28010
Luis Luna
La Columnata, 14/05/2013
El primer libro de Marta Agudo, Fragmento, había presentado la excelente obra de una poeta con años de indagación en lo poético. La prosa poética desplegada en su nuevo libro es de una lucidez e inteligencia que desarma al lector. En Fragmento, Agudo se valía de la segunda persona poética como medio de objetivización; aquí el ‘tú’ se vuelve ‘yo’ extrañado, que necesita de la reinvención de todas las coordenadas posibles para encontrar su ser y su estado en ese ser. Para hacerlo, la reflexión sobre el lenguaje, vínculo único con lo que nos rodea, se agudiza y se somete a forzamientos realmente valiosos.
Estamos, por tanto, ante la creación de un ente ficcional que pueda representar(se) en un escenario en ruinas. El primer poema de la sección “Fonética”, de corte adánico, nos empuja hacia la creación de ese ser mediante el nombre: “Me llamo Marta. Me llaman Marta. Fui bautizada en escenarios sin dueño hasta que mis ojos fueron, poco a poco, dilatándose en ficciones”. Una vez creado este ser de lenguaje, el extrañamiento va a invadir poco a poco cada poema hasta hacerse: “Renglón o trazo que no ciñe ni termina. Cobijo de piel que, amortiguada, dirige cada herida hacia su hechura. Pero expulso lo que absorbo porque no llego a escribirlo, amontono curvas de conciencia y en procesión angosta por la calle avanzo con dedos afilados”.
Se configura un ser para el dolor, construido en andamios débiles, con un nombre a tientas. Y en esa tesitura debe también establecerse una sintaxis, o lo que es lo mismo, una forma de relaciones con el conjunto que, por descontado, también van a ser problemáticas: “La sintaxis del ausente, sus días incrustados. Fascismo de todo tiempo y lugar”. Y también “el mundo y yo, inicio y fin, la inverosímil coordinación entre el tiempo y las venas. A cada segundo los centímetros se imponen y la edad convoca a las excusas. La madre y el bulto del lenguaje. La gran, la grande y más grande quebradura”.
Establecidas todas las coordenadas, la poesía, forcejeo con el lenguaje, sigue su discurso ahondando cada vez más en la relación entre el ser individual y el ser social, forzados a dialogar sin posibilidad de subterfugios. Este diálogo debe ser, dentro de las coordenadas del libro, llevado a cabo por el propio lector, como método de inmersión en la problematicidad propia de una fragmentación y herida cada vez mayor. Así pues, los textos nos van emplazando continuamente a la reconstrucción, a la indagación en nuestro propio ego como problema.
Es ese diálogo el que se promete fructífero a través de la lectura de 28010, un texto sorprendente, de una altura y calidad envidiables dentro del panorama nacional de la poesía contemporánea.
28010 en La Columnata
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