.es/noticias/LETRAS/4551/Terapia_poetica_contra_las_inclemencias

viernes, 22 de marzo de 2013

Reseña: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en Babelia


Compromiso con Rosales
Por Manuel Francisco Reina
Babelia, El País, 16/03/2013


Observo de un tiempo que las propuestas más rompedoras en poesía no vienen, como debieran, de la mano de los poetas jóvenes, sino de los mayores. Sin citar a nadie, para no levantar suspicacias, he de decir que este libro de Antonio Hernández es un ejemplo claro de propuesta radical, en sentido etimológico, tanto de raíz literaria como de propuesta extrema. Un disparo a bocajarro de la conciencia, de la sensibilidad y del oficio de escribir. Los bríos de sus versos y contenido en este poemario serían más propios de un enfant terrible que cante sin prevenciones las verdades del barquero, pero su quehacer es el de un autor ya hecho, con la maestría y el poso de lo vivido y escrito. Nueva York después de muerto nace del difícil compromiso del poeta con su amigo Luis Rosales, como explica en la justificación de la obra: “mi maestro, me dijo un día, antes de dejarlo escrito, que quería terminar su obra con una trilogía titulada Nueva York después de muerto; que en ese texto quería hablar del exilio, del problema de la gran ciudad, de la lucha de clases y de razas así como de otros conflictos que agobian al hombre. Y que lo que representaba para él Nueva York era, grosso modo, la mecanización, el automatismo de la vida, la desigualdad entre distintas razas, el imparable avance del mestizaje… y, obviamente, Federico”. La enfermedad y poco después la muerte impidió a Rosales el cumplimiento de esta obra pero comprometió a su discípulo entonces, Antonio Hernández, la realización de la misma, con confidencias e información que se ven reflejados ahora en este libro silente muchos años con el sueño de la prudencia.

Es éste un libro insertado en eso que Octavio Paz o Ernesto Cardenal llamaron “la poesía total”, y que tanto interesó a Rosales, que suponía la asunción en lo poético de los recursos y técnicas de otros géneros como la narrativa, el teatro o el cine. Poesía que sin perder la cadencia musical de la rima, aportase nuevas fuerzas y técnicas de géneros ajenos. Antonio Hernández va incluso un poco más lejos, incorporando recursos propios del periodismo, con la aportación de datos, fechas, noticias… Dividido en tres partes, de forma aristotélica y su preceptiva, pero sobre todo como homenaje a esta trilogía comprometida por Luis Rosales, el poemario como la santísima Trinidad es trígono y uno; a saber: en él están entre otras las voces de Luis Rosales, de Lorca y de Nueva York, con su silbo de sirena simbólica, pero quien las unifica en su misterio, es la voz reconocible y única en nuestra poesía de hoy, de Antonio Hernández. Una poesía más relacionada con los americanos citados con anterioridad, de la llamada “poesía total”, si no fuese porque en este poema cántico, a la forma del coro griego en el que muchas voces se convierten en una sola voz, asoma la tradición andaluza más universal de la que Hernández es claro ejemplo. En la metafísica paseante de estos versos sobrecogedores, aparece la reflexión filosófica de un senequismo contemporáneo como cuando dice: “Recordar, recordar, cangrejo de las lágrimas”. Otro apunte de los tantos de esta poética pulsión meditadora sería: “Pero así es la vida, así: la paradoja. / Como dicen que el Caos se ordena en la Felicidad, / en donde hay desdicha, hay materia sagrada. / ¿No hay que sacar las cosas de quicio, no, señor? / Hasta el ombligo en el gozo, hasta lo hondo, / hasta lo más hondo del corazón en la tristeza. / Incluso Dios. En Luzbel, en lo que más quería”. Lorca y su tragedia están presentes, como buena parte de nuestra más negra y luminosa historia, que marcó a Rosales y también a nosotros como pueblo, como una nueva épica emocional en el fragmento que se inicia “El azar tiene la sangre fría” y continúa: “Únicamente necesita / tener a un tonto cerca, a un / asesino cerca, a un infeliz / para hacerlo feliz por un día, / o a un ser angelical, o a un genio / para que nunca más utilice sus alas”. En estos versos, y en su reflexión, se retrata la culpabilidad de toda una sociedad ante la muerte del poeta de Granada: “Nada más duro que una tentación / que es libertad en otro. El tiro más letal / lo da la cobardía”. Pero también aparece el Lorca riente, vivo e ilusionado por un joven, Juan Ramírez “enamorado triste / y que acusó con las manos alzadas, / como dimensionando su estupor, / a una homofobia crucificadora / en capuletos y montescos / y que al desheredado por amor / de blasón y de hacienda, / fue él, Luis Rosales, / quien lo llevó de crítico / de arte a un diario de Madrid / porque no le faltara / el pan, la dignidad, / y a Federico / un corazón latiendo todavía / cuando ya estaba muerto”.

