El Filandón, Diario de León, 18 de julio de 2010
Donde el verbo halló morada digna
Por José Enrique Martínez
Frente a antologías de poetas jóvenes, algunos con obra escasa e insuficiente, con las que nos abruman conocidos cazadores de nuevas piezas que más que aclarar nos sumen en el caos de la medianía, otros como Ángel Luis Prieto de Paula, conscientes de su labor, elaboran una antología de poetas con obra suficiente y de ponderada calidad. Una antología como Las moradas del verbonos da, verdaderamente, el canon de la poesía que siguió a 1975, fecha emblemática, aunque convencional a efectos literarios. Como buen antólogo, justifica los contornos de su selección: poetas nacidos entre 1954 y 1968, con sus primeros títulos aparecidos en el último cuarto del siglo XX y con obra relativamente amplia que conjugue calidad y representatividad. Merece la pena leer el denso prólogo de Prieto de Paula, uno de los grandes conocedores e intérpretes de la poesía española contemporánea, cuya evolución, tras la irrupción novísima, ordena. No podemos entrar en matices: el lector interesado debe acudir directamente a las páginas introductorias de esta excelente antología. Pero en osado y apresurado resumen podemos situarnos en ese momento (años que siguen a la muerte del dictador) en el que se rompe el muro alzado por los «novísimos» y afines contra la expresión de los sentimientos y la poesía vuelve a la figuración argumental, un cierto prosaísmo y un cierto humor (bien representada esta línea por L. A. de Cuenca y otros poetas más jóvenes), más la preeminencia de la poesía elegíaca (Sánchez Rosillo) y la del intelectualismo escueto (Siles, Robayna). A comienzos de los ochenta es ya manifiesto el cansancio de la poesía «novísima» (permítaseme llamarla así, más como caracterización que como nombre) y la poesía nueva asimila la tradición española (la generación del 50 tuvo aquí su mayor reconocimiento) y propende a la representación, dando mayor entidad al sujeto emisor y al motivo o tema del poema. En diversos lugares surgió la necesidad de una poesía relacionada con su tiempo histórico: aquí ha de situarse «La otra sentimentalidad» granadina, cuyos modos acabaron desembocando en la poesía de la experiencia, espléndidamente caracterizada por Prieto de Paula. Vendrán pronto las «líneas de contestación al pacto realista»: el irracionalismo (Andreu) y otros modos visionarios (Mestre, Llamazares...), el realismo mismo con procedimientos y alcances diferentes (Concha García), la poesía de reflexión ontológica, escueta y esencialista (Ada Salas, Casado...). Los propios poetas experienciales, los últimos sobre todo, cambiarán hacia otros modelos (Marzal, Gallego) o se moverán por nuevos compromisos, marxistas, ecológicos, etc. (Riechmann, Méndez Rubio...) o unirán satisfactoriamente pensamiento y contemplación (Valverde, Doce...).
Es la de Prieto de Paula una magnífica introducción a la lectura de los diferentes poetas, lectura que puede equilibrar el afán de conocer y el gozo desin-teresado. Son 32 los poetas seleccionados, todos ellos con calidad contrastada, representativos de las diferentes líneas de poesía actual, con obra que el tiempo ha ido cerniendo y asentando, de M. Casado y María Antonia Ortega (los mayores) a L. Oliván y E. Falcón (los más jóvenes). Por el medio -“no puedo citar a todos- J. Llamazares, Martínez Mesanza, Concha García, T. Sánchez Santiago, J. C. Mestre, A. Luque, M. A. Velasco, Ada Salas... He nombrado aquellos con los que mejor comulgo, por diferentes razones que no son del caso.
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