Queda Rosales ensalzado en la voz de Hernández, en sus versos, memorialísticos casi, como en el fragmento que se inicia “Me acusaron de todo, / (…) Me han insultado en todos los idiomas”. Y sin embargo, en la resonancia de la ciudad totémica, Nueva York, se funden todas las voces, y la propia absolución del sufrimiento del poeta Rosales cuando pregunta Hernández con su propia voz: “¿Y no has visto, maestro, a Federico, / no estará entre las nubes su tumba?”. Un libro ya esencial, rompedor y heridor, como suele ser la belleza, que decía Platón era “el esplendor de la verdad”. Una poesía insólita y brillante, totalizadora de géneros y emociones en la que se demuestra que no todo está dicho ni escrito. Aquí la poesía de Antonio Hernández se faja y se confirma como digno hijo de sus mayores, pero dueño de su propia e inconfundible voz. Como cierra la segunda parte del libro: “Pero hasta ahora es él, Antonio a quemarropa”.

martes, 19 de marzo de 2013

Reseña: La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, en InfoBierzo

La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre
Luis Artigue
InfoBierzo, marzo 2013


Penetrante, irracional, magnético y dueño de un universo poético y plástico tan brillante como repleto de imaginativa densidad, su nombre va ya asociado a lo que en nuestro imaginario cultural es ya una personalidad visual. 


Acaba de presentarnos su nuevo libro y darle voz.
 

Les cuento.
 

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957), hijo del panadero de su pueblo, pan él mismo, tras un calvario físico propio y familiar y el fallecimiento de su padre ha hecho acopio de hallazgos extraídos de ese pozo repleto de diamantes que es la adversidad, que es la tristeza: como fecundo resultado acaba de publicar un libro inconmensurable en muchos sentidos, La bicicleta del panadero (Ed. Calambur)… Una reunión de poemas en prosa –poemas de largo aliento salmódico (salmódico al modo judaico) repletos todos de metáforas de alta resolución- fruto del rapto y el recogimiento, y que se perciben como escritos con radical sed de sentido.
 

La muerte, esa palabra incompartible, ese regreso idiota a un universo prelingüístico, es el punto de partida del libro, pero el de llegada es la vida, su contenido, su resumen, su sabor, sus sonidos…
 

Por eso en La bicicleta del panadero salen y están la familia, el paisaje, las lecturas, las canciones, los amigos, la ideología, la fe de los antepasados, los barroquismos privados, los viajes, los cuadros, las ensoñaciones cifradas, los enigmas y, en definitiva, todo lo que al poeta le ha traído hasta aquí y se ha convertido en su cimiento personal.
 

Desentrañando con fascinación metáforas de estos poemas he entendido acaso como al principio, como en aquellos libros que me llevaron un día a enamorarme rendidamente del lirismo, que la poesía es un advenimiento del ser, una afrenta tan certera como oportuna a la intersubjetividad, una disolución de todo convencimiento y, no pocas veces, un final articulado y significativo para el proceso de adivinación que implica la tristeza.
 

A mi juicio pocos poetas como Juan Carlos Mestre nos enseñan a su modo que la metáfora es un vehículo del más allá; una coacción al lenguaje para exprimirlo como si fuera una naranja hasta hacerle expresar al máximo… Pocos poetas como Mestre consiguen decirnos sin decirlo que la metáfora es un ir caminando por las costuras del lenguaje hasta agrandar las fronteras de la comunicación posible.
 

Guardo ya en mi corazón mis poemas favoritos de este libro exigente, difícil de entender y de olvidar, pero en lugar de nombrarlos les recomiendo que se adentren para descubrir los suyos.
 

Tal vez así como yo concluyan que la literatura es una comunicación diferida que trata de remediar la imposibilidad a la que te constriñe la realidad tal como es, y, en tal sentido, es un intento de atraer al que está lejos, es un salvar las distancias, el reconocimiento de una carencia…
 

Pero el alivio de la soledad que implica escribir poesía proviene de un lector agradecido; del reconocimiento cálido a un discurso lírico irradiante y leal con las certezas e incertidumbres del autor…
 

Por eso, querido Juan Carlos, llega ahora tan lejos esta palabra: gracias.

http://www.infobierzo.com/i/blogs/la-bicicleta-del-panadero-de-juan-carlos-mestre/

Reseña: Trazar la salvaguarda, de José Luis Puerto, en revista Leer

Trazar la salvaguarda
José Luis Puerto
Revista Leer, nº 240, marzo 2013

Abrazos en piedra, reductos de culturas expulsadas que pagaron con belleza ese desprecio. Madera que es santuario y amarillo prendido en la memoria, altar de misterios que son bosques. Un sentido de comunión solidaria, de panes que se reparten el mundo en una proclama como lo hicieran las lenguas hoy florecidas en las cunetas o las caligrafías de la pérdida de los despojados. Ofertorio de plenitudes que mueven el alma para frenar "la embestida del tiempo". Una oración, un ensalmo de la dicha que el autor cataloga en lo pequeño, purezas que suscitan temblores con los que ahuyentar esa soledad. La sed de dar afirma el ser, aunque siga en busca de señales radicales de permanencia, talladas en el vientre hacia el que vamos, territorio de memoria afectiva, laberinto-medina donde salvar estos hallazgos de inocencia, a veces en el espacio femenino que configura la tierra del poeta.

viernes, 15 de marzo de 2013

Reseña: Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández, en Encuentros de lecturas

Antonio Hernández. Nueva York después de muerto
Santos Domínguez
Encuentros de lecturas, 14/03/2013
 
En algún lugar de su mundo dejó escrito proféticamente Rilke que el poeta es un cazador de voces. A ese designio responde Nueva York después de muerto, el último libro de Antonio Hernández que acaba de aparecer en Calambur.

Su título es el del proyecto de una trilogía con la que Luis Rosales quería cerrar su obra, una idea frustrada por la enfermedad y la muerte del poeta que es el eje de este libro, un homenaje al maestro y a García Lorca, el maestro del maestro, en un cruce de caminos que terminan siempre en Nueva York, la ciudad de la muerte y de la aurora con aguas podridas y columnas de cieno.

Ese es el núcleo espacial de referencias de una compleja red de relaciones que vinculan a Rosales y Lorca en su común origen granadino, en su amistad y en el peso de la calumnia sobre el asesinato de Federico que Rosales soportó a lo largo de su vida.

Nueva York, pues, vertebra este libro de Antonio Hernández y vincula a los dos poetas como la gran ciudad real y como el espacio metafórico al que Lorca dedicó su mejor libro y en el que Luis Rosales pensaba centrar su trilogía.

Heredero de ese proyecto, Antonio Hernández organiza Nueva York después de muerto también como una trilogía en la que se suceden y se confunden ordenadamente en la muerte esos tres vértices, porque Luis Rosales es aquí ya emoción de otra sangre, ya / parte confederada, parte de Federico y está ya en Nueva York, después de muerto. / ¿Después de muerto quién, él, Federico, / Nueva York muerta?

Como antes para Lorca, para Luis Rosales Nueva York representaba “la mecanización, el automatismo de la vida, la desigualdad entre las distintas razas, el imparable avance del mestizaje... y, obviamente, Federico.”

Pero Rosales, que arrastró la cruz de la calumnia que denunció en un libro valiente Félix Grande, fue también dueño de un ruiseñor angustiado que canta y vuela en estas páginas y se levanta por encima de un país lleno de ratas y telarañas, porque en la herida con sal de la calumnia el tiro más letal / lo da la cobardía. Mata a quien lo recibe / y al tiempo ha de matar al que apretó el gatillo.

Antonio Hernández se atreve brillantemente en estos textos a impostar la voz de Rosales “y la siempre vigorosa de Federico en unos apócrifos, si osados, voluntariosos, como homenaje a cada uno de sus libros.”

Y así estos poemas rastrean las huellas del amor, del dolor, de la pena y rompen aquel silencio universal del miedo con la urgencia de sus versos desobedientes, con la evocación de los obuses de oro en la lengua y las prosopopeyas doctas de Rosales.

Desde las costas colombinas a la falda rebelde de Marilyn hay un camino de sueños que pasan por Poe y por Whitman, por Twain y por Eliot, por el jazz y las grandes avenidas. Y en ese viaje sin regreso discurre también una larga conversación que recorre el itinerario estético y sentimental que va de Juan Ramón a Paca Aguirre, de Machado a Onetti, de Vallejo a Félix Grande en una navegación por la poesía, el recuerdo y el coñac Peinado, en una evocación del náufrago metódico mientras “entre la noche y la alta madrugada, / se entreteje la sombra de la muerte.”

Y el lector no sabría decir si Antonio Hernández, que no renuncia en algunos momentos a sumar ironía y emoción en una mezcla explosiva, ha cedido discipularmente la palabra a los dos maestros para que resuman su conciencia moral y su dicción poética, o si han sido ellos los que han invadido estas páginas con sus voces poderosas e inconfundibles para habitar uno de los libros más intensos y potentes de Antonio Hernández, probablemente también el más arriesgado de toda la trayectoria de un poeta que une como pocos conciencia del lenguaje y conciencia ética. Un poeta a quemarropa que es ingenuo y cabal y sabe estremecerse. 


http://encuentrosconlasletras.blogspot.com.es/2013/03/antonio-hernandez-nueva-york-despues-de.html

martes, 12 de marzo de 2013

Reseña: Colección Hispanoamérica y la guerra civil española, en Babelia


Perdidos en el laberinto de los libros
Manuel Rodríguez Rivero
Babelia, El País, 9/03/2013 


Guerra

La guerra civil española fue experimentada al otro lado del Atlántico (pero allí de modo incruento) también como una guerra hispanoamericana. La República española, que había inaugurado relaciones inéditas, y no siempre fáciles, con las jóvenes repúblicas, había despertado tantos entusiasmos como temores en aquellas nuevas naciones que se miraban en el espejo de las espectaculares transformaciones y de las crecientes tensiones que tenían lugar en la antigua “madre patria”. De modo que, cuando estalló el conflicto, los intelectuales latinoamericanos se posicionaron desde el principio en apoyo de uno u otro de los bandos en lucha y, dentro de ellos, de sus distintos componentes políticos e ideológicos. Niall Binns (Londres, 1965), que dirige desde hace años un ambicioso programa de investigación sobre El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica, ha publicado, editados por Calambur con ayudas oficiales, los dos primeros volúmenes (consagrados a Argentina y Ecuador) de su colosal proyecto Hispanoamérica y la guerra civil española, una colección que pretende proporcionar un fresco completo de las muy diversas posiciones de los intelectuales hispanoamericanos a partir de textos (no ficción y poesía, principalmente) rescatados del olvido o rastreados en multitud de libros y publicaciones de la época. Manifestaciones literarias o periodísticas procedentes de escritores de muy distinta formación e intereses, pero que, en todo caso, utilizaban también el conflicto español para reflejar sus posiciones políticas o combatir las de sus adversarios. Binns encuadra suficientemente dichas contribuciones, permitiendo su contextualización al lector no especializado. Entre las muchas sorpresas que me he llevado hojeando el volumen argentino está la del telegrama que, tres días después de la muerte de Primo de Rivera, envió al jefe de la Falange Española en Buenos Aires un grupo de intelectuales argentinos entre los que se encontraba el ultranacionalista Enrique Osés y Leopoldo Marechal, futuro autor de la imprescindible Adán Buenosayres (1948): “En la hora del tránsito de José Antonio, los argentinos que suscriben envían un estrecho abrazo a los falangistas que luchan heroicamente contra los infieles. ¡Arriba España!”. Ya ven: el joven mayor del ejército argentino Juan Domingo Perón, que por aquel entonces ejercía de agregado militar (es decir, de espía más o menos declarado) en el Chile de Arturo Alessandri, no era el único al que atraían los aires totalitarios que llegaban de la Europa mediterránea, y que tan bien casaban con el nacionalismo conservador que se extendía por determinados sectores de la sociedad argentina propiciado por el miedo a las revueltas populares.


http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/07/actualidad/1362658968_949269.html 

Reseña: Autorretrato de otro. Sueños de la isla y la ciudad de antaño, de Cees Nooteboom, en ABC Cultural

Nooteboom, poemas en prosa
Andrés Ibáñez
ABC Cultural, 23/02/2013

El 25 de febrero llega a las librerías su Autorretrato de otro. Sueños con mucho de impresiones poéticas

Cees Nooteboom coge los grabados del pintor amigo, Max Neumann, los cuelga por las paredes de su casa de Mallorca, y deja que las imágenes le impregnen. Ha decidido (es una extraña decisión) que no va a "ilustrar" las imágenes, ni a comentarlas. Ha decidido utilizar lo que Lezama llamaría "el oblicuo". El oblicuo, en este caso, debe tener algo que ver con la luz de Mallorca, ya que las piezas de prosa, que son en realidad poemas en prosa, están llenas de luz, de peces y de imágenes marinas, mientras que las imágenes de Neumann son crueles, violentas, deformes. Están teñidas de un color naranja ocre que es, en realidad, el color más misterioso de todos: el de la carne humana.


Sin ojos 
Aparecen en ellas monstruos, animales extraños que se insertan en piezas de mobiliario, seres sin ojos, calaveras que quizá sean máscaras caídas; un hombre de cuyos oídos manan chorros oscuros; un verdugo que dirige el hacha hacia sí mismo; matas de pelo que brotan en lugares inesperados; cuerpos que parecen combinaciones de trozos de otros cuerpos.
Es importante la cita que corona la obra, extraída de la obra de Schlegel: "He querido mostrar que las palabras se comprenden a menudo mejor a sí mismas que aquellos que las emplean". Esta desconfianza del poder comunicador de las palabras, el recuerdo lejano de aquella afirmación de Heidegger de que "el lenguaje habla mejor que el hombre", sella definitivamente el carácter existencial y moderno (podríamos decir igual "modernista") del proyecto.
Una imagen de una especie de mujer calva y sin apenas rasgos que lleva un vestido plisado y porta algo oscuro, quizá una carpeta, en la mano, se acompaña de un texto donde un personaje masculino contempla una torre vigía que luego se transforma en una catedral sobre la cual pasan peces. Un dibujo que quizá podría representar un cisne muy estilizado se acompña de un texto donde se describe lo que había que hacer para llegar al "campo de los halcones": había que cruzar "el campo de las manzanas de Sodoma", luego "el campo de los higos" y finalmente "el campo de los halcones", donde dos halcones viven en un cobertizo.
Sea como sea, y aunque no fuera la intención del autor, la imaginación enseguida comienza a establecer vínculos y causalidades entre imágenes y poemas. Es, también, un efecto del oblicuo, que crea una "causalidad poética". Y así, por ejemplo, el dibujo número 12, que representa algo parecido a una banqueta de bar, es decir, una base circular sobre la que hay una columna que sostiene una plataforma en la que hay una máscara, parece verdaderamente inspirar el extraño monumento (una piedra vertical que sostiene otra horizontal) que contempla al personaje de las prosas, que parece engolfado en una especie de viaje de búsqueda a través de un paisaje inequívocamente meridional.
Y el dibujo 16, que representa una figura humana atrapada dentro de un cuadrado que quizá sea una celda, una casa o el centro de un laberinto, se acompaña de un texto donde leemos: "Hacía mucho tiempo que nadie lo había tocado. Su cuerpo parecía no existir", observación que parece provenir de la ausencia de brazos de la figura, que tiene desabridos tachones en su lugar.

Que no vuelen
Sea como sea, una sensación de inutilidad aqueja al viajero-lector a las pocas páginas. ¿El lenguaje se entiende mejor a sí mismo que a nosotros? Ganas nos dan, entonces, de dejarlo solo para que siga contándose esas cosas abstractas que se cuenta a sí mismo, esas imágenes inconexas y sólo un poco hermosas, esas visiones sistemáticamente cortadas para que no se enlacen, para que no signifiquen y para que no vuelen, o bien para que signifiquen sólo un poco, lo justo.
 

lunes, 11 de marzo de 2013

Novedad: Nueva York después de muerto, Antonio Hernández

Nueva York después de muerto
Antonio Hernández
Calambur Poesía, 134. 144 p. 14 x 22,5 cm.
ISBN: 978-84-8359-249-6
PVP: 16,00 €


En este libro singular de Antonio Hernández se anudan tres mitologías. Nueva York (mito y realidad), Federico García Lorca y Luis Rosales toman la palabra para hacer hablar a la conciencia poética, a la conciencia histórica, a la conciencia a secas que tal vez juntas sean la misma. Hernández parte (y toma el título) del último libro imaginado, acaso apenas iniciado, de Luis Rosales, Nueva York después de muerto, e inicia una fascinante aventura en búsqueda de lo que el propio Rosales denominaba la poesía total; es decir, una dicción poética en la que la reflexión, el diálogo, las acotaciones, la información reveladora, el montaje cinematográfico, el lirismo y todo aquello de lo que el pensamiento poético pueda echar mano para enriquecerse, dialogan y componen el poema contemporáneo. La Guerra Civil —que acabó atrozmente con la vida de Federico y con su posible voz futura, hecho que marcó de forma tan apesadumbrada como políticamente escéptica la vida de Rosales—, atraviesa este libro que, a un tiempo, se enrosca a la totémica ciudad de Nueva York para dar cuenta, conversar y  discutir con los mitos y voces de la cultura contemporánea: igualdad y diferencia, la libertad real y su espejismo, los hijos pródigos y los pródigos despreciados, las alturas que hemos pretendido alcanzar y los infiernos a los que nos hemos precipitado. Libro trinitario de afán totalizador, la voz de Antonio Hernández, sin dejar de ser su voz, se metamorfosea sin recato ni prejuicio en otras voces: toma la voz de Rosales, reescribe poemas de Federico, piensa, reflexiona, escribe, sugiere, trae a escena a Hirosima, los belenes de Granada, el Holocausto, el Plan Marshall, Chopin, Buddy Bolden o Proudhon… Definitivamente, el libro más arriesgado, reflexivo, poético y totalizador de Antonio Hernández. 

La obra de Antonio Hernández ha sido reconocida con un importante número de prestigiosos premios: Premio de la Crítica de Poesía, Premio Andalucía de Novela, Gran Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premios Rafael Alberti, Gil de Biedma, Miguel Hernández  o Tiflos de poesía, entre otros. De la misma manera, su temperamento de intelectual comprometido con la cultura de su época le ha llevado a ser jurado permanente de diversos premios tanto de poesía como de narrativa, así como Presidente de Honor de la Asociación Andaluza de Críticos y Escritores y miembro de las directivas de cedro y de la ace. La totalidad de su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Andalucía de la Diputación Provincial de Almería, el Premio Ciudadano que otorga la Asociación de Entidades de Radio y Televisión Digital o el Premio Valencia de Literatura de la Diputación Provincial de Valencia. Está traducido, como poeta y como narrador, a veintidós idiomas, entre ellos los cuatro latinos peninsulares —gallego, portugués, catalán y valenciano—, francés, italiano, inglés, ruso, serbio, árabe, chino y coreano. Es Hijo Predilecto de su pueblo natal, Arcos de la Frontera